Han pasado dos semanas desde tu partida y reconozco que no ha sido fácil para mí enfrentar tu muerte. Puede parecer ridículo o insólito, tener pena por un escritor norteamericano que nunca conocí en vida. Pero es así y la razón es simple: crecí con tus libros, especialmente entre los años 90 y los 2000, cuando uno no espera nada de la vida o lo espera todo. Tus libros “El país de las últimas cosas”, “El Leviatán” “Mr. Vértigo”, “La trilogía de Nueva York” y “Brooklyn Follies” se pasearon con deleite ante mis ojos. Pero hubo uno que me marcó profundamente hasta el día de hoy: “La invención de la soledad”, uno de tus primeros libros. Te voy a dar la razón, ese texto, que escribiste en 1979 y publicaste en 1982, maneja un claro concepto sobre la relación entre padre e hijo, un tema que me viene dando vueltas hace años y la única manera de comprenderlo ha sido leyendo y escribiendo. He redactado notas sobre el tema donde recurro a cuentos como “Reunión”, de John Cheever y a la novela “Quién mató a mi padre”, de Edouard Louis, por mencionar algunos textos.
En la primera parte de la “Invención de la soledad” tocas directamente, de manera autobiográfica, la relación con tu padre después de que ha muerto, lo difícil que fue llegar él, lo complicado de construir una relación entre ambos cuando al final lo único que deseabas era consideración, comprensión, que él demostrara su amor por ti. Han pasado muchos años desde la publicación de ese libro, ahora ya no estás en este mundo y me pasa que yo al releer tu historia la recuerdo y siento presente ese dolor tuyo. También soy padre -ha sido una experiencia maravillosa- y vale la pena decir que a pesar de todo lo que el mundo diga, sólo se conoce la relación con los hijos cuando se los tiene y se llega a quererlos con el alma.
No quiero ser grave ni mucho menos, pero desde que te fuiste con todas tus ideas, dejando sólo tus libros, he derramado algunas lágrimas por tu partida. Iba en el metro de Santiago un par de días después de tu muerte, me acordé de ti y se me humedecieron los ojos. Me dio tristeza. Tu literatura, como lo mencioné antes, fue crucial para mí y por primera vez me di cuenta de que uno de mis ídolos literarios había muerto. A través de ti llegué por casualidad a Raymond Carver, otro de mis ídolos, a quien lamentablemente conocí literariamente años después de su muerte. Quedabas tú, vivo, con tus historias, con Nueva York como telón de fondo, con la causalidad y la fantasía que hacía todo tan real en tus textos, tan inmenso como el amor por tu padre Sam, como el amor por tu hijo Dan que falleció muy joven por culpa de la droga, afectado por la muerte de tu pequeña nieta en la que también, lamentablemente, estaba involucrado. El crudo velo de las despedidas que uno nunca piensa tener en la vida. Ahora te tocó a ti, te llevó el cáncer en la madurez. Siempre seguiste escribiendo de manera lenta, pausada. Reconozco que tus últimos libros no los he leído, no me he impregnado de tu último aliento. Lo haré cuando sea necesario, no te preocupes.
Ahora te encuentras reunido con tu padre ¿Han podido recuperar el tiempo perdido? Espero que sí. Parece que al final, en las relaciones padre e hijo no hay que esperar demasiado, sólo dejar que fluyan, aunque a veces el tiempo pase en vano. Eres una celebridad, tu esposa Siri Husvedt se ha quejado estos últimos días que por culpa de la prensa no ha podido descansar, que los periodistas se enteraron de tu muerte antes de que salieras de la casa. Me gustaría decirte que estés tranquilo porque es parte de la vorágine, de la fama que las estrellas siempre viven. Pasará el tiempo y podrá estar más tranquila.
Por último, me gustaría contarte que agradezco que tus libros hayan iluminado mi camino para compartirlos con otras personas, una de ellas una gran amiga, con quien a veces conversábamos e intercambiábamos tus textos. Siempre fuiste uno de los temas obligados en algunas de nuestras juntas de camaradería. Espero que sigas apareciendo en ellas. Me agradeció que te presentara. Me sentí halagado porque yo sólo fui un intermediario. Los autores como tú existen para que uno los escoja y siempre permanezcan vivos en las librerías y en las bibliotecas. A mi amiga y a mí nos quedan varios libros tuyos por leer. Los disfrutaremos con todas nuestras fuerzas, de eso estoy seguro.
Te extrañaremos
Tomás
*Paul Auster fue escritor, guionista y cineasta. Nació en 1947 en Nueva Jersey y estudió en la Universidad de Columbia. Tras un breve período como marino vivió tres años en París, donde trabajó como traductor y escritor fantasma. A partir de 1974 residió en Nueva York. Es autor de “El país de las últimas cosas”, “La invención de la soledad”, “La música del azar”, “El cuaderno rojo”, “Mr Vértigo, “La noche del oráculo” y “Baumgartner”, entre otros textos. Falleció de cáncer el 30 de abril de 2024.