Enheduanna, primera poeta de la historia. El ornamento del cielo.

por Cristina Wormull Chiorrini

Aunque parezca increíble dada la tremenda invisibilización de las mujeres a través de la historia, la primera persona de la que se tiene registro como autor de una obra literaria es Enheduanna, una poeta acadia cuyos escritos denominados los himnos de los templos sumerios, fueron creados en el siglo 24 a.C.

Poco o nada se sabe de su vida personal, al menos nada que tenga relación con saber si estuvo casada o existieron amores en su vida, menos si tuvo hijos.  Pero lo que sabemos es que su padre biológico o por elección, fue Sargón I de Acadia o Sargón el Grande, que reinó durante 56 años y fue fundador del imperio Acadio, y la nombró Suma Sacerdotisa del giparu de Ur, como parte de una diestra estrategia política para unir a los dioses sumerios de los pueblos conquistados con sus dioses acadios. También sabemos que vivió 35 años entre el 2285 y el 2250 a.C. y que fue la primera mujer en ocupar un cargo político-religioso en la historia sumeria, lo que solo pudo ser porque Sargón nombraba a personas extremadamente capaces y de su absoluta confianza para desarrollar sus diestras estrategias. Si bien ella gobernaba en nombre del dios Naan (dios de la Luna) su pasión creativa la llevó a componer himnos en alabanza de la diosa de la guerra y el amor, Inanna, hija de Naan y a identificar a los dioses de las diferentes culturas como a la diosa Inanna (sumeria) dulce y localizada con la diosa acadia Ishtar, violenta reina de los cielos.

“Mientras que en la corte de Sargón en la parte norteña de la llanura fluvial el idioma que se hablaba era el semítico, y sin duda su hija habría tenido un nombre semítico, al mudarse a Ur, el corazón de la cultura sumeria, esta adoptó un título sumerio oficial: Enheduanna: ‘En’ (suma sacerdotisa), ‘hedu’ (ornamento) y ‘Ana’ (del cielo)». Paul Kriwaczek, erudito

Considerada como la primera escritora de la que hay registro en la historia, porque fue la primera que firmó las tablillas de arcilla donde escribió, Enheduanna, fue además de la primera poeta conocida, la primera en escribir sobre el acoso sexual en La exaltación de Inanna, donde la poeta/sacerdotisa le pedía ayuda a la diosa para enfrentarse al asedio que sufría -hace 4.300 años- por parte de Lugalene, un rey de Ur, que probablemente era nieto de Sargón, cuarto rey de Acad.

Sus obras las hemos podido conocer porque se han preservado escritas mediante la técnica cuneiforme en tablillas de arcilla que contienen 42 himnos en 153 versos de alabanza a la diosa y los templos sumerios. Pero se cree que su obra es mucho mayor.

El disco de Enheduanna, descubierto por el británico Leonard Woolay permitió comprobar su existencia histórica -aunque ya se la conocía, más no reconocía- más de cuatro mil años después de que escribiera los himnos y elegías que fueron el modelo de ellos durante siglos.  En el disco, Enheduanna aparece en el templo de Nanna Ur, junto a un mayordomo y un escriba que muestran su importancia política.

Sus escritos dan cuenta de las dificultades creativas de la poeta en el uso de la palabra para componer hacia la divinidad, así como la crónica de su vida política. Y es así como se conoce el asedio de Lugalanne -en palabras de Endehuanna- que profanaba el templo transformándolo “en una casa de mala reputación, forzando su entrada dentro como si fuera un igual” y termina encarándolo furiosa “¡Se ha atrevido a acercarse a mí en su lujuria!” para finalmente lograr removerla de su puesto de Suma Sacerdotisa, lo que la llevó a vivir temporalmente el exilio hasta que Naram-Sin, heredero de Sargón I logra vencerlo y retornar a su puesto de sacerdotisa, regresando a la ciudad.

Las obras más conocidas de Enheduanna son Innisagurra, Ninmesarra e Inninmehusa. Las tres son himnos a la diosa Inanna que, según la experta en Enheduanna Betty de Shong Meador, «definieron efectivamente una nueva jerarquía de los dioses”. Estos himnos, traducidos como «La dama del gran corazón», «La exaltación de Inanna» y «Diosa de los poderes terribles», fueron la inspiración y guía para el pueblo del imperio de Sargón y contribuyeron ciertamente a la unidad de pueblos con dioses y culturas muy diferentes.

Entre sus himnos destaca “La exaltación de Innana”, versos traducidos recién en 1968, donde se compara a la diosa con el dios supremo del panteón mesopotámico, An, resaltando sus atributos divinos, para luego pedirle que interceda en su exilio.

¡Que se sepa que eres noble como los cielos!

¡Que se sepa que eres tan grande como la tierra!

¡Que se sepa que destruyes las tierras rebeldes!

¡Que se sepa que ruges en tierras forasteras!

¡Que se sepa que aplastas cabezas!

¡Que se sepa que devoras cadáveres como un perro!

¡Que se sepa que tu mirada es terrible! (versos 123-129 de La Inspiración de Inanna)

Durante toda su vida, y los siglos posteriores, fue alabada como una gran poeta y escritora, aunque la mayoría de sus escritos no fueron descubiertos hasta el siglo pasado, lo que ha comprobado que estos fueron, a través de los babilonios, la inspiración para las plegarias de la antigüedad, influyendo en las oraciones y los salmos de la Biblia hebrea y los himnos homéricos de Grecia.

«Causó una gran impresión en una generación tras otra de escribas tras su muerte; sus obras se siguieron copiando y leyendo siglos después de muerta» (Gwendolyn Leick, experta en cultura sumeria).

Y no solo es destacable su talento en la escritura, sino que demostró ser una brillante estratega y política que a la hora de crear el panteón de dioses logró que toda Mesopotamia se uniera en un mismo credo y sentó las bases espirituales del primer imperio estable, multicultural y multilingüe del mundo. Las obras que dejó escritas influyeron e inspiraron a siglos de escritores y poetas en sus propias creaciones literarias, influyendo de esta forma en millones de personas y fueron el fundamento de civilizaciones posteriores.

Cuando se descubrió la pieza arqueológica conocida como el «Disco de Enheduanna«, ésta estaba rota en fragmentos, pero tras su restauración, los arqueólogos descubrieron que en el disco estaban representados varios personajes y que contenía también algunas inscripciones. Entre ellas destacaba, una mujer con el nombre de una princesa acadia llamada Enheduanna.  Bajo su figura se podía leer: «Enheduanna, sacerdotisa-zirru, esposa del dios Nanna, hija de Sargón, rey del mundo, en el templo de la diosa Inanna«.

Hoy, a esta importante mujer se la ha empezado a recordar cada vez con mayor frecuencia, especialmente con ocasión del Día de la mujer y el Día de la mujer escritora, pero aún es una desconocida para gran parte de la humanidad, pero ya se puede encontrar gran parte de su obra en el Electronic Text Corpus of Sumerian Literature. También, un erudito sumerio, Samuel Noah Kramer y la poeta Diane Wolkstein han compilado una parte importante de sus poemas en Inanna, la Reina del Cielo y de la Tierra: sus historias e himnos de Sumeria, publicado por Harper Perenne en 1983. 

Y, aunque desde el descubrimiento del Disco de Enheduanna se ha avanzado en el reconocimiento de su obra, muchos expertos aún creen que muchos    catalogados como anónimos podrían ser atribuidos a esta gran mujer de la historia que vivió en tiempos en que las féminas estaban totalmente sometidas a la voluntad de los hombres ya era una proeza que aprendiera a leer y escribir cuando eran apenas consideradas como una mercancía y vehículo para la procreación. Una proeza inigualable cuatro mil años atrás…

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1 comment

Vania septiembre 14, 2023 - 12:50 pm

Gracias querida Cristina por tus interesantes aportes en la visibilización de la siempre ignorada y vilipendiada mujer. Tú eres una verdadera sacerdotisa ornamento del cielo…

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