Si alguien espera que esta columna comience o acabe con una sentida exhortación a la paz mundial, pierde su tiempo y ya puede iniciar otra lectura. En las siguientes líneas trataremos de la guerra, una de las formas del conflicto social, y de algunas batallas que han cambiado el curso de la historia.
La bien conocida frase de Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz cuando señala que “la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas con otros medios», sitúa el conflicto armado en el contexto de las contradicciones que enfrentan los grupos sociales a una escala mayor a la del Estado nación, en que los intereses encontrados van más allá de la dimensión local y representan grupos de interés que sobrepasan las fronteras. La guerra es una lucha de clases donde nacen y mueren alianzas espurias y muchas veces se enfrentan encarnizadamente los iguales.
La guerra es un acto humano en que la violencia se organiza de tal modo que tensa todas las capacidades de las partes en conflicto y en que la neutralización del oponente es un objetivo que compromete todas las capacidades de que dispone una sociedad.
Cada conflicto o cada batalla posee una gran significación, aun cuando pasado el estruendo de las armas y contabilizadas las bajas, resulte que las posiciones son las mismas. Sin embargo, hay algunas batallas que provocan una inflexión, un punto de quiebre en los procesos sociales que las explican.
Alejandro y Darío
Desde el lugar elevado en que se encontraba su asiento, Darío oteaba a la distancia una línea de diminutas figuras entre la polvareda que provocaba el movimiento de sus más cercanos y que ocupaban una posición unos veinticinco kilómetros al noreste de lo que hoy es la ciudad de Mosul, en Irak. Finalmente, Alejandro estaba frente al sempiterno enemigo del mundo griego y a los veinticinco años comandaba el más grande ejército que habría enfrentado al Imperio Persa. Era la planicie de Gaugamelael 1 de octubre del año 331 a.C.
Las tropas de Alejandro Magno formaban una falange frente a Darío y sus soldados. Una serie de filas de infantes armados con lanzas largas, escudos livianos y espadas cortas, tenían en sus dos extremos destacamentos de caballería, que generalmente iniciaban el ataque. Alejandro formaba en el grupo que estaba a la izquierda de los persas.
Lo esperable era que la falange avanzara hasta hacer contacto con el enemigo e iniciar un duelo de fuerza que podía durar horas. Por eso Darío ubicaba su asiento sobre una plataforma, resignado a bregar con cantidades infinitas de polvo en un caluroso día de otoño. Sin embargo, de manera sorpresiva, el destacamento de caballería del extremo izquierdo, con Alejandro a la cabeza, inició una veloz carrera en diagonal hacia el extremo derecho de la formación persa. Darío se puso de pie perplejo mientras sus comandantes vociferaban órdenes que ya nadie escuchaba. De manera inercial la infantería y la caballería persa se desplazaron hacia la derecha, temiendo que Alejandro les golpeara por el flanco que era un área indefensa de la formación.
Pero el desplazamiento de las fuerzas de Darío habría provocado que el centro de la formación quedara desprotegido y el trono del rey casi expuesto a la primera línea. En cuanto Alejandro constató el efecto provocado en la formación persa, giró bruscamente a la derecha para atacar directamente la posición de Darío. Con grandes dificultades la guardia del rey logró sacarlo del campo de batalla, para iniciar su huida hacia el Este de su imperio. El cruento enfrentamiento entre cuarenta mil macedonios y un cuarto de millón de persas, terminó en la destrucción de estos últimos cuando los comandantes de Darío no lograron reordenar sus filas. Cuando las tropas de Alejandro lograron alcanzar a los persas que se retiraban, Darío ya había sido asesinado por sus propios hombres. De allí en más, Alejandro Magno no detuvo su avance hasta llegar a la India, creando el imperio más grande conocido.
1453. La caída de Constantinopla
El triunfo de Atila sobre las últimas legiones romanas en la batalla de los Campos Cataláunicos el 20 de junio del año 451 marcó el fin del imperio romano de Occidente y dio inicio a lo que se conoce como la Edad Oscura, un largo preámbulo del periodo feudal que duró cinco siglos. Sin embargo, la parte oriental del imperio no corrió igual suerte y fue capaz de resistir tras las murallas de Constantinopla durante mil años más. La ciudad fundada por Constantino el año 330 a orillas del estrecho del Bósforo, sobre los restos de una antigua ciudad fenicia llamada Bizancio, ocupaba una posición estratégica cautelando la entrada en el mar Negro. Muchos intentaron en distintos momentos de su historia conquistar la ciudad. Pero ningún enemigo que se enfrentó a sus murallas había logrado traspasarlas.
El día 6 de abril de 1453 el Sultán Otomano Mehemet II sitió la ciudad. Hasta ese momento la guerra era un ejercicio de fuerza que solo era compensado por actos de audacia, en que un contendiente se imponía sobre su enemigo a partir del uso del factor sorpresa, como fue el caso de Alejandro en Gaugamela o de operaciones especiales a partir de información de inteligencia en que se imponía una fuerza sobre otra. No obstante, la tecnología iba lentamente ganando un lugar en la guerra. Probablemente el sitio de Siracusa por los romanos entre los años 214 y 212 a.C. sea un hito en este camino, cuando los inventos de Arquímedes, incluyendo un espejo cóncavo que concentraba los rayos del sol e incendiaba las velas de los barcos atacantes, lograron mantener a raya a las fuerzas romanas durante casi dos años.
Los siglos siguientes vieron a la tecnología ocupar cada vez más espacio en el arte de la guerra. Torres de asedio, catapultas, arietes y toda clase de construcciones poblaron los campos de batalla durante la Edad Media. Pero con todo, no se trataba de una variable decisiva. Facilitaba la vida de quienes asediaban una fortificación, pero la tarea podía realizarse de igual forma, solo que a un costo humano mayor.
La llegada de la pólvora a Occidente desde China permitió el desarrollo de la artillería. De allí en más las antiguas murallas que defendían los castillos medievales tuvieron que ser reconsideradas como instrumento defensivo. Pero este no era el caso de Constantinopla. Sus murallas tenían diferentes secciones y las más delgadas y frágiles tenían cuatro metros y medio de ancho y doce de alto (las más fuertes, más de seis metros de ancho). Era un muro de piedra claramente inexpugnable.
Cuando Mehmet inició el sitio, se acompañó de un gran número de obuses (cañones cortos), pero resultaron por completo inútiles frente a las murallas. A diferencia del primer intento de conquista en 1444, el Sultán mandó construir cañones más grandes y luego trajo al más reputado fundidor veneciano para tal efecto, quien creó un cañón de ocho metros de largo y un metro de diámetro. Usaba proyectiles de piedra de 680 kg., que eran disparados desde dos kilómetros de distancia. Luego de casi un mes de bombardeo y cuando los sitiadores estaban exhaustos, el cañón tuvo una fisura. Ante esto, Mehemet se enfrentó al dilema de abandonar el sitio, pero prefirió reforzar el cañón y continuar. A los pocos días, se abrió una brecha en el muro Sur de la ciudad y ello precipitó su caída.
Constantino XI Paleólogo, al ver la caída inminente del corazón de su imperio, cogió su espada y se mezcló en la batalla junto a los defensores. Su cuerpo nunca fue encontrado. Al cuarto día, Mehmet hizo su entrada triunfal en la vieja Constantinopla, ahora rebautizada como Estambul.
El sueño de Napoleón
Distintos momentos de las guerras napoleónicas entre 1804 y 1815 estuvieron marcados por la expectativa de unificar Europa bajo un gran imperio que impusiera los principios del orden y la racionalidad, en oposición a los restos del despotismo ilustrado que aún subsistía en Europa. La genialidad militar de Napoleón no tuvo contrapeso durante un largo periodo. Sin embargo, la guerra de España y luego la invasión de Rusia implicaron resultados adversos que afectaron decisivamente su capacidad para materializar sus metas.
Con todo, el ejército francés, la Grande Armeé, seguía siendo la fuerza más temible del continente. Desde 1793 llevaba combatiendo con particular éxito a todas las monarquías que habían pugnado por la restauración borbónica en la Francia revolucionaria. Su experiencia de combate y la confianza en sus comandantes, lo hacía una de las máquinas de guerra más efectiva desde la época de la Horda Dorada de Gengis Kan.
En 1812, las tropas francesas movilizaron setecientos setenta mil hombres el 24 de junio, a comienzos del verano boreal. Debían recorrer tres mil kilómetros y capturar Moscú. Ello abría las puertas a los infinitos recursos que encerraba el país más grande del mundo, y neutralizaría un aliado fundamental de la corona inglesa que se oponía a él. Sin embargo, las expectativas de llevar una fuerza de infantería a esa distancia, suponía una marcha de cerca de cuatro meses. Si a eso se agrega el traslado de la logística para el abastecimiento, el problema se hace insoluble. Hay que transportar artillería, municiones, equipamiento sanitario para los heridos y, fundamentalmente, alimentos para una tropa de esa magnitud, todo lo cual debe transportarse en carretas tiradas por bueyes por el peso involucrado.
La única solución era conseguir vituallas en el propio teatro de operaciones con lo cual, buena parte de la carga se podía ahorrar y viabilizar así una marcha hasta la capital rusa. Era la prueba máxima para el ejército francés. Ni la campaña de Egipto había supuesto la tensión que suponía para las fuerzas de Napoleón, pero si los supuestos se mostraban plausibles, la conquista de Rusia estaba al alcance.
Sin embargo, los soldados del zar Alejandro I que bordeaban los doscientos ochenta mil hombres, no se desgastaron particularmente frente a los franceses, salvo en la batalla de Borodinó, en que se impusieron los soldados de Napoleón. Los rusos fueron replegándose hacia la profundidad de su inmenso país, no sin antes quemar las cosechas y destruir cualquier recurso que pudiera ser de utilidad.
El 14 de agosto Napoleón alcanzó Moscú luego de una vertiginosa marcha de ochenta días. Encontró una ciudad que había sido evacuada e incendiada. De manera inexplicable, Napoleón estuvo seis semanas entre los restos humeantes de una ciudad que ni siquiera permitía guarecerse frente al invierno que venía. El 19 de octubre, sin haber logrado ningún objetivo político, las fuerzas de Napoleón iniciaron la retirada, asediadas por los rusos que utilizaban tácticas de guerrilla.
Un otoño frío había congelado las praderas, y los caballos de los franceses, al no encontrar alimento, fueron muriendo y terminaron como alimento de la tropa. Sin embargo, el frío no solo afectaba a los caballos, la misma infantería moría por el mismo motivo. El día 14 de diciembre los restos del ejército de Napoleón abandonaban el territorio ruso. Quedaban 58 mil hombres. Había implicado una derrota de la cual ya no podrían recuperarse.
Cuando las lecciones no se aprenden
Casi ciento treinta años después, el 22 de junio de 1941, a las 03:15h de la madrugada, se inició la Operación Barbarroja. Casi cuatro millones y medio de soldados de la Wehrmacht cruzaron la frontera polaca e ingresaron en territorio soviético. La conquista de la URSS debería permitir a la Alemania de Hitler acceder a toda clase de energéticos de la región del Cáucaso y la infinita fuente de alimentos de Rusia y Ucrania. Con estos recursos bajo control, podría dar adecuada cuenta en Europa de sus enemigos. La Alemania nazi tendría en su mano la hegemonía del nuevo mundo.
Luego de la recuperación de Alemania tras la I GM, sus FF.AA. fueron afinando nuevos enfoques tácticos y desarrollando innovaciones técnicas para sus fuerzas de tierra, mar y aire. Una de las mejores expresiones de ese desarrollo era el uso de armas combinadas. Contaban con varias divisiones de los tanques más modernos, con el mejor blindaje, poder de fuego y velocidad en el campo de batalla. Al mismo tiempo, habían desarrollado las naves aéreas más versátiles y veloces. La Lutwaffe contaba con más de cinco mil aviones entre cazas de combate y bombarderos.
La táctica de combate alemana, denominada Blitzkrieg, consistía en un movimiento rápido y contundente que asegurara, mediante el uso de armas combinadas, una victoria rápida que evitara un conflicto largo, una guerra total. Con ello se había conquistado Europa en solo algunos meses. La acción se iniciaba con un bombardeo masivo de las posiciones enemigas, mediante la acción de la Lutwaffe y la artillería. Mientras los cañones están descargando sus municiones sobre la posición enemiga, avanzan a gran velocidad las columnas de tanques que aplastan las posiciones enemigas poco antes que la infantería realice el asalto y la ocupación final.
Si la logística y el abastecimiento son un factor de primer orden en cualquier campaña militar, cuando se trata de un teatro de operaciones como el del territorio soviético, se convierte en un factor crítico debido a su extensión. La sola idea de más de cuatro millones de soldados que necesitan alimentación, toda clase de equipamiento, municiones, combustible, servicios sanitarios, herramientas y repuestos para esos equipos, medios de transporte, etc., hace de su adecuada resolución, un factor que determina la viabilidad o no de la propia campaña. Se trata de 300 toneladas diarias de toda clase de insumos, transportados en 120 mil camiones que diariamente debían abastecer el frente, miles de vagones de ferrocarril para transportar las tropas, etc.
Los cálculos del alto mando alemán eran que, sin problemas de abastecimiento, la operación debiera culminar con la ocupación de Moscú en un plazo de ocho semanas. Como sabemos, los nazis no lograron tomar Moscú y, finalmente, la campaña terminó cuatro años después con la caída de Berlín en manos soviéticas.
Las últimas grandes batallas del siglo XX y las primeras del siglo XXI
Luego de la II GM, los conflictos armados, lejos de detenerse, se hicieron más frecuentes. La Guerra Fría tuvo muy poco de fría y lo que ocurrió fue más bien lo que hoy se denomina “guerras proxy” o por delegación, en que los verdaderos enemigos se enfrentan a través de fuerzas interpósitas. Fue el caso de la Guerra de Corea, Vietnam, Afganistán, Angola, la antigua Yugoslavia, Irak y las guerras chechenas.
La característica más importante es que no se trató de conflictos de la magnitud vista en Europa o en el Pacífico durante la última contienda mundial, y prácticamente en todos los casos se trató de conflictos asimétricos que enfrentaban a grandes potencias y países menores, incluso en muchos casos simplemente milicias. En este último caso sobresalen la intervención norteamericana en Somalia, la invasión de Afganistán y la segunda Guerra de Irak, en que las dos últimas derivaron en un conflicto entre las fuerzas ocupantes frente a milicias guerrilleras.
En esta dinámica destacan dos enfrentamientos, Dien Bien Phu en Vietnam y Cuito Cuanavale en Angola.
El año 1953, la Liga por la Independencia de Vietnam, conocida como Viet Minh, liderada por Ho Chi Minh, realizó una gran ofensiva contra uno de los mayores campamentos de las fuerzas coloniales francesas en Na San. Se enfrentaban las fuerzas del Viet Minh, que eran básicamente una infantería ligera con muy escaso apoyo de artillería, contra el Cuerpo Expedicionario Francés, que contaba con el apoyo de la aviación norteamericana. Los franceses habían instalado un campamento atrincherado, defendido por artillería y que contaba con apoyo aéreo. Desde ese punto las fuerzas coloniales buscaban desplegar fuerzas para acabar con la amenaza guerrillera del Viet Minh en las zonas rurales. El ataque terminó con una dura derrota para los vietnamitas dirigidos por el general Vo Nguyen Giap.
Esa experiencia llevó a los franceses, dirigidos por el general Navarre, a reproducir la misma táctica y establecer un campamento de iguales características en el valle de Dien Bien phu. Contaban con un aeródromo, un río que protegía las espaldas de la fuerza, posiciones de artillería para controlar las colinas circundantes y tanques. El contingente de quince mil hombres de la elite expedicionaria debió saltar en paracaídas debido a lo tupido de la selva.
Era 1954 y el Viet Minh aceptó el reto y preparó sus fuerzas para una batalla regular y definitiva por la independencia. La mañana del 13 de marzo se inició el combate y, para estupor de las fuerzas francesas, ese inicio fue con un bombardeo de artillería masivo sobre sus posiciones. Eso no podía estar ocurriendo. La artillería no solo era escasa entre los guerrilleros vietnamitas, sino que, además, la zona no tenía vías de acceso posibles para movilizar los cañones. Sin embargo, los vietnamitas habían desarmado cada pieza de artillería y las habían transportado a través de la selva a hombros de miles de soldados.
El impacto que supuso para las fuerzas coloniales, enfrentarse en igualdad de condiciones a una fuerza que siempre habían subestimado, hizo que el comandante de la artillería francesa se suicidara esa primera noche. Los refuerzos que fueron enviados a la zona por vía aérea no evitaron que antes de cumplirse dos meses del inicio de los combates, el general Christian-Marie-Ferdinand de la Croix de Castries se rindiera. Con él desaparecía el poder colonial en la Indochina francesa.
Desde la década de los años sesenta principalmente, el colonialismo europeo en el continente africano saltó por los aires. La mayor parte de los países del continente alcanzaron su independencia. En el caso de Angola, esto ocurrió en 1974, luego de largos años de lucha de distintas facciones nacionalistas. Sin embargo, fue la revolución de los claveles en Portugal, la potencia colonial en Angola, la que abrió paso al proceso de independencia. Pero a corto andar, estalló el conflicto civil. Por una parte, estaban las fuerzas del Gobierno de Angola de Agostinho Neto, las FAPLA, y las fuerzas de UNITA, de Jonas Savimbi, patrocinadas por la CIA y Sudáfrica.
En la frontera sur de Angola se encuentra Namibia, que era ocupada por Sudáfrica, y que la denominaba África del Sudoeste. En ese territorio imperaban las leyes de Sudáfrica, incluso el apartheid. Desde principios de los años setenta operaba en el territorio una fuerza de resistencia nacionalista, la “Organización del Pueblo de África del Sudoeste”, conocida como SWAPO por su sigla en inglés. Luego de la independencia de Angola en 1974, obtuvieron el apoyo del nuevo gobierno en su lucha por la independencia.
De ese modo Namibia se convirtió en teatro de operaciones de la lucha de independencia del SWAPO contra Sudáfrica y también base de operaciones de UNITA contra las fuerzas del gobierno de Angola. Al final del día, en el sur del continente africano se enfrentaban dos contendientes que reflejaban los intereses de la Guerra Fría. Por una parte, Sudáfrica, con apoyo norteamericano a través de UNITA, cuyo objetivo era acabar con el gobierno de Angola y su política más cercana a la URSS; y por otra, Angola, que apoyaba la independencia de Namibia y la expulsión de Sudáfrica junto al final de la guerra civil.
Los aprontes de la batalla comenzaron con el intento del gobierno de Angola de neutralizar a UNITA mediante una gran campaña en 1987, donde la oficialidad soviética cumplió la labor coordinadora de la operación. Sin embargo, como se temía, ello motivó la intervención de Sudáfrica en defensa de su aliado el 15 de junio. Este apoyo resultó decisivo, y las fuerzas angoleñas debieron replegarse hacia la ciudad de Cuito Cuanevale hacia principios de octubre. El mando soviético fue reemplazado por asesores cubanos solicitados por el gobierno de Neto. Con apoyo soviético Cuba envió quince mil soldados de la fuerzas especiales y comenzaron a preparar la defensa de Cuito Cuanevale.
Desde el mes de diciembre de 1987 y finales de marzo del año siguiente, angoleños y cubanos defendieron la región. Finalmente, la mayor capacidad y recursos inclinó la balanza en favor de Angola, y el 23 de marzo el gobierno de Sudáfrica inició la retirada hacia territorio de Namibia, adonde fue seguido por las tropas cubano-angoleñas. El 1 de septiembre, Sudáfrica aceptó la resolución 435 que aseguraba la independencia de Namibia, que se promulgó oficialmente el 1 de noviembre de ese año.
La guerra europea
La guerra ruso-ucraniana se inició formalmente con la llamada Operación Especial que supuso la invasión del territorio ucraniano por parte de la Federación de Rusia el 22 de febrero de 2022. Sin embargo, existen antecedentes importantes bastante conocidos y remiten a las condiciones políticas que empujaron el inicio de las hostilidades.
Si las tropas rusas ingresaron hace ya dos años en Ucrania, en rigor el enfrentamiento comenzó hace ocho años. La proclamación -con apoyo ruso- de la independencia de las repúblicas populares de Donest y Lugansk, movilizó al ejército de Ucrania hacia su frontera Este. Desde allí se llevó a cabo una larga campaña, principalmente de artillería, en contra de las ciudades rebeldes. Desde el año 2014 la OTAN ha estado preparando este conflicto, suministrando material, entrenamiento e inteligencia al ejército de Ucrania, al tiempo que la UE y USA intervenían directamente en el gobierno ucraniano, mediante asistencia financiera y apoyo en inteligencia. Por su parte, Rusia movilizó en los días previos a la invasión 140 mil soldados hasta la frontera, previendo un conflicto relativamente breve.
Ciertamente Rusia subestimó la preparación ucraniana para el enfrentamiento. Durante los primeros meses tuvo un avance rápido, particularmente en el norte, cerca de Kiev. En el frente del este, el movimiento fue un poco más lento y mostró una cierta inadecuación de las fuerzas rusas para un tipo de combate propio de una guerra convencional. Los últimos conflictos que habían supuesto para Rusia una movilización militar importante, fueron las guerras chechenas al final del siglo XX. Pero en ese caso, se trató de fuerzas irregulares y el desafío era la movilización de fuerzas regulares en un combate urbano y en el uso de los recursos convencionales para ese tipo de conflicto. Ni siquiera su paso por Afganistán había supuesto una modalidad diferente de enfrentamiento. Desde la Gran Guerra Patria, el ejército ruso no participaba en un conflicto abierto.
La situación de las fuerzas de la OTAN no era muy diferente. Su experiencia en la última mitad del siglo XX también tenía el sesgo del combate contra fuerzas inferiores, tanto en número como en recursos. El ejército iraquí no fue nunca un rival para las fuerzas occidentales, ni en la primera ni en la segunda invasión. Libia fue arrasada, pero desde el aire.
En ese periodo, antes de la contraofensiva ucraniana de junio de 2023, los rusos habían abandonado la región de Kiev, en el contexto de las conversaciones de paz de Estambul y la ciudad de Kherson en la orilla oeste del río Dnieper, dada la imposibilidad de asegurar el abastecimiento de las fuerzas que la ocupaban. En ese punto, la OTAN subestimó la capacidad de Rusia de redefinir sus objetivos tácticos y corregir parte de su doctrina de combate, en atención a las características de un conflicto a gran escala, con preponderancia de armamento hasta entonces desconocido en un conflicto.
Los cambios implementados permitieron a Rusia contener la contraofensiva ucraniana, prácticamente sin perder territorio ya conquistado a un costo que es aún para los rusos políticamente aceptable. Mientras tanto, en Occidente una sensación desagradable recorre los pasillos de los centros de decisión: en distintos campos, los rusos poseen más recursos y claramente han resultado prácticamente inmunes a la batería de sanciones económicas aplicadas en su contra.
Existe un conjunto de áreas en que Occidente no ha logrado competir, lo cual es preocupante, dado que todas las capacidades militares de la OTAN están puestas en Ucrania, excepto personal de primera línea. Distintos contingentes de soldados occidentales participan de los combates, pero bajo la figura de mercenarios. En este ámbito el panorama es también complejo. Al año 2022, las fuerzas de la infantería ucraniana tenían una preparación y una experiencia de combate real que ninguna fuerza de Europa podía igualar. Su equipamiento era de primer nivel. Sin embargo, de ese ejército ya no queda nada. Actualmente, en la defensa ucraniana hay principalmente contingentes movilizados luego de 2022. Esto implica que, en la eventualidad de un conflicto, es poco lo que los ejércitos de Europa o incluso de USA podrían hacer frente a una fuerza entrenada y con la experiencia que hoy tienen los rusos.
También resulta significativo que la tecnología militar de Rusia vaya por delante de la occidental. En términos de carros de combate, el grueso de las unidades desplegadas es de la época soviética, tanto por parte de Rusia como de Ucrania. Los modelos de tanques T-62, T-64 y T-72 los comparten ambos ejércitos y han tenido bajas por igual, evidentemente. Los carros T-80 y T-90 rusos se han enfrentado a los tanques de última generación ingleses Challenger, los carros alemanes Leopard 2A1, 2A2, 2A4 y 2A6 y el norteamericano Abrams M1, sin que se aprecie una superioridad particular en ninguno. Los únicos en servicio, y que no están desplegados en Ucrania, son el tanque francés AMX56 Leclerc y el ruso T-90 Armata.
En el plano misilístico, la superioridad rusa resulta incontrastable, resultado de los proyectiles de velocidad hipersónica. Hasta ahora, la diferencia entre proyectiles balísticos y de crucero, determinaba la velocidad y el tipo de parábola que seguían en su trayectoria al blanco. En función de eso venían los desarrollos de defensa antiaérea. Sin embargo, no es posible detener un proyectil que viaja a Mach-12, con un interceptor que lo hace a Mach-2, salvo recurriendo a una nube de interceptores que cubra todas las posiciones posibles, lo que resulta económicamente insostenible como respuesta.
La guerra electrónica es otro campo en que Occidente va a la saga. Actualmente, los ámbitos en los que hay mayor utilización de componentes electrónicos en el frente de batalla, es en la localización de concentraciones de tropas, equipos o comunicaciones, que una vez identificados dan lugar a una respuesta de artillería, drones o misiles. Esto se hace mediante la detección de señales de radiofrecuencia y triangulación. La Navidad de 2022 dio lugar a un fuego cruzado de misiles en el frente del Este, cuando los soldados trataban de comunicarse con sus familias mediante teléfonos celulares.
Otro ámbito es el control de vehículos no tripulados (drones), desde los merodeadores que vigilan desde altura las concentraciones y movimientos del enemigo, hasta los kamikase, que son dirigidos a esas concentraciones. Ambas fuerzas cuentan actualmente con modernos batallones de drones que tienen misiones específicas de apoyo artillero a la infantería.
Finalmente, está el fuego de contrabatería. Las unidades de guerra electrónica detectan disparos de artillería de proyectiles guiados, de misiles y de las propias unidades de guerra electrónica enemigas, entregando su posición a las fuerzas de aire o tierra que pueden neutralizarlos.
Actualmente, las tropas rusas están probando en el frente unidades móviles de guerra electrónica. Se trata de una mochila capaz de inhibir la frecuencia de control de los drones, con lo cual se protege a toda una unidad del ataque de estas armas.
El punto de inflexión de esta guerra es la confrontación de dos viejos enemigos, Oriente y Occidente, la cual se produce en medio de un cambio copernicano en la geopolítica mundial. El llamado Sur Global está en disposición de reemplazar a Occidente en un nuevo orden. En términos económicos, han mostrado su fortaleza blindando a Rusia frente a las sanciones, y en términos militares, se observa que los recursos de la OTAN son por completo insuficientes para neutralizar a Rusia. Esta evidencia por sí sola nos pone frente a esos momentos en que grandes batallas definen nuevos horizontes.
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Exelente artículo. Un breviario de la historia dela «humanidad»: historia de sus guerras que finalmente son otras formas de la política.