Una y otra vez la contingencia nacional nos pone frente a una necesidad urgente: la reforma del sistema político. Ya sabemos que hay problemas sociales que deben ser prioritarios –seguridad, pensiones, salud, educación- y que el crecimiento económico es una realidad solapada que nos pone pies de barro y hay que abordar, pero mientras la gestión de la política siga la senda del “pirquineo” no tenemos como ser optimistas.
Tres hechos aparentemente desconectados son una constatación de lo que estoy diciendo. Me refiero a las elecciones de las mesas del senado y la cámara de diputados, las declaraciones de fiscalía descartando la asociación entre el secuestro y asesinato del teniente Ojeda con el crimen organizado, y el lamentable asesinato del oficial de Carabineros, mientras intentaba detener a un grupo de ladrones.
Si partimos por las elecciones de las mesas de las cámaras, la primera señal de que algo no funciona bien en el sistema político fue el desconocimiento de un acuerdo transversal de los partidos con representación en el senado que había posibilitado la alternancia pactada. Entre el momento del acuerdo y el momento de cumplirlo, un par de senadores tránsfugas (incluyendo ofertón de la presidencia del Senado de por medio) decidieron incumplir lo acordado y construir una nueva mayoría de derecha que no representaba lo que los ciudadanos habían votado hace dos años atrás. Hace un par de días, en la Cámara de Diputados hubo intentos desesperados por incumplir el acuerdo de gobernanza. Al final, la presidencia quedó en manos de una diputada comunista, luego de unas transacciones casi milagrosas. Los partidos que firmaron el acuerdo inicial tenían a estas alturas unas bancadas tan completamente esmirriadas que fue necesario negociar uno a uno con cada parlamentario, para asegurar el respeto al acuerdo. ¿Qué hay detrás de estos eventos? A lo menos dos cosas evidentes: la existencia de un clima político tan precarizado, que todo vale con tal de que cada parlamentario asegure su cargo; los temas del país, del respeto a la palabra, de la dignidad de los cargos velan por su ausencia; y lo que es peor, el valor de los partidos políticos decrece y decrece. Y el segundo aspecto es el que dice relación con la representación; ¿los ciudadanos votan por personas o por partidos que sostienen una cierta posición e ideología? La dictadura comenzó su gestión desvalorizando a los partidos, acusándolos de todo tipo de tropelías y desastres, todos de dudosa calaña moral. Le siguieron las sucesivas campañas políticas en que progresivamente desaparecían de los carteles los emblemas partidarios y se resaltaban ciertos atributos personales de los candidatos, difícilmente comprobables. Sospecho que en la naturaleza de los cambios que la dictadura nos impuso, se nos coló el individualismo acérrimo y el mundo competitivo que se nos vino encima con la globalización neoliberal.
Entre las muchas cosas que se han dicho acerca del asesinato de Ojeda y las investigaciones consecuentes, se ha puesto en evidencia otro déficit del sistema político, en este caso no procedimental. Cuando el fiscal a cargo de la investigación anunció en un programa de TV que ellos descartaban el vínculo del crimen organizado en este delito y pensaban que su digitación venía posiblemente desde Venezuela, los dirigentes de la derecha, independiente de si sus declaraciones y solicitudes (renuncia de ministros y subsecretarios, rompimiento de relaciones con Venezuela, supuesta incidencia del PC chileno en la investigación, etc.) ayudaban o no a esclarecer y sancionar los hechos, se instalaron en una campaña destinada a responsabilizar al gobierno de cierta complicidad o inacción o falta de carácter para afrontar el tema. Escuché a un comentarista de radio (de apellido Pavez) afirmar, sin vergüenza alguna, que el fiscal desmentía las “precipitadas” afirmaciones iniciales del gobierno tendientes a dejar de lado la potencial arista política internacional de este hecho. Fue tan destemplada su aseveración, que la periodista que conducía el programa se vio en la obligación de aclararle que, como todo Chile se había profusamente enterado en su momento, desde el principio el gobierno y, particularmente, la ministra Tohá, habían sostenido que no se podía descartar ninguna hipótesis. A todos aquellos que intentaron vincular este homicidio con los comunistas chilenos, o con una cierta desidia del gobierno en el tema, que deslizaron conspiraciones internacionales que en Chile se menospreciaban, ¿les interesaba realmente conocer la verdad? Tiendo a pensar que poco y nada.
Por último, a propósito del asesinato del oficial de Carabineros, se ha pretendido endosar el tema a la inoperancia y desidia del gobierno frente a la delincuencia, a su eventual responsabilidad en el aumento de la migración venezolana y la pérdida de control de las fronteras, de la falta de diligencia para llevar adelante las expulsiones de quienes están aquí en forma ilegal. Una y otra vez la derecha ha insistido en la futilidad del acuerdo que firmó el subsecretario Monsalve en Caracas. ¿Alguien habla de las mejores vías para resolver el problema, o las dificultades de Chile con el país al cual debe expulsar a los migrantes, o de los efectos positivos de la presencia militar en la frontera norte? Pareciera que en este caso la realidad no le importara a nadie y, ni mucho menos, a algunos parlamentarios. Pareciera que están sumidos en un metro cuadrado y no alcanzan a dimensionar que sus responsabilidades son de estado.
Los individuos tienen legítimos intereses personales, incluso vocaciones particulares como la de servir o estar en el poder. Sin embargo, la banalidad del debate político, la inquina de sus discusiones, la pequeñez de las acciones en el parlamento, lo único que hacen es trabar el sistema y no permitir las verdaderas y estables soluciones para problemas tan serios como la delincuencia, el mejoramiento de las pensiones o terminar con la crisis de la salud. He escuchado que un grupo de investigadores y académicos de diferentes tendencias estudian una propuesta de cambios al sistema político. Si eso prosperara y los partidos y sus dirigentes y parlamentarios lo asumieran con altura de miras, sin mirar sus intereses de corto plazo, creo que en Chile habremos dado un importante paso a la solución de problemas mayores.
2 comments
Antonio, gracias por compartir.
Me voy poniendo al día de estos:»trajines de los políticos y la política chilena en estos momentos» y la falta de capacidad de respuesta frente a esto.
Estamos en aprietos delicados, por donde anda la subjetividad colectiva frente a esta locura institucional?
Hola,ud interpreta totalmente mi pensamiento sobre la política y sus representantes,debemos ser Miles los que estamos sintiéndonos representados en sus palabras.