Tres carabineros asesinados con armas de guerra. Luego quemados en la zona del Bio Bío. Muertes con el aroma pestilente del crimen organizado. Llena de significados y símbolos. Duelo nacional por tres días. Un homenaje recorrió el país. A la gente del pueblo que sueña con ser carabinero. Nació un clamor apasionado lleno de pena, ira y frustración, compartido por familiares y en la región del sur.
Acontecimiento máximo y fatal. Un punto de ruptura político e histórico. Para variar se investigará de forma secreta. Ya somos un país cubierto de secretos. Autoritarismo judicial, ideológico informativo. El mensaje fue claro contra el gobierno, el Estado y los partidos (mirando de reojo al FA y al PC) ¡No han hecho nada para impedirlo! Un clamor emocional apasionado, legítimo y lleno de indignación, que resonó también como un disparo: ¡Basta! Los militares a la calle. ¡Estado de sitio! Pero, “después del acontecimiento, ya es demasiado tarde para lo posible. ¿Antes, “es demasiado pronto”?
La tensión entre libertad y seguridad parece estar resuelta en Chile. “La seguridad es más importante que la libertad” ¿Aunque deteriore excepcionalmente aspectos fundamentales de la democracia? Parece que sí. La violencia asesina y terrorista la socava antes y de forma más veloz. Arrastra un sin-sentido que la vacía de esperanzas. La corrupción que la acompaña es más lenta y oculta para deteriorar sus bases. También contribuye a la desesperanza.
“Una sociedad de seguridad es una sociedad dominada por la necesidad imperiosa de adhesión a un conjunto de certidumbres. No es necesariamente una sociedad de libertad”. La libertad no es absoluta. Su sentido ético moral está dirigido hacia el bien personal, común y social. La seguridad también comparte ese eje de sentido de forma sinérgica. Por lo tanto, no se contradicen. Ambas son derechos humanos. Las sociedades de la seguridad necesitan “controlar y gobernar a las personas en los modos en que se presentan” con las modernas tecnologías de la información. Se levantan contra la violencia deshumanizadora y sin sentido radical. Al igual que “la flor es cuando cae”, la violencia sólo es cuando deviene y acontece. Cuando deja de ser.
Tres cadáveres en el sur profundo. Lugar donde sus personas y la naturaleza resplandecen con plenitud. Territorio de culturas ancestrales, en general menos preciadas. Allí crecen muchas condiciones de violencia estructurales. Aunque nunca justifican lo violento, ayudan a los intentos para intentar comprenderla. Para enfrentar el viento destructor de la violencia, mientras se lucha hay que intentar entender su sin sentido. Se combate con la fuerza de la no violencia. A veces con la propia violencia, frente a la amenaza de la propia muerte en las fronteras porosas de la ley y los derechos humanos.
Hay acontecimientos singulares que superan la imaginación y todas las causas posibles que terminan por ocultarlos. “Hay que pasar a través del no-acontecimiento de la información, de los dispositivos de comentarios y escenificación”. (Especialmente los técnicos y políticos). Intentarán enmascarar más la verdad y su sentido. Y así dejamos de ver los acontecimientos “reales” que perforan como agujeros de balas las explicaciones. Dejan entrever lo que subyace anterior a ellas. Los fantasmas y los horrores propios.
Las tres personas masacradas, muertas están de verdad. Muere de verdad algo de nosotros y del país completo.
Creo que necesitamos un pacto de lucidez ético moral para luchar “contra la inteligencia del mal” que nos asola. Hacer frente al “brutalismo”. Es el tiempo de las fortalezas y el coraje para que el presidente tome las decisiones audaces que emergen imperiosas. Antes que nos devoren nuestros monstruos.
“Colaboraron” Jean Baudrillard con “El pacto de lucidez, o la inteligencia del mal” y Chille Mbeme con “Brutalismo”.