El daño que generaron los dichos de Guido Girardi a su propio partido, al socialismo democrático y a la coalición de gobierno, es inconmensurable. Sacó el debate del plano netamente electoral y lo puso en el terreno propiamente político. Justo en los momentos en que el PPD, al igual que los socialistas están demandando un mayor equilibrio en la integración de los equipos gubernamentales. Y cuando los partidos oficialistas deben decidir cómo enfrentar la próxima elección de consejeros constitucionales, con una o dos listas, en tanto que el ejecutivo se manifiesta a favor de una lista única del oficialismo.

Y como palabras sacan palabras, la respuesta de Guillermo Teillier a los dichos de Girardi no se hizo esperar. Sus palabras no pueden ser más desafortunadas, por más que afirme que por ese camino la alianza de gobierno no va a ninguna parte. Como dicen los franceses, se perdió una gran oportunidad de quedarse callado. O responder con altura.

Por su parte, la directiva del PPD insiste en argumentos propiamente electorales para defender su opción de ir en dos listas, sosteniendo que ello permite ampliar la base electoral del oficialismo. No necesariamente la posibilidad de elegir un mayor número de consejeros y consejeras. Y otro tanto ha hecho el PRSD. La interrogante, es si han hecho bien sus cálculos electorales.

En la DC, al menos a nivel de su directiva, la argumentación es más política, rechazando integrar una lista única con el Frente Amplio y el PC, aspirando a reencontrarse con sus antiguos aliados de la ex concertación, sin asumir que ha pasado bastante agua debajo de los puentes y que eso corresponde a un pasado ya lejano, que no puede reeditarse.

Hoy la DC es un pequeño partido, al borde de su colapso definitivo, cruzado por diferencias internas, que está en un verdadero limbo político. No es de gobierno ni de oposición. Rehúsa cualquier alianza con la derecha o con la izquierda y aspira a reconstruir la fenecida Concertación. El alternativismo, más propio de los años 60, no es una buena política. Su mejor opción, de cara a la próxima elección, es buscar la alianza más amplia que pueda lograr.

En el partido socialista, cuyo comité central se reúne este próximo sábado para adoptar una posición, la idea de una lista única, que abarque desde la DC hasta el PC, es ampliamente mayoritaria. La duda es que hacer en el caso que la iniciativa no prospere (como es muy probable). ¿integrar una alianza con Apruebo Dignidad, cancelando el proyecto del socialismo democrático? O privilegiar ese proyecto para integrar una lista que incluya a la DC, en contra de la opinión del gobierno del que forman parte.

La decisión no es fácil. Sobre todo, por sus implicancias políticas, pero también electorales. Una lista que una al PS con Apruebo Dignidad sería abrumadoramente mayoritaria desde el punto de vista electoral, pero marca el principio del fin de la idea de un gobierno apoyado por dos coaliciones. Pone al PS en la disyuntiva de tener que competir en solitario con Apruebo Dignidad. Y nadie puede prever el daño que puede originar una lista alternativa en el plano netamente electoral.

La alternativa de integrar una lista con los demás partidos que se reconocen en el socialismo democrático (con sus bemoles), además de la DC, puede tener algunos réditos electorales (eventuales), pero más de un costo político para la cohesión de la actual alianza de gobierno.

En Apruebo Dignidad no hay dos opiniones al respecto. Postulan una lista única del oficialismo. Incluso incorporando a la DC. Todo un avance desde su perspectiva. Pero no debieran dramatizar un escenario distinto ni poner el acento en la diferenciación. Mal que mal, al final, tanto los consejeros y consejeras que logren elegir cada una de las coaliciones que apoyan al gobierno, deberán sumar fuerzas para alcanzar la mejor constitución que logren conseguir.

¿Qué pasa en la derecha?

En la derecha la situación no es muy diferente. La idea de una lista única, desde republicanos hasta demócratas, incluyendo al partido de la gente y Amarillos, que reeditara la alianza por el rechazo, aparece como inviable. Los Republicanos se han encargado de rechazarla a partir de claras diferencias no tan sólo sobre el proceso constituyente sino también en el plano netamente político.

Y no es del todo evidente que Chile Vamos logre materializar una alianza con Amarillos o Demócratas, como han anunciado. La suerte de veto ejercida sobre Mariana Aylwin como eventual “experta” llevó a la directiva de Amarillos a reafirmar que no participarían directamente del proceso constituyente y no presentarían candidatos. Aún resta por conocer la decisión de los Demócratas, cuyo potencial electoral, aunque desconocido, aparece como muy discreto.

Por su parte, el partido de la gente coquetea con la idea de suscribir un pacto instrumental o de conveniencia con los Republicanos para enfrentar la elección de consejeros constituyentes. El propio Franco Parisi, su líder ausente, ha aconsejado buscar alianzas que permitan elegir consejeros.

En resumen, Chile Vamos se puede quedar sin pan ni pedazo. Obligados a competir con la ultraderecha y el oficialismo. Desde el punto de vista electoral, una lista alternativa, integrada por Republicanos y el partido de la gente, puede ser letal para las pretensiones de Chile Vamos de alcanzar la mayoría en el nuevo órgano constituyente. Sobre todo, sin el “anclaje en el centro”, que propone Renovación Nacional.

Una necesaria reingeniería del gobierno

Todo apunta a que el gobierno anunciará en los próximos días una reingeniería mayor en sus equipos, incluyendo subsecretarias, seremías y jefaturas de servicios, buscando no tan sólo un mayor equilibrio entre sus dos coaliciones de apoyo, sino también una mayor eficiencia y capacidad de gestión.

Ello no implica necesariamente un giro o marca una disputa por el llamado relato de la acción gubernamental, como algunos sostienen. La agenda es clara y ampliamente compartida por las dos coaliciones que apoyan al gobierno. A poco menos de un año de asumir el poder, el gobierno ha logrado instalar una agenda sustantiva, que incluye la reforma tributaria y la reforma previsional, que debieran ser votadas en los próximos meses por el parlamento. El necesario ajuste económico empieza a mostrar resultados y todo indica que la economía pueda empezar a reactivarse de cara al segundo semestre del presente año. El paquete de ayudas sociales anunciadas por el gobierno permitirá atenuar el impacto en los sectores más vulnerables. El proceso constituyente tiene asegurado su continuidad en virtud del acuerdo político alcanzado. La seguridad ciudadana tiene la máxima prioridad en la agenda gubernamental y es de esperar que prospere un acuerdo amplio que permita su rápida materialización. La reforma de la salud está avanzando y todo indica que el proyecto será presentado en la próxima legislatura.

El problema principal que enfrenta el gobierno, además de las fragilidades más que obvias de la actual alianza de gobierno, es de gestión del aparato del estado, con equipos sin la necesaria experiencia para administrar un sistema bastante centralista, anquilosado y muchas veces burocratizado. Atrás quedaron los ánimos refundacionales. Hoy se trata de hacer un buen gobierno. Y ello requiere de mayor capacidad de gestión, así como la necesidad de evitar los errores no forzados, como la reciente filtración de la cancillería.

No es tarea fácil hacer gobierno sin mayoría parlamentaria. Sobre todo, en el cuadro de fragmentación y polarización que presenta el actual parlamento. La cohesión y unidad del oficialismo aparecen como una condición esencial para la viabilidad de la agenda gubernamental. Y esa es una responsabilidad compartida por las dos coaliciones oficialistas.

La próxima elección del consejo constituyente se puede perder ganar, pero mucho depende cómo se haga. Hay triunfos pírricos, sumas que restan y divisiones que marcan fronteras insalvables. Y no se puede perder el objetivo central de asegurar una nueva y buena constitución y colaborar al éxito del actual gobierno. Eso es lo que se juega en la próxima elección del consejo constituyente.