Poder y sentido común

por Luis Breull

Existen cuatro componentes clave del devenir cotidiano en la construcción de rumbo y relato de toda sociedad que, particularmente en la nuestra, hoy están anclados a una percepción de incertidumbre creciente y crisis por desgaste, desafección y distancia entre la supremacía de la globalización/globalismo, la pérdida de potestad del régimen democrático, la ineficaz levedad del poder político y la desconfianza de una ciudadanía polarizada desde el sentido común. Un proceso mediático circular, de avasallante perplejidad, que jaquea y debilita todo proyecto país de largo plazo, todo credo y todo discurso complejo.

Creo, luego entiendo

La gran paradoja de hoy remite a una sociedad cada vez más hiperconectada en los grupos jóvenes y adultos de los segmentos medios y altos, demandantes de contenidos focalizados; y otros unidos en su aislamiento, segmentos más pobres, olvidados y envejecidos, entregados a la oferta de sus medios de costumbre (radio y TV abierta). Un espacio social que le quita el piso histórico de financiamiento a los medios tradicionales en pro del entorno digital, que erosiona la calidad profesional y la relevancia informativa del ejercicio periodístico, y cuya agenda se construye mediante algoritmos de infoentretención, likes, anécdotas, insultos y fake news.

A través de largos períodos de tiempo se van cristalizando procesos socioculturales, conductuales y formativos de audiencias que, en el caso chileno, ahora dan cuenta de públicos descontentos en general, pero satisfechos en lo particular. Con prácticas de masividad que desde los medios se asumen reduciendo toda complejidad para no ahuyentar a lectores, auditores, telespectadores o prosumidores.

Algunas preguntas claves en este entorno refieren a ¿cómo construir el camino de retorno que dé cabida a la combinación de masividad y complejidad de antaño a la vez (invirtiendo recursos en formar audiencias)? ¿cómo financiarlos? ¿con ayuda del Estado? ¿bajo qué indicadores de rendimiento?

Mientras no se entienda esto como algo necesario, la construcción de las agendas seguirá orientándose a audiencias que casi no entienden lo que leen y que, desconfiando de todo, adaptan la comprensión del devenir de la realidad a sus propios estereotipos y prejuicios. Un terreno ideal para que el sentido común reine como criterio propio, altamente manipulable mediante la circularidad de las fakes news.

Lecciones y elecciones

Ha sido interés de filósofos y políticos desentrañar las claves del sentido común. Especialmente desde los grandes procesos manipulatorios de los totalitarismos del siglo XX y desde los imperativos ideológicos en juego. Antonio Gramsci lo definió en sus escritos como “senzo comune”: un conocimiento que se da por sentado, una manera de entender presente en toda comunidad humana, para brindar un conjunto heterogéneo de certezas que dan forma a los paisajes básicos dentro de los cuales los individuos se socializan y trazan el curso de sus vidas. Se da en formas innumerables, y a veces fragmentaria, incoherente e inconsistente, (conforme con la posición social y cultural de cada persona).

Al mismo tiempo se le ha concebido como una certeza crítica de verdades que cada persona siente naturalmente y que constituyen la estructura sólida de la mentalidad de la que se sirve para actuar en la vida cotidiana. Lo complejo aquí es que la verdad decanta en una multiplicidad de verdades de acuerdo a las concepciones que cada cual tenga sobre la realidad. Por tanto, es un concepto equívoco, multiforme y contradictorio, pero que no distancia a las personas de valorar sus propias verdades. 

Es decir, existe un mundo del sentido común al tiempo que múltiples mundos que no necesariamente remiten a una visión compartida, porque toda clase social tiene su propio sentido común que remite a sus experiencias de vida recurrentes y a sus hábitus y visiones de sociedad. Y también porque todo tiempo histórico da forma a relatos propios para explicarse su sentido, sus verdades y sus juicios elementales sobre la vida cotidiana. Una inteligencia natural e instantánea de los individuos y una sabiduría simple o herencia compartida.

Mirar a Chile desde el sentido común facilita la construcción de explicaciones breves para no sucumbir ante un mundo que no detiene su andar, plagado de incertidumbres, amenazas, conflictos y riesgos, generador de miedos ante lo impredecible y lo ya conocido.

Redibuja el espacio público, la convivencia ciudadana -hoy multicultural- y la manera de hacer las cosas (toda práctica que se despliegue desde el hogar, el estudio, el trabajo y el ocio). Moldea las relaciones y las segregaciones, las certezas y los temores, la aceptación y el rechazo.

Cuando me refiero al globalismo económico o la globalización cultural, esta aparece como un sustrato general todopoderoso, que impregna las vidas locales y diluye/fusiona sus identidades. En tanto, las democracias se ven afectadas al abrirse al rápido conocimiento comparado de otras realidades y a la creciente distancia de la toma de decisiones en los mercados frente a las cartas de navegación que cada país quiere fijar desde sus regímenes políticos para insertarse y beneficiarse de este entorno. Así, las crisis se cristalizan como una condición inherente a estas democracias liberales, directamente vinculadas con la pérdida de eficacia política o de poder de sus gobiernos. Incluyendo aquí sus agendas y la capacidad para comunicarlas.

Si a este panorama se agregan ciudadanos informados a su amaño, hiperconectados, saturados de contenidos, necesitados de cartas de navegación simples para entender lo que pasa y aplacar sus miedos, el sentido común será la herramienta para hacerlo.

Ya sea con medios de comunicación que hagan periodismo desde la relevancia o la sola entretención, las élites políticas en competencia este año y el próximo -e inmersas en la incertidumbre-, tienen una ventaja frente al elector, y ganarán la partida los grupos que mejor conceptualicen el sentido común ciudadano a partir de los principales miedos y carencias vigentes. Es decir, quienes integren en un relato coherente, simple, verosímil y no necesariamente verdadero, una oferta programática que se acople a los electores en sus demandas por ganar algo más sin arriesgarse a perder lo que ya tienen.

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1 comment

Luz Marina Osorio marzo 23, 2024 - 4:44 pm

Buena historia. No conocía ésta leyenda

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