¿Puede ocurrir lo impensable? Una guerra nuclear en Europa

por Patricio Escobar

Muchas veces los acontecimientos escapan al control de aquellos que están detrás; adquieren una vida propia y el aprendiz de brujo se percata tarde de su osadía. Una guerra nuclear en Europa ha dejado de ser una hipótesis y cada día es más un cauce natural de los acontecimientos.

La guerra de Ucrania: origen e implicancias geopolíticas

Está claro que no disponemos del espacio suficiente para una mirada más detallada, pero no podemos evitar el puntualizar algunos aspectos referentes a cómo se llegó a este punto del conflicto.

1.-     La guerra no comenzó en 2022, ni siquiera en 2014. Como tampoco las variables en juego estaban radicadas en Europa. En el escenario central de esta guerra por encargo, está el enfrentamiento entre Estados Unidos y China. Cuando en Occidente se constató que la preeminencia de la economía china era una realidad inevitable y, además, que se trataba de una sociedad con una autoconciencia clara de su lugar en el mundo y en la historia, comenzó a gestarse la idea de contener ese curso de los acontecimientos.

2.-     El debut en sociedad de los BRICS en el mes de junio de 2009 mostró que el poder ya no giraba exclusivamente en torno al G7, ni se evidenciaba en las peregrinaciones anuales a Davos. Se gestaba una articulación independiente, pero que tardaría algunos años en verse como un bloque de poder alternativo. Al hacerlo mostró un conjunto de actores que podían ser un contrapeso a la hegemonía planetaria de USA y Europa.

3.-     China era ya una potencia indiscutible, pero por sí sola no podía aún competir con Occidente ni económica ni militarmente. Además, mantenía un flanco importante con respecto a Taiwán, donde su poder había llegado hasta bloquear su independencia, pero sin capacidad de superar el status quo. La importancia de Taiwán para China no solo se relaciona con que sea parte de su territorio amputado por la intervención norteamericana en defensa de los nacionalistas refugiados allí en 1949; se trata, además, del principal productor de semiconductores en el mundo.

Fuente: Elaborado con datos del Banco Mundial.

4.-     El estrechamiento de los vínculos de China y Rusia generaba un panorama diferente. Desde inicios de siglo, Rusia había mostrado una recuperación robusta luego del derrumbe de la URSS y las guerras regionales en el Cáucaso. Sus parámetros económicos y sociales habían mejorado significativamente y tenía un modelo de desarrollo que contemplaba un importante papel del sector público en el control de sus recursos naturales y sectores estratégicos. Esto había permitido una modernización de su economía, abarcando distintos ámbitos, incluido el militar, sin omitir que seguía siendo la principal potencia nuclear del mundo en cantidad de ojivas.

5.-     A principios de siglo, Occidente sabía que China tardaría aún algunos años en asumir el liderazgo en los diversos ámbitos, incluida la recuperación de Taiwán, pero ese plazo se podía acortar si el nuevo polo geopolítico (los BRICS y el hoy llamado “Sur Global”) se consolidaba. El tiempo corría a favor del Sur Global y en contra de un Estados Unidos sumido en conflictos internos cada vez más graves y afectado por desequilibrios macroeconómicos solo sostenibles por la fortaleza del dólar. Mientras más tiempo pasara, más fuerte sería China y sus nuevos socios, y más débil USA con los suyos.

6.-     La mejor alternativa era quebrar el eje chino–ruso, cortando por el eslabón relativamente más débil, Rusia. Desde el fin de la URSS, en Europa habían pugnado dos corrientes: una que buscaba acercar Rusia hacia Occidente, y los acuerdos energéticos fueron la vía; otra, impulsada por USA y UK, que perseguía estrechar el cerco. Finalmente se impuso esta última corriente y su expresión fue el impulso de las “revoluciones de colores” en su entorno, para instalar gobiernos afines a Occidente: Yugoslavia 2000, Georgia 2003, Ucrania 2004, Kirguistán 2005, Armenia 2018.

7.-     Cercando y debilitando a Rusia, era posible, en los planes de Washington, generar un nuevo marco de entendimiento con China que diera un nuevo y último aliento a la hegemonía USA-Europa en el mundo. El último capítulo de la estrategia fue el golpe de Estado en Ucrania de 2014. La amenaza para Rusia era muy clara. Si se materializaba el acercamiento de Ucrania a Occidente en la forma de ingreso a la UE y la OTAN, ello suponía la posibilidad de instalar misiles en ese territorio y, con ello, acabar con la DMA (Destrucción Mutua Asegurada). Si se atacaba a Rusia desde Ucrania, el tiempo de respuesta ruso no estaría asegurado y eso era el fin del equilibrio que fundó la contención de la Guerra Fría.

8.-     Cuando se habla de que Rusia fue empujada a esta guerra, se refiere a esa cuenta atrás. El reloj corría en contra de Rusia. Evitar que el desincentivo para una guerra nuclear se diluyera junto a la DMA solo podía hacerse antes que Ucrania adhiriera a la OTAN. Una vez que ello ocurriera, quedaría cubierta por el artículo V del Tratado de Asistencia Recíproca y toda la OTAN intervendría frente a un conflicto. 

9.-     El golpe de Estado de 2014 en Ucrania dio lugar a la instalación de un gobierno prooccidental y la resistencia de las provincias del Este, tradicionalmente prorusas. Rusia ocupó Crimea, puesto que allí está ubicada la base de su flota del mar Negro, la más importante y que ciertamente pasaría a manos de la OTAN según se desenvolvían los hechos. Desde ese momento comenzó la cuenta atrás. Ucrania asediando las provincias rebeldes del Dombass (se estima en ocho mil los muertos civiles en esa zona entre 2014 y 2022) y preparándose para una guerra ya decidida y, mientras tanto, Rusia amenazando con la intervención y respaldando a los rebeldes.

10.-    El inicio de la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 fue la salida inevitable en concordancia con el diseño empleado. Rusia no estaba preparada para enfrentar la maquinaria OTAN en Ucrania. En los últimos ocho años anteriores Ucrania había recibido de Occidente un amplio respaldo en toda clase de armamento y asistencia militar, y tenía un ejército que en ocho años había rotado por el frente del Donbass repetidamente. Al mismo tiempo había fortificado toda la posible línea de contacto y solo le tocaba esperar. La inadecuación rusa se evidenció en las abundantes pérdidas de personal y equipo durante los primeros meses de la guerra.

11.-    La inadecuación ante el tipo de guerra que enfrentaría y la calidad de las fuerzas que tenía al frente, se sumó a una cierta dosis de ingenuidad de los rusos. A pesar de lo señalado, las fuerzas rusas al mes de junio de ese año inicial habían tomado varios óblast en la frontera este y estaban ya entrando en Kiev, al momento de iniciarse las conversaciones en Estambul. Pero, a exigencia de Ucrania y la presión de Turquía, el anfitrión de las conversaciones, Rusia aceptó retirarse de la región norte y luego evacuó Kherson, dada la dificultad de mantener las líneas de abastecimiento. Sin el frente norte amenazando la capital, Ucrania desechó las conversaciones y comenzó a organizar su gran ofensiva para expulsar a los rusos, la que acabó en un dramático fracaso.

12.-    Rusia subestimó las capacidades de Occidente. El equipamiento, preparación de las tropas, financiamiento para la operación de las fuerzas, incluidos los contratos de los mercenarios, la inteligencia y la capacidad satelital de Occidente, y eso tuvo un precio alto. Pero la OTAN subestimó la capacidad de los rusos para rediseñar sobre la marcha su estrategia para la guerra y la capacidad de su industria militar. Además, y probablemente lo más importante, Occidente subestimó la capacidad del Sur Global para asistir a Rusia y evitar que la guerra económica la hundiera.

El estado del frente: evolución y perspectivas

La guerra ha transcurrido por distintas etapas desde el 24 de febrero de 2022. La primera es el compás de espera que supuso el asedio de Ucrania a las provincias rebeldes. Para Rusia fue un tiempo de espera que se utilizó preferentemente en los esfuerzos diplomáticos para evitar la deriva pro OTAN del gobierno de Ucrania, aun cuando ese camino ya estaba sancionado por Occidente. A pesar de las amenazas rusas respecto a intervenir en Ucrania, recién en los últimos meses de 2021 comenzó la movilización de fuerzas hacia la frontera oeste, llegando en el mes de febrero de 2022 a concentrar

140 000 efectivos con su equipamiento.

La segunda fase es una ocupación que se inició el 24 de febrero y que en corto tiempo alcanzó la zona fortificada de defensa ucraniana en dirección oeste y la ocupación de los óblast del norte en Kiev que ocurrió tres semanas después. En ese periodo las fuerzas rusas se enfrentaron a las fortificaciones largamente preparadas por Ucrania y la ofensiva se ralentizó. La zona norte, menos preparada para enfrentar a las fuerzas rusas, las vio llegar hasta la periferia de la capital. El inicio de las conversaciones en Estambul evitó la caída de Kiev y precipitó el retiro de las tropas rusas para generar condiciones para el diálogo.

La tercera fase comienza con la contraofensiva de Ucrania iniciada en el mes de junio pasado. En ella se involucró el grueso de los recursos que la OTAN destinó al frente del este. Misiles de mediano alcance Storm Shadow, de defensa antiaérea Himars y Patriot, tanques alemanes Leopard 2A2–2A4– 2A5 – 2A6 e ingleses Challenger, obuses alemanes Panzerhaubitze de 155 mm autopropulsados, transportes de tropas norteamericanos Bradley, equipamiento para guerra electrónica y cerca de dos millones de rondas de municiones de artillería. Sin embargo, en los meses anteriores al inicio de la contraofensiva, Rusia había fortificado la línea del frente. Entre los meses de enero a noviembre de 2023, Ucrania logró recuperar el control de cerca de 30 km2, pero en el mes de diciembre Rusia ganó 32,2 km2.[1] Esto implica que el año 2023 estuvo prácticamente perdido para ambos bandos, con la precisión de que ello fue a costa de un sobreesfuerzo para los recursos de la OTAN, particularmente en lo que a provisión de municiones se refiere.

La actual fase se inicia luego del agotamiento de la contraofensiva ucraniana, y lo más destacado es la conquista por parte de Rusia de localidades que fueron especialmente fortificadas desde el 2014 para servir como zonas de despliegue de tropas e intersección de líneas de abastecimiento para el frente. Particularmente es el caso de Bajmut en mayo de 2023, Avdiivka en el pasado febrero y Ivanivske el 23 de marzo recién pasado, cuya pérdida tiene graves consecuencias para el diseño estratégico de Ucrania, puesto que necesita construir a contramarcha nuevas líneas de defensa. En este contexto, y sin información más precisa, se puede inferir que Rusia mantiene una capacidad de combate que supera largamente los recursos disponibles de la OTAN en Ucrania.[2] Un dato que lo refleja es el uso de la munición de artillería, en que Rusia está produciendo entre cuatro y siete veces más municiones de artillería que todo Occidente.[3]

El dilema de Occidente

Ciertamente las cosas no resultaron como se esperaba, y la primera señal de ello fue la inmunidad relativa de Rusia frente a la inédita batería de sanciones económicas. Por alguna razón, en la UE alguien pensó que en cosa de horas los rusos estarían postrados pidiendo clemencia. El problema es que lo hacía desde una calefaccionada oficina en Bruselas, cuya agradable temperatura se alcanzaba mediante el gas ruso que a través de las tuberías del Nordstreem alimentaban de energía barata a toda Europa.

La falta de previsión de Occidente fue pasmosa y muy explicable por lo que debe ser la peor dirigencia europea en décadas. Se ha dado la confluencia de distintos eventos que han acabado llevando a los puestos clave de la UE a personas que lo hicieron como resultado de la animadversión que por ellos sentían en sus respectivos clanes políticos nacionales. Es el caso del jefe de la diplomacia, Josep Borrell, cuya presencia en España solo obstaculizaba la política que había elegido el PSOE para el siguiente periodo en el gobierno de España. También la presidenta Ursula von der Leyen, que llegó a Bruselas “exiliada” por Angela Merkel, para que no interfiriera en la política alemana.

El caso es que fueron actores clave en la estrategia norteamericana de debilitar el bloque de los BRICS y a China en particular. Si de paso Europa se desgastaba en el proceso, más fácil se haría el rediseño de la nueva geopolítica de las siguientes décadas. Con todo, el volumen de recursos aplicados en Ucrania hasta diciembre de 2023 bordeaba los cien mil millones de dólares, y la estimación de requerimientos para el año 2024 es de sesenta mil millones más.[4] Cabe señalar que los recursos que USA “dona” a Ucrania son para financiar armamento y municiones principalmente, pero esa donación no llega a Ucrania, sino que se entrega directamente a las empresas del complejo militar industrial norteamericano. Se trata de un gigantesco subsidio público a ese sector, que tendrá un costo cero para el gobierno federal, puesto que se ha comenzado a insistir por varios medios de que la ayuda otorgada es un préstamo y, por tanto, debiera devolverlo en algún momento,[5] sea en dinero o en activos del país.

La pregunta que ronda insistentemente es, ¿para qué han servido los cien mil millones y en qué podría ayudar un nuevo paquete? Esto en atención a que no han logrado derrotar a Rusia y ni siquiera contener su avance. Por el contrario, su industria militar parece gozar de una salud óptima, bastante lejos de la previsión de Von der Leyen, que planteaba el 2022 que los rusos tendrían que desarmar sus lavadoras para producir nuevos misiles.

En ese escenario se presenta un dilema de Occidente, el cual ya ha eludido Estados Unidos al paralizar el último paquete de ayuda a Ucrania y comenzar su retirada de este embrollo. La guerra, en el mejor de los casos, abrirá negociaciones después del verano boreal y podría congelar las líneas actuales, probablemente incorporando el óblast de Odesa al control ruso, lo que dejaría a Ucrania sin salida al mar Negro y a Rusia con su base naval de Sebastopol a resguardo de cualquier amenaza. Esto mejoraría su posición frente a ese incómodo vecino que es Turquía.

El escenario más realista es que la guerra continúe hasta el próximo invierno, sin que se modifique sustancialmente la ocupación de territorio ucraniano por parte de las fuerzas rusas, descrita antes. Es decir, tomando Rusia el control de Odesa, pero con avances importantes en el óblast de Jarkov y de Sumy que aseguren la estabilidad de las nuevas fronteras rusas y bielorrusas, lo que implica la pérdida de cerca del 25% del territorio para Ucrania.

Entre esas coordenadas se encuentra la previsión de los acontecimientos militares en lo inmediato. El dilema de Occidente entonces es asumir la pérdida ahora y propiciar una negociación que trate de congelar la actual ocupación territorial, o intentar una huida hacia adelante. Esto implicaría redoblar la apuesta de una Europa que ahora estará sola en un conflicto que ha asumido como propio.

Los derroteros enunciados

Desde el inicio del conflicto ha planeado sobre nuestras cabezas el fantasma de que estemos frente al inicio de la temida guerra nuclear. En un principio, la probabilidad real de un derrotero de esta naturaleza era, si no remota, al menos muy baja. Ciertamente el que la UE/OTAN se volcara por completo a sancionar a Rusia y dar sostén a la parte ucraniana, ponía a Occidente demasiado cerca de la línea de contacto, pero no había formalmente todavía una razón para la escalada. 

De allí en más, el guionista de esta tragedia fue perdiendo los papeles al comenzar a realizar verdaderos espóiler de los capítulos siguientes, y ellos tenían la forma de las llamadas “líneas rojas” que eran compromisos que “nunca” asumiría la OTAN en el conflicto. El primero fue la entrega de misiles de mediano alcance, pero que antes de la contraofensiva de junio ya estaban en Ucrania. El segundo fue la entrega de tanques de última generación, que a principios de 2023 ya estaban en el campo de batalla (Leopard, Challenger, Abrams). El tercero fue la entrega de aviones F16, que en los próximos meses debieran entrar en operación, y, por último, el envío de tropas de la OTAN.

Es sabido que desde antes del 24 de febrero de 2022 ya había tropas occidentales en Ucrania. Incluso existen distintas denuncias acerca de su participación en el golpe de Estado contra Yanukovich. La primera modalidad se trató de asesores para el uso del equipamiento occidental y luego para entrenar tropas en terreno, esto al margen de los destacamentos que salieron a recibir instrucción en las bases de la OTAN en UK. Luego vino la presencia de fuerzas mercenarias financiadas con recursos de la UE y de USA.

Sin embargo, en los últimos días, el presidente Macron ha insistido en la necesidad de enviar un contingente de tropas al frente de Ucrania. Esta visión la comparten más en privado los gobiernos de los países bálticos y de Polonia. La pregunta es si se trata de enviar un mensaje de un compromiso absoluto con la suerte de Ucrania o verdaderamente existe esa posibilidad. Todo indica que no se trata de una bravata que busque atemorizar a los rusos.

OTAN v/s Rusia

Este escenario abre una serie de interrogantes muy complejas. Hay que saber si la huida hacia delante de Occidente ante la imposibilidad manifiesta de derrotar a Rusia, que para el gobierno ucraniano es devolverla a las fronteras de 1991, tiene un límite, o como toda huida en esa dirección es a ciegas.

Sobre el papel, las capacidades nominales de la OTAN no se comparan con las de Rusia. Los primeros podrían movilizar cerca de 5,5 millones de efectivos frente al millón y medio que hoy disponen los rusos; en blindados los duplican en número, y en aeronaves podrían llegar a cuadruplicar la capacidad de Rusia.

Sin embargo, en la práctica, Europa no cuenta con ningún ejército que pueda estar a la altura ni siquiera de los ucranianos, incluso de los movilizados después de 2022. Del total de tropas OTAN, probablemente entre un cuarto y un tercio puedan estar en disposición de combate, lo que iguala bastante los números en ese ámbito. A eso hay que agregar que el único ejército europeo que tiene alguna experiencia real de combate es el francés. Pero hablamos de enfrentamiento con milicias cuyo poder de fuego no va mucho más allá de ametralladoras montadas sobre camionetas Toyota. El poder de artillería, misiles y blindados de los grupos que en África han enfrentado destacamentos franceses es muy escaso.

Pero más allá de qué tan equilibradas o no estén las fuerzas, el tema es qué ocurre si Rusia ataca un contingente francés o destruye un blanco en territorio francés. ¿Deben esperar los rusos que armas y tropas francesas ingresen a Ucrania para enfrentarlos? ¿Los franceses deben esperar que sus bajas sean en territorio propio antes de invocar la asistencia de la OTAN?

Condiciones para una guerra nuclear

Todos los números indican que un conflicto nuclear sería iniciado por Rusia como última alternativa de contención, aunque seguramente sería utilizando misiles tácticos y a una escala que en ningún caso supere el territorio europeo. Esto porque Rusia tiene un conjunto de definiciones que forman parte de su doctrina militar para la defensa. Ella está diseñada para enfrentar a un enemigo superior en fuerzas, la OTAN, y contempla los siguientes criterios que justifican una respuesta nuclear:

  • Destrucción del 20% o más de sus submarinos con misiles balísticos.
  • Destrucción del 30% o más de sus submarinos de ataque de propulsión nuclear.
  • Destrucción de 3 o más cruceros.
  • Destrucción de 3 o más aeródromos.
  • Impacto en el centro de mando principal y de reserva.
  • Pérdidas que impidieran contener una agresión.
  • Situación crítica para la seguridad del Estado.

Estos criterios operan en los siguientes escenarios:

  • Amenaza nuclear directa.
  • Ataque convencional masivo (tipo operación Barbarroja de 1941).
  • Ataque con armas de destrucción masiva (químicas o biológicas).
  • Colapso de la estabilidad estratégica (escudo antimisiles).
  • Ciberataques a la infraestructura nuclear.
  • Intervención extranjera en conflictos regionales. (¡!)
  • Interrupción de la gestión de la crisis.
  • Amenazas al Estado (revoluciones de colores).

El problema que surge no es solo la iniciativa de llevar tropas francesas a Ucrania que, en rigor, es muy poco lo que pueden hacer por cambiar la tendencia del conflicto, aunque luego fueran seguidas por bálticos y polacos. El hecho está en que necesariamente llevará al último paso que es el involucramiento directo y completo de la OTAN. No existe una respuesta para la pregunta de qué ocurrirá si Rusia ataca suelo francés; pero no solo eso, es evidente que la defensa de Rusia debe contemplar que habrá una escalada y no puede esperar a que ello ocurra. Entonces, la presencia de las tropas francesas en Ucrania llevará antes o después a una respuesta masiva de Rusia, una respuesta suficiente para provocar una pausa que abra espacio a la mediación de terceros que evite el apocalipsis, al menos en esta parte del mundo.

En concreto, los números nos conducen a un escenario en el cual Occidente se ve encajonado hacia una salida que doble la apuesta, dado que hacer la pérdida hoy comprometería gravemente a la totalidad de la elite política europea y el eventual ascenso de la ultraderecha. Esa opción empuja a Rusia a una respuesta defensiva que debe tener la suficiente magnitud para generar la pausa.

El dilema chino

China entiende el alcance del conflicto europeo, y que es el elefante que está sentado a la mesa y del cual nadie quiere hablar. Tiene dos caminos. El primero es intervenir a la brevedad investido como un mediador que inspira total confianza en un bando y que tiene margen para construirla en el otro. Sin embargo, eso no asegura que logre el objetivo de detener la escalada o promover un acuerdo aceptable para ambas partes, y, de no lograr hacerlo, supondría un daño a su imagen. El segundo es intervenir decididamente en apoyo de Rusia.[6]

Un escenario de ese tipo obligaría a USA a definir hasta dónde espera llegar con el movimiento que ha provocado, y existe una probabilidad mayor de que no esté dispuesto a insistir en ese camino, dado las limitaciones que su propia situación interna le impone y en el hecho cierto de que no arriesga nada aún. Para eso están los europeos. Línea que es más cercana al ideario de Trump, probable próximo presidente de USA.

El parto natural de una nueva era

El parto es una transición traumática para el recién nacido desde el mundo apacible del vientre materno hacia el fárrago interminable de una vida cada vez más larga. La ciencia ha creado múltiples fórmulas para hacer de esa experiencia algo menos doloroso para madres e hijos o hijas. Sin embargo, hay quienes optan por el pack completo, en que nada de la experiencia se pueda llegar a olvidar. Es el parto natural, sin epidural, anestésicos ni música incidental.

El centro de gravedad geopolítico se desplaza inexorablemente hacia el Oriente. Washington lo sabe y desea ganar tiempo, tiempo que le permita diseñar un aterrizaje suave en su nueva condición de ex primera potencia. Para ello cuenta con la experiencia de UK cuando le correspondió dar ese paso entre las dos guerras mundiales del siglo XX. 

Estados Unidos tiene un tiempo que juega en contra. Su liderazgo se debilita progresivamente y la mejor expresión de ello es la caída del dólar como refugio y divisa universalmente aceptada. Pronto será tarde para que pueda fijar condiciones en el tablero de juego. 

China se encuentra en la misma situación, puesto que no puede esperar a que Occidente neutralice a su aliado ruso. Si ello ocurriera, quedaría sola frente a USA y Europa, con quienes aún no es claro que pueda competir y ganar. USA hoy tiene mejores números. Impulsó una guerra usando como instrumento a Europa. No es probable un derrotero en que el conflicto llegue a su territorio, y el gasto realizado ha sido un gran estímulo para el sector de la industria militar, al tiempo que ha ampliado su mercado de hidrocarburos al restringir el comercio de gas ruso. En el peor de los casos, la nueva era que viene lo encontrará en la situación en que está ahora, pero con sus cercanos tan debilitados que sus relaciones solo pueden ser de mayor dependencia.

Todo parece indicar que la transición será aparentemente dolorosa y con una alta probabilidad de estar intermediada por un conflicto europeo con armas convencionales o uno nuclear a escala acotada. En este cuadro, el primer paso vendría probablemente del lado ruso, como respuesta a una presión sistemática y continuada de Occidente, expresado con el envío de tropas de la OTAN o de alguno de sus miembros a territorio de Ucrania. Ese paso sería un ataque convencional a Polonia o los países bálticos, que podrían estar detrás de esa acción. Aunque se trate de evitar víctimas civiles, lo que es muy difícil, en ese momento se abren tres escenarios. El primero es una respuesta convencional de la OTAN. El segundo es una respuesta nuclear táctica; de no ocurrir una respuesta, dejaría de existir la OTAN en ese instante. El tercer escenario es una intervención que abra una pausa en la guerra luego de la acción rusa.

Lo único que evitaría hoy por hoy una secuencia como la antes descrita es el posicionamiento militar chino al lado de Rusia como una señal clara de que no es viable un enfrentamiento a una escala mayor.

Lo que hasta ayer era impensable, hoy está a las puertas.


[1] https://legrandcontinent.eu/es/2024/01/05/en-ucrania-el-control-territorial-apenas-ha-cambiado-en-2023/

[2] https://www.elradar.es/los-secretos-de-la-guerra-de-artilleria-de-rusia-en-ucrania/

[3] https://asiatimes.com/2024/03/america-has-no-ukraine-plan-b-except-more-war/

[4] https://es.euronews.com/my-europe/2024/01/30/cuanta-ayuda-occidental-necesita-ucrania-para-mantener-a-flote-su-economia

[5] https://mises.org/es/power-market/la-mayor-broma-del-debate-la-ayuda-ucrania-es-un-prestamo-que-se-devolvera

[6] https://elpais.com/ideas/2024-03-15/china-y-rusia-ante-su-oportunidad-historica-de-derribar-la-hegemonia-de-ee-uu.html

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1 comment

GUSTAVO ESCOBAR PLA abril 4, 2024 - 9:06 pm

Es muy importante, la capacidad de procesar la información del autor que desde España puede ver un panorama de peligrosos alcances para Europa y por extención al mundo, es encomiable leer detenidamente tanta erudición.

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