40 años de telenovela Los Títeres: discursos femeninos tensados por el ansia de poder (Parte 2) 

por Claudio Garvizo E.

En la primera parte de esta serie de dos artículos, expuse interrogantes alusivas al ejercicio de memoria que ha reflotado la conmemoración de los 40 años de emisión de la telenovela ‘Los Títeres’, un melodrama que abordó dilemas éticos que anteriores producciones sólo habían esbozado sutilmente. Ejercicio que en esta serie se funda en una investigación académica que presenté en 2014 en la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Diego Portales para optar al título de Magíster Internacional en Comunicación: “Telenovela Los Títeres: Un análisis del discurso femenino de la heroína y de la villana”.

A diferencia de otras producciones de ficción transmitidas a la fecha de emisión de la telenovela, en este relato el foco estuvo puesto en la tensión de dos mujeres que, escapando a la regla del culebrón latinoamericano de esos años, no entran en disputa por el amor de un hombre, sino que por visiones de mundo y por ejercer control sobre los demás, particularmente sus amigos, para alcanzar sus objetivos dramáticos disímiles. La triangulación amorosa había sido relegada a tramas secundarias y el peso de la acción principal lo llevaban las estrategias que iban definiendo, dos personajes que fueron delineados como las caras de una misma moneda: Artemisa Mikolus (Claudia di Girólamo) y Adriana Godán (Paulina García-Gloria Münchmeyer)  

Se trata de una lucha de poder y en ese sentido, la heroína, en este caso Artemisa, rompe con el molde de la ingenuidad y en esta ‘guerra’ es capaz de elegir armas tan radicales como las de su contrincante. “No soy agua mansa”, le dice una joven protagonista a su rival en el primer capítulo. Era la escena inicial, transcurrida en la ficción en el verano de 1963, de una lucha irreconciliable que veríamos en los siguientes episodios.

Riqueza psicológica de los personajes

En entrevista concedida para el citado estudio, la actriz Gloria Münchmeyer señala que ese texto es un matiz que hace interesante el juego espejo que habría entre ambos personajes, un aspecto que, a su juicio, está presente en toda la trama de la telenovela.  

Dos primas en segundo grado cuya insalvable coexistencia va determinando la configuración de bandos opuestos, una suerte de batalla campal, en la que los personajes masculinos tienden a quedar en desmedro de los personajes femeninos. Sobre todo, en la segunda parte de la telenovela. Cuestión que para Münchmeyer es atribuible a la hechura dramatúrgica de Sergio Vodanovic y, por ende, al oficio del artista en el ámbito teatral.

Todos los personajes de la telenovela tenían una razón de ser, una justificación para lo que decían y hacían, en ese sentido el texto nos entregó una base sólida para realizar una buena actuación”. Reconoce en la dramaturgia tres aspectos fundamentales y que, hasta entonces, no había percibido en otros guiones de telenovelas: profundización en los temas, una robusta estructuración de personajes y un manejo del estilo audiovisual en el arco narrativo de los capítulos.

Los personajes de Sergio eran menos optimistas que los de Moya Grau, más implacables y concebidos tomando en cuenta una historia familiar que los hacía coherentes. Yo creo que la telenovela es absolutamente psicológica, muestra cómo las relaciones familiares, especialmente entre padres e hijos, son decisivas en la vida de un ser humano. Por ejemplo, en el caso de mi personaje, había una clara fijación paterna, el padre siempre quiso un hombre y la tuvo a ella, su guión de la vida fue ser lo más hombre posible para gustarle al papá”, explica la actriz.

Münchmeyer observa que esa tensión en sí misma se vuelve generadora de otros nudos que, subraya, el autor fue entramando desde las carencias afectivas de Adriana Godán. Para ella, la antagonista reemplaza ese vacío emocional con el poder que le da el dinero y el modo en que puede ejercer dominio sobre los demás. “Entonces, la maldad y la negatividad que expresa, más allá de los juicios morales, tienen una coherencia que yo no había visto en telenovelas precedentes”.

Padre-dinero-género: la tríada que articula los discursos 

Considerando lo esgrimido por la actriz, resulta plausible recalcar cómo el dramaturgo va urdiendo la historia, sin perder de vista la articulación de los discursos de poder que emergen en Adriana y Artemisa. En tal sentido, serían tres los factores que inciden en dicho tejido: la relación con el padre, la posesión y pérdida de dinero y las temáticas de género. 

Tanto Adriana como Artemisa eran personajes que iniciaban su ‘viaje del héroe’ desde la figura del padre, quienes operaban a partir del arquetipo del tutor, esto es, como un personaje que incuba, mediante la transmisión de conocimientos y valores, un objetivo dramático que trascenderá en el tiempo y que puede tener un ancla espiritual o material. En el caso de Artemisa, se trataba de lograr la felicidad en una tierra nueva, mientras que el propósito de Adriana era demostrarle al padre que podía hacer crecer su industria textil mucho mejor de como lo habría hecho el hijo hombre que no tuvo. 

El modo de ser mujer, una temática de género expuesta de un modo reflexivo en Los Títeres aparecía en sus discursos a partir de lo que cada cual le prometía al padre como trazado de su identidad. En la composición de esos tópicos quedaba perfilada la influencia valórica de la figura paterna y las expresiones afectivas que ellas habían conocido en el marco de ese vínculo. 

Crítica al capitalismo en dictadura

El abuso de la desgracia como una práctica para obtener enriquecimiento económico era otro discurso que surgía con bastante notoriedad en la etapa transformadora de la protagonista, después de veintiún años de su autoexilio de Chile. Artemisa, en 1984, estaba convertida en una exitosa empresaria de comercio internacional que lucraba a través de la especulación en mercados internos y externos de Quito, Ecuador. 

Al desarrollar este discurso, el dramaturgo puso un acento crítico en algo que es sumamente político y que hoy late con firmeza: la manera en que las personas actúan dentro del modelo capitalista, cómo el hombre –en este caso una mujer- traiciona sus valores y se corrompe tentado por el ansia de poder.

Sin embargo, su máxima tensión como personaje era la superación del trauma que generó su imposibilidad de amar. Ese era el punto de partida para iniciar la metamorfosis en su identidad femenina, cuya consecuencia fue negarse a la posibilidad de una relación de pareja y adquirir poder a través del uso del dinero. Estos ejes entraban en fricción y determinaban, por segunda vez, “ser otra mujer”, traducible en la liberación de este discurso para reencontrarse con los fantasmas que la habían humillado cruelmente en su juventud, esto, por sobre el afán de recuperar el dinero que su prima en segundo grado le había arrebatado en 1963.

El discurso de la beligerancia predominaba en Artemisa en el segmento narrativo correspondiente al comienzo y puesta en marcha de la estrategia de venganza en contra de Adriana. El lenguaje utilizado por Artemisa es propio de un conflicto armado, remitiendo en algunos casos a clásicos de la tragedia griega como Medea y Las Troyanasde Eurípides y cuyos conflictos cimentan un escenario de tensiones bélicas.

Esto resultaba interesante en términos del tipo de rivalidad femenina que el autor construyó en la historia: ambas actuaban de un modo agudo, reflexivo e inteligente. Los personajes competían desde un nivel de fuerzas relativamente parecido, desplegando estos atributos en el contexto de una lucha cuya principal herramienta era el dinero y el poder que éste les otorgaba. En rigor, su enfrentamiento iba teniendo visos masculinos desde lo calculante y la planificación estratégica de un actuar donde el amor no tenía cabida, salvo cuando el foco del mismo era el padre o la fantasmagoría perturbadora de un hombre frágil devenido en hombre “estúpido” para la protagonista: Néstor Vera (Mauricio Pesutic).

Sergio Vodanovic instaló una discusión que tenía como punto de arranque la injerencia de las prácticas del capitalismo en los universos íntimos de los seres humanos, particularmente la familia y los amigos. Si bien en la primera parte de la historia fue visibilizado Santiago de Chile en 1963, el relato prescinde de citas históricas que refuercen ese espacio y ese tiempo. Más bien, el reconocimiento de época lo dio el vestuario, la ambientación de los escenarios, la música y la estética audiovisual.  En esto, sin duda, la lograda dirección televisiva de Óscar Rodríguez fue sustancial. 

De hecho, cuando la acción se trasladó a 1984, Santiago se constituyó -implícitamente- en Los Títerescomo una ciudad agobiada por la represión política y la desigualdad económica: aparecían santiaguinos comprando en los   caracoles comerciales, pobladores yendo a un consultorio parroquial que atendía gratuitamente porque no tenían otra opción de acceso a una atención digna de salud. Una ciudad que de noche lucía muy oscura y de día muy vigilante. El miedo irremediable se olía en la ficción, por la representación dictatorial de Adriana Godán, una versión travestida de Augusto Pinochet.

Llama la atención en el inicio de la historia que se aluda al nivel de endeudamiento del Chile de entonces: “Aquí hay más deudas que dinero. Ese es el gran negocio de este país, endeudarse”, dice en el capítulo uno el industrial Elías Godán, padre de Adriana, al padre de Artemisa, quien se supone será su socio. Si bien esta frase es pronunciada, en el contexto de la trama, en el verano de 1963, se está haciendo referencia a una problemática que el país ya vivía fuertemente en 1984. De alguna manera se hace alusión, aunque de un modo implícito, a un Chile materialista, desconfiado y salvaje, donde el modelo económico capitalista reina con todas sus luces y en el que los sueños e ideales de la juventud de los ’60 se habrían esfumado.

Una pregunta innegable en términos conclusivos es la siguiente: ¿cuál habría sido el tratamiento de estos personajes femeninos si Los Títeres hubiese sido escrita por una mujer? No lo sabemos. En tiempos en que los remakes de telenovelas se consolidan en la oferta de ficción nacional, ¿cómo serían estos mismos personajes femeninos instalados en el Chile actual en una trama de esta índole reescrita por mujeres?

El legado de Sergio Vodanovic

El legado de Sergio Vodanovic hoy está disponible en https://archivosergiovodanovic.cl/, un sitio creado con fondos concursables, Fondart 2018, del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, obtenidos por la investigadora y Doctora en Literatura, Viviana Pinochet, con patrocinio de la Universidad Alberto Hurtado. La académica, junto a un equipo conformado por el archivista y licenciado en Literatura Daniel Berríos pusieron a disposición del público el acervo reunido y organizado por Betty Johnson, bibliotecóloga y viuda del dramaturgo.   

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