Crisis de TVN… o de picantes, incapaces y divinos

por Luis Breull

La crisis de Televisión Nacional de Chile (TVN) es un tema recurrente en el debate mediático nacional con una serie de causas que han llevado a la estación a un punto de no retorno. A continuación, se presentan los argumentos principales que explican esta situación y que buscan no solo identificar las fallas, sino también proponer un camino hacia la recuperación. En medio del debate para la asignación de nuevos recursos públicos radicado en el Congreso, emerge con claridad la insuficiencia en el análisis del escenario, el déficit de visión para proponer salidas eficaces y la polarización ideológica como constante tensión en su telón de fondo.

Ejes para un diagnóstico real

Entender la crisis actual de TVN es asumir que no comienza con las teleseries turcas o la acción de grandes grupos económicos comprándose canales de TV abierta hace una década, sino que se remite a llegada del siglo XXI, dejando atrás al proyecto refundacional que se consolidó en la primera década de la transición democrática. He aquí algunas claves de su histórica debacle:

  • Modelo de autofinanciamiento fallido: El modelo de autofinanciamiento, establecido en 1992, se ha convertido en una trampa. Este mecanismo, diseñado para dotar de autonomía a TVN, ha resultado en una dependencia crítica del mercado y de los intereses políticos, impidiendo un verdadero desarrollo editorial y creativo. 
  • Desconexión con la realidad social: Desde la llegada de directivos que priorizaron una programación «liviana» a comienzos de la década 2000, TVN ha perdido su esencia de ser un canal que reflejaba y respondía a las dinámicas sociales del país. La estación referente de la transición política democrática se transformó en un «mall televisivo«, alejándose de su rol de servicio público diferenciador. 
  • Corrupción estructural  y tensiones Ideológicas: La corrupción estructural se manifiesta en la falta de rendición de cuentas y en las malas decisiones administrativas que han dilapidado el patrimonio, parte de los inmuebles y los recursos del canal. Las malas gestiones han sido recurrentes en las últimas dos décadas, llevando a TVN a un punto de no retorno.  La referencia a TVN como una «Torre de Babel» sugiere una falta de cohesión interna, donde la diversidad de opiniones y la intervención política generan confusión y debilidad en su gestión, lo que afecta su credibilidad. 
  • Interferencia política, autoengaño y bloqueo editorial: La designación de directores de escasas competencias específicas en el campo disciplinar de las comunicaciones -a través de un directorio político de cupos reservados desde 1992 a la fecha- ha generado un conflicto de intereses que ha limitado la capacidad de TVN para actuar como un medio independiente, levantando a modo de justificación de su independencia un autoengañoso discurso desconectado de su qué hacer de pantalla. Esta interferencia ha creado un «cepo editorial«, donde se busca un equilibrio que, en lugar de enriquecer la programación, ha llevado a una mediocridad peligrosa que resguarda los empates editoriales, reduciendo su rol pluralista a cupos y tiempos de pantalla para actores políticos de tendencias representadas en su directorio. 
  • Desastres financieros continuos de un actor indiferenciado: La tendencia a gestionar TVN como una empresa más, enfocándose en la rentabilidad y en audiencias esquivas más que en su misión social, ha llevado a una oferta programática débil y desconectada de las necesidades de la ciudadanía como sujetos sociales que participen mediáticamente de las problemáticas colectivas o públicas. 
  • Pérdida de Identidad y falta de representación: TVN se ha despojado de su identidad de marca como canal público, convirtiéndose en un competidor más en el mercado televisivo. Al renunciar a su misión de servicio, el canal ha dejado de representar una voz para las diversas comunidades que conforman la sociedad chilena. 
  •  Un relato desvanecido: La falta de una narrativa coherente ha llevado a TVN a una pérdida de relevancia y credibilidad a lo largo de los años, diluyéndose en un contenido de escaso sentido público. 
  • Impacto de decisiones erróneas en programación: Los errores en programación han demostrado la falta de conexión con la audiencia. Las decisiones impulsadas por la búsqueda de rating han descuidado la producción de contenido significativo y trascendente, como otrora fueron las teleseries de la era Sabatini, solo por nombrar productos identitarios exitosos y masivos. 
  • Desmantelamiento del patrimonio: La venta de parte de sus activos y explotación de recursos o servicios fuera de su giro no solo representan un desmembramiento físico, sino también simbólico del legado del canal. 
  • Incapacidad de adaptación: No ha sabido viabilizar de modo sostenible la transición hacia un modelo de multimedios, limitándose a un formato de televisión abierta que pierde relevancia ante la fragmentación de audiencias y nuevas plataformas digitales.
  • Incapacidad real de fomentar un debate histórico: La programación de TVN, especialmente en temas sensibles como el golpe de Estado y el consecuente régimen militar de Chile, se ve atrapada en debates polarizados y reduccionistas, que limitan su capacidad para abordar el pasado de manera constructiva y facilitar el diálogo social.

Ejes para su refundación

El renacer de Televisión Nacional de Chile debe ir más allá de una simple reestructuración administrativa. Necesita enfocarse en su rol como un verdadero medio público que responda a las necesidades y demandas de una sociedad en transformación. Su situación actual de casi dos décadas de crisis en escalada termina asumiéndose como un fatal estado de normalidad cotidiana marcado por una gestión corporativa deficiente, sin hacerse responsable de sus decisiones en detrimento del patrimonio público de la institución, y una programación estancada, lo que exige una reflexión profunda sobre su futuro.

Son muchos los factores a abordar, como la percepción de un entorno industrial fatalmente desfavorable (como argumentó esta semana la ministra Camila Vallejo, reconociendo una deuda acumulada de TVN por casi 83 mil millones de pesos); una gestión de crisis permanante sin capacidad reflexiva sincera para autopercibirse en sus debilidades estructurales y sus fortalezas (si es que aún conserva algunas); constante rotación de staff directivos de altos sueldos y escasos resultados; restricción de variedad de oferta de contenidos con valor público; fuga de talentos y reclutamiento de nuevos equipos que terminan siendo incapaces y consumidos por la crisis; fracasos programáticos junto con escasa competitividad en formatos hegemónicos en cohabitación con algunos aciertos que no se justifican editorialmente en tanto aporte a su rol diferenciador de television pública; autodefensa del proyecto y del medio desde un discurso justificador de planes y propuestas en cada renovación directiva que impide su seguimiento en el mediano y largo plazo, con responsabilidades frente a las metas prometidas y obtenidas., entre otros. 

  • Descentralización y diversidad de contenidos: La nueva gestión debe abordar la histórica concentración en el centralismo informativo y la falta de representación de voces diversas, especialmente de regiones que puedan acceder a su pantalla nacional. La programación debe incluir contenido que refleje todas las identidades regionales y culturales en juego, integrando perspectivas de grupos históricamente marginados y tener sedes operativas en todas las regiones del país y no solo en las nueve que existen centros de producción local. Un medio público debe ser un espacio para la pluralidad y la inclusividad. 
  • Revalorización de la ficción nacional: El resurgimiento del área dramática es fundamental. TVN debe reinvertir en la producción de teleseries y series que conecten con la realidad social chilena, tal como lo hizo en décadas pasadas. Esto no solo reactivará la producción local, sino que también restaurará el vínculo emocional con las audiencias, permitiendo que TVN recupere su identidad como canal de referencia. 
  • Modelos de financiación sustentables: La dependencia del mercado publicitario ha demostrado ser insostenible. La propuesta debe incluir un financiamiento estatal permanente que permita a TVN desarrollar una programación que priorice el servicio público por encima de las exigencias comerciales. Inspirarse en modelos como el de la BBC, donde la independencia editorial se garantiza a través de un financiamiento público sin fines de lucro, podría ser un camino viable. No así el engorroso, insuficiente e ilusorio sistema de endowment que se está negociando en el Congreso.
  • Reestructuración de gobernanza: Es imperativo que el nuevo gobierno corporativo de TVN tenga competencias profesionales y conocimientos propios de la industria audiovisual y del sistema mediático. La reciente inclusión de un representante de los trabajadores en el directorio es un paso positivo, pero se deben establecer mecanismos que permitan una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones. Este enfoque ayudará a crear una estructura más democrática y transparente respecto de cómo auditar su real rentabilidad social o aporte al país. 
  • Impulso a la industria audiovisual independiente: La refundación de TVN también debe contemplar la colaboración con productoras independientes, fortaleciendo la industria audiovisual nacional. Esto no solo diversificará la oferta de contenidos, sino que también contribuirá al desarrollo de talentos locales y a la creación de un ecosistema mediático más robusto o por lo menos no tan fragil y concentrado. 
  • Responsabilidad social y compromiso con la educación y cultura: La programación de TVN debe incluir una oferta significativa en educación y cultura. Espacios que promuevan el arte, la ciencia, y el patrimonio cultural deben ser parte integral de la parrilla. Esto puede incluir documentales, programas de divulgación científica y contenidos que fomenten la reflexión crítica sobre la realidad nacional. Para ello se requiere visión innovadora para que estos contenidos, de suyo más complejos, puedan ser apreciados por las audiencias, aumentando su alcance y formación de públicos nuevos. 
  • Adaptación a nuevos contextos tecnológicos: TVN debe adaptarse a los nuevos desafíos que plantea el consumo mediático digital. Crear plataformas de acceso libre y diversificadas, como una radio informativa o una potente señal de streaming, puede facilitar que las producciones locales lleguen a audiencias más amplias y que los contenidos sean accesibles para todos, independientemente de su ubicación o recursos económicos.

Una ilusa propuesta gubernamental 

El proyecto de modernización de TVN se basa en cuatro pilares principales:

  • Modernización de la misión pública: Se busca redefinir y ampliar la misión pública de TVN para que esté alineada con los desafíos contemporáneos y tenga una visión a futuro. Esto requiere conceptualizaciones claras y realismo en cómo se vinculan con la auodefensa discursiva del proyecto y las competencias narrativas y programática reales para justificar su servicio público permanente y diferenciador. 
  • Fortalecimiento de la gobernanza interna: Se propone modernizar la estructura del directorio, añadiendo requisitos más estrictos para la elección del director ejecutivo, y crear un Consejo Consultivo de TVN que tenga un enfoque más ciudadano.
  • Estructura de financiamiento: Se plantea la creación de un fondo patrimonial (endowment) administrado de forma independiente, lo que permitirá a TVN tener una mayor autonomía económica y reducir la dependencia de la Ley de Presupuestos anual.
  • Actualización del régimen económico: Se propone una fórmula mixta de financiamiento para que TVN pueda cumplir su misión pública, con un enfoque en aumentar la transparencia y control sobre el uso de recursos públicos. Además, se propone una falacia inaceptable que radica en que no habrá aportes públicos para la señal principal de TVN y el canal de noticias 24H, manteniendo su actual régimen de financiamiento.

Sin dudas este proyecto, se apruebe o no, no resolverá la crisis integral que aqueja al proyecto televisivo de servicio público en Chile. La refundación de TVN debe ser un proceso inclusivo y participativo que reimagine su misión y visión en la sociedad chilena actual. 

Abandonar el modelo corporativo binominalizado y centrarse en la creación de un espacio mediático plural y diverso es esencial para recuperar la confianza de las audiencias y el sentido de pertenencia que alguna vez tuvo TVN en la vida cultural de Chile.

La discusión sobre su futuro no debe centrarse solo en la posibilidad de una venta, en el chantaje de la eventual quiebra con un horrendo balance económico semestral este 2024 o el aporte de recursos de modo indirecto, sino en una reflexión profunda sobre el rol de la televisión pública en una democracia del siglo 21. 

En un contexto de globalización y multiculturalidad, la diversidad de voces es más necesaria que nunca, producto de climas sociales de desconfianza creciente, temor, violencia, getthos e individualismo precarizado. La reinvención de TVN debe incluir una revalorización de su misión, un compromiso con la ciudadanía y con el Estado mediante una apuesta por contenidos que informen, eduquen y entretengan con calidad, talento innovador y real representación de su mandato público. Que sea capaz de fomentar la rentabilidad social mediante sus contenidos y programas.

La pregunta no es si TVN merece ser salvada, sino cómo puede convertirse nuevamente en un pilar de la comunicación en Chile, pero desmontando la falacia argumental que requiere fondos del Estado para financiar su misión editorial pública solo para su señales infantil e internacional y para sus nueve centros regionales. Es absurdo y erróneo sostener que la señal principal de TVN, con sus 55 años de historia se le pueda excluir de este rol público y compromiso de diversidad programática  de calidad con las audiencias, al igual que su señal de pago 24 Horas. Esto solo perpetúa el problema y lo traspasará a un próximo Gobierno, sea cual sea su orientación política. Especialmente porque en estas señales se concentran los mayores recursos operativos, el gasto generador de su déficit estructural y el impacto persuasivo de sus contenidos en las audiencias masivas, aunque cada vez con menor alcance, superados desde hace diez años por Mega, Canal 13 y Chilevisión.

Sería deseable algo de autocrítica interna cuando los 11 mil millones de pérdidas de este primer semestre quintuplican el balance negativo del mismo lapso 2023, además de ir acompañados de un resultado de audiencia donde el único programa que ha podido destacar es la película Jesús de Nazareth -¿divina providencia?-, ubicada en el lugar 284 del ranking entre enero / julio 2024 en su segmento exhibido en la tarde del Viernes Santo, mientras que el resto de las emisiones unitarias o de capítulos de los programas de TVN recién alcanzan el lugar 779, con la transmisión del Festival de Viña del Mar del 27 de febrero. Por eso resulta disonante el término “picantería política” empleado por el Presidente del Directorio de TVN para refutar las críticas de diputados de oposición sobre la negociación por ley de recursos estatales para que la estación no quiebre e intente subsistir aportando como televisora pública. 

Francisco Vidal defiende el proyecto de TVN argumentando que la única solución viable para el canal, dada la crisis de financiamiento que enfrenta, es que el Estado intervenga y financie la parte de la programación que cumple con su misión pública. Asegura que el sistema actual ha fracasado y que sin apoyo estatal, TVN podría no sobrevivir. Ergo, interpreta la agonía de la señal como un problema económico, cuando es esencialmente corporativo y de derrumbe del proyecto original. Ataca a sus críticos, especialmente a los diputados de la UDI y busca deslegitimar las críticas que recibe, sugiriendo que son motivadas por intereses políticos más que por una genuina preocupación por la gestión de TVN.

A fin de cuentas la ciudadanía -dueña de TVN-, parece que seguirá observando desde un palco cada vez más lejano esta crisis estructural del proyecto y la encarnación de ella en su paupérrima, homogénea, limitada y desalineada oferta de pantalla y rol de servicio público diferenciado de las televisoras comerciales. Ojalá me equivoque, pero desde mediados de los 2000 que este diagnóstico no se ha querido ver ni asumir.

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