Al leer a Annemarie Schwarzenbach, una escritora de culto y andrógina belleza -que estuvo olvidada por casi cincuenta años, hasta fines de la década de los ochenta- llama la atención que su voz narrativa no sea claramente la de una mujer, sino que parte de su obra está escrita como si fuera hombre y otras con una voz etérea y sin identidad propia (como Gabriela Mistral en Niña errante, una selección de sus cartas a Doris Dana)
Pero ¿quién fue Annemarie Schwarzenbach y ¿por qué su obra y su persona desprenden una fuerza seductora y vulnerable?
Anne Marie nació en Suiza en 1908, en el seno de una acaudalada familia de empresarios de la seda liderada por su padre Alfred Schwarzenbach. Su madre, Renée, era una aristócrata alemana emparentada con el Canciller Von Bismarck y que a través de su vida solo desarrolló tres pasiones: los caballos, la música y la mezzo soprano Emma Krüger. Anna nació pues en lo que se ha dado en llamar “cuna de oro”, de la que desde muy joven trató de escapar viajando por el mundo. Su frágil salud la obligó a estudiar en casa durante su niñez, mientras su madre le inculcaba su amor por la música, convirtiéndola en una eximia pianista, aunque la pasión de Anne era la escritura. Su madre no veía con buenos ojos esta afición porque sentía que la liberaba de su control. No es raro entonces, que uno de los primeros relatos de Anne Marie llevara por título, Cuento de la princesa prisionera.
Inniciando sus estudios secundarios fue aceptada en un instituto de educación pública y pudo, por fin, empezar a salir de casa y siguiendo el ejemplo de su madre, lo primero que hizo fue enamorarse de una actriz que conoció en una de sus idas al Teatro. Su madre se indignó, no por el hecho mismo, sino porque Annemarie lo había hecho público y la envió interna a un pensionado para jóvenes de buena familia.

“(…) y yo siento el impulso irresistible de acercármele y, más amargo y doloroso aún, el impulso de seguir[la], (…) nace en mí como un anhelo y un mandato.” Annemarie Schwarzenbach, Eine Frau zu sehen (Ver a una mujer)
Sin embargo, esta niña precoz, apenas cumplidos los quince años ingresó en la Universidad impresionando a la mayoría de sus compañeros por su altura, sus gestos aristocráticos y un rostro angelicalmente andrógino que desconcertaba a quienes la rodeaban, pero que seducía tanto a hombres como mujeres. Cuando cumplió los 21 años ya había logrado su doctorado en Literatura en Historia en la Universidad de Zurich.
Poco después de terminar su doctorado, publicó su primera novela Los amigos de Bernhardt, donde retrata la atmósfera de desesperanza y disipación en la que vivía su generación debatiéndose entre la angustia y la falta de valores que solían resolver a través de relaciones amorosas en que todas las combinaciones eran posibles. Hay fundadas sospechas de que lo relatado en esta novela es autobiográfico.

Qué extraño, si usted fuese un chico lo tendrían por extremadamente guapo. Thomas Mann cuando conoció a Annemarie Schwarzenbach.
Durante esta etapa entró en estrecho contacto con Thomas Mann y su familia, especialmente con sus dos hijos: Erika y Klaus. Annemarie se enamoró y desenamoró, primero de Erika que nunca correspondió su amor, pese a la amistad entre ellas y al hecho de que Erika la consideraba como hermana. Por despecho, Annemarie inició una relación con la actriz Therese Giehse. Luego, se enamoró de Klaus su hermano, abiertamente homosexual, que la introdujo en la vida bohemia de Berlín y con el que desarrollaron una gran amistad que duró de por vida y viajaron juntos por Italia, Francia y Escandinavia gracias a la fortuna de la familia Schwarzenbach. Producto de su estada en París, Annemarie publicó tres libros: Nouvelle Parisiense I, II y Paris III.
No está demás recordar que los hermanos Mann eran los niños terribles del mundo intelectual alemán por sus ideas revolucionarias y su poco convencional comportamiento. Ellos le dieron a Anne Marie el nombre de “princesa Miro”. Es en este marco que Annemarie se inicia en las drogas, especialmente la morfina, que la acompañaría intermitentemente a través de su vida, entrando y saliendo de clínicas de recuperación.

Nuestra vida se parece a un viaje… y más que una aventura y una excursión a las regiones desconocidas, el viaje parece una imagen condensada de nuestra existencia. Annemarie Schwarzenbach
Entre 1931 y 1938 Schwarzenbach se dedicó a viajar por destinos tan diversos como Afganistán, India, Turquía, Siria, Líbano, Palestina, Irak y Persia, privilegiando a este último como su lugar preferido.
Erika y Klaus, acérrimos militantes antinazis, debieron huir de Alemania porque estaban a punto de ser detenidos. Erika se refugió en Suiza y Klaus se fue a París. El no volvería a pisar su patria sino doce años después.

Schwarzenbach, con su bello rostro andrógino, se transformó en un un icono de la época de entreguerras, a través de este constante errar escapando de algo indeterminado, pero también fue una acérrima activista antinazi y, aunque no se sentía con fuerzas para luchar directamente contra este mundo “de abajo”, no podia desentenderse de lo que pasaba y le propuso a Klaus que dirigiera una revista de oposición a Hitler. Así nació Die Sammlung, que duraría dos años y se editaría en Amsterdam. Annemarie fue quien proveyó secretamente los fondos para esa empresa. Entre los colaboradores del mensuario estaban André Gide, Aldous Huxley, Heinrich Mann, Bertolt Brecht, Joseph Roth, Ernest Hemingway, Albert Einstein y Jean Cocteau.
Cuando volvió a Europa, se enteró de que el Tercer Reich le negaba la condición de residente. Convertida en una abierta opositora a los nazis, Annemarie acompañó a Klaus Mann al Primer Congreso de Escritores Soviéticos, en Moscú. Al principio se entusiasmó, pero el realismo socialista no fue de su agrado.
Habría que transformarse en un segmento del desierto, en un fragmento de montaña, en una franja de cielo vespertino. Habría que encomendarse al país y compenetrarse a él. Anne Marie Schwarzenbach.

Sus amores fueron muchos, casi todas mujeres, pero hay que recalcar que su rostro seducía a unas y otros. Entre sus amores es posible destacar a Ella Maillart, la otra gran escritora de viajes suiza (autora de Oasis prohibidos) y con la que viajó en auto por Afganistán; Yalé, la joven persa que murió de tuberculosis y que fue su pasión persa; Margot von Opel, una de las mujeres más ricas del mundo que, a pesar del malestar de su marido, se la llevó a New York; y una jovencísima Carson McCullers, la formidable autora de El corazón es un cazador solitario, que le dedicaría Reflejos en un ojo dorado.
Tanto en sus artículos como en los textos de los diarios personales de Schwarzenbach se puede percibir cómo Annemarie buscaba los lugares más primitivos de los lugares visitados, priorizando los yacimientos arqueológicis, las expediciones a las ruinas y los encuentros con tribus nomades, beduinos y similares.
En una de sus estadías en Persia y mientras trabajaba en una cantera arqueológica, conoció al diplomático Claude Clarac, Segundo secretario de la embajada de Francia. Se hicieron amigos inseparables. Y, aunque él se había enamorado de ella, se sentía atraído por los hombres. Pero la relación progresó y decidieron casarse. Para muchos, un matrimonio de conveniencia entre amigos, que la escritora pensaba la liberaría definitivamente del control de su familia.
Se casaron en Teherán y se trasladaron a vivir en en un pabellón del príncipe Fiouz-Mirza, en un lugar paradisíaco. Durante esos meses en Persia, Annemarie escribió un libro de relatos, La jaula de los halcones, que nadie quiso editar. Más tarde, la autora incluiría algunos de ellos en Exilios en Oriente.

Al llegar el verano, la pareja se trasladó al Valle Feliz entre las montañas, donde se enteró de la muerte de su amada Yalé. Es entonces cuando escribe sobre ese amor en La Muerte en Persia. Durante dicha estancia, muy atormendada, también escribió El Valle Feliz.
Habría que transformarse en un segmento del desierto, en un fragmento de montaña, en una franja de cielo vespertino. Habría que encomendarse al país y compenetrarse a él. Anne Marie Schwarzenbach.
A fines de 1935,Annemarie regresa a Europa solo para descubrir que la mayoría de sus amigos estaba huyendo de Alemania e incluso del continente y resolvió viajar a los Estados Unidos para hacer notas destinadas a ser publicadas en Alemania Entre 1936 y 1938 pasó dos largas temporadas en América. En la primera, hizo una serie de reportajes en ciudades industriales de Pennsylvania. Conversó con negros, blancos, enfermos. Captó con su cámara la mirada desesperanzada de la gente. En su segunda visita, investigó las condiciones de vida de los obreros agrícolas y los problemas raciales en el Sur.
Sin embargo, la tercera estadía estuvo marcada por el dolor, el drama y los escándalos. En Nueva York vivía con los Von Opel en el Plaza Hotel. Sólo podía escribir si se emborrachaba o se drogaba, pero la mezcla de drogas y alcohol la volvía agresiva y, en una oportunidad, trató de estrangular a Margot.
«Si me quedo parada solo un instante para recuperar el aliento, lo primero que noto es el sonido de mi propio corazón latiendo con rapidez».
Es expulsada de Estados Unidos y regresa a Suiza instalándose en la Jägerhaus de Sils. Había aceptado que nunca estaría del todo bien y curada de su adicción, pero siempre podia escribir.
El 6 de septiembre de 1942 viajaba en un coche a caballo hacia Saint-Moritz, cuando se encontró con una amiga que se trasladaba en Bicicleta y le propuso cambiar vehículos. Annemarie se entusiasmó recordando su niñez y se lanzó cuesta abajo sin tomarse de los manubrios y chocó con un obstáculo que la hizo volar por el aire golpeando con su cabeza una piedra. No volvió a recuperar la lucidez y murió el 15 de noviembre de 1942 a la edad de 34 años.
Para A. S., agradeciéndole que pasee por esta tierra su hermoso rostro de ángel inconsolable. Dedicatoria de Roger Martin du Gard, autor de la saga de los Thibault y Premio Novel de literature.

Melania G. Mazzucco, ha escrito en el 2000 una novela sobre Annemarie: Ella, tan amada y Ella Maillart construye un personaje maravilloso con su figura en El camino cruel que narra el viaje realizado en coche junto a Schwarzenbach desde Suiza a Afganistán y que publicó cinco años después de su muerte. Annemarie, por su parte, dejó un relato maravilloso de su viaje con Maillart: ¿Dónde está la tierra de las promesas?
¿«Miedo»? Por aquel entonces, ni siquiera me daba cuenta de lo que era ese nuevo sentimiento. Más tarde, cuando me abrumó y casi me hundió, lo comprendí. Y, desde entonces, un miedo sin nombre se ha cernido como una columna de humo sobre el gran y colorido desierto de este país, por encima de mis a veces dichosos, a veces terribles recuerdos de él. Muerte en Persia, Annemarie Schwarzenbach
Anne Marie Schwarzenbach publicó más de 20 títulos entre novelas, libros de viaje, poesía, ensayos y relatos. Tras su muerte, su madre y su abuela materna quemaron una gran parte de sus manuscritos. Aunque parezca increíble: 2 mujeres que intentaron borrar las huellas de otra mujer. Recién a fines de la década de los ochenta se empezó a rescatar del olvido.
1 comment
Mujeres adelantadas al Tiempo, no existe, …
Marcan Caminos todavía por escrutar, entender
Es probable que » el Arroyo no sea tan oscuro, cómo su Cauce»
Excelente Trabajo Cristina