Aplaudir, pero no tanto.

por Antonio Ostornol

Todas y todos quienes han tenido oportunidad de leer estas páginas recordarán mi insistencia casi majadera, pertinaz e infructuosa en la necesidad de recuperar el valor de la política en el sentido más digno y meritorio en las decisiones de cada día. Hoy termina el ciclo 2024 de las “Páginas marcadas” que recuperaremos en marzo. Y es gratificante hacerlo hablando de una noticia “en progreso”: la aprobación en sus primeros pasos de la reforma al sistema de pensiones de Chile, en base a un acuerdo de la comisión del trabajo del Senado de la República. No es un tema menor: se trata de la reforma más significativa desde el gobierno de Michelle Bachelet que instaló la PGU (Pensión Garantizada Universal) y que luego mejoró y profundizó Sebastián Piñera. Esta historia de más de una década de discusiones solo había logrado eternizar –como una maldición- un sistema que, después de 40 años de existencia, les ofrecía a los chilenos pensiones absoluta y completamente insuficientes. Más allá del resultado mismo de los acuerdos, hay al menos un logro que es de gran magnitud: por fin los parlamentarios, cara visible del sistema político, logran un consenso mínimo en torno a un tema sobre el cual hay posiciones ideológicas muy contrapuestas y que habían trabado cualquier avance durante años. Hoy le proponen al país un cambio que responde –en la medida de lo posible, como habría dicho un ex presidente- a una necesidad imperiosa de la ciudadanía. Y eso amerita un gran aplauso.

Hay varios elementos de esta reforma que ameritarían estos aplausos. Voy a enumerar los más evidentes para no repetir lo que se ha dicho ya muchas veces: uno, se aumenta la PGU mejorando la condición actual de muchísimos jubilados; dos, se instala un sistema de préstamo desde las cotizaciones nuevas para mejorar las actuales jubilaciones (algo así como un préstamo intergeneracional); tres, se instala un seguro social que, entre sus efectos más inmediatos, compensará las jubilaciones discriminadas de las mujeres; cuatro, se aumenta el ahorro previsional para el sistema pero con una diferencia sustancial: el aumento de este ya no será solo producto del esfuerzo de los trabajadores sino que a él concurrirán los empresarios; quinto, se introduce (y en esto hago un acto de fe pública porque no entiendo muy bien cómo funciona) un factor que aumenta la competencia entre las AFP´s y, por lo tanto, el efecto esperado debiera ser una baja en el precio de las comisiones que pagan los trabajadores. Estos últimos cambios se producirán en el largo plazo, hablamos de 30 o 40 años más, tiempo en que el sistema otorgará mejores pensiones que las actuales. También, se supone, debieran atenuarse algunos efectos negativos derivados del precario mercado laboral chileno, al cubrir los períodos de cesantía, las lagunas en el empleo y la informalidad.

Hay dos temas adicionales que, creo, son también relevantes. El primero de ellos tiene que ver con el desfonde de los ahorros que se produjo con los retiros de las AFP´s (los diputados y senadores que aprobaron esos retiros, ¿pagarán alguna vez la cuenta?). El ahorro previsional pareciera haber sido el principal sustento del vigoroso mercado de capitales que tenía Chile. Según dicen los economistas, la administración de esos ahorros forzosos de los chilenos permitía, por ejemplo, disponer de créditos hipotecarios más baratos, mayores facilidades para la compra de viviendas, más actividad de la construcción y, por lo tanto, más crecimiento económico. Me imagino que posiblemente financiaba muchos otros proyectos empresariales. Y, en segundo término, el aumento del ahorro para la previsión que llegaría al parecer a un 18,5% de la remuneración, pero con el aporte patronal (que no existía) financiándolo, se ubica en torno a las tasas de antaño y, al parecer, cerca de las tasas comparables en el resto del mundo. 

Hay que reconocer, para hacer justicia a la discusión, que con esta reforma no se logra terminar con el sistema de aseguradoras de fondos. O sea, esta reforma no permite que se haga realidad la consigna de “No + AFP´s”. Ellas continúan, pero se incorporan elementos de solidaridad. Es decir, si uno evalúa sin apasionamiento desmedido (no tengo nada contra las pasiones sino contra lo desmedido), hay que reconocer que el sistema previsional chileno comienza a parecerse a uno mixto de seguridad social. Esta realidad explica que algunas figuras insignes de la oposición (desde candidatas hasta ciertos outsiders) se muestren reticentes e incluso francamente opuestos a su concreción. Esta realidad explica también que aquellos casados de por vida en la lucha contra las AFP´s tampoco hayan quedado conformes e, incluso, puede que se sientan hasta algo traicionados por el gobierno. O por la ministra Jara. O por el ministro Marcel. O por el propio presidente Boric. Son los que no aplauden o ariscan la nariz con un leve gesto de asco. 

Y todos estos reticentes a los aplausos pareciera que no entienden que el hecho clave es que hay un acuerdo, que las pensiones actuales subirán algo, que las aseguradoras de fondos se mantienen, aunque el sistema ya no es un monopolio exclusivo, que los empleadores tendrán que contribuir a la seguridad social y esta no será responsabilidad solo de los trabajadores. En fin, si no hubiese habido ninguna concesión a las variables de solidaridad en el sistema ni se hubiese modificado en algo el individualismo egoísta que tanto promovieron las AFP´s a través de sus campañas publicitarias espurias, estaríamos hablando de una imposición de la derecha. Si, por el contrario, hoy estuviésemos anunciando la desintegración de las AFP´s, la instalación de una contribución enteramente complementaria a la capitalización individual administrada por el estado, o sea, algo así como un sistema de reparto, estaríamos hablando de una imposición de la izquierda. Y después de las largas y dolorosas historias que hemos vivido (UP, golpe de estado, estallido social, plebiscitos 1 y 2) es difícil creer que no hayamos aprendido que muchas veces es mejor un mal acuerdo que un conflicto que desangra.

Ojalá que aquellos que no aplauden tanto o que, lisa y llanamente disparan con todo sobre el acuerdo, sean minoritarios y esta reforma pueda cerrarse de una vez. Si es así, quedará en la memoria como un gran acto cívico y republicano, comparable con el acuerdo para la realización del plebiscito constitucional. Un acuerdo para abordar un tema que afecta a miles de ciudadanos y mejora en alguna medida su situación es un triunfo del sistema político. Y mi esperanza sería que se pueda avanzar de esta forma en tantos otros temas (seguridad, salud, educación, medio ambiente, al menos), respetando y expresando las diferencias, pero aplaudiendo las soluciones pactadas en oposición a las impuestas. 

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1 comment

Ximena enero 24, 2025 - 12:47 pm

Totalmente de acuerdo

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