He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura,
histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles…
Aullidos.
Allen Ginsberg.
Poesía y Dictadura
En época de recuerdos y evocaciones cabe hacer notar que la dictadura estuvo marcada por la muerte de dos grandes poetas. En sus inicios, el 23 de Setiembre de 1973, fallece el Premio Nobel Pablo Neruda. Las razones de su deceso aún están en duda, sin embargo, hay consenso respecto de su calidad lírica. Octavio Paz, con quien lo distancian kilómetros ideológicos, sostiene que es el más grande poeta de habla hispana del siglo XX.
A fines de la noche autoritaria, el 10 de Julio de 1988, muere Enrique Lihn, personaje icónico en el ámbito cultural chileno. Con una creatividad desbordante produce su primera obra a los veinte años de edad, “Nada se escurre”, tres años después incursiona en el ensayo con su: “Introducción a la poesía de Nicanor Parra” Durante ese tiempo, participa en la creación del collage “Quebrantahuesos” en compañía de Alejandro Jodorowsky, Nicanor Parra, Luis Oyarzún y Jorge Berti. Para ese entonces, su carrera se perfila como uno de los grandes autores de la época.
Entre nerudianos y lihinianos, la poesía chilena va armando sus tribus. Los parrianos comienzan a tomarse sus espacios, los seguidores de Zurita y Juan Luis Martínez hacen oír su voz y aparecen los fanáticos de Gonzalo Rojas, Humberto Díaz Casanueva y los láricos de Teillier. Las feministas reivindican a la Mistral y Stella Díaz Varín, emociona a la pléyade.
En 1976, en una pieza de la SECH, se forma la Unión de Escritores Jóvenes, la que al corto plazo es tratada de organismo de fachada del comunismo internacional por El Mercurio.
Como lo recuerda el poeta Pablo Poblete (Teodoro Cassua) que hoy vive en Canadá:
“La UEJ se crea y toma forma por la necesidad de defender el derecho de expresar libremente la poesía en forma pública y no en una escritura de catacumbas, clandestina. Este aspecto fue y es una de las originalidades de nuestro movimiento en comparación a otros movimientos de resistencia en otras dictaduras…
Muchos de esos poetas jóvenes de los 70-80 son rescatados por el libro “Poesía universitaria. Instituto Pedagógica Universidad de Chile. Pabellón J” Editado por Septiembre Editores y ahí nos encontramos con Pedro Humire, Leopoldo Terán, Bárbara Délano y Paula Durán.
Aquellas cabezas de la generación
Toda generación tiene su aullido, como dijera alguna vez Ginsberg. La de los nacidos entre el 45 y el 60 debió acostumbrarse a ir al cementerio cuando comenzaba a vivir. Entre el funeral de Neruda y el de Lihn, pierde de manera trágica a algunos de sus representantes.
1980
El primero en irse fue Armando Rubio (1955-1980), considerado una figura simbólica de los que nacieron en los 50/60. Hijo y padre de poetas (Alberto y Rafael) comienza a escribir a los 9 años, emulando a Gabriela Mistral y con el paso de los años, su obra recibe la influencia de César Vallejo.
En un país donde hay más poetas que lectores de poesía, la obra de Rubio destaca en publicaciones como las revistas Atenea, Andrés Bello, La Bicicleta y en las antologías juveniles Ganymedes/6 y Poesía para el camino, de la Unión de Escritores Jóvenes. En 1978 integra el taller «Altazor», a cargo del poeta Miguel Arteche y, ese mismo año, su poesía fue premiada en un concurso literario organizado por la Agrupación Cultural Universitaria. Rubio, muere de un accidente cuando cae de un 4to piso a escasas cuadras de la Plaza Italia. Lo anterior resulta sintomático para un poeta que se define urbano.
En su “Confesionario” dice:
Soy bestia umbilical, delgada y andariega/con un aire de pájaro en la calle.
Atado a los semáforos/por ley irrevocable/Suelo ser atacado por mis hábitos/y por los vendedores ambulantes/que me auscultan la cara/de bar destartalado y decadente.
Amo a la ciudad más que a nadie: las calles y edificios/noches pobladas de mamíferos domésticos y astutos, que transitan por bares/y beben, y comen, y se ríen, y se ríen, y se mueren.
Soy bestia siempre en celo, pájaro individual, enfermo.
Rubio nos presenta a su hablante lírico citadino, atado a los semáforos, instalado en la capital de Chile, una capital en dictadura donde se le ve caminando, escabullendo el toque de queda y saltando las rejas de la torre Entel en momentos en que nadie puede caminar ni saltar. Su muerte produjo una auténtica conmoción entre los escritores chilenos. Jorge Teillier, en una nota aparecida en El Mercurio el 13 de diciembre de 1980, una semana después de la tragedia, comparó al joven poeta con un ángel protector: «La llama viva que era Armando se encenderá cada vez que lo recordemos o leamos quienes tuvimos el privilegio de ser sus amigos en su breve tránsito terrestre«.
Autor de muchos poemas y cuentos, su poema “Isidora”, es emblemático de ese tiempo.
Isadora Duncan baila/en un café de París/y un soldado arroja/ la primera granada del catorce/Aún se disputan la Tierra los hombres/y renacen/sordos clamores imperiales/Con buen ojo el fabricante/arroja al mercado soldados de plomo/y el cielo se puebla de pájaros extraños/y se incendia el mar en artificios.
1981.
Un año después, cuando aún se escuchan los aullidos por la muerte de Rubio, el diario informa que, en el día de su cumpleaños, el poeta Rodrigo Lira, (1949-1981) llena con agua la tina de su departamento en Avenida Grecia y corta su cuerpo en diversas partes, provocándose la muerte.
Lira escribió sus poemas en los años 1970 y la mayoría de ellos corresponden al periodo entre 1977 y 1981. Sus versos circularon, principalmente, en fotocopias que el mismo autor repartía. Estas copias y los recitales fueron la forma más común de difundir su trabajo. En 1979 su poema 4 tres cientos sesenta y cincos y un 366 de onces obtuvo el primer lugar del concurso organizado por La Bicicleta y salió en el número 6, de marzo-abril de 1980, de esa revista. Formaban parte del jurado Enrique Lihn y Raúl Zurita, entre otros escritores.
4 tres cientos sesenta y cincos y un 366 de onces
“dada la continuidad de ausencia de tibieza/considerando la permanencia de las carencias y/las ansiedades que se perpetran cotidianamente/ y el frío sobre todo en especial y solo/o el frío completo en salchicha con mayonesa viscosa seminal y estéril/la sábana sucia que cubre monstruosos ayuntamientos/la escasez de radiación solar”
Como se observa, el hablante se refiere a un mundo angustiante, que lo hace decir que la poesía terminó conmigo. Compañero del Verbo Divino de Sebastián Piñera, ex alumno de la Escuela Militar, Lira realiza sus performances rupturistas en lecturas de la época. Tiene esquizofrenia, es melómano, dibujante cesante e incomprendido, aparece en el programa ¿Cuánto vale el show? representando a Otelo y se propone ser el jardinero del Pedagógico.
En 1983, se publica: “Proyecto de obras completas” de Rodrigo Lira, en dicho texto, Enrique Lihn, escribe:
“Si el objeto de la poesía no fuera el de consolarnos y hacernos soñar, sino el de desconsolarnos, manteniéndonos desvelados, Rodrigo Lira tendría el lugar que le reservamos en el Olimpo subterráneo de la poesía chilena, antes que en el escenario de la reconciliación”.
1988
El país camina lentamente, se vuelve cada día más tedioso y el apagón cultural nos invade a diario. Cada uno tiene derecho a su elipsis, dirá Mishima.
Los poetas jóvenes se reúnen y leen, casi clandestinamente, sus textos. Se crean distintos talleres, entre ellos, La botica con Bárbara Délano, el grupo Polifemo con Tirso Troncoso y, a fines de 1977 comienzos de 1978, se funda el “Taller Santiago de Poesía” con Pablo Poblete, Gregory Cohen, Juan José Cabezón Puig y Leonardo Infante, quienes intentan explorar otras formas de poesía integrándose a expresiones diversas, tales como la fotografía, la teatralidad, oral, el grafismo, lo gestual, la escenografía de nuestras lecturas. Fue un grupo experimental, intentando abrir otros caminos creativos, explorando fundamentalmente lo formal de nuestra poesía que estuvieran más de acuerdo con la realidad que vivíamos.
En el libro del Pabellón J, se presentan diciendo que: “Por efecto que produce este deglutir nervioso y desordenado, es natural, que después de un tiempo, las náuseas y el agotamiento natural hagan presa del hombre que crea algún objeto de arte.”
Parte de este taller era Juan José Cabezón, (1954-1988) joven diagramador que muere una noche, cuando manejaba su Citroneta, que lo llevaba a trabajar a alguno de los suplementos de El Mercurio. El accidente ocurre, un mes antes de la muerte de Lihn.
En uno de sus poemas declara: “Me gusta herir la tierra en la humedad/cuando salen gusanos como sangre/ cuando encuentro raíces como venas/y piedras orgánicas.”
El texto nos presenta un mundo desencajado con el dolor de vivir y compartir con espectros que aparecen como gusanos hecho sangres y piedras vegetales. ¿Alguno de los jóvenes de esa generación, no se siente conviviendo con esos espectros y subsistiendo con ese estado de la cuestión?
El texto de Ginsberg se publica a mediados de los 50, el mismo año que nacen muchos de los poetas de esa generación que, más allá de diferencias epocales, tuvieron su aullido en un lejano y pequeño país.
2 comments
Hermosa reseña de los jóvenes poetas de los setenta. Un merecido homenaje a Armando Rubio, Bárbara Délano y Rodrigo Lira. Punto aparte: qué parecido hay entre Francisco Zañartu y Allen Ginsberg.
Gracias Coke…. la verdad primera vez que me encuentran parecido a Ginsberg