Caravaggio, el pintor del claroscuro.

por Tomás Vio Alliende

El excepcional artista italiano fue un precursor de las artes visuales con un estilo Barroco decisivo, donde jugó con sombras y luces, vida, muerte. La belleza de sus trazos y una manera distinta de mirar el arte construyeron una obra que ha traspasado las barreras del tiempo.

Mi primer acercamiento a Caravaggio (1571 – 1610) fue a través de un libro que me prestaron para hacer una nota en un suplemento cultural, de inmediato me sorprendió la depurada técnica del pintor para retratar la figura humana y su manera de manejar el claroscuro, la luz y la sombra en sus composiciones. Su estilo fue decisivo dentro del Barroco, convirtiendo figuras religiosas en viajantes dentro de lo oscuro y haces de luz. Se lo identificó con un movimiento llamado tenebrista por su acercamiento a la cultura de la tortura y la muerte. El pintor italiano era un adorador de la belleza y de la trasmisión de emociones en todas sus formas que trabajaba muy rápido con modelos al natural, sin bocetos, directamente sobre el lienzo. Su influencia fue fundamental para maestros como Paul Rubens, Diego Velázquez, José de Ribera y muchos otros más a los que llamaban caravaggistas o tenebristas. Posteriormente al pintor se le dejó de lado porque a pesar de haber influido en el claroscuro, el Barroco postergo su fuerza psicológica en las pinturas. Fue en el siglo XX cuando renació el interés en el artista, después que un historiador de arte afirmara que Caravaggio era el forjador de la pintura moderna. Cierto o no, su complejidad ha sido debatida en numerosas conversaciones. Incluso hoy en día existen cerca de 80 obras que han sido catalogadas como propias del artista y existen otras tantas que se le atribuyen.

Quiero comentar la obra “Juan Bautista”, que se encuentra en el Museo del Tesoro Catedrálico de Toledo, España, donde el artista muestra al protagonista como un joven solitario que según el Evangelio de San Lucas “Se alejó a los desiertos hasta el día que se manifestó al Pueblo de Israel”. En la pintura, aparece un adolescente sobre un campo verde, entre cañas y uvas, con un bastón simbolizando su misión y con una oveja a sus pies. Se le atribuye a que el pintor la hizo en 1598, pero no existe certeza. Hay varios puntos en disputa, pero a mi modo de ver, la obra pertenece al italiano por la manera en que maneja los tonos de luz, el claroscuro, la expresión del rostro del pastorcillo y la sutileza como retrata a la oveja que se encuentra a los pies del adolescente. Hay cierta impavidez en la cara de Juan. Nada es verdaderamente grave, nada es verdaderamente eterno. Las hojas de parra al fondo, casi pegadas a la muralla, aparecen como el complemento real y perfecto para esta obra.

Se dice que el cuadro pertenece a Caravaggio porque el pintor siempre fue de la idea de pintar a un Juan Bautista joven, sin seguir la tradición pictórica imperante donde siempre se le veía acompañado de su madre Isabel, su tía María y su primo Jesús, mientras los dos eran unos niños. Otras veces, la mayoría, se ve pintado como un adulto que bautiza a Cristo. Tanto Leonardo da Vinci como otros pintores retrataron el mismo tema utilizando el modelo del pintor italiano. Esta última opción, era la visión particular de Caravaggio que se impuso con el paso del tiempo.

La vida personal de Caravaggio da para una novela o película (se han hecho varias), pero es la obra la que se desdobla, la que permanece y queda en la retina. Existe un orden, un método, una potencia psicológica difícil de traspasar que penetra en cada uno de sus cuadros. Es como decir aquí empieza la historia o termina otra, salir del agua y respirar aire puro, una vez que todo el cuerpo estuvo dentro de un océano magnífico. La pintura del artista italiano es algo así, parte de una dimensión absolutamente irresistible, donde el tiempo deja de avanzar y se queda en expresiones, miradas, sensaciones.

Trato de acordarme de ese artículo que debo haber escrito en 2003 o 2004 y solo veo los cuadros del italiano, la febril mirada prolijamente trazada de los protagonistas de las obras. No pude quedarme con el increíble libro del artista que me pasaron para la nota, pero todavía tengo un poco de memoria para recordar en mi cabeza las láminas en papel cuché de ese texto que construyeron la obra completa de Caravaggio, posiblemente el mejor artista plástico de todos los tiempos.

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