La recompensa del joven científico es la excitación y emoción que se siente al ser la primera persona en la historia en ver o entender una cosa nueva. Nada puede compararse a esa experiencia. La recompensa del viejo científico es la sensación de haber visto evolucionar un boceto hasta convertirse en un paisaje magistral (Cecilia Payne-Gapokschin)
Esta semana vuelvo a incursionar en una notable historia de otra mujer científica rescatada del olvido tras su dura lucha por ser aceptada y valorada por la sociedad y la academia. Investigando sobre Cecilia Payne-Gapokschin leí la leyenda de Zeus que cuenta como se enamoró de la ninfa Calisto y que fruto de su unión nació un niño: Arcas. Hera, su esposa, producto de los celos y la ira, convirtió a Calisto en osa para vengarse de aquella traición y afrenta. Años más tarde el joven Arcas casi mata a su madre en una cacería y con la intención de evitar que eso pudiera volver a suceder, Zeus los lanzó al cielo colocándolos entre las estrellas y formando las constelaciones más famosas del universo: La Osa Mayor y la Osa Menor. Dejando de lado las leyendas y su hermosura simbólica, no me es difícil entender la fascinación que provoca en muchos, también en mí, la astronomía.
Pero, todavía a principios del siglo XX los científicos creían que la composición de las estrellas era similar a la de la tierra. Esto terminó cuando Cecilia Payne-Gaposchkin, una joven astrónoma de 25 años descubrió que el sol (las estrellas) se componía básicamente de hidrógeno y helio.
Cecilia, había nacido en Inglaterra junto con el cambio de siglo, en 1900 y desde que cuando niña vio un cometa dejando su estela en el cielo, la astronomía fue una especie de amor a primera vista. A partir de entonces decidió que quería saber más sobre esos fenómenos y a los 19 años, dadas sus grandes aptitudes académicas, consiguió una beca para estudiar en Newnham College, institución dependiente de Cambridge. Aunque inició sus estudios centrándose en la botánica, física y química, a poco andar su interés la condujo a la astronomía. Cecilia completó brillantemente sus estudios, pero no le dieron el grado correspondiente debido a que Cambridge no entregaba título alguno a las mujeres, aunque superasen todos sus estudios. Por más que hoy nos parezca increíble, la Universidad de Cambridge recién aceptó otorgar títulos a mujeres a partir de 1948, con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial.
La única opción que entonces tenía en Inglaterra era ser profesora, pero Cecilia se apasionaba por la investigación y se esforzó para trasladarse a estudiar en Estados Unidos y tras mucho buscar obtuvo una beca que le permitió estudiar en el Harvard College Observatory en 1923, convirtiéndose en la segunda estudiante de ese programa.
Cecilia Payne-Gaposchkin fue una de las grandes astrónomas de la historia y la primera en determinar de qué se componen las estrellas.
Su tesis doctoral Stellar Atmospheres: a contribution to the observational study of high temperature in the reversing layes of the stars, según los astrónomos Otto Struve y Velta Zeberg, es “la mejor tesis de astronomía de la Historia”. Con esta tesis, Cecilia se convirtió en la primera persona que consiguió un doctorado en la Radcliffe University, parte de la Harvard University. El trabajo de Cecilia revolucionó la astronomía. Cecilia determinó temperaturas estelares y concentraciones químicas de las estrellas y llegó a la conclusión de que el helio, y especialmente el hidrógeno, eran los componentes principales presentes en las estrellas. Aunque astrónomos notables como Norris Russell calificaron en un principio, de errónea esta conclusión, años más tarde, a la luz de nuevos experimentos, cambiaron de idea e incluso algunos intentaron apropiarse del mérito del descubrimiento de Cecilia.
Entre 1927 y 1938 siguió trabajando en la Harvard University, desarrollando estudios sobre la luminosidad de las estrellas, pero solo en el cargo de asistente técnica del director, sin que le otorgara un puesto oficial y con un bajo salario. «Esto se debía a los puntos de vista misóginos del presidente de Harvard, Abbott Lowell, quien se negó a nombrarla y juró que nunca ascendería a una cátedra de Harvard mientras él estuviera vivo«, escribió Amy Davy, curadora del museo de Ciencia de Londres. Recién en 1938, cuando asumió un nuevo director, pudo conseguir el título de “astrónoma” (13 años después de su descubrimiento).
«Esto se debía a los puntos de vista misóginos del presidente de Harvard, Abbott Lowell, quien se negó a nombrarla y juró que nunca ascendería a una cátedra de Harvard mientras él estuviera vivo», escribió Amy Davy
En paralelo, Sergei Illarionovich Gaposchkin, un astrónomo ucraniano, radicado en Alemania y que tuvo que trabajar arduamente para convertirse en astrónomo mientras cumplía con el servicio militar, escribía una tesis doctoral sobre las estrellas binarias eclipsantes, en la cual citaba y destacaba su admiración por Cecilia Payne. Corría el año 1933 y, como tantos otros en Alemania, perdió su trabajo en el Observatorio de Babelsberg. Sergei no podía retornar a Rusia porque probablemente lo considerarían espía alemán y entonces se enteró que Cecilia participaría en la reunión de la Astronomische Gesellschaft, en Gotinga. Junto con escribirle una carta, recorrió 240 kilómetros en bicicleta para entregársela en persona. Sergei pensaba que Cecilia era una encantadora anciana, pero se encontró a una mujer joven y bonita, aunque triste.
Cecilia había perdido a su amiga Adelaide Ames, compañera en el Observatorio, en un trágico accidente. Había viajado a Europa para cambiar de aires y distraerse de su pena cuando Sergei la abordó. Algo sucedió entre ambos y Cecilia al enterarse de la situación de Sergei volvió a Estados Unidos y convenció al director del Observatorio de admitir a Sergei, consiguiendo de paso, que Estados Unidos aceptara la entrada del ruso, aunque no tuviera la nacionalidad.
Así, ella se convirtió en su supervisora en el Observatorio y una de las pocas personas con las que Sergei, que no dominaba todavía el inglés, podía hablar en alemán. Y entre platica y plática, se enamoraron y a los tres meses se casaron, provocando gran sorpresa en su entorno que nunca notó que algo sucedía entre ellos.
La carrera de Cecilia siguió en ascenso, en 1943 fue elegida miembro del American Acapláticademy of Arts and Sciences y en 1956 pasó a ser la primera mujer profesora asociada en Harvard. Años después se convertiría en la primera directora de departamento de dicha universidad. Se retiró de la enseñanza en 1966 y posteriormente se fue a trabajar al Smithsonian Astrophysical Observatory. A pesar de sus éxitos, su salario siempre fue inferior al de sus colegas masculinos.
La propia Payne se describió a sí misma como «una rebelde contra el rol femenino» y declaró que su verdadera rebelión «estaba en contra de ser pensada y tratada como inferior».
Su carrera científica le aportó reconocimientos importantes, como el Henry Norris Russell Prize de la American Astronomical Society o la denominación del Asteroide 2039 con el nombre de Payne-Gaposchkin.
Además de una gran astrónoma, fue una gran luchadora contra la discriminación hacia las mujeres, se convirtió en la llave del cambio de la Harvard University y en una inspiración para miles de grandes mujeres científicas.
«Su carrera es un recordatorio aleccionador de que la razón por la que no había más mujeres científicas en la historia no se debía a la falta de talento o pasión, sino a la misoginia sistemática de la sociedad», Amy Davy, curadora del Museo de Ciencia de Londres.
«El trabajo de Cecilia Payne fue innegablemente importante para nuestra comprensión de las estrellas y la astronomía. Sin embargo, debido a su género, tuvo que trabajar mucho más para luchar por el reconocimiento que merecía».
Sin embargo, su trabajo más curioso en el campo de las estrellas lo realizó en 1975. A raíz de la publicación de una foto de una supernova llamada Casiopea A en la revista Scientific American, bella imagen lograda con rayos X por investigadores del MIT, un amigo de Payne, John R. Whitman, tuvo la idea de recrear la imagen en papel, para lo cual usó el ordenador civil más potente que existía. A continuación, determinaron los diferentes colores según el original y los hilos disponibles. Una vez hecho esto, Whitman le propuso a Payne que la bordara en punto de cruz. La científica, que ya estaba jubilada, aceptó. Un año después, con la misma paciencia que empleó para descubrir los secretos de las estrellas, la supernova Casiopea A estaba terminada. Tres años más tarde, en 1979, Payne falleció en Estados Unidos.
El legado de Cecilia Payne se guarda en el Archivo de la Universidad de Cambridge. Entre los documentos que se conservan está el bordado de Casiopea, así como las instrucciones para hacer el patrón del dibujo, la muestra y el acabado final. También se guardan los hilos que se emplearon junto con libros, escritos y cartas. Estas últimas no se podrán abrir hasta dentro de varias décadas. Cuando se cumplan los 80 años de su muerte.