Cine y literatura: una discusión innecesaria

por Francisco J. Zañartu. G

                                     “Es preferible filmar libros mediocres que
                                      obras maestras.”

                                                 Alfred Hitchcock

Uno que otro mito.

La relación entre el cine y la literatura siempre ha sido de amor odio y llena de mitos.
Los escritores no se sienten representados por las obras fílmicas de sus relatos y los cineastas se vanaglorian de haber popularizado obras que nadie conocía. El caso más emblemático de aquellas discusiones fue la ocurrida con Anthony Burgess (1917 – 1993) que no le habló más a Stanley Kubrick (1928 – 1999) luego de ver la versión fílmica de “La naranja mecánica”, donde, entre otras cosas, se elimina un capítulo. En Chile, uno de los mitos más enraizados en los seguidores del séptimo arte, es que Raúl Ruíz (1941-2011) no leyó Palomita Blanca de Enrique Lafourcade (1927-2019) cuando la filmó. Sólo le pidió a uno de sus colaboradores que se la resumiera. 

  La literatura proporciona una fuente inagotable de inspiración para los cineastas, ya que les permite explorar historias, personajes y temáticas que han sido previamente desarrolladas en la escritura. El trabajo con obras literarias es un fenómeno común que ha generado numerosas discusiones y análisis. Muchos son los teóricos que dicen que una película es sólo una interpretación de la obra literaria, donde se puede alterar el punto de vista, el personaje central, el contexto, etc.   La novela Coronación  de José Donoso (1924-1996), publicada en 1957 ha sido llevada al cine por el mexicano Sergio Olhovich (1976) y por el chileno Silvio Caiozzi (2000).  La historia en la novela de Donoso ocurre en los 50 y la cinta de Caiozzi en la segunda mitad de los 90.  

 Las obras literarias suelen contar con un desarrollo detallado de los personajes, lo que brinda a los directores la oportunidad de crear filmes con personajes complejos y multidimensionales. El cine, a diferencia de la literatura, combina 5 lenguajes (el oral, el acotacional, el visual, el gráfico, el auditivo, musical) Se diferencia el auditivo con el musical porque el primero tiene que ver con los ruidos – humanos o naturales – y el musical con las composiciones que aparecen en la cinta, sean estas partes de la historia o de la post – producción. Cada uno de estos lenguajes depende del director, de él o los actores, iluminadores, músicos, directores de arte, maquilladores, etc.  

 Está claro que el cine es una de las pocas artes que no son individuales sino colectivas tanto en su realización como en su recepción y su objetivo es tener una empatía con el público. De eso depende el éxito de una película. 

Uno de los trabajos audiovisuales con mejor recepción por parte del público es «El Señor de los Anillos», la trilogía de J.R.R. Tolkien (1892 – 1973) dirigida por Peter Jackson. (1961) Esta no solo fue un éxito de taquilla, sino que también revitalizó el interés en los libros y produjo un aumento significativo en las ventas de la obra literaria original. Lo mismo ocurrió hace más de 40 años con “El padrino” de Mario Puzo (1920 – 1999) dirigida por Francis Ford Coppola (1939) Por otro lado, tenemos casos como «Crimen y Castigo» de Fyodor Dostoevsky (1821 – 1881) cuya versión cinematográfica no logró, según los receptores, captar la complejidad psicológica del protagonista ni transmitir la profundidad filosófica de la novela. En Chile uno de los casos emblemáticos de obras literarias cuya transformación cinematográfica no fue considerada por el público es La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga, estrenada en 1971 por el director español Julio Coll Claramunt (1919 – 1993). 

Mientras se escriben estas líneas se difunde la información que Netflix estrena dos filmes sustentados en obras de la literatura latinoamericana –Pedro Páramo y Cien años de soledad – Habrá que ver cuánto interpretan esas lecturas de clásicos. 

La trasposición.

 Los cinéfilos han abandonado el concepto de adaptación y se refieren a este proceso como trasposición o transcripción, teniendo en cuenta el cambio de soporte que hay entre ambas obras. El cine no se sostiene en palabras sino en imágenes que muestran a alguien que dice esas palabras y como las dice, depende de ese alguien.

 El cine es tan autónomo como la literartura y por eso cuando se hace la transposición del lenguaje desde una obra literaria se rompe el esquema del significado de la obra y se muestra una interpretación diferente al original y se pierde el sentido fiel de la obra literaria. Las obras literarias, cuando son sometidas a una cinematografía, sufren cambios en su sentido literario y, si el espectador espera encontrar la traducción literal, probablemente se desilusione. La literalidad no es posible ya que ambos manejan lenguajes diferentes. 

 El cine tiene su propia forma de narrar historias, lo que hace que muchas películas se basen en guiones originales. Desde los inicios del cine, grandes escritores han colaborado en los guiones cinematofráficos. En 1914, el escritor italiano Gabriele D’Annunzio ewcribió el argumento para Cabiria, en la que había combates navales, erupciones de volcanes y numerosos ejércitos atravesando los Alpes. En Estados Unidos escritores importantes han escrito para el cine. Incluso el famoso premio Nobel William Faulkner. En Latinoamérica otro premio Nobel, el colombiano Gabriel García Márquez, además de sus novelas, escribió argumentos para el cine. En Chile, Donoso trabajaba con Caiozzi en sus guiones.

 No todas las obras literarias pueden ser transpuestas al cine o por lo menos sinque haya que hacerles ciertasa modificaciones. En el cine hacer una transposición corresponde a la construcción de una nueva obra, inspirada en un libro. Por esto discutir si es mejor el libro o la película es una discusión vana, es como pelear si es mejor la película o el ballet de Romeo y Julieta.

Esa inoficiosa discusión nos recuerda uno de los artefactos de Nicanor Parra que dice: 

“- ¿Leíste la crítica de la razón pura

  –No, pero vi la película.”

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