Con una confianza muy superior al 50% en recientes estudios de opinión pública y un liderazgo de códigos cercanos a la ciudadanía que lo respaldó como el presidente más joven y más votado de la historia -rompiendo así las tradicionales distancias que impone el poder-, el presidente electo Gabriel Boric se enfrenta a un sistema mediático que representa intereses de propiedad en su mayoría adversos a sus ideas políticas y operan en la inmediatez que, lejos de administrar dosificadamente los tiempos de la realidad, pretende resolverla de inmediato, a su amaño y respondiendo a inquietudes discrecionales, que se hacen pasar como de interés público ciudadano…
Tiempo y poder
Una clave fundamental para la comunicación eficaz de la administración Boric radica en comprender que tanto el respaldo y la confianza ciudadana van de la mano y que, si se pierde el orden y el control de la agenda propia, inmediatamente comenzará el declive de sus niveles de credibilidad y apoyo (cuestión sabida, esperada y potenciada por sus adversarios en las élites de los campos político y económico, y en sus medios afines).
Para que las propuestas programáticas de cambios profundos se puedan materializar y se neutralice el intento de hacerlas fracasar o impedirlas por parte de la futura oposición, no basta con designar voceros sectoriales o hablarle fluidamente a periodistas o conductores de radio y TV (tampoco tomarse selfies con niñas o niños que visitan las afueras de su oficina transitoria).
Se trata de fortalecer este proceso de transformaciones democráticas asumiendo y comunicando toda su complejidad con el máximo control del tiempo en las temáticas a divulgar. Un factor cada vez más subjetivo y que distancia a los medios de comunicación de la gente común y de la práctica política deliberativa, que suele ser mucho más lenta. Requiriendo jerarquizar sus urgencias, para que se comprendan dichos cambios y no fracasen, alcanzando un valor orientador para una ciudadanía más informada y participativa, que espera el cumplimiento de lo prometido y así no decepcionarse.
Hechos alternativos, expertos, fake news y caos
El efecto del descontrol en el tratamiento de los temas es el surgimiento de múltiples y simultáneos focos de rumores y la construcción de polémicas desde la contingencia. Esto, gracias al rol de un número creciente de expertos y de agentes políticos o actores sociales ajenos al Gobierno, especulando y recomendando rumbos de acción sobre problemas que –en gran medida- no están destinados a potenciar su gestión e imagen, ni responden a sus prioridades originales en tiempos racionales, sino a visibilizar a los propios entrevistados para instalarlos como voces especializadas.
Como consecuencia, este factor acrecienta la entropía o caos y obliga a reemplazar los ejes de su agenda por una espiral de acciones de estímulo y respuesta, sin poder priorizar lógicamente su administración ni transmitir seguridad a la ciudadanía, sino la permanente imagen de réplicas improvisadas.
Por lo tanto, clarificar las fronteras de las distintas oposiciones a enfrentar también se instala como una urgencia estratégica, incluyendo sus diversos tipos de aliados potenciales. Ya se están gestando tácticas para “apretar” los tiempos de su administración con anuncios como el gabinete alternativo que pretende levantar Renovación Nacional, con el fin de disectar todas las medidas que tome la administración Boric una vez asuma el poder y que se encamina en este mismo sentido.
Se trata de otra manera de provocar entropía con la consolidación de hechos alternativos que se desprenden de su propia acción política. Y en este sentido, calzan además las eventuales olas de fake news que se puedan levantar en redes sociales para incorporar el juego sucio como otro instrumento comunicativo al servicio del mismo propósito. Si fue el eje de campaña de sus adversarios, bien puede mantenerse como una conducta eficaz en derrumbar la confianza gubernamental lo más rápido posible.
Relato épico y ético de las agendas de cambio
El Presidente Boric debe propender a buscar el máximo control y alerta sobre cómo articular su agenda gubernamental respecto las agendas mediáticas amplias de asuntos públicos y la agenda política global. Los ejes de interés del Ejecutivo deberán tender a que estas agendas cuenten con actores clave como voces legitimadas. En este campo se juegan apoyos y confianzas sobre consideraciones de percepción y valoración social, ideas de cambio con una ciudadanía participativa e intereses fácticos resistentes en disputa.
Asentarse en la gobernabilidad discursiva a secas, como muletilla o concepto crítico abstracto sería un craso error, así como en las meras prácticas republicanas o razones de Estado (siempre difíciles de definir y de asimilar). En este plano hay dos conceptos que deberían ser inseparables la capacidad de conducir el Estado y el Gobierno: incentivar el desarrollo con índices crecientes de equidad como relato del cambio.
De allí deviene entonces el diseño de políticas públicas que hagan carne estas reformas institucionales, respaldadas no solo en la votación alcanzada, sino en la construcción de una agenda clara y la movilización de la opinión pública ciudadana (con inclusión participativa de las personas como agentes de un cambio cultural histórico).
Algo imposible de conseguir sin nuevas voces ciudadanas que visibilicen sus insatisfacciones y a las que se responda con mecanismos y plazos claros de respuesta para construir sentido y legitimidad de la agenda gubernamental: ¿Qué se hará en pensiones? ¿en derecho a la salud? ¿en inclusión y tratamiento de minorías, inmigración, pobreza? ¿en condiciones de precarización y flexibilización laboral, más reivindicaciones de trabajo digno? ¿evasión y elusión tributaria? ¿narcotráfico y marginalidad? ¿seguridad ciudadana en barrios? ¿conflictos étnicos y territoriales?…
En síntesis, la clásica dicotomía entre la “vieja agenda” de reivindicaciones redistributivas de riqueza y las “nuevas agendas” de condiciones sociales de identidades colectivas emergentes y sus derechos de reconocimiento. Mecanismos de participación en la construcción de políticas emergentes que definan y comuniquen claramente también cuáles serán las “no agendas” de la administración Boric, es decir, los temas que quedarán fuera de la discusión y por qué…
No hay que olvidar estas “no agendas” igual pueden ser temas de alto interés de los medios de comunicación y de sectores políticos de oposición que quieran rentabilizar sus ataques al futuro gobierno. Cuestión que obliga a su equipo estratégico y a su futuro gabinete a delimitar criterios de intensidad, extensión, calidad y secuencialidad de sus propuestas de cambio.
El Presidente Boric y su entorno tienen hoy una responsabilidad y una oportunidad históricas para materializar el proceso de cambios profundos en Chile –pese a no contar con mayoría en el Congreso, pero sí en la Convención Constitucional-; no obstante, bajo riesgo de transformarse en su “única oportunidad”.
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Budnizimo. Inteligente, lucido y certeri.