El reciente triunfo presidencial del candidato del pacto Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, abre una oportunidad de refundar en Chile un nuevo sistema integrado de medios públicos que permita enfrentar los altos niveles de concentración económica sectorial (prensa escrita, TV generalista y de pago, radio y hasta en empresas de telecomunicaciones). Salvo contadas excepciones, sus agendas hegemónicas asentadas en una narrativa neoliberal normalizada culturalmente han tendido a uniformar sus líneas editoriales y reducir el debate ciudadano en servicio de los intereses privados de sus dueños.
¿Planilla Excel o Televisión Pública?
Con una deuda nominal consolidada entre los años 2014 y 2020 asciende a $77.452 millones, poco menos de 100 millones de dólares, desde el año 2013 que Televisión Nacional de Chile no registraba utilidades financieras superiores a mil millones de pesos.
La actual administración -con Francisco Guijón en la dirección ejecutiva y Anita Holuigue presidiendo el directorio-, celebró obtener ganancias por $5.461millones entre enero y septiembre de este año, lo que permitió abonar a su deuda bancaria para recuperar el control de la propiedad de sus terrenos. Todo gracias al incremento de la inversión publicitaria respecto del 2020, derrumbada por la pandemia.
No obstante, la industria de TV generalista se prepara para un 2022 de fuerte contracción del gasto, debido al bajo crecimiento económico proyectado para el país y la pérdida de poder adquisitivo de las familias. Esto configuraría una próxima temporada compleja que quizá retrotraiga la señal estatal a una gestión deficitaria y con recambio de parte de sus máximos ejecutivos.
Con ganancias o sin ellas, Televisión Nacional ha resistido irse a la quiebra en los últimos años recurriendo al despido masivo de ¾ partes de su planta funcionaria, pasando de 1.600 trabajadores el 2017 a poco más de 400 este año. También recurriendo a actividades ajenas a su giro como medio de comunicación: arriendo de estacionamientos a una clínica privada, arriendo de uno de los edificios completos que dan forma a su complejo corporativo, arriendo de estudios a otros canales de TV y venta de terrenos subutilizados, principalmente.
Los brazos operativos actuales
TVN se mantiene como la tercera señal abierta más vista en el 2021 -cerca de Canal 13 que ocupa el cuarto lugar-, pero su oferta programática tiene escaso valor público diferenciado del resto de los canales e incluso es reducida en formatos y con muy bajo costo de pantalla para poder sostener la obtención de utilidades.
Fundamentalmente anclada en franjeados de lunes a viernes con noticieros, el matinal Buenos Días a Todos, La Jueza, repetición de teleseries de la época de oro de Vicente Sabatini a fines de los años 90 y la década del 2000, ficciones turcas y series bíblicas del canal evangélico brasileño TV Record. Los fines de semana mantienen programación de corte cultural magacín.
Lo anterior se complementa con la señal de noticias 24 Horas, una de las más vistas de la TV de pago y el canal digital NTV -de reciente creación-, con programas educativos infantiles subsidiados por el Consejo Nacional de Televisión (canal que escapa a la esencia de lo que internacionalmente se concibe como una señal cultural). Además, se relanzó su sitio TVNPlay como plataforma de contenidos on demand gratuitos para Chile y pagados para el exterior, y se mantiene en operaciones su señal internacional de pago TV Chile.
Crisis de sentido y de relato
Comprender la dimensión del desgaste del proyecto de TVN como canal de televisión pública remite primero a la binominalización de su directorio exclusivamente para políticos de la ex concertación (PS, PDC, PPD y eventualmente PR) y del bloque de derecha (RN, UDI más independientes afines). Esto produjo un cepo o bloqueo editorial que se mantiene hasta el día de hoy y que terminó haciendo de su pantalla –especialmente de su agenda país-, un espacio de repartición ecuánime de tiempos entre estos bloques y la inhibición del tratamiento de temas sociales complejos para los gobiernos de turno. De allí, al romper estas normas, se vivieron fuertes momentos de crisis o conflictos internos en cada una de sus tres décadas de autonomía.
Desde la implementación de la ley que le dio autonomía en 1992 y fijó su obligación de autofinanciarse en el mercado publicitario se trató de plasmar un modelo que funcionó en la primera década debido a la configuración duopólica de la TV abierta, donde Canal 13 y TVN hegemonizaban la oferta de contenidos relevantes, las audiencias e inversión publicitaria. Pero ya en los 2000 y más fuerte desde el 2010 se rompió la estructura de competencia con el fortalecimiento canales comerciales alternativos y con la venta de señales a grandes grupos económicos o a operadores transnacionales.
TVN, que para sacudirse el estigma del canal de la dictadura dio un fuerte giro a contenidos de excelencia, de corte periodístico, de debate y culturales en los 90, acompañando la transición democrática, debido en los 2000 en una señal que dejó de ser la plaza pública de los chilenos para transformarse en un mall. Fruto de estrategias y diagnósticos de sus directivos, se asumió que los chilenos se habían privatizado, que primaba el agobio, el deseo de desconexión y relajo frente a una realidad donde lo social y político se hizo lejano, bajo el prisma de una sociedad volcada al consumo y la aspiracionalidad.
Esta fue la forma en que la estación dinamitó su valor diferencial de marca para asemejarse cada vez más al resto de los canales privados, como meros cazadores de rating para obtener recursos en el mercado del avisaje. Un proceso que fue acompañado por la fragmentación creciente de las audiencias y la penetración de los nuevos medios digitales asociados a internet.
El relato de lo público se sustituyó por una agenda informativa y de entretención volcada a la personalización sensacionalista, similar al modelo de portadas de LUN y la cultura del famoseo o del neovedetismo de la farándula. El espacio de lo sociocultural o lo sociohistórico que primó en los 90 con un TVN como espejo de la realidad se desplazó en pro de contenidos light orientados a la búsqueda de rating: por ejemplo, la exaltación compulsiva de un relato periodístico dramatizado, de micro realidades, de casos impactantes sobre situaciones individuales, hiperexpuestas desde testimonios en medio del trauma vivido, generando revictimización y buscando la conmoción pública. Una manera burda y patológica de comprender el concepto de cercanía y empatía con los públicos y sus inquietudes.
De este modo, la telerrealidad y la realidad factual se entremezclaron para contaminar el modo de hacer televisión y cubrir la agenda periodística, restando dramáticamente recursos a espacios de producción documental o de reportajes de investigación periodística en profundidad. Pese a todo, el talento interno de TVN que se mantuvo hasta hace pocos años dentro del canal permitió destapar hechos relevantes de la agenda nacional como los abusos en la Iglesia Católica y especialmente el caso Karadima.
Un nuevo medio para un nuevo contexto ciudadanos y no solo de consumidores
Por su quehacer, TVN representa hoy un medio irrelevante y obsoleto, centralizado en una mínima e indiferenciada oferta de contenidos, secuestrado en el cuoteo político binominal de su directorio e inviable en su gestión económica pese a su jibarización. Sobre todo, si se propone invertir recursos en fortalecer una grilla de programas y espacios de excelencia en su producción y que aporten valor social, alejado del resto de los canales masivos comerciales.
Es un gigante en declive, descalzado del contexto país actual, en donde se apresta a asumir un nuevo gobierno fuertemente orientado a una agenda de derechos sociales y en medio del rediseño de su futura institucionalidad desde la Convención Constitucional. Un espacio de contingencia donde será clave el derecho a la comunicación y a la información ciudadana, sin los sesgos propios de una prensa escrita interesada en cuestionar la validez de este proceso, y de otros medios que defienden las agendas de sus grupos económicos controladores.
Lejos de desaparecer o entregarlo a su suerte, TVN también debería formar parte de esta nueva agenda institucional, en donde se debata su futuro carácter de gran plataforma de multimedios públicos, que permita asemejarse a experiencias relevantes de países del primer mundo.
Asistimos a un lento ocaso de la TV generalista de amplia masividad (inviable de financiar en un mercado publicitario crecientemente fragmentado y orientado a medios digitales), reemplazada por los consumos multiplataforma y que operan por demanda más que por oferta. Con audiencias ciudadanas auto determinadas, que requieren de medios de comunicación que asuman su vocación pública para acompañar a un país que realzará la relevancia de la descentralización y de las realidades regionales tanto como la Metropolitana.
Es así como este nuevo sistema de medios públicos debería aspirar a configurar una articulación de señales regionales y locales junto con la red nacional. También, llevar a la pantalla abierta su canal de noticias 24 Horas, fortalecer su canal educativo NTV y evaluar la creación de un canal cultural de alto estándar, incluso de esfuerzo binacional con otros países de la región, como el modelo público europeo del canal franco/alemán ARTE.
Pensarse como una multiplataforma pública implicaría también un robusto portal de contenidos de actualidad, debate y opinión (escritos, audiovisuales, podcast), así como evaluar la generación de señales de radio segmentadas que den cabida a crear nuevas audiencias. Y, por último, reunir también en su misma estructura los distintos espacios existentes hoy para la difusión del cine de ficción y documental nacional, así como de series y programas financiados desde el CNTV.
En síntesis, rescatar valores como la alteridad y la solidaridad, al tiempo que asumir su pérdida de rumbo o comprensión del entorno (de discurso editorial, de oferta programática, de audiencias e ingresos, de talento). Rescatar las señales e insumos necesarios para salirse del entorno de competencia del gremio de canales comerciales (ANATEL) y levantar los relatos de país que encarna el Chile que viene, con las expectativas que despierta en la vida cotidiana de las personas.
Reconfigurar del valor público en esta nueva plataforma multimedia pública desde la libertad editorial para confrontar a todos los poderes ante situaciones de abuso, de desamparo, de privilegios, se trate de políticos, empresarios, iglesias, corporaciones u otro tipo de organizaciones sectoriales. Ser garante social de las demandas de las nuevas audiencias ciudadanas, asumiendo las fracturas y traumas pasados, nunca bien entendidos como memoria histórica de ciudadanos más que consumidores. Un esfuerzo que debe ser financiado desde el Estado, salvo que la ingenuidad nos lleve a pensar de nuevo que estos desafíos son de interés para el mercado.