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Mis blancos huesos se harán polvo
como aquella semilla de la creación.
Mi cabeza ya no seguirá pensando
en un futuro esplendor.
Mis nervios finalmente se van a relajar
luego de tantos crímenes y castigos.
Mi sangre se evaporará como el vino
que alegraba las noches de invierno.
Mis ojos ya no podrán admirar
la belleza de un gesto amoroso.
Mis oídos quedarán sordos ante el clamor
de los jóvenes poetas.
Mi corazón que solía arder con gran pasión
dejará de latir junto a los vuestros.