Delie Rouge, Vera Zourof, Luz de Viana, Marta Vergara. Escritoras y feministas de principios del siglo XX.

por Cristina Wormull Chiorrini

“Mis observaciones” el primer libro escrito por Delie Rouge, seudónimo de Delia Rojas Garcés de White, fue reeditado hace pocos años y amplía el panorama de escritoras chilenas feministas de principios del siglo XX, que han sido postergadas y olvidades por la historia dado el compromiso vanguardista que en esos años tuvieron con ideas que en su época fueron, por lo bajo, un escándalo.

En la desafiante y estimulante indagación de nuestra historia encuentro a una serie de mujeres cuyos nombres poco o nada nos dicen a las generaciones de la segunda mitad del siglo XX y menos aún a los jóvenes del siglo XXI.

Son muchas, pero entre ellas quiero destacar algunas como Delie Rouge, seudónimo de Delia Rojas Garcés nacida en 1883, en las postrimerías del siglo XIX en Copiapó.  Una tremenda dramaturga y novelista pionera de la literatura feminista chilena. Una mujer de clase media, que tuvo que luchar por la sobrevivencia económica y autoeducarse.

Sus primeras incursiones literarias tratan temas sociales a los que ella clasificó como carentes de belleza y que compiló en un folleto al que dio el nombre de Mis observaciones y que publicó en 1915.   En el primer artículo incluido, al que tituló Relación que existe entre el divorcio y la educación de la mujer, habla claramente sobre la necesidad del acceso de la mujer a la educación y ya, en esos días, del imperativo de legislar y establecer una Ley de divorcio. En los artículos siguientes aborda problemas como el alcoholismo, la miseria y el analfabetismo, entre muchas otras carencias sociales no tan solo presentes en ese entonces, sino vigentes hasta el día de hoy.

“la mayoría de los hombres chilenos son dominantes y absolutistas, tienen la idea de que la mujer es muy inferior al hombre en inteligencia y ni siquiera le conceden el derecho de pensar” (Delie Rouge, en Mis observaciones)

Publicar Mis observaciones provocó un escándalo de proporciones en la sociedad de entonces que no dudó en clasificarla como librepensadora, amachada carente de la dulzura propia de la esencia femenina y carente de candor y virtud.  Todo lo contrario del ideal femenino de entonces. 

No bastándole con ello, Delia participó en la fundación del «Circulo de Lectura de Señoras» donde, a poco andar, fue invitada a leer algún artículo escrito por ella.  Tuvo la buena o mala idea, según del lado del que se mire, de elegir el capítulo o artículo llamado El Desarme Universal de su libro Helena que publicó algunos años después.   Éste que promovía el desarme mundial (hay que recordar que era el tiempo de post guerra), produjo un verdadero revuelo en la reunión y sumado a los apelativos que ya le habían endilgado, fue tratada de anarquista, subversiva, socialista y otros epítetos de esa laya que la prensa que cubrió el evento atacó duramente.  Nada de eso detuvo a Delie que siguió escribiendo y publicó un nuevo libro Los fracasados donde reiteraba la necesidad de que la mujer se emancipara, abogando por una educación menos superficial y reiterando su llamado al desarme para lograr la paz mundial.

«Para mí, la patria no es el gobierno, ni los ellos de guerra, sino el terruño con sus costumbres, su clima, sus aves, sus flores, todo lo bello, lo bueno lo malo que hay en el suelo donde una ha nacido, para mí, este mi pueblo donde nací, crecí, donde su magnífico clima me da la salud del cuerpo y del alma, es para mí más patria que todo Chile»

Sus escritos y convicciones, sumado a la frecuente exposición mediática provocaron que su marido se separara de ella y no contento con esto, le quitara a su hija yéndose a vivir fuera del país.  Este hecho le causó un profundo dolor que la acompañó el resto de su vida y que se plasma en casi todos sus libros posteriores:  Almas, Ramillete Silvestre, Apuntes de vacaciones, Dolor, Páginas íntimas Magda Aguilar y Repercusión del pasado.

Sin embargo, a pesar de mantener una guerra sin fin contra la crítica literaria que la silencia o en el mejor de los casos, la ataca y desprecia sin temor, ella es una de las primeras en integrarse al Movimiento Pro – Emancipación de las Mujeres de Chile (MENCH) en 1935, junto a activistas como Elena Caffarena, Gabriela Mandujano, Eulogia Román, Marta Vergara, María Ramírez, Domitila Ulloa y Olga Poblete.  Ahí se destacó por su permanente lucha por los derechos de la mujer, sobre todo por lograr su acceso a la cultura, pero nunca perdió de vista su otro gran objetivo en pro de lograr un desarme mundial por el que luchó denodadamente a través de su vida.  Tanto que, invitada a Estados Unidos por un grupo de mujeres pacifistas, éstas le otorgan el título de Benemérita de la Paz por su valentía al defender el desarme en tiempos en que actitudes como esa eran consideradas antipatriotas y conllevaban muchos riesgos, entre ellos, la cárcel. 

Esta fue su mayor causa, la que la acompañó hasta la muerte y que, junto a su obra literaria nos debería llevar a considerarla como una de las figuras importantes de la literatura chilena.

“Eduquen más a la mujer, eduquen al pueblo y reformarán el país. Solo en la educación está, en gran parte, el remedio de estos males”. Delie Rouge

Figura importante entre las escritoras de la época fue Vera Zouroff, seudónimo de Zoila Esmeralda Zenteno, también proveniente del norte de Chile ya que nació en Antofagasta en 1880. Vera Zouroff fue no solo escritora, sino novelista y corresponsal chilena.  Y a eso, hay que agregar que una audaz feminista que, algunos clasifican como perteneciente al denominado Feminismo aristocrático, entre las que se pueden mencionar también a Inés Echeverría (Iris), María Mercedes Vial, Teresa Wilms Montt, Mariana Cox, María Luisa Fernández y Ximena Morla Lynch, pero, sin embargo, otros la sitúan muy cercana a escritoras y ensayistas de orientación feminista liberal como Amanda Labarca, Elvira Santa Cruz Ossa y Delie Rouge.

A diferencia de Delie Rouge, Vera provenía de una familia acomodada que le permitió desde muy joven cultivar su gusto por la literatura y las artes escénicas.  Destacó así en el teatro y la poesía, y es considerada como una de las formadoras más importantes de recitadoras de poesía.  Entre sus alumnas, una de las más destacadas fue María Maluenda que, años después, sería ampliamente reconocida como actriz de teatro

Su primera novela fue Martha, pero no logró mucho éxito con ella.  Sin embargo, en la década de los 20 escribió ¡Liberación! su trabajo más controversial y por el que se hizo ampliamente conocida.

“Esa independencia económica que da el dinero ganado con su trabajo, permite a la mujer sentirse más dueña de sí misma, desde que no tiene que depender de otra persona; se dignifica ante sus propios ojos y así va adquiriendo la conciencia de su responsabilidad ante la vida y ante la sociedad”. (Vera Zouroff en Feminismo obrero, Cuadernos de Cultura Obrera editados por el Ministerio del Trabajo de Chile).

Como si lo anterior fuera poco, escribió en diversas publicaciones y fue editora de las Revista de las Américas y Mujeres de América donde incluyó ensayos y artículos sobre el pensamiento feminista de Hispanoamérica.  De esa etapa, se conserva en la Biblioteca Nacional Digital de Chile la carta manuscrita que le envió a Gabriela Mistral en 1949, agradeciéndole su apoyo en lograr publicar la revista.

Cuesta seleccionar solo algunas de las pioneras de principios del siglo pasado, pero entre ellas se encuentra Luz de Viana, seudónimo de Marta Villanueva Cárdenas, también nacida en las postrimerías del siglo XIX y que, como escritora, destacó tanto en la novela como en el cuento y con su primer libro No sirve la luna blanca, obtuvo el Premio Atenea de la Universidad de Concepción. Como escritora se la incluye en lo que se ha dado en llamar Escuela subjetivista, presente a través del siglo XX no solo entre las literatas chilenas, sino que en la novela contemporánea escrita por mujeres.   De características polímatas, fue también una destacada pintora integrante del grupo Montparnasse.

Su trabajo escritural se apartó de los cánones tradicionales de la novela femenina chilena, especialmente en La casa miraba al mar, pero como Vera Zourof, siempre ha sido catalogada como parte del feminismo aristocrático subversivo con un marcado tinte vanguardista en su literatura que se desarrolló en Chile y en Iberoamérica. Entre sus obras, además de la ya mencionada, se destaca la novela corta Frenesí y el libro de cuentos El licenciado Jabobo.

Como pintora, pudo desarrollarse cursando estudios en el taller de André Lothe y en Le Grand Chaumiére en París, y al regresar a Chile realizó una exposición individual en la Galería Bolt en Santiago y varias colectivas tanto en Chile como en Perú, entre las que vale mencionar la del Grupo Montparnasse 50 años en Santiago el año 1975.

“sus desnudos fantasmales y de planimétrica factura, se desvanecen en esos esfumados que evitan recortes rotundos. Es un arte que sintió el llamado de la abstracción, pero nunca prescindió de la representación bien estudiada”. Ricardo Bindis, en Pintura chilena, 200 años…

Y para no extenderme -tengo que controlar el entusiasmo por el tema- mencionaré a la notable Marta Vergara, nacida en Valparaíso en una familia muy acomodada que perdió todo en el terremoto de 1906. La única de las escritoras que he seleccionado que como escritora y activista no usó seudónimo alguno.

Marta, una de las pioneras del feminismo en Chile, fue además escritora y corresponsal y toda su vida fue un constante ir contra la corriente entre las mujeres de sociedad.  Así, a fines de los 20, ahorró con mucho esfuerzo y viajó a Francia donde pensaba ganarse la vida como criada o limpiando pisos.  Pero el destino quiso que consiguiera un trabajo como corresponsal y se introdujera sin mayor esfuerzo en los círculos intelectuales.  De esta forma representó a Chile en La Haya en una conferencia sobre la situación de la mujer.  Desde ahí, su camino fue el feminismo y al volver a Chile se unió a sus congéneres del MENCH donde editó el boletín de la organización, llamado La mujer nueva.

Como redactora en La Mujer Nueva, Marta escribió particularmente sobre la autonomía de las mujeres, su derecho al aborto, y cómo el tomar control sobre la cantidad de hijos que éstas tenían estaba relacionado con su libertad y autonomía económica.

Siguiendo su característica de ir contra la corriente, un par de años después abandonó el MENCH y también el partido comunista donde militaba, aduciendo que la lucha de género estaba por sobre la lucha de clases.

Marta estuvo casada muchos años con un marido alcohólico del cual enviudó.  Y de acuerdo a su carácter siempre rebelde, se casó con un hombre nueve años menor, que además era comunista y judío:  Marcos Chamúdez.  Todo un escándalo.  A ella no le importó y se fueron a Estados Unidos donde debieron vivir mucho tiempo separados porque trabajaban en distintas ciudades. Marta retomó su trabajo como corresponsal y se puso a trabajar en la Comisión Interamericana de Mujeres donde, entre muchos otros aportes, presentó, el reporte de 1949 donde recomienda a todos los Estados de la OEA a comprometerse con la equidad de género.

Al regresar a Chile, Marta publicó en 1962 su autobiografía, Memorias de una mujer irreverente, la que ha sido reeditada en tres ocasiones. Entre sus obras, destaco Circunstancias y Los adioses del caballero amalgamado.

Grandes mujeres, pioneras y audaces, sin temor al qué dirán ni a desmarcarse de las imposiciones de una cultura tremendamente machista que, aún hoy, marca el quehacer de los chilenos y chilenas, pero en la cual se han hecho tremendos avances que, sin el aporte de mujeres como las que caminan por este artículo, jamás habríamos alcanzado.  Más de un siglo después de su nacimiento, todavía hay temas que ellas abordaron que no han sido resueltos en nuestro tiempo.

También te puede interesar

Deja un comentario