Deshojando la margarita

por Jorge A. Bañales

Los demócratas con desasosiego ven que se les aproxima el momento de una decisión y el presidente Joe Biden dice que planifica hacer campaña por la reelección pero que todavía no está listo para hacer el anuncio que ya hizo. La mayoría de los votantes contempla, una vez más, que las opciones serán entre un candidato que no les gusta y otro peor.

Haciéndose el coqueto

En la tradición ecléctica de Estados Unidos que mezcla la celebración cristiana con conejitos de chocolate y huevos coloreados al día siguiente del Domingo de Pascua se lleva a cabo en los jardines de la Casa Blanca la fiesta infantil de Easter Egg Rolls. Cientos  de familias invitadas llevan a sus hijos pequeños y, a la señal de largada, la chiquillada, cucharón en mano, hace rodar huevos multicolores por el césped.

Este lunes, durante una entrevista en el programa “Today” de la cadena NBC, el periodista Al Roker le preguntó al presidente Joe Biden si tiene planes para presentarse en uno o dos actos públicos en el futuro cercano, algo que pueda tomarse como la comprobación de los planes de reelección.

Tengo planes para al menos tres o cuatro Easter Egg Rolls. Quizá cinco. Tal vez seis ¿por qué no? No sé”, respondió el mandatario.

“¿Me está diciendo que participaría en nuestra próxima elección en 2024?”, insistió el periodista. “Vamos, deme una ayudita, haga noticia”.

Planifico competir, Al, pero no estoy preparado para anunciarlo, todavía”, señaló Biden.

El presidente lleva meses señalando que buscará la reelección el año próximo pero la fecha del anuncio oficial y puesta en marcha de la campaña han ido postergándose sin explicaciones. Algunos asesores presidenciales habían dicho que el anuncio saldría en los días antes o poco después del mensaje anual Estado de la Unión ante el Congreso, en febrero, pero la fecha pasó sin novedades. Los asesores sugirieron después que saldría a luz en la primavera pero ahora luce como que será durante el verano.

Lo cierto es que no hay apuro alguno. Faltan casi 300 días para la primera elección primaria del Partido Demócrata en Carolina del Sur, y cerca de 400 días para la elección presidencial.

Biden, a los 80 años de edad, no muestra prisa por el anuncio y, de hecho, cuanto más prolongue la demora menos tiempo dejará para que se organice dentro de su partido una opción.

Cuesta arriba en la cuesta abajo

RealClearPolitics.com es una plataforma que elabora gráficas de opinión pública haciendo un promedio de encuestas prestigiosas y, supuestamente, a ambos lados de la parcialidad política.

Según RPC, en agosto de 2021, esto es siete meses después de la llegada de Biden a la Casa Blanca, su índice de popularidad en declive se cruzó con el de la desaprobación por su gestión y desde entonces continuó por debajo del 50 % hasta una sima del 37,2 % el 22 de julio del año pasado.

La distancia mayor entre la aprobación y la desaprobación para Biden ocurrió entre junio y julio de 2022 cuando contaba con casi 20 puntos porcentuales, y desde entonces ha ido achicándose sin que la popularidad del presidente suba más allá del 45 % en el promedio de encuestas.

Por su parte la encuesta de Gallup asigna al presidente una tasa de aprobación del 40 % por sexto mes consecutivo en el cual ese índice está entre el 40 % y el 42 %. El ámbito de mayor importancia para los votantes es siempre la economía y allí el presidente tiene una aprobación del 30 %.

Lo cual es desconcertante ya que la situación económica, a pesar de los sobresaltos bancarios y del índice de inflación, no es tan mala en el comienzo del tercer año del gobierno de Biden.

Es verdad que la inflación en febrero fue del 6 %, pero ha ido aplacándose desde que marcó un 9,1 % en junio, la más alta en más de cuatro décadas.

Los sueldos promedio han estado subiendo sin pausas al menos desde abril del año pasado. La tasa de desempleo ha estado por debajo del 4 % por más de un año, y numerosos segmentos de la economía se quejan por la escasez de mano de obra.

Otro indicio de la situación en el mercado laboral es la cifra semanal de solicitudes del subsidio por desempleo, un dato que hace apenas tres años y como resultado de la pandemia saltó a 6,8 millones de trámites. Los pedidos del subsidio por desempleo han estado por debajo de los 200.000 trámites semanales por varios meses.

Otra medida que algunos economistas consideran como la más importante es el llamado producto bruto interno y éste ha crecido en cada trimestre desde que Biden inició su gestión, aunque el ritmo de crecimiento ha ido bajando desde el primer trimestre de 2022 y marcó apenas un 0,9 % entre enero y marzo pasados.

Casi dos tercios de ese “producto interno bruto” corresponden al gasto de los consumidores y estos, aunque se quejan, han seguido gastando como si estuviesen en una bonanza. El gasto de los consumidores ha aumentado desde los 12.899 millones de dólares en el último trimestre de 2020 a los 14.214 millones de dólares entre octubre y diciembre de 2022.

Y, como demostración de que la gente nunca está contenta, el 62,8 % de los entrevistados en las encuestas que revisa RCP consideran que el país va en mal camino. Nada raro, en esto: la percepción acerca del futuro del país ha sido negativa al menos desde mediados de 2009.

Joe, el veterano

Biden puede atribuirse varios méritos en su gestión presidencial, especialmente el retorno a cierto grado de normalidad política después de la zarzuela cotidiana de Trump y sus controversias, mentiras e insultos durante cuatro años.

La aparente disposición de Biden a postularse en 2024, un año para el cual hasta ahora el Partido Republicano luce ensillado por el retorno de Trump, crea un dilema para el Partido Demócrata.

En primer lugar, y aunque la mera mención sea políticamente incorrecta, está el asunto de la edad. Si Biden ganase la elección de 2024, tendrá 82 años cuando el 20 de enero de 2025 preste su juramento de fidelidad a la Constitución.

Las interrogantes sobre la acuidad mental y física de Biden son ahora tan intensas como fueron las que en el cuatrienio trumpiano procuraban discernir si el titular mostraba síntomas de senilidad, de demencia prematura o simplemente rengueaba por narcisismo.

El mero hecho de que, con más de medio siglo de carrera política Biden pondere sus posibilidades para un segundo mandato presidencial puede verse como el empecinamiento con el cual la edad quita flexibilidad a la mente.

En el terreno más acá de las especulaciones, el mayor problema de una postulación por parte de Biden es la oclusión en el proceso de relevamiento en el sistema partidista y la política del país, donde la reelección presidencial está limitada a dos períodos. Cuando los veteranos se perpetúan en los puestos de mando, los más jóvenes no pueden avanzar.

En las pasadas siete décadas ese proceso ha funcionado, en casi todos los ciclos electorales, de manera que el presidente en ejercicio se presenta para la reelección, y si gana, su vicepresidente se postula para la continuidad. Tras lo cual, los votantes hartos ya de ese partido, habitualmente se vuelcan a favor del partido opositor.

Dwight Eisenhower fue presidente por dos períodos (1953-1961) y el Partido Republicano postuló en 1960 al vicepresidente Richard Nixon, quien perdió la elección frente al demócrata John F. Kennedy.

El asesinato de Kennedy en 1963 y el impacto de la Guerra de Vietnam que tornó en pesadilla política la presidencia de Lyndon Johnson, alteraron el proceso regular hasta que en 1968 el republicano Nixon ganó la elección y cuatro años más tarde la reelección.

El escándalo de Watergate y la renuncia de Nixon alteraron nuevamente el proceso hasta que en 1976 el demócrata Jimmy Carter se ganó un inquilinato en la Casa Blanca, que no duró hasta un segundo mandato.

En 1980 el republicano Ronald Reagan ganó la presidencia y volvió a ganarla en 1984. Para la elección presidencial de 1988 el Partido Republicano postuló al vicepresidente George H. W. Bush a quien le tocó la suerte del beneplácito ciudadano para un tercer período consecutivo de gobierno republicano.

Empero, en 1992 ocurrió el esperado vuelco ciudadano y la presidencia fue para el demócrata Bill Clinton, quien fue reelegido en 1996, y para la elección de 2000 el Partido Demócrata postuló al vicepresidente Al Gore, quien no se escapó al ciclo: la Suprema Corte de Justicia asignó la victoria en un escrutinio dudoso al republicano George W. Bush.

Bush fue reelegido en 2004 y en la elección de 2008 el Partido Republicano no optó por postular al vicepresidente Dick Cheney y promovió la candidatura del senador John McCain, derrotado por el demócrata Barack Obama.

Obama fue reelegido en 2012 y para la elección de 2016 el Partido Demócrata postuló como candidata a la ex primera dama y ex secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien no pudo detener la irrupción de Trump en la contienda presidencial.

La disputa de la candidatura frente a un mandatario en ejercicio transcurre de una de dos maneras: una acrobacia delicada para presentarse como único/única opción que continúe todo lo bueno del gobierno actual, o una batalla feroz dentro del partido que llegará debilitado a la elección nacional.

En este año pre año electoral, las figuritas posibles en el Partido Demócrata son difusas.

En un sondeo de opinión de I&I/TIPP, Biden encabeza la carrera con 39 % de apoyo, y la vicepresidente Kamala Harris registra apenas un 7 %.

La designación de Harris como vicepresidente fue elogiada en 2020 como un avance: la primera mujer en la sucesión presidencial directa, piel morena siendo hija de una bióloga tamil de India y un profesor universitario jamaicano.

Pero, por razones que ameritarían un análisis académico, la popularidad de Harris no ha aumentado ni entre las mujeres ni entre lo que en EE.UU. llaman “gente de color”.

El único otro político cuyo nombre resuena en las esquinas más jóvenes del Partido Demócrata es el gobernador de California, Gavin Newsom, de 55 años, quien repetidas veces ha dicho que no tiene la mira puesta en la Casa Blanca. Por ahora.

Con lo cual todo el panorama de candidatura presidencial por el Partido Demócrata para 2024 retorna a la expectativa de qué hará un octogenario de carisma en caída.

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