Dos semanas de suspenso

por Jorge A. Bañales

El martes 5 de noviembre concluye la votación en la elección presidencial de Estados Unidos que será una prueba para el sistema constitucional de la república. En esta ocasión las encuestas sólo ofuscan las expectativas.

Los números

 Aproximadamente 244 millones de ciudadanos estadounidenses están habilitados para votar y, si se mantiene el nivel sin precedentes de participación del 66 % en la elección de 2020, eso significa que habrá más de 162 millones de sufragios este año.

Cuando faltan dos semanas para el Día de la Elección, casi 20 millones de esos ciudadanos ya han emitido sus votos y, dado que se espera una concurrencia temprana mayor, sigue achicándose el contingente de indecisos.

 Según la plataforma Statista.com, la motivación para votar este año varía entre los grupos por edades: el 56 % de los ciudadanos mayores de 65 años de edad se siente con más razones para votar este año que en 2022, y otro 39 % expresa un nivel parecido de motivación.

 En el otro extremo del calendario, entre los ciudadanos de 18 a 35 años de edad el 38 % se siente este año más motivado a votar y un 44 % muestra un nivel de entusiasmo parecido al de hace cuatro años.

 Mientras que apenas el 5 % de los mayores de 65 años de edad se siente este año menos motivado para votar, esa displicencia la comparte el 18 % de los ciudadanos de 18 a 35 años de edad.

 Si los datos se asemejan a la realidad, la campaña de la candidata demócrata Kamala Harris no ha apasionado mucho a la gente joven. Esto beneficia al candidato republicano Donald Trump quien promete un retorno a una época mítica en la cual la nación fue mucho mejor, más blanca, más cristiana y más segura.

 Harris, promovida a candidata a fines de julio, carece de una carrera política de relevancia nacional y, aunque supuestamente puede beneficiarse del voto femenino, no ha impresionado con propuestas que inspiren a la nación.

 Los plazos de certificación de los escrutinios varían en los estados y van desde dos a 29 días después del Día de la Elección. Teniendo en cuenta la siembra de suspicacias y amenazas con que Trump ha cultivado su campaña, las autoridades electorales anticipan una marejada de litigios.

La trivialidad

En la fase final de las campañas la de Trump ha optado por el copamiento mediático por vía de insultos, mentiras, amenazas y declaraciones escandalosas, y la de Harris ha caído en la trampa.

En días recientes Trump ha indicado su intención de usar a las Fuerzas Armadas contra los “enemigos internos” de la nación, y ha dicho que Harris es “haragana”, un término usado tradicionalmente para menospreciar a los negros en términos racistas. Trump ha dicho que Harris es “retardada” y tiene un nivel intelectual bajo preguntándose si “ella bebe o está drogada”. La ristra de vituperios que distingue a la campaña de Trump incluye la calificación de “alimañas que envenenan la sangre de la nación” en referencia a los inmigrantes indocumentados para quienes promete redadas y una deportación en masa.

 

John Kelly, un general (retirado) de la Infantería de Marina y ex secretario de la Casa Blanca en la presidencia de Trump (2017-2021), recordó esta semana que el ex presidente opina que el dictador nazi Adolf Hitler “hizo algunas cosas buenas”. Y que Trump, con mezcla de admiración y envidia, señaló la necesidad de “generales alemanes, como los de Hitler”.

 La campaña de Trump ha negado que su adalid haya expresado tales opiniones no obstante lo cual la campaña de Harris y los medios se prendieron al dato en un esfuerzo gigantesco por sepultar al expresidente en su propio lodo. 

 Harris ha recurrido a ataques personales cuestionando la acuidad mental de Trump y burlándose de sus payasadas. Los medios, fascinados por las excentricidades de Trump, le dedican menos tiempo a Harris y ésta no lo usa lo suficiente para hacerse conocer y para explicar qué hará como presidente.

 El caso es que la opinión pública estadounidense ya se ha formado una imagen de Trump: hay quienes lo repudian visceralmente y quienes lo veneran más allá de todo dislate.

   Harris sigue dando a los indecisos argumentos para que no voten por Trump, pero no les da razones para que voten por ella.

 El intercambio de exabruptos y acusaciones es, a esta altura, trivial.

La cábala, otra vez

Desde que se anunció su candidatura por el Partido Demócrata, Harris, de 59 años de edad, ha mantenido en las encuestas a nivel nacional una leve ventaja sobre Trump, de 78 años.

 Al 23 de octubre la plataforma fivethirtyeight.com, que hace un promedio de encuestas, muestra a Harris con una ventaja de 1,8 puntos porcentuales sobre Trump, una merma en comparación con los números de un mes atrás cuando la distancia era de 2,9 puntos porcentuales.

 La diferencia cae plenamente dentro del margen de error que tienen todas las encuestas, y su importancia se encoge teniendo en cuenta que, por las peculiaridades del sistema electoral de Estados Unidos, los altibajos en las encuestas de alcance nacional son casi insignificantes.

 La decisión tras el 5 de noviembre no ocurrirá cuando se cuenten las decenas de millones de votos para uno u otro candidato, sino cuando se conozca cuántos estados y cuáles se han volcado por uno u otro, y cuántos delegados envían al Colegio Electoral.

 En la elección presidencial de 2016, la candidata demócrata Hillary Clinton obtuvo 65,9 millones de votos y el republicano Trump recibió 62,9 millones. No obstante la ventaja de tres millones para Clinton, la demócrata ganó en 20 estados y el Distrito de Columbia, en tanto que el republicano triunfó en 30 estados.

 Como resultado Trump se llevó 304 delegados al Colegio Electoral y Clinton se quedó con 227.

 Algunos estados, principalmente los de las costas Oeste y Este, que tienen población más numerosa, son territorio demócrata casi seguro. Otros, en el centro y Sur del país y que tienen población menos numerosa, votan tradicionalmente a favor de candidatos republicanos.

 Sea cual sea la cifra de votantes a favor de uno u otro partido y candidato en los estados “seguros”, no cambia el número de sus delegados al Colegio Electoral.

 Así, por ejemplo, California y New York son estados “seguros” para Harris y, sea cual sea el número de votantes demócratas, no cambia las delegaciones de 54 y 28 electores, respectivamente.

 La senda de Trump transcurre por la acumulación de estados que, aunque tengan delegaciones menos numerosas, juntos sumen al menos los 270 electores necesarios para la victoria.

 

La decisión se restringe aún más cuando depende de los llamados estados battleground, esto es aquellos no seguros para uno u otro partido, y allí es donde se han concentrado las campañas en el último mes.

 Este año los campos de batalla son Arizona, Georgia, Michigan, Nebraska, Nevada, North Carolina, Pennsylvania y Wisconsin

 El concepto de democracia como un sistema político que expresa la voluntad de la mayoría de la ciudadanía no se ajusta, del todo, al mecanismo de elección presidencial de Estados Unidos.

Los temores

El ex presidente Trump, quien medra en el caos, sigue negándose a aceptar su derrota en la elección de 2020, ha calificado de héroes a los soliviantados que participaron en el asalto al Congreso en enero de 2021, y condimenta sus discursos y entrevistas con suspicacias hacia el proceso electoral.

 En el panorama que Trump pinta para sus seguidores, si él pierde es porque las elecciones están amañadas, hubo fraude, ha operado la conspiración en su contra y todo el sistema está corrompido. Por supuesto, si Trump gana, no cuestionará la elección.

 Al tono de esa prédica, centenares de funcionarios electorales han recibido amenazas de muerte o violencia, los seguidores de Trump han objetado el voto por correo, o la colocación de urnas especiales como las usadas por años en Wisconsin para facilitar el sufragio.

 Por su parte los servicios de inteligencia de EE.UU. en un documento divulgado esta semana, advirtieron que adversarios externos, en particular Rusia, Irán y china, “mantienen su intención de alentar versiones divisivas para socavar la confianza de los ciudadanos en el sistema democrático”. 

 La misma fuente “espera que los actores externos sigan con sus operaciones de influencia hasta la inauguración (presidencial el 20 de enero) denigrando la democracia estadounidense, incluido el cuestionamiento de los resultados de le elección”.

 Las autoridades federales y locales han comenzado en Washington DC la preparación para garantizar el orden público después de la elección y hasta la inauguración del nuevo gobierno.

 “Podríamos entrar en un período en el cual habrá información equívoca y desinformación ubicuas acerca del resultado de la elección”, dijo a la cadena ABC News el subintendente de la capital, Chris Rodriguez. “Por un período, quizá de días o semanas el país, y en muchos aspectos el mundo, estarán aguardando a que se declare quién ganó”.

 Una encuesta de la cadena CNN indicó esta semana que el 70 % de los estadounidenses opina que la violencia política es un “problema grave”, y que el 75 % de los encuestados cree que el tono que ha adquirido recientemente la discusión política alienta esa violencia.

 Según el mismo sondeo de opinión, el 40 % de los ciudadanos cree que empeorará el riesgo de violencia política si la demócrata Harris gana la elección, comparado con el 60 % de ciudadanos que espera ese deterioro si Trump sale triunfante en la elección.

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