Ecuador en tiempos recios

por Juan. G. Solís de Ovando

Escribía este artículo cuando me enteré del sensible fallecimiento del escritor peruano Mario Vargas Llosa, de ahí que, como un modesto homenaje al insigne novelista premio nobel de literatura, haga coincidir el título de esta modesta columna, con el de una de sus últimas y más notables novelas. Además, no escapará al atento lector que la novela aludida tiene como tema la forma en que los yanquis y su democracia de las cañoneras inauguraron en Guatemala las intervenciones armadas y la instigación de golpes de estado utilizando para ello la industria de la mentira y la política de acoso y derribo de gobiernos legítimos con desprecio a la soberanía de los pueblos latinoamericanos.

Además, no puedo menos que llegar a la triste conclusión, de que el transcurso de decenas de años, y el derramamiento de ríos de sangre no parecen haber cambiado sustancialmente algunas cosas.

Esto es lo que parecen demostrar los acontecimientos que terminan (o empiezan, según se mire) con la reelección del presidente Noboa en Ecuador. 

Como se sabe, y con una participación de un 83,76 por ciento del electorado, el pueblo ecuatoriano tenía que elegir entre el actual presidente e hijo de un oligarca bananero Daniel Noboa, o la candidata progresista Luisa González. Una elección que se sabía sería reñida y compleja habida cuenta de que representaba el enfrentamiento de dos polos opuestos, que exagerando un poco viene a ser, el de los que siguen a una alternativa bukelista, distinguiéndose por la represión de las bandas organizadas y los seguidores del expresidente Correa. Un enfrentamiento reñido (las encuestas daban un virtual empate) y muy polarizado.

Recordemos, al respecto, que Noboa llega a la presidencia con la promesa -inspirado en el presidente salvadoreño- de desarticular las bandas que asolan al país andino y lo han puesto como uno de los más inseguros de América Latina y todo ello en medio de una crisis económica compleja que no muestra signos de superación. El presidente no ha cumplido ninguna de las dos promesas. De hecho, Ecuador sigue siendo uno de los países con mayores tasas de homicidios en América Latina -solo superado por HaitíJamaica y Trinidad Tobago-; se encuentra en recesión desde el año pasado, e incrementó su pobreza en dos puntos porcentuales con relación al año anterior.

Complicaba las cosas saber que la extrema polarización tendría por consecuencia el que el candidato triunfante en estas elecciones tendría la mitad de la población en contra. En ese contexto, no es extraño que ambas alternativas hayan agitado sus respectivos menús envueltos en el miedo: el miedo del síndrome Venezuela y el del síndrome bukelistaAmbos completamente exagerados e incluso falsos, especialmente el primero. 

Además, su expresión en el contexto internacional y especialmente regional es obvia: Noboa se une a los presidentes reaccionarios como MileiBoluarte, o Peña, en tanto que Luisa González lo hará con los progresistas como Claudia Sheinbaum, Lula Boric. Y para complicar las cosas, todo ello ocurre con el trumpismo y su agresiva reacción arancelista como música de fondo.

Sin embargo, todo ello no habla de Ecuador sino solo de su contexto. 

Porque más allá de los datos, que son elocuentes: Daniel Noboa ha conseguido ser reelegido como presidente con cerca de 12 puntos de ventaja sobre su rival Luisa González, cabe reflexionar sobre el significado de este resultado. Vale decir, quien realmente es el verdadero ganador y sobre todo quien es el que perdió en esta jornada que vaticinaba ser de resultados estrechos. Y, lo primero que hay que constatar es que la campaña transcurrió en un escenario desigual porque el presidente ostentó durante esta, un poder casi absoluto, desatendiendo las normas electorales que exigen que, por ejemplo, para hacer campaña debería haber solicitado la autorización del Consejo Nacional Electoral (CNE). Y, aunque la diferencia de votos debería dejar pocas dudas sobre la legitimidad del resultado, que, como hemos dicho, se suponía estrecho, la actitud del presidente incumbente durante el escrutinio hizo surgir interrogantes de bulto: ¿por qué no se encontraba junto a sus partidarios en Quito, la capital, para darse un baño de masas, una vez conocido los resultados? ¿Por qué parecía estar refugiado en una de sus propiedades en el patio de su casa en la playa, ubicada en Olón, un pueblo de la provincia costera de Santa Elena, a cientos de kilómetros de la capital, en vez de esperar los resultados junto a sus partidarios?

Sin embargo, parece ser que hay algunas conclusiones evidentes: en primer lugar, la izquierda ecuatoriana deberá asumir que experimentó una derrota de todos los fantasmas levantados hace tiempo en la lucha por las ideas del país andino y que más allá de su asincronía con la realidad cobra importancia material al momento de enfrentarse en las urnas: Hubo una derrota sin paliativos para el correísmo y todo lo que ello significa. Una derrota de todas las formas de nostalgia del gobierno del expresidente Rafael Correa, y derrota también, del fantasma de la desdolarización, un verdadero mantra de la campaña; derrota igualmente del fantasma de Venezuela y el socialismo bolivariano, agitado en forma sistemática por el presidente reelecto y los grupos de poder que lo sustentan; la derrota, en fin, de la Revolución Ciudadanaporque, como en otras ocasiones, los grupos progresistas no han sabido conectarse con el futuro y con las preocupaciones del ciudadano independientemente de que éstas surjan ataviadas con trajes falsos facilitados por la propaganda oligárquica. 

A sensu contrario, hay que subrayar que ganó el hijo del hombre más rico del Ecuador. Ganó un discurso simple, básico y emocional y por ello mismo ganador. Discurso con clara identidad de buenos y malos como suelen ser los discursos de la derecha friki y hegemónica de la actualidad. Relatos que nos gusten o no, son capaces de movilizar mayorías usando con eficiencia los medios de las redes y la industria de la mentira. Ganó la ilusión de acabar con la violencia del narcotráfico mediante el reforzamiento de los mecanismos represivos del estado, aun y cuando éstos se hagan con desprecio a los derechos humanos y a las garantías más elementales conquistadas por la Revolución Francesa en 1789. Al modo Bukele.  Ganaron, por eso, las medidas coyunturales cuyo mensaje inequívoco de mano dura a los narcos, como la de declarar el estado de excepción y toque de queda nocturno durante dos meses en siete de las veinticuatro provincias del país, además de la capital, Quito. Ganó el medio millón de venezolanos, que son testigos del fracaso del régimen de Maduro.

Si reparamos por un momento, que Daniel Noboa no ha podido comprobar éxitos efectivos en la represión de la delincuencia, como hemos dicho, tendremos que concluir que los pueblos necesitan tener ilusión, de creerse y creer en alguien que promete hacerse cargo de sus preocupaciones y no de las interpretaciones sobre las causas de las mismas como hace frecuentemente la izquierda.

Noboa promete y la gente le cree. Le cree, por ejemplo, que conseguirá arribar a un futuro económico de prosperidad, a pesar de que el año recién pasado el desempleo se incrementó en más de ciento treinta mil personas, la inversión se encuentra estancada y los hospitales languidecen por falta de insumos e inversión del estado. La educación pública se encuentra hecha un desastre por los mismos motivos. En unos y otros, los datos son elocuentes, y sin embargo la gente le creyó. Como le creyó también que pueden tener la ilusión de conseguir oportunidades económicas para un pueblo devastado por la crisis que golpea especialmente a los más jóvenes.

Todo parece indicar que Ecuador se encamina hacia un gobierno cada vez más autoritario y familiar. Esto último no es ni simbólico ni constituye un eufemismo. Es real. La madre del presidente Annabella Emma Azín Arceha resultado ser la parlamentaria más votada en la elección de la Asamblea Nacional y podría convertirse en la próxima presidenta del congreso ecuatoriano, e imponerle la banda presidencial a su hijo. Tal cual. Todo en familia.

Ese Ecuador, que parece ser sacado de un programa de farándula de la TV mañanera, pugna con el otro real y dramático de la historia inmediata y que resiente muchas cosas: la desaparición forzada, no aclarada, (al modo de Ayozinapa en México) de cuatro menores afrodescendientes de entre once y catorce años que desaparecieron un 8 de diciembre en Guayaquil después de jugar un partido de fútbol, y ser detenidos por una patrulla militar acusándolos falsamente de robo. Los niños aparecieron posteriormente calcinados y con rastros de tortura cerca de una base aérea y a 40 kilómetros del lugar del secuestro; resiente el asesinato del candidato presidencial no esclarecido Villavicencio del que su viuda imputó al presidente Correa como responsable y recientemente denunció haber sido presionada por el Fiscal General para imputar falsamente al expresidente; resiente el asalto policial de la embajada de México el 5 de abril del año pasado so pretexto de capturar al exvicepresidente de Ecuador Jorge Glas, condenado por casos de corrupción y que desde el 17 de diciembre del 2023 se encontraba refugiado y gozando del derecho de asilo poco antes del asalto. La operación tuvo como costo la ruptura de relaciones diplomáticas por parte de México con Ecuador además de Nicaragua y medidas similares de Venezuela. Resiente, igualmente, la confrontación con la empresa norteamericana Chebrón que fue condenada por tribunales ecuatorianos a pagar la suma de US 8.646 millones a las comunidades indígenas por concepto de daños al medio ambiente y respecto de esa sentencia se ha declarado en rebeldía. Resienten asimismo las ecuatorianas que solo en los últimos años han perdido a 274 mujeres y que conforme proponía Luisa González su dramática realidad exige elaborar una política nacional que garantice efectivamente sus derechos.

Igualmente se resienten en Ecuador los graves problemas medioambientales como la minería ilegal, la contaminación de acuíferos y costas, la deforestación y la contaminación por residuos sólidos y gases con efecto invernadero que se encuentran en una situación crítica todo lo cual justificaba la propuesta de Luisa García de la creación de  una Estrategia Nacional de cambio Climático con múltiples medidas de intervención y mitigación de los daños medioambientales producidos por los procesos de urbanización e industrialización, entre otros.

Y entonces cabe preguntarse ¿Quo vadis Ecuador? Y yo francamente me temo lo peor: Ecuador avanza hacia un despeñadero. Porque veo a ese país sin posibilidades de un diálogo mínimo para afrontar una realidad compleja, difícil. Encerrado entre bandos irreconciliables, gobernados por estigmas, demonizaciones y sospechas.

La reelección de Noboa, sin duda, complicará las cosas. Porque los problemas estructurales y complejos no se resuelven con soluciones facilistas y simples. Bien lo sabe el patriarca del imperio en declive y el errático presidente argentino.

Y pocos consideran -manías de historiadores-, que Ecuador está, en el contexto actual mas complicada por lo que es que por lo que hace. Y por eso, es importante geoestratégicamente para yanquis y narcos. Ese es finalmente su drama.

El drama que coloca a ese bello país andino en malos tiempos. Los Tiempos Recios de la dramática novela del recordado escritor peruano.

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