El apresuramiento “republicano” y el desafío constituyente.

por Marcelo Contreras

Si alguna duda existía de que las huestes dominantes de José Antonio Kast y republicanos en la derecha ya habían iniciado su activa campaña por el “a favor” de la propuesta de nueva constitución, la novel presidenta del consejo, Beatriz Hevia, se encargó de despejarla con su desatinada intervención proselitista en la que debía ser la entrega formal del texto al Presidente de la República en el evento realizado en la antigua sede del Congreso Nacional. Su referencia a los “verdaderos chilenos” que se distinguirían por aprobarlo, marcando una línea divisoria con el resto de los convocados a pronunciarse en el próximo plebiscito del 17 de diciembre, no podía pasar inadvertida y las reacciones se hicieron sentir de manera transversal.

Mientras el mandatario sobriamente cumplió con su esperable rol de prescindencia electoral, siendo desafiado por alusiones directas de la disciplinada republicana, el malestar se hizo sentir en las propias filas de Chile Vamos que, en cualquier caso, ya están sometidas a la batuta impuesta por J. A. Kast, aunque vuelva a condicionar la ya compleja relación con el liderazgo en competencia de Evelyn Matthei.   

La campaña se anuncia intensa y los alineamientos contrapuestos en el seno de la derecha explican parte de la agitación desmedida de sus liderazgos en el contexto de una ciudadanía que, por ahora, observa con evidente distancia un nuevo proceso electoral a que está convocada obligatoriamente. En esa línea, incomoda la existencia de 9 parlamentarios del sector (entre ellos el desafiante senador Rojo Edwards) que, por razones encontradas, anuncian su preferencia por rechazar el nuevo texto de la discordia constitucional, junto a otras provocadoras voces disonantes como las de Teresa Marinovic e Iván Poduje.

El argumento de la disidencia con la apuesta de J. A. K coincide en algo simple. La propuesta emanada del consejo, con mayoría republicana, no contribuiría a cerrar el tema constitucional sino, muy por el contrario, lo mantendría vigente por los próximos años, a partir de las múltiples y controvertidas interpretaciones en torno a su contenido. Según el molesto senador Edwards, una mayoría de los militantes del partido republicano compartiría su visión. Mal que mal, la constitución de 1980, redactada por Jaime Guzmán, aunque reformada y sin la firma de Augusto Pinochet, mantiene la impronta conservadora de sus orígenes.

Más allá de la incomodidad que pretenden acallar con una muy bien financiada campaña mediática (que ya se hace notar), la mayoría republicana liderada por J. A. Kast y las directivas partidarias de Chile Vamos cierran filas por el “a favor”, eludiendo el eventual costo de una derrota en diciembre que podría afectar las pretensiones presidenciales del ex militante de la UDI. En esa carrera contra el tiempo, valoran las apresuradas adhesiones de Sebastián Piñera, de dirigentes del gran empresariado como Ricardo Mewes y, ciertamente, la de los escindidos “Demócratas” y “Amarillos”, que, negando una resuelta opción por virar a la derecha, reivindican el también gastado emblema de “aprobar para reformar”.

La gran diferencia con los eventos constitucionales anteriores es que relevantes ex dirigentes del centro político ahora se pronuncian por el “en contra”, como sucede con Soledad Alvear, Jorge Correa Sutil o Ignacio Walker (en abierto contrapunto con su hermano Matías), explicitando sus reparos a la propuesta de nueva constitución y sosteniendo que su aprobación involucraría un retroceso democrático y un salto al vacío.

Cohesión en las filas del progresismo

En el oficialismo, sumado ahora el PDC, que ratificó resueltamente su opción por el “en contra”, no existen dos opiniones en torno a la propuesta. El presidente de la falange, Alberto Undurraga, ha sido uno de los más elocuentes al cuestionarla por su carácter de “partisana, programática, contradictoria, populista, ineficiente e ineficaz”, definiéndola como “un mal texto para Chile”. 

Es más que evidente que tanto el presidente como su gabinete evitarán involucrarse en la campaña, eludiendo la pretensión de la derecha por convertir el plebiscito de salida en una prueba del apoyo o rechazo de su gestión. 

Los partidos que forman parte de la alianza de gobierno- socialismo democrático y Apruebo Dignidad- han comprometido un accionar común en la campaña por el “en contra”. A ellos se suman los expresidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, mientras se espera el pronunciamiento de Eduardo Frei, presionado desde ambos flancos políticos.

Más allá de la aparente apatía ciudadana por una decisión que se resolverá con voto obligatorio, no es poco lo que está en juego para la evolución democrática del país. En esa perspectiva, la nueva propuesta contiene rasgos regresivos en significativos ámbitos institucionales, en la misma medida que obedece a las definiciones esenciales de un virtual programa de gobierno de José Antonio Kast, con claves demagógicas, como el no pago de contribuciones en la primera vivienda, y las limitaciones a los derechos sociales colectivos. Con pretensiones de consolidar un orden pétreo, elevando nuevamente el quorum para reformarla a tres quintos, luego de haberse aprobado el de cuatro séptimos en el parlamento. 

Adicionalmente, no es para nada evidente que la propuesta posibilite implementar algunas de las reformas emblemáticas impulsadas por el actual gobierno. En particular las del sistema previsional y de salud.

En términos de las consecuencias políticas del resultado del 17 de diciembre, ciertamente incidirá en la configuración de las alianzas electorales para la próxima contienda municipal de 2024 que adelantará la presidencial del año siguiente.  Oficialmente Chile Vamos ha postulado un pacto, aunque sea por omisión, con sus aliados republicanos, esperando sumar a Demócratas y Amarillos, para “no regalarle municipios al oficialismo”, según han declarado sus dirigentes.

Aún es temprano para especular, pero las tensiones internas por la hegemonía y liderazgo futuro del sector estarán condicionadas, en buena medida, por el resultado de diciembre próximo. 

Las claves en juego

Que la campaña comenzó adelantada por republicanos es un dato de la causa. Se aproxima un mes de intensa confrontación, donde no será menor la incidencia de la calidad de las convocatorias en pugna. No es sólo un tema de recursos o del control mediático, ámbitos en que la derecha jugada por el “a favor” corre con ventajas a la vista. Las encuestas, para nada infalibles, hoy favorecen el voto “en contra”. La unidad del oficialismo con la DC y la integración contradictoria de voces disidentes de la derecha, no garantizan una convocatoria ciudadana, sin la instalación de una campaña publicitaria eficaz y movilizadora que potencie un mensaje claro a los votantes. En el desafío para sostener una eventual ventaja inicial del “en contra” incidirán los mensajes en áreas decisivas, como el voto de las mujeres y la juventud, asumiendo la persistente ofensiva de la derecha en temas sensibles como la seguridad pública y el crecimiento económico, respecto de los cuales insistirá en vincular la implacable crítica al gobierno con la opción del “en contra”.

Aquí no hay carrera corrida y apostar a las meras dificultades del adversario es un mal consejo electoral.   

Es más que evidente que existe lo que se ha denominado “fatiga institucional”, y que no es imaginable un tercer proceso constituyente. Sin embargo, siendo el rechazo un mal menor frente a una propuesta más regresiva que la actual constitución, no es posible congelar el proceso de indispensables reformas no tan sólo para asegurar la gobernabilidad futura del país, sino también, para avanzar en la construcción de un verdadero estado social y democrático de derechos, que una mayoría nacional pareciera compartir.

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1 comment

Rodrigo Olguín Fuentes noviembre 10, 2023 - 12:20 am

Lamentablemente, como país y sociedad, hemos tirado por la borda 2 procesos constituyentes, por la prevalencia de intereses mezquinos, de mayorías circunstanciales de uno y otro color ideológico… Esa falta de mirada colaborativa y de insistencia en una mirada excluyente, me hace ser muy pesimista, no ya de un acuerdo constitucional, sino de nuestro futuro, nada extraño por lo demás en estos lares latinoamericanos…

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