Hace casi treinta segundos que tiene los ojos fijos en la pantalla, pero a Yuri Pavlichenko le parece la vida entera. No ha pestañeado una sola vez y comienza a sentir algo de ardor y sequedad en las córneas. De pie e inclinado, descansa su cuerpo sobre la mano izquierda muy cerca del teclado, mientras mantiene el dedo pulgar de la derecha sobre el botón rojo del joystick, con el que se controla el desplazamiento y la trayectoria de un UAV, un vehículo aéreo no tripulado, más conocido como “Dron”.
El capitán Yuri Pavlichenko es el comandante de una unidad R330Zh, un sistema móvil de guerra electrónica del ejército ruso, también conocido como Krasukha-4, pero al que ellos apodan “Liuda”. El objetivo de este sistema es la detección de radioelectrónica aerotransportada y sistemas ofensivos guiados por radar, es decir, toda clase de misiles, drones e incluso aeronaves en una zona de trescientos kilómetros cuadrados. Día tras día, Liuda se desplaza por el Oblast de Kherson para cumplir su misión.
A su lado, en la estación de control, se encuentra la sargento especialista Jelena Volkova, que también observa fijamente la pantalla, mientras Pavlichenko ocupa parte de su espacio. A pocos metros los observa, pálido y conteniendo la respiración, el soldado especialista en transporte, Dimitri Popov, con su fusil AKA 74 colgando de un hombro; su misión es conducir el vehículo y brindar protección al equipo.
Desde temprano, Popov observa el cielo con preocupación. Sabe que el peligro de su tarea no está en tierra. Desde las primeras semanas de la ocupación de Kherson, no se han producido combates en esa zona ni se ha detectado presencia de unidades ucranianas. El peligro real solo puede provenir del cielo, de un misil balístico lanzado desde trescientos kilómetros, o de un misil de crucero, que puede recorrer miles de kilómetros, incluso saliendo de la atmósfera durante la trayectoria.
De igual modo, puede tratarse de un UAV merodeador, que se mantiene durante horas en el aire, a la espera de que un operador, desde un equipo similar al de ellos, le fije un blanco. Popov ha sabido de muchos equipos completos de guerra electrónica que han desaparecido luego de ser cazados por un dron, o ser blanco de un misil o de artillería enemiga. Lo que no tiene tan claro es que la tarea de su equipo involucra, por definición, un alto riesgo. Cada vez que se produce una comunicación entre una unidad como Liuda, o de otro sistema de emisión/recepción de señales, aparece una huella en el espacio radioeléctrico, y un operador experimentado, con ayuda de instrumentos de ragiogoniometría, puede fijar su posición y ordenar un ataque.
Para tratar de cerrar esta brecha de seguridad, existe el sistema de contramedidas Pole-21. Está diseñado para contrarrestar las armas de alta precisión que utilizan navegación por satélite. La tarea de este complejo es bloquear y suprimir las señales de los satélites de navegación. El efecto producido es que la aeronave o el misil enemigo, que con frecuencia debe corregir su rumbo mediante GPS, en ausencia de coordenadas no puede resolver la misión de combate asignada.
Cada día y cada instante, en el escenario de la guerra electrónica, es un enfrentamiento en el que no caben errores de ningún tipo. Una vez que el vehículo de transporte del R330Zh, el Pole-21 o el sistema Shipovnik-Aero, encuentra un lugar desde donde operar, tarda cerca de treinta a cuarenta minutos en posicionarse, cargar sus sistemas con la cartografía del caso y realizar los enlaces con los sistemas de armas y satélites que deberán activarse, según las distintas necesidades que se presenten. Una vez que ha detectado un blanco mediante un UAV o el radar del sistema, tarda menos de un minuto en fijar el objetivo. Luego debe esperar que el operador reciba la orden de disparo. Si se trata de un objetivo móvil, se puede utilizar un dron merodeador o un misil de crucero Kalibr; si se trata de un blanco fijo, está la alternativa del sistema 2S3 Akátsiya, baterías convencionales de artillería de 152 mm o, si lo amerita, un misil balístico guiado. La elección siempre contempla el costo de la alternativa y la importancia del blanco.
En medio de la confrontación, las medidas o acciones que lleva a cabo un sistema de guerra electrónica (enlazar un UAV que despega o está en el aire, marcar un objetivo, activar y disparar armas teledirigidas o bloquear señales de navegación) supone, de manera automática, la implementación de contramedidas por parte del enemigo, que tiene a su disposición equipamientos similares. En este peligroso ajedrez que llevan a cabo los batallones de operación de guerra electrónica, existe un premio mayor incluso a la neutralización de un blanco: se trata de la destrucción del sistema enemigo.
Hace recién algunas horas, y siguiendo las órdenes de la comandancia del Grupo Táctico de Batallón (BTG), ubicado en las afueras de Kherson, Popov estacionó a Liuda, el camión en que se haya instalado el sistema Krasukha-4 al amparo de varios árboles frondosos, al costado de un sendero intransitado desde que se inició la guerra. Se encuentra a cubierto del escrutinio de satélites de órbita baja y drones merodeadores. Su ubicación es a treinta kilómetros al oeste de Kherson y la misión original del comandante Pavlichenko era marcar con una señal láser un avión radar AWACS de la OTAN, que sobrevuela hace días la zona entre Odessa y Kherson, entregando información sobre la ubicación de concentraciones de tropas y artillería rusa, a las fuerzas ucranianas. Al señalar el objetivo por parte de un UAV equipado para tal efecto, el mismo Pavlichenko puede disparar un cohete guiado MGM-140 desde un vehículo M270 MLRS, de lanzamiento múltiple de cohetes, estacionado al Noreste de Kherson.
La directiva ha sido clara: el dron ruso debe marcar el objetivo y “permitir” que el AWACS perciba que se ha convertido en un blanco ya fijado. En el mando ruso nadie quiere ser el primero en ocasionar bajas directas a las fuerzas de la OTAN. Sin embargo, también saben que la información que provee el AWACS a Ucrania está causando un gran impacto en la capacidad de fuego de Rusia y que, tarde o temprano, esas bajas ocurrirán. Lo que todos esperan es que, detectando el peligro, el AWACS salga de la zona tratando de evadir la eventual persecución de un misil guiado.
La función del AWACS es clave en el desenvolvimiento de las operaciones ofensivas y contraofensivas. Con independencia de la eficacia de la guerra electrónica, el resultado de la guerra será siempre dependiente del control de un determinado territorio. Y eso todavía se corresponde con el despliegue de la infantería. Para lograr ese objetivo, cada ejército tiene sus paradigmas y teorías respecto a cómo debe hacerse la guerra. La doctrina militar de Rusia pone mucho énfasis en la vinculación precisa de los movimientos de las fuerzas de tierra y el poder de su artillería. Antes que avancen los soldados propios, las concentraciones enemigas de tropas y artillería deben ser neutralizadas, y para eso el bombardeo sistemático es la mejor alternativa. La razón de que se produzcan esas concentraciones de recursos es que permiten implementar operaciones ofensivas de mayor magnitud, lo que tiene como contrapartida el convertir esas concentraciones en un blanco que se avista con más facilidad.
Un segundo factor que depende directamente de las concentraciones señaladas es la logística que ello involucra. Mientras mayor es la importancia de una determinada operación, generalmente, más grande debe ser la concentración de tropas y recursos de artillería, lo cual obliga a mantener depósitos de municiones y pertrechos de mayores dimensiones que se transforman en blancos preferentes y son progresivamente más difíciles de ocultar y proteger.
A los pocos minutos de haber puesto en línea todos los sistemas de la estación, la sargento Volkova pudo establecer la posición del AWACS mediante la señal del satélite ruso EMKA-3, cuya órbita baja pasa por el Ártico, la región del Donbass, Siria y Somalia cada noventa minutos. La instrucción de Pavlichenko era precisa.
- Solo un click, Jelena.
- Sí comandante.
El procedimiento es delicado. Se trata de marcar el blanco con el UAV que se había aproximado al poner a Liuda en servicio, pero considerando que en cuanto cambió su rumbo por instrucción de la sargento Volkova, fue detectado por el AWACS, el que también tenía capacidad para advertirse de que había sido marcado como blanco. El objetivo primario del equipo de Pavlichenko era que el avión espía evaluara la amenaza como real y se retirara de la zona para evadirla.
El objetivo secundario era derribarlo si no lo hacía. El elemento crítico era justamente que evaluaran la amenaza como real. Para eso, la operación de marcarlo debía ser convencional y no llevar a subestimar la decisión de neutralizarlo. “Solo un click” significaba un contacto digital muy breve. Si Jelena extendía la presión sobre el interruptor una fracción de segundo más allá de lo normal, el operador del AWACS podría identificar la anomalía y suponer que el ataque no ocurriría y solo se trataba de una amenaza. Después de todo, “los rusos no se atreverán a derribar un avión de la OTAN, con tripulación norteamericana”, pensaban muchos.
Jelena Volkov pulsó el click. Después, antes de tres segundos, se encendió una señal roja intermitente en la parte superior de su pantalla que comenzó a incrementar progresivamente un sonido de alerta. La señal enviada al dron fijador de blancos había sido detectada, y en ese instante un sistema estaba triangulando la posición de Liuda.
El comandante Pavlichenko se levantó de su estación hasta quedar a un costado de Jelena, justo en el momento en que Popov se acercaba apresuradamente al camión.
El protocolo de contramedidas que debía seguir en ese instante Pavlichenko, consistía en enlazar un sistema RB-341V, también conocido como Leer-3. Se trata de un modelo de UAV que dispone de un dispositivo de detección de fuentes emisoras de señales electromagméticas. Cada vez que Rusia ejecuta una operación de guerra electrónica se despliega en la zona, en tanto posee la capacidad de suprimir todas las comunicaciones inalámbricas, incluidos los teléfonos móviles, en un radio de seis kilómetros.
El equipo sabe que una vez detectados, en pocos minutos puede caer una lluvia de fuego sobre sus cabezas. Si existe capacidad de artillería disponible, no tienen salida. Un Obús M114 de 155mm que está utilizando el ejército de Ucrania, tiene una cadencia de tiro de cuatro disparos por minuto. Sin embargo, actúan siempre de manera sincronizada varias unidades. Así, cada dos a cuatro segundos, está cayendo en un área muy bien delimitada un sinfín de proyectiles. Como no se trata de proyectiles guiados o que usen algún tipo de posicionamiento GPS, son inmunes a contramedidas electrónicas.
El capitán Pavlichenko respira profundo mientras evalúa el paso siguiente, aunque sabe que solo dispone de segundos. Por el contrario, Popov observa atónito cada gesto del comandante, mientras la sargento Volkova está atenta a una instrucción que no llega, tanto, que no ha advertido que el AWACS ha cambiado de rumbo y se aleja hacia el oeste.
La verdadera innovación de esa aeronave se encuentra en el sistema de radar, pero su equipamiento está montado en un avión relativamente convencional y que no cuenta con suficientes contramedidas frente a ataques de defensa antiaérea. El misil ruso Iskander-M, puede detectar acciones de defensa antiaérea y es capaz de lanzar decenas de distractores del tamaño de una lata de cerveza, que hace que la pantalla del radar enemigo, vea un sinfín de blancos.
Pavlichenko sabe que dispone de algunos segundos. Al recibir la misión de manos del comandante del BTG de Kherson, el día anterior, le informó que la vanguardia de las fuerzas ucranianas estaba a cerca de cien kilómetros de su posición en dirección noroeste, lo que implica que estaban fuera del alcance de la artillería convencional, el cual no supera los cuarenta kilómetros. En esa situación, se trata de un sistema de radar que detectó su huella en el espacio radioeléctrico cuando el UAV marcó el blanco en el AWACS, lo que supone que existen contramedidas posibles. Aún hay tiempo, pensó.
Si el AWACS se ha retirado en cuanto se alertó del peligro, no fue quien los detectó, lo cual estrecha las alternativas. Solo queda un UAV merodeador ucraniano, un sistema de detección similar al ruso o un satélite de órbita baja. Sin embargo, ninguno de ellos tiene capacidad para detectar su huella en el espacio radioeléctrico. La OTAN no dispone de ese equipamiento en la región, mientras que drones y satélites solo pueden avistarlo y luego transmitir su posición. Pero Popov ha sido concienzudo en la elección del lugar de posicionamiento del equipo y no es visible desde el aire.
En esa condición, Pavlichenko activa el Leer-3 y las pantallas quedan en blanco. El sistema Leer-3 ha interrumpido todas las comunicaciones satelitales. Han pasado casi quince segundos desde que apareció la alerta y están a ciegas. Solo permanece encendido el radar básico de su propia estación, que opera con una frecuencia analógica.
- ¿Alguna instrucción, comandante?
La voz de Jelena es serena, aunque percibe que estos pueden ser los últimos segundos de su vida. Sabe que no pueden correr. Una carga de fragmentación de un misil arrasa una superficie mucho mayor a la que pudieran alcanzar, y aun cuando la OTAN no dispone de ojivas termobáricas cuyo poder destructivo solo está por debajo de un arma nuclear, es consciente de que, si ha sido disparado un misil en su contra, sus posibilidades prácticamente son nulas.
Pavlichenko sabe que no solo han sido monitoreados por un sistema OTAN al momento de marcar el AWACS. Lo mismo ocurrió cuando él activó el sistema Leer-3, pero en ese caso fue la comandancia del BTG en Kherson. En el primer caso, supone que no recibirá fuego de artillería porque están fuera de rango. Solo pueden ser alcanzados por un misil balístico, de crucero o un dron. Pero si es el caso, al estar o acercarse al área de denegación de servicio de comunicación por la activación del Leer-3, los sistemas no podrán realizar las correcciones finales del blanco y continuarán trayectoria sin poder resolver la etapa final de su misión. Drones y misiles de crucero, que son autopropulsados, revisan constantemente su posicionamiento respecto al blanco. La probabilidad de una ráfaga de viento que altere la trayectoria de la unidad, es alta. Para eso debe comunicarse constantemente con el emisor, para realizar las correcciones del rumbo que requiera.
En el segundo caso, el operador de la comandancia de Kherson debe suponer que si Pavlichenco activó el Leer-3 después que el AWACS de la OTAN cambió de rumbo, es porque Liuda ha sido expuesta durante la operación. En ese caso, se espera que active sus sistemas para atacar al controlador de la amenaza. Sin embargo, no puede disparar un misil balístico si la unidad de Pavlichenko no fija las coordenadas, lo que este no puede hacer sin desactivar el Leer-3.
El comandante ruso no está equivocado. El proceso completo de la misión fue monitoreado desde las afueras de Brovary a poco más de veinte kilómetros de Kiev. Fue ese sistema el que confirmó al AWACS que había sido marcado por un láser e identificó la posición de Liuda, disparando de inmediato una batería HIMARS de largo alcance, estacionada al sur de Poltava, cerca de trescientos kilómetros al norte de su posición.
El misil que ha salido de Poltava es un misil táctico de crucero ATACMS y debiera tardar entre seis y siete minutos en recorrer la distancia asignada, y en breve entrará a la zona de denegación de servicio producida por el Leer-3, comenzando a volar a ciegas.
Yuri Pavlichenko tiene la posibilidad de evadir el ataque del HIMARS y lograr identificar la posición del emisor de las señales en Brovary. Para eso requiere suponer que el operador de la estación en Kherson está preparado y en disposición de lanzar un misil balístico desde las cercanías de Odesa en el mar Negro. Si un Iskander-M, misil ruso hipersónico que vuela a siete veces la velocidad del sonido, es disparado no más de dos minutos después que el disparado desde Poltava, es posible destruir el sistema ucraniano en Brovary y sobrevivir. Pero también entiende que está todo construido sobre muchos supuestos.
- Sargento, déjeme el control del Leer-3.
- Sí comandante.
De pie, a la derecha de la estación de la sargento Volkova, Yuri Pavlichenko toma con la mano derecha el Joystick con que puede enlazar y controlar el sistema Leer-3, y con suavidad hace descansar el dedo pulgar sobre el botón rojo de la parte superior. Debe desactivar el bloqueo de señales GPS para que el controlador del misil atacante pueda hacer las últimas correcciones a la situación del blanco. En ese momento identificará la emisión de señal, enlazándola al operador en Kherson que trasladará al sistema de guía del misil Iskander-M, el cual, a diferencia del misil de la OTAN, realiza sus correcciones de manera autónoma antes de hacer blanco. Si el emisor de señales es destruido, el misil ATACMS no recibirá las últimas correcciones de posición y volará un par de minutos más antes de caer a tierra sin detonar su carga. Para todo eso, Pavlichenko debe desactivar y volver a activar el Leer-3, dejando una ventana de comunicación de la menor fracción de tiempo posible, pero que permita identificar el origen de la comunicación al misil atacante.
El comandante ruso presiona el botón, y un instante después repite la operación. Mientras lo hace, sabe que tendrá buenas o malas noticias en cosa de instantes, porque la pantalla de radar de su estación mostrará una luz verde si identifica el paso de un misil ruso en dirección norte, compatible con su sistema, y destinado a anular la estación enemiga; o roja, para señalar la aproximación final de un ATACMS. En ambos casos acompañados de la misma señal sonora de alerta.
Pavlichenko se vuelve hacia Volkova, quien lo observa con una extraña tranquilidad. Tal vez ambos están recordando las palabras finales del instructor que los capacitó en el manejo y operación de los sistemas electrónicos de Liuda en Smolensk: quien tenga el control del espectro radioeléctrico, ganará las guerras del futuro.
Pero ese instante se rompe por el sonido de una alerta y una luz que se enciende en la pantalla.