El estructuralismo. Paradigma de la crítica literaria del siglo

por Karen Punaro Majluf

El Estructuralismo le da un sentido a la obra literaria y permite comprender la función individual del texto y, a su vez, relacionarlo con otros del mismo orden o género. La obra es vista como orgánica, aun cuando sus partes pueden ser aisladas, para hacerla dialogar; es decir, un personaje se corresponde con su espacio y con el tiempo.

El Estructuralismo hace del conocimiento algo sistemático y considera a la crítica como metaliteratura. Esto es un detalle fundamental, pues se le da cuantía a la crítica, la cual nace de la literatura; la analiza con argumentos propios; y, finalmente, tiene tanto valor como ella. Entre las figuras más destacadas del estructuralismo en literatura se encuentran: Roman Jakobson (1984), Roland Barthes (1970) Jonathan Culler (1987), Tzvetan Todorov (1975) , Mijaíl Bajtín (1994), Gerard Genette (1989), Algirdas Greimas (1976).

Roland Barthes, en “La muerte del autor” (1968) plantea que el lenguaje es el que habla por sí mismo y no es el autor, por lo que es importante lo que se dice y no quién lo dice. En su ensayo El grado cero de la escritura (1953), el autor francés ya señala que la escritura habla por sí misma y que no está contaminada por la perspectiva del autor. Eso sí, la redacción debe ser dentro de un contexto social, pues busca que se entienda por todos.

Para el análisis hay que tener en claro dos ideas: la obra es una constante y la variable es el tiempo de lectura. ¿Cómo entender esto? Un texto puede ser leído hoy o en un par de décadas; así, la variable del tiempo de lectura –relacionado a la reacción del autor- siempre estará condicionada al contexto que es especial y temporal.

Al Estructuralismo le interesa construir una teoría del discurso literario o, en términos aún más precisos, crear una teoría de la competencia literaria que explique cuáles interpretaciones son pertinentes y por qué otras no lo son, plantea David Viñas. Esta intencionalidad incluye al lector, quien debe desarrollar su competencia literaria siguiendo los criterios arriba mencionados los cuales, de acuerdo con Viñas, lo excluyen del proceso de interpretación crítica de la obra

Dentro de un texto narrativo, Genette divide tres niveles de análisis: la historia, o cúmulo de hechos o acontecimientos narrados, presentados de acuerdo a un orden lógico y cronológico; el relato, o discurso que pone de manifiesto una historia; y la narración, que es el hecho que convierte a la historia en relato.

 ¿En qué radica la distinción Estructuralismo – Postestructuralismo?

            Roland Barthes plantea dos ideas: la variable es el tiempo de lectura y el texto no tiene una estructura asignada, sino que todos son diferentes. Estas dos propuestas dan “el puntapié inicial” a la deconstrucción que deriva en el Postestructuralismo.

La diferencia entre Estructuralismo y Postestructuralismo se logra comprender gracias a lo que plantea Jacques Derrida, quien niega los sistemas estructuralistas y afirma que realmente la estructura es particular del objeto de estudio, en donde cada obra posee la suya propia (sin embargo, en lo que Barthes y Derrida coinciden es en que cada obra tiene una estructura diferente y en que el contexto del lector influye en el significado).

Derrida explica que  no importa qué se esté leyendo, ya que de todas formas el lector entiende lo que quiere. Por ello podemos afirmar que Derrida destruye el significante. En palabras simples, existen varios significados para un mismo significante, por lo que vale preguntarse, ¿se dice realmente algo que todos comprenderán de la misma manera? Eso dependerá del lector, de su conocimiento, de la asociación de ideas y su propio contexto.

Mientras el Estructuralismo señala que para que haya estructura debe existir un centro, Derrida –Postestructuralismo- critica la idea de buscar un centro y afirma que simplemente no existe: y si no hay centro no hay estructura.

Respecto al mensaje, el Postestructuralismo plantea que es inasible porque es temporal y espacial y eso hace que no haya comunicación (Derrida afirma que la comunicación es imposible y por ello no le interesa la interpretación).

Para comprender lo anteriormente expuesto, hay que considerar dos conceptos:

–       Espaciamiento, entiéndase que una palabra o frase depende de otra, y el espacio está entre lo que hay antes y después de la frase;

–       y el Tiempo, referido al momento en que se está leyendo la frase. Así, el mensaje es inasible, porque al momento de la lectura el lector solo posee la frase que lee, pero en los próximos segundos tendrá la siguiente frase recordando la anterior.

¿Cuál es el rasgo distintivo de la deconstrucción?

Por un lado, tenemos el fin del significante (por la multiplicidad de significados) en donde la interpretación es la que prima. El lector interpreta según sus experiencias y conceptos adquiridos, sobre sus expectativas y capacidades literarias y libre asociación de ideas.

Respecto a la crítica, ésta es interpretación. Derrida plantea que no se necesita una certeza, lo cual es favorable a la hermenéutica, a que haya multiplicidad de interpretaciones, gracias a la destrucción del significante.

El lector comienza a tener su rol, el de  darle un significado a la obra. Urge el proceso de lectura desde el presente de la literatura. No es necesario llegar al fin del texto para comprenderlo, sino que se va entendiendo paso a paso, momento a momento. Derrida lo explica afirmando que todo texto puede ser nuevo y esto lleva a una actualización constante de la literatura.

¿Qué implica enfrentarnos a la lectura de un texto con el fin de encontrar su significado y adueñarnos de su último significado, si es que éste existe? Este planteamiento clásico de la apropiación de la escritura (llámese imagen, texto, sonido, gesticulación) es producto de una concepción determinada sobre el lenguaje, la cual viene de tiempos de la modernidad. Para las teorías convencionalistas, la palabra no es más que un signo establecido por convención y exclusivo de los hombres, construido desde la pura intencionalidad subjetiva, en el que un signo equivale al objeto del que ocupa su lugar.

En la Modernidad se produce un movimiento de reflexión del lenguaje que pasa a hablar de sí mismo, característico de la literatura. En paralelo, la filosofía se convierte en una reflexión sobre el ser del lenguaje y, a partir del siglo XIX, la literatura se separa de los valores a los que estaba atada en la época clásica, destruye los géneros asociados al orden de la representación y se distingue por su regreso perpetuo hacia sí misma, señala Foucault.

Michel Foucault, Gilles Deleuze y Maurice Blanchot

Muchos de estos núcleos —la ruina de la representación en la literatura, el repliegue sobre sí misma, la problematización de las relaciones entre ella y la filosofía— forman parte de los problemas, conceptos y escrituras de Foucault, Deleuze y Derrida, quienes en este punto están fuertemente influidos por Maurice Blanchot.

         

Derrida plantea los siguientes puntos a considerar en el análisis:

1.     Entorno. Condiciones alternativas de reproducción -lo lúdico o eliminación de códigos específicos- así como a la función de los elementos textuales, contextuales e intertextuales en los procesos de interpretación.

2.     Rizomatización. Esta estrategia pone en evidencia la presencia o ausencia de elementos específicos estudiados por la teoría semiótica de los laberintos. Una estética usada en novelas de los siglos XVIII y XIX, se organiza en torno al concepto de la verdad y que no se acepta otro desenlace que la resolución de un conflicto. Un perfil moderno contiene diversas ramificaciones del texto, subdivisiones de la historia principal en otras no menos importantes; o sea, tienen más de un centro conocedor.

3.     Representación. Busca establecer el nexo entre los códigos de la realidad y la representación. La estética clásica en general es metonímica (es decir designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa; por ejemplo, las canas por la vejez). Por su lado, una estética moderna es más bien metafórica, y busca separar los códigos que usamos para representar la realidad.

4.     Simulacros. Constante juego con los límites de la presentación y la representación de la realidad, así como del concepto de verdad. En una obra, una estrategia deconstructiva de simulacro copia se basa en copiar un concepto, género o fragmento base o, copiar un concepto, género y/o fragmento donde no hay un original. Esta estrategia implica el pensar en lo fundamental que son los marcos de referencia que se usan para interpretar los signos, al tiempo que recuerda como lectores que toda la verdad es una ficción, o sea una construcción de sentido cuya raíz puede estar sometida a una eterna reescritura, como resultado de una interminable negociación.

5.     Juego de estructuras o estructura ausente. El peso de la lógica sintagmática, paradigmática e itinerante en la organización del discurso. Así toda historia comenzará por un inicio y terminará con un desenlace; una narrativa moderna lleva una estructura arbórea que presenta distintas historias a la vez, cada una de las cuales modifica el orden sintagmático, de acuerdo con las necesidades específicas de cada texto.

6.     Silenciamiento o mutismo. Estrategia que busca explicar algo que rebasa al sentido y el significante de una huella o diferenciación. Ante una ausencia (silencio) traza una “diferenciación” de otros objetos o signos. Eso es precisamente la deconstrucción: anulación histórica de los nombres del ser a partir de la huella acontecimiental, es decir, de lo que dentro del texto deja el rastro borroso de un movimiento que comienza ya a diferir, manifestando el valor metonímico del nombre al cual dicho texto está consagrado.

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1 comment

Pncho Zeta. julio 6, 2023 - 2:24 pm

No saben lo grato que es leer acomienzos del día un artículo reflexivo. Siempre me ha parecido que una de lascosas fascinantes que tiene la literatura -y el arte- es el simulacro. Saludos. Felicitaciones

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