Sentados con Beatriz, en las aposentadurías del Movistar Arena, el próximo domingo 13 de noviembre, estaremos asistiendo al último concierto de Joan Manuel Serrat en Chile. “El vicio de cantar” -como nominaron a su obra-, lo estaremos viviendo con el “vicio de escuchar y cantar” al trovador catalán por última vez.
Emocionados por estar en la última función, lo más probable es que optemos por varios minutos de bulla, de algarabía, en vez de uno de silencio en la despedida.
Cantaremos en voz alta sus canciones para que nunca se acaben, siguiendo la vieja tradición teatral de decirlas en voz alta para que sigan vivas arriba de los escenarios. Diremos Serrat en voz alta, su nombre “que sabe a hierba”, para conservar para siempre su vigencia.
Toda una generación, la de nuestros hijos y la de nuestros nietos, seguirán abriendo el camino al andar, aunque parezca el domicilio obligado, el lugar común de las ideas, en este mundo todavía convulso y pendiente.
El pase- gol de Serrat
Todos los fines de semana, en los veranos de los sesenta, mi tía Olivia Vial me llevaba al Estadio Español, donde almorzábamos en una mesa de tertulia con distinguidas y bellas mujeres, encabezadas por Flora Roca, diseñadora de moda y prestigiada empresaria del ramo; la talentosa directora de la revista EVA, Carmen Machado Monedero, su hermana María, que era modelo de modas y el suscrito, que cursaba los últimos estudios de humanidades.
En el estío del 69, fue invitado un joven cantante catalán, que hacía su primera presentación en Chile en el Teatro Municipal de Santiago. Su concierto sería trasmitido por el canal estatal, que iniciaba sus trasmisiones con la traza de la televisión universitaria, bajo una ley de televisión que había promulgado el mismísimo presidente Jorge Alessandri Rodríguez, para que se conservara su impronta cultural. Eran otros tiempos.
Para Joan Manuel Serrat, no era menor el encuentro. Él, por esos días, estrenada en el mundo entero su trabajo basado en la poética de Antonio Machado y, en esa oportunidad, tenía la posibilidad de encontrarse con las últimas sobrinas vivas del vate español.
Carmen y María eran hijas del exilio y de la guerra civil española, del lado de los derrotados. Hijas de José y Matea emprendieron, siendo muy niñas, el viaje junto a su hermana Eulalia hacia Francia y luego, fueron separadas de sus padres y enviadas a la Unión Soviética, de donde guardaron bellos recuerdos. En 1940, por gestiones directas de Pablo Neruda, la familia Machado Monedero se reunió nuevamente en Francia y se embarcaron en El Formosa con destino a nuestra patria.
Ese almuerzo fue memorable. La poesía y los recuerdos de las Machado le dieron una vuelta a la vida de don Antonio, el poeta.
Carmen Machado, la periodista, contaba que su tío Antonio le había enseñado a leer, el mismo, que antes de su temprana partida había guardado sus últimos escritos en su abrigo, como lo señalara Amalia Bulnes en su crónica de El País: “Fue precisamente el padre de Carmen Machado, José, quien encontró en el bolsillo del gabán de su hermano Antonio dos papeles arrugados. En uno de ellos el poeta recordaba a Guiomar[1]. En el otro dejó un apunte transido de nostalgia que compendia, en apenas un verso, toda la literatura del exilio español: ‘Estos días azules y este sol de la infancia’”.
Terminado el almuerzo, lo invité a jugar “una pichanga”, un partido improvisado en la cancha de futbolito, de pasto natural, que se ubicaba al final del Estadio Español. Él era un hincha acérrimo del Barcelona.
Fue un partido “a pata pelá”, en trajes de baño y con el entusiasmo por el fútbol. Jugamos en el mismo equipo y al final del partido, el Nano Serrat, como puntero izquierdo, se desplazó por la banda eludiendo rivales y me dejo en bandeja la pelota para que esquivara al arquero e hiciera el gol. Gritamos como si hubiéramos ganado la copa Jules Rimet. Nos abrazamos ante la desazón de nuestros improvisados rivales, que nunca supieron, ni se dieron cuenta, que este flaco puntero izquierdo era y es uno de los más importantes cantautores, poeta de todos los tiempos, de habla hispana.
Ese pase-gol quedó en mi memoria para siempre.
Joan Manuel Serrat cantaría después en el escenario capitalino con su corazón lleno de las historias de las sevillanas Machado y más cerca que nunca de su poeta, don Antonio, en el último rincón de Latinoamérica.
Cincuenta y tres años después, Joan Manuel Serrat cantará por última vez arriba de un escenario chileno, convirtiendo la patria de la música en una sola, más allá de las dictaduras y las censuras.
[1] Guiomar, Pilar de Valderrama Alday (Madrid, 27 de septiembre de 1889-Madrid, 15 de octubre de 1979), fue una poetisa y dramaturga española encuadrada en el postmodernismo, conocida como Guiomar, gracias a su relación epistolar con Antonio Machado entre 1928 y 1936.2
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Excelente artículo , que demuestra la vigencia de la música. Aunque el cantor esté ausente, no existe el silencio. Felicitaciones.