El último órdago de Pedro el Grande

por Juan. G. Solís de Ovando

Como adelantamos en un artículo anterior, Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España, al modo del Conde Belisario, que no rehuía combates en franca desigualdad de condiciones siempre que escogiera el momento y el lugar donde presentar batalla, consiguió dar vuelta a la situación política española, y contra todos o casi todos los pronósticos, se puso en mejores condiciones de formar gobierno que sus adversarios.

Como suele suceder, en esta batalla hubo perdedores y ganadores, pero en esta ocasión, destacaron más los primeros que los segundos. Y entre los perdedores, nadie tanto como el partido ultraderechista VOX. Y no solo porque perdieron por los números de escaños (19) y 606.000 votos, sino sobre todo porque dejaron de ser un negocio político atractivo para el Partido Popular, en tanto que la suma de los votos de ambos partidos no alcanza los 176 escaños que permite formar gobierno en un sistema parlamentario como es el español. Recordemos que, en esta forma de gobierno, en las elecciones no se elige a un presidente sino a parlamentarios, que, en coalición o en solitario deben juntar votos (escaños) para formar gobierno.

Perdieron estrepitosamente también los pronósticos de las empresas demoscópicas de encargo que en número de decenas de ellas aseguraban la victoria aplastante del Partido Popular, liderado por Alberto Núñez Feijoo, que conseguiría o rozaría la mayoría absoluta, 176 escaños. Así fue como perdieron también las expectativas, porque anunciaron urbe et orbi que la alianza PP más VOX superaría con creces la mayoría absoluta. Se hablaba de conseguir más de 180 de escaños. Por consiguiente, el gobierno de la coalición progresista tocaba a su fin.

Perdió, especialmente, la propaganda crispada, ofensiva, calumniosa, e infame. Pocas veces se ha visto tanta descalificación que contrastaba con el lenguaje ponderado, respetuoso y caballeroso de Pedro Sánchez. Los actos de insidia generalizada no tuvieron límites, pero destacó la consigna de los populares (y que Núñez Feijoo no quiso rechazar) del “Que te vote Txapote” en alusión a un etarra -actualmente en prisión-, y uno de los autores del criminal atentado que le costara la vida al popular Miguel Ángel Blanco, a pesar de que la propia familia de éste había rogado que no se utilizara el nombre de su familiar para esos efectos electorales.

Perdió, aunque parcialmente, la industria y la estrategia de la mentira pródiga en afirmaciones manifiestamente falsas como las que Feijoo hiciera a la periodista Silvia Intxaurrondo, exigiéndole incluso una rectificación cuando esta le recordó que el Partido Popular había votado en contra de la revalorización de las pensiones en al menos tres ocasiones. La que se armó posteriormente fue de tal nivel que el candidato popular no le quedó más remedio que intentar aclarar -no aclaró- sus contradicciones sobre el punto.

Perdió también no solo la invitación a la sociedad española a aceptar el retroceso social, cultural y político que la alianza PP y VOX importaba, sino que operó despertando la conciencia social que sus consecuencias sociales y culturales entrañaba. Porque como le suele suceder a VOX fue incapaz de controlar la pulsión de aprovechar cualquier posición de poder para operar el negacionismo de la violencia machista, la discriminación y persecución de los LBGTI, e intentar frenar los avances sociales que la España moderna y liberal actual, ahora más europea que nunca, ha conquistado después de largas luchas y movilizaciones. Y eso pudo percibirse como cuando a modo de marketing invertido la gente escuchaba con espanto  – a la caza de un presunto voto ultra- las declaraciones de su líder Santiago Abascal: “El género es un concepto ideológico que nosotros no compartimos”, prometiendo derogar todas las leyes aprobadas en la legislatura del gobierno progresista que a su juicio dividen y destruyen a España, como la ley del solo sí es sí, la ley trans y la de Memoria Histórica, esta última que se dirige a localizar y dar sepultura a los asesinados durante la guerra civil por los franquistas y enterrados en cunetas; así como la de prohibir el matrimonio de personas del mismo sexoo el derecho de éstos a adoptar.

Sus actos simbólicos como los de retirar las banderas en Les Corts Valencianes, en el Parlament de Baleares, en losayuntamientos de Valladolid, de Ciudad Real, como asimismo en ayuntamientos de madrileños como Alcalá de Henares, Algete o Boadilla del Monte, traspasaron los límites de la tolerancia.

En algunos casos, VOX ha demostrado un desprecio grosero frente a las expresiones culturales como la de retirar de la programación cultural del verano en el municipio cántabro de Santa María de Bezana, realizada por la concejala de VOX de la película infantil Buzzlightyear, por una escena en que aparecen dos mujeres besándose (siguiendo la pauta de varios países musulmanes) o, incluso, el más bochornoso de censurar en el ayuntamiento de Valdemorillo la versión teatral de Orlando de la autora británica Virginia Woolf, una obra reconocida universalmente desde hace un siglo.

Cometiendo un error táctico de bulto, y sin esperar, como pudo haberlo hecho, hasta después del enfrentamiento del 23 de Julio, el Partido Popular cedió a las presiones de VOX que pidió en dinero constante y sonante sus votos, o sea, cargos en los gobiernos autonómicos a cambio de facilitar la investidura de los populares allí donde no habían conseguido la mayoría absoluta, casi todos. El resultado no se hizo esperar. Casi inmediatamente las actitudes impúdicas de los ultraderechistas como las que resumidamente se ha mencionado alarmó a los sectores moderados del centro político, movilizando el voto de derecha hacia el centro, y el de izquierda hacia el PSOE. Ello explica, sin duda, la ostensible pérdida de votos de VOX.

Perdió, de esta misma manera, la política de exaltación de España como el estado nacional de planta decimonónica. Y como si operaran con locura ideológica, la derecha representada en el Partido Popular se esforzó en extender cretinamente los odios ya reconcentrados en Cataluña y el Procés, hacia el país vasco, Euzkadi. Primero se hizo para criticar la forma en que el gobierno progresista conseguía apoyos para aprobar presupuestos en el partido más aberzale E. H. Bildu (Euskal Herria Bildu), (organización políticasurgida de los debates que condujeron a los aberzales a la deposición de la lucha armada y la disolución de la ETA), y luego para enrostrar al PSOE y Pedro Sánchez, el pactar con ETA (ya inexistente), con tal de permanecer en el poder. El resultado ha sido que H. Bildu, de tanto ser exaltado por las derechas españolas, ha llegado a convertirse en el principal partido de Euzkadi en desmedro del Partido Nacionalista Vasco PNV, representante de la centroderecha vasca.

En esta elección perdieron los indepes de Cataluña, en todas sus especies y formas. Los partidos más representativos del procés, Ezquerra Republicana (ERC) y Juns per Catalunya, y la Cup salieron heridos de las elecciones del 23J. Los primeros perdieron 6 diputados, los segundos 1 y la CUP también 1. Esos votos perdidos se fueron al Partido Socialista de Cataluña PSC y SUMAR ganando 7 diputados cada uno. El resultado más grueso pone al partido de los socialistas catalanes, con más votos que todos los indepes.

El secesionismo catalán ya no es mayoría.

Con el panorama actual y luego del recuento de votos del exterior, que otorgó un escaño más al PP, y aunque el PSOE está solicitando un recuento exhaustivo de los votos nulos, la situación parlamentaria es la que sigue: PP: 136 escaños; PSOE 122 escaños; VOX 33 escaños; SUMAR: 31 escaños; ERC: 7 escaños; JUNS: 7 escaños; EH Bildu: 6 escaños; PNV: 5 escaños; BNG (Galicia): 1 escaño; CCA ( Islas Canarias): 1 escaño; UPN ( Navarra): 1 escaño, queda claro que el Partido Popular no podrá formar gobierno, pues el PNV ni siquiera ha aceptado sentarse a una mesa a conversar después de las alianzas con VOX para forzar gobiernos autónomos con la ultraderecha españolista. Por eso solo cuenta con los votos de VOX, los de UPN (Navarra), y los de CCA (Islas Canarias). En total 171 escaños.

La posibilidad de reeditar un gobierno progresista en cambio es real. La suma de los partidos de la coalición de gobierno, es decir, los 122 del PSOE y los 31 de SUMAR solo alcanza a 153 escaños, pero podría sumar a varios partidos que ya han votado con la coalición de gobierno para sacar diversas leyes progresistas. Esto podría agregar los escaños de ERC, E.H. BILDU, PNV, BRG, que suman los 172 escaños, pero a diferencia del PP, puede lograr la investidura en segunda votación, cuando la ley no exige la mayoría absoluta del parlamento, sino que los sies sean más que los noes.

Esto hace que algunos partidos como los catalanes indepes, aun teniendo menos escaños, sus votos valgan más, pues Pedro Sánchez necesita el voto favorable de al menos 1 parlamentario de JUNS y la abstención de los demás para en segunda votación conseguir la investidura. Y, esto complica las cosas, porque todo tiene su precio. Y, hasta ahora, el precio que los indepes, sobre todo JUNS pretende, traspasa los límites constitucionales aceptables por Sánchez: Un referéndum pactado sobre la independencia de Catalunya y una ley de amnistía para la totalidad de los condenados por el proces, respecto de la totalidad de los delitos imputados.

Todavía hay partido como diría un comentarista deportivo de radio. Y todo indica que será con un final de infarto. Y podría haber sorpresas. Por ejemplo, que la diputada de las Islas Canarias ponga su voto a favor de Pedro Sánchez y no del PP. Esto haría que bastase con la sola abstención de los diputados de JUNS para obtener la investidura.

No obstante, en mi opinión, las derechas españolas tienen un problema de fondo. Y tomando la metáfora de mi amigo y profesor de cine y artes visuales David Vera, cuando la película tiene un guion equívoco, tortuoso o extraviado, casi siempre sale mal, hay que poner de manifiesto que a ese bloque político los que les falta es precisamente eso: definir un guion. Porque no basta con negar la sal y el agua al adversario para constituirse en alternativa política. Hay que proponer y proponer dentro de un modelo, lo que implica, debatir sobre ese modelo. Y hasta ahora, cuando los populares y sus líderes han tenido que salir a la cancha de las ideas han recurrido a viejas fórmulas pasadas de moda y siempre fuera de contexto. Un caso típico de ello son las improvisaciones sobre políticas fiscales, algo que de suyo rechaza la improvisación. Esto es doblemente complicado cuando la Europa gobernada por representantes de los populares europeos (Úrsula von der Leyen) han compartido las visiones de la España gobernada por Pedro Sánchez de cuidar los equilibrios macroeconómicos manteniendo un escudo social que, durante la pandemia permitió salvar el empleo y a la postre aseguró el crecimiento.

Hasta ahora todo el debate de las derechas se han centrado en intentar deslegitimar el gobierno progresista por sus aliados eventuales y estratégicos (gobierno frankestein) y reaccionar a todo aquello que huela a izquierdismo cultural, resucitando para ello los viejos fantasmas de la educación como expresión de las ideologías izquierdistas, o la lucha contra las ideologías de género, o la estigmatización de los inmigrantes, especialmente si son africanos.

Además, y para desgracia de la derecha posfranquista en sus expresiones del PP y VOX, la derecha profunda en España está territorialmente dividida. Porque nadie podría discutir que el partido nacionalista vasco PNV y Juns per-Catalunya, de Euzkadi y Cataluña respectivamente, representan los intereses de los empresarios y las clases medias acomodadas en sus respectivos países. Y esto hace que cuando se trata de las cuestiones del gobierno y las políticas de España, las derechas y las izquierdas separatistas terminen votando juntas.

La política de movilizar los odios contra las regiones como han hecho hasta ahora los políticos del PP y VOX, han traído resultados funestos para sus intereses electorales, como se ha explicado.

Lo anterior, empero, no significa que el bloque de izquierdas lo tenga todo resuelto. Mas bien es hora de resolver problemas de fondo asumiendo los cambios estructurales que España necesita con audacia, valentía y buen criterio. Entre ellos, el más difícil de éstos: avanzar hacia un estado que se parezca mucho a uno federal. Ello evitaría contradicciones, y retrocesos. Superaría, en parte, los conflictos con las fuerzas históricas nacionalistas en el país vasco y Cataluña.

Pero, sobre todo, y como lo vienen planteando los posibles nuevos aliados de la investidura de Pedro Sánchez, es momento de poner los apoyos electorales de los partidos progresistas dentro de un pacto estratégico para la construcción de una España progresista.

Hasta el 17 de agosto esta película como toda cinta entretenida seguirá siendo pródiga en acción, suspense y sexo. Esto último llegará cuando después de la investidura algunos viejos enemigos despierten una mañana y constaten que han dormido juntos.

Continuará.

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