Por segundo año consecutivo el Ejército de Estados Unidos no alcanzó su meta de reclutamiento de voluntarios, una escasez que refleja el papel cambiante que la carrera militar tiene en el mercado laboral. Los cambios también muestran la presencia creciente de negros, latinos y mujeres que eligen alistarse en las Fuerzas Armadas.
Siempre alguna guerra hay
Desde su fundación como república independiente Estados Unidos ha estado involucrado en guerras mayores y menores, intervenciones declaradas o encubiertas, y conflictos internos como la expansión hacia el Oeste y sus campañas contra los indígenas, o una Guerra Civil (1861-1865) que dejó más de 600.000 muertos.
En la guerra por la Independencia, la Guerra Civil, la Primera y Segunda guerras mundiales, la guerra de Corea y la de Vietnam, el país empleó el servicio militar obligatorio, también conocido como leva, de jóvenes.
El apremio por carne de cañón llevó, por ejemplo, durante la Guerra Civil al enrolamiento por parte del Gobierno Federal de jóvenes inmigrantes, en su mayoría irlandeses pero también, escoceses, franceses, suecos y alemanes, reclutados apenas desembarcaban. Al comienzo del conflicto en 1861 aproximadamente el 13 % de los estadounidenses había nacido en el exterior. Al finalizar la guerra en 1865 casi el 65 % de los soldados en el ejército del Norte había nacido en otro país.
En 1940 el país adoptó el llamado sistema de Instrucción y Servicio Selectivo que siguió siendo un método de servicio militar obligatorio, pero sólo vinculado a las necesidades de las Fuerzas Armadas: los hombres jóvenes eran convocados al servicio en el número suficiente para cubrir las vacantes no ocupadas por voluntarios.
Ese sistema funcionó hasta 1973 y, desde entonces, todo el personal de las Fuerzas Armadas –Ejército, Marina, Fuerza Aérea, Infantería de Marina, la Fuerza Espacial y el Servicio de Guardacostas- es voluntario.
Todos los varones al cumplir los 18 años de edad han de registrarse para el Servicio Selectivo, y esto incluye tanto a los ciudadanos nacidos en el país como a los inmigrantes –documentados o indocumentados- los refugiados, asilados, y los trabajadores agrícolas con visa de trabajo temporales. Deben registrarse incluso los “ciudadanos estadounidenses o los inmigrantes que han nacido masculinos y han cambiado su género a femenino”, pero están excluidos “los individuos nacidos femeninos y que han cambiado su género a masculino”. En ese registro quedan hasta que cumplen 25 años de edad, y si el país los necesitara, pueden ser convocados a filas.
Desde hace una veintena de años se debate si también las mujeres deberían registrarse para el Servicio Selectivo.
Desde 1973 no han faltado guerras pero Estados Unidos ha contado con los voluntarios suficientes como para lidiar con las campañas como la Guerra del Golfo (1990-1991) en la que movilizó a unos 700.000 soldados.
Números ajustados
De acuerdo con el Perfil Demográfico de las Fuerzas Armadas publicado por el Pentágono en diciembre pasado y que corresponde a 2021, el conjunto de Ejército, Marina, Infantería de Marina, Fuerza Aérea y Fuerza Espacial contaba con más de 1,3 millones de miembros activos, de los cuales el 36,1 % estaban en el Ejército, el 25,7 % en la Marina, el 24,7% en la Fuerza Aérea y la Fuerza Espacial, y el 13,5 % en la Infantería de Marina
Según el Centro Pew, las fuerzas militares de EE.UU. contaban con 2,7 millones de efectivos en 1990, y 1,4 millones cuando los ataques terroristas de 2001 fueron seguidos con la movilización para la guerra en Afganistán.
También han cambiado otros aspectos de las Fuerzas Armadas estadounidenses.
En 1975, las mujeres eran el 5 % de la tropa y el 5 % de los oficiales comisionados. En 2017, el 16 % de la tropa y el 18 % de los oficiales eran mujeres.
En 2004, los blancos eran el 64 % de todos los miembros en servicio militar activo, y en 2017 eran el 57 %, de modo que las minorías raciales y étnicas pasaron a ser del 36 % al 43 % de los militares.
Aún dentro de la categoría de minorías étnicas o raciales, otro cambio es notable: en 2004 los negros eran el 51 % de las minorías y los latinos eran el 25 %. Según Pew, ya en 2017 los negros eran el 39 % y la presencia de latinos había subido al 36 % de las minorías.
“La proporción de minorías étnicas y raciales en las Fuerzas Armadas ha crecido de manera sostenida en décadas recientes”, apuntó Pew. “Los hispanos, en particular, son la población minoritaria de crecimiento más rápido entre los militares, un cambio que corresponde con las tendencias demográficas más amplias en Estados Unidos”.
Preocupación
La secretaria del Ejército, Christine Wormuth, concurrió la semana pasada a una consideración de presupuesto con el Comité de Asignaciones del Senado y advirtió que esa arma no alcanzará la meta de reclutar unos 65.000 soldados, aunque, señaló, las cifras lucen mejores que en el año anterior. El personal activo en el Ejército cuenta actualmente con unos 455.000 hombres y mujeres pero va perdiendo más soldados que los que enrola cuando faltan menos de cinco meses para llegar a la meta de 452.000 miembros activos al término del período fiscal 2023 en septiembre.
“Si no reencaminamos nuestra situación de reclutamiento no puedo garantizarles que el Ejército no deberá hacer algunas reducciones sustanciales en el potencial de fuerza”, dijo la funcionaria. “Tenemos que asegurarnos de que nuestras unidades, por ejemplo, las que integran la Fuerza de Respuesta Inmediata, estén dotadas de forma adecuada y listas para marchar”.
Al igual que toda la población de Estados Unidos, las Fuerzas Armadas se están tornando “viejas”: las tropas son el 82,3 % de los militares y su edad promedio es 27,1 %, y la edad promedio de los oficiales es 34,4 años.
El enrolamiento no es mala idea: el 25 % de los voluntarios permanece en las Fuerzas Armadas de uno a dos años, y el 21 % de tres a cuatro años durante los cuales, con ayuda financiera, pueden completar cursos universitarios que los califican para el mercado laboral civil. Y para quienes cumplan 20 años de servicio está la posibilidad de un retiro con una pensión mensual equivalente al promedio de los últimos 36 meses.
Es decir que alguien que se enrole como voluntario a los 20 ó 25 años de edad, puede retirarse a los 30 ó 45, con una pensión asegurada y décadas de vida por delante para dedicarse a los negocios o una profesión.
Por otro lado, las guerras en la primera mitad del siglo XXI son diferentes a las del siglo XX y los anteriores, ya no requieren el despliegue de enormes cantidades de soldados, sino que se disputan mayormente con tecnología y operaciones especiales a cargo de unidades pequeñas en misiones clandestinas.
Muchas razones se citan para explicar por qué las Fuerzas Armadas encaran una escasez de voluntarios y entre ellas está el hecho de que el contingente de personas con edades de 17 a 24 años, calificados e interesados en el servicio, sigue achicándose.
Brett Velicovich, un ex miembro de las Fuerzas Especiales del Ejército, en un artículo para FOX News, apuntó el año pasado que ya en 2018 el 71 % de esos 34 millones de jóvenes no podían calificar para el ingreso a la fuerza debido principalmente a la obesidad, el uso de drogas, los problemas de salud física y mental y los antecedentes criminales.
“Cuatro años más tarde, la cifra es aún más alta”, escribió Velicovich. “Y además, el 23 % de los que calificarían para el servicio otro 10 % no cumple con los estándares académicos de las Fuerzas Armadas. Añádase a esto que de los 3,5 millones de jóvenes restantes sólo unos 320.000 están inclinados al servicio militar”.
Por su parte Irene Loewonson y Geoff Ziezulewicz, en un artículo para el diario Military Times, apuntan que la merma de voluntarios se acentuó desde 2022 cuando las Fuerzas Armadas adquirieron un nuevo sistema de registros médicos conocido como Military Health Genesis con el cual los voluntarios son sometidos a exámenes médicos antes de que firmen el contrato.
“Múltiples reclutadores de diferentes armas y sitios, semana que Genesis ha liquidado la posibilidad de que un voluntario oculte o ignore problemas médicos anteriores, como trastornos de la conducta o el uso de inhaladores”, señaló el artículo.
Los periodistas citaron a Joe Brown, un reclutador del Cuerpo de Infantería de Marina según el cual “nadie lo dice en voz alta y delante de alguien que pueda traer problemas, pero todo el Departamento de Defensa sabe que antes de Genesis podíamos hacer que la gente entrara, dentro de lo razonable, porque lo que el solicitante decide revelar es lo que el solicitante decide revelar. Ahora que existe Genesis, ya no podemos ocultar las cosas”.
Expertos en asuntos militares y oficiales a cargo del reclutamiento citan, también, como causas el hecho de que el desempleo se ha mantenido por casi dos años en el nivel más bajo en cinco décadas, por lo cual los jóvenes de familias con bajos ingresos que antes podían sentirse tentados con el servicio militar, ahora encuentran otras ocupaciones fácilmente.
Los políticos y comentaristas reaccionarios traen a colación otra causa: las Fuerzas Armadas se han tornado “woke”. Éste es un término que se ha puesto de moda en años recientes y, en su acepción más común, se refiere a una atención de asuntos sociales como el racismo, la discriminación por género/sexo, las minorías, la pobreza, las desigualdades.
Las Fuerzas Armadas, conscientes de la necesidad de atraer y retener voluntarios han puesto fin a la veda de homosexuales en sus filas, han instituido cursos para los reclutas acerca del acoso sexual, la discriminación por raza o credos religiosos, y han ampliado los programas de asistencia para la salud mental, el apoyo a las familias de los soldados, y las licencias por paternidad y maternidad.
En palabras del director del Centro para Defensa Nacional en la Fundación Heritage, Thomas Spoehr “wokeness es hoy la procupación principal de los veteranos de pelo en pecho”.
“La amenaza más grande que ven para nuestras fuerzas militares actuales es el debilitamiento de su textura por políticas progresistas radicales impuestas, no por una emergente generación de vagos, sino por parte de los mismos mandos que deberían asegurar su apresto para combatir”, añadió. “Wokeness en los militares lo imponen líderes elegidos y designados en la Casa Blanca, en el Congreso y en el Pentágono que poco entienden del propósito, el carácter, las tradiciones y los requisitos de la institución que tratan de cambiar”.
Una opinión parecida la expresó el ex secretario de Estado Mike Pompeo, graduado de West Point y ex oficial del Ejército con servicio en Alemania durante la Guerra Fría, cuando en una entrevista y en un juego de palabras dijo que “Una fuerza armada woke, es una fuerza armada weak (débil)”.
“¿Cómo podemos pedir a hombres y mujeres jóvenes que han decidido arriesgar sus vidas por la nación, aún morir por Estados Unidos, afirmen que nuestro país es, por su naturaleza, racista?”, comentó Pompeo, quien amaga con postularse como candidato presidencial republicano en 2024. “¿Cómo podemos pedirles que vean a sus hermanos y hermanas en armas a través de los prismas estrechos de raza o género? “