Hacia una nueva administración pública. 

por Ricardo V. Rivera Montero.

Tomás Vodanovic pasará a la historia reciente como el alcalde más votado. ¿Cuántos votos? 227.693, es decir, 70% de los votos válidamente emitidos. Esta victoria electoral llama la atención porque propios y ajenos al Frente Amplio, partido político del alcalde, ven algo atípico en su forma de servicio público, esta percepción tiene fundamentos, y pretendo explicarla en los siguientes párrafos.

Antes de empezar he de declarar dos condiciones que como autor me comprometen y por ende me hacen parcial en este breve análisis, primero, soy Administrador Público de la Universidad de Chile, segundo, soy militante del Frente Amplio. 

¿Por qué hace ruido desde la izquierda el servicio público del periodo Vodanovic en Maipú? 

Esto tiene variadas respuestas, un debate distinto puede darse sobre sus tintes socialdemócratas dentro de un partido declarado socialista, pero este no es ese debate. El ruido se produce entre dos grandes paradigmas, ambos formalizados en el mundo anglosajón, en orden cronológico, la Nueva Administración Pública, fruto de las luchas políticas de los años 60’s y 70’s, y la Nueva Gestión Pública, cuyo auge ocurre en las décadas de los 80’s y 90’s. Vodanovic siempre habla de este último concepto, “Gestión Pública”, lo cual tiene total sentido al estar rodeado de excelentes profesionales que se han perfeccionado en el programa de Magíster en Gestión y Políticas Públicas del Departamento de Ingeniería Industrial de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Este programa nace en 1998, mismo periodo en que se impulsa la agenda tecnocrática de modernización del Estado durante la presidencia de Eduardo Frei Ruíz-Tagle. En simple, el concepto de gestión pública es inseparable del periodo en el cual se instala, periodo de profundización neoliberal en el plano económico y preponderancia tecnocrática en el plano político. Ahora bien, su utilización no implica una reivindicación, pero su falta de problematización puede ser problemática.

¿Qué elementos tecnocráticos y neoliberales generan problemas a la izquierda en este paradigma?

Hood (1991), académico inglés, señala 7 componentes doctrinales de la Nueva Gestión Pública, nos enfocaremos en 3:

  • 1: “Gestión profesional activa” en el sector público, cuyo significado señala ser activo, visible, ejerciendo un control discrecional de las organizaciones por parte de las personas en puestos altos, con “libertad para dirigir”, siendo justificado típicamente señalando que la rendición de cuentas requiere un claro sentido de responsabilidad de las acciones propias, no la difusión del poder.
  • 6: Hacer hincapié en las practicas administrativas del sector privado, cuyo significado señala ser alejarse de la ética del servicio público estilo militar; mayor flexibilidad en la contratación y gratificación; mayor uso de técnicas de relaciones públicas, siendo justificado típicamente señalando la necesidad de usar en el sector público herramientas “probadas” en el sector privado.
  • 7: Hacer hincapié en una mayor disciplina y ahorro en el uso de los recursos, cuyo significado señala reducción de costos directos elevando la disciplina laboral, resistiendo las demandas sindicales y limitando los “costos de cumplimiento” para los negocios, siendo justificado típicamente señalando la necesidad de poner limites a las peticiones de recursos del sector público y “hacer más con menos”.

Estos tres componentes doctrinales como señale fueron formalizados en el mundo anglosajón y tuvieron su auge en los años 80’s y 90’s, período conocido por nosotros como dictadura civil-militar y transición democrática (Democracia Semisoberana según Huneeus) en lo político e imposición y profundización del neoliberalismo en lo económico (para mayor detalle ver Ffrench-Davis). Particularmente el primero de los dos periodos señalados fue el más brutal destruyendo los fundamentos sociales y políticos de la administración pública nacional, cuya tradición sobrevivió el conservadurismo autoritario, el liberalismo reformador, el radicalismo y proyectos revolucionarios de tercera posición como la “revolución en libertad” y “la vía chile a al socialismo”, más de 150 años de tradición administrativa despolitizada e higienizada para hacerla funcional al modelo económico neoliberal.

El centro y la izquierda en su esfuerzo de unidad durante la Concertación por la Democracia trabajó estos principios fundamentales con la esperanza de contribuir a morigerar la exclusión y la marginalidad que produjo la implementación del modelo, y fueron exitosos en gran medida con indicadores como la pobreza, siendo efectivamente reducida, motivo de orgullo para cualquier país latinoamericano asediado históricamente por miseria y el atraso. Pero dichos esfuerzos con esas herramientas provocaron que no se prestara suficiente atención a otros fenómenos, menos acuciantes en su urgencia, pero que promueven dinámicas peligrosas para la democracia, como la desigualdad. No profundizaré en ella porque es claro que no ha sido resuelta ni abordada en su complejidad, es cosa de observar el Estallido Social y como nos encontramos un lustro después.

Para resumir, la Nueva Gestión Pública es el discurso tecnocrático neoliberal dentro de una narrativa modernizadora del Estado, por ende, no de izquierda ni centro, pero utilizada por ellos con motivo de la fuerza de las circunstancias.

¿Qué alternativa hay a la Nueva Gestión Pública?

Desde la izquierda tenemos el deber de dar alternativas, más en este país que ha sido ejemplo y modelo a seguir por su impulso pluralista y democrático. Desde mi punto de vista, la solución no se encuentra en innovar de manera estrambótica, sino en volver a los clásicos, y para esto Frederickson, académico estadounidense (1971) es fundamental, porque la Nueva Administración Pública nunca evadió la importancia de principios como la eficiencia, la eficacia o la economía en el desempeño profesional de la disciplina, por el contrario, al abordarlas con la máxima preocupación se le suma como principio categórico la cuestión de la equidad social en términos materiales, es decir, económicos, a lo cual le sumó la igualdad política sustantiva, no formal. En palabras de Frederickson: “Una administración pública que no se esfuerce por lograr cambios que traten de corregir las privaciones de las minorías, probablemente será utilizada, a la postre, para reprimir a esas minorías”. Esto muy en línea al análisis marxista realizado por Omar Guerrero, académico mexicano (1978): 

La administración pública engendra y resume en su seno una contradicción social que se ha convertido en su propia contradicción: por un lado, es el instrumento del gobierno que establece y ejerce controles: regulación, tributos, violencia; por otro lado, es el servidor colectivo que desarrolla y maneja los servicios públicos: salubridad, obras urbanas, seguridad social, mecanismos compensatorios (“protección al salario, exención tributaria a salarios mínimos, etc.). La administración pública a semejanza de la deidad hindú de los cuatro brazos, en dos manos esgrime las espadas de la supremacía y la explotación, en tanto que en las restantes sostiene los escudos de la tutela y el servicio. Dominar y explotar, a la vez de tutelar y servir, constituyen una contradicción dialéctica que explica por qué la organización administrativa suele ser el producto del conflicto de las clases sociales

La oportunidad.

El alcalde Vodanovic cuenta con la plataforma política precisa para plantear este debate, y en consideración de más argumentos de otros interlocutores, decantarse por uno u otro paradigma, dejando de lado la gestión pública por la tradicional administración pública. 

Conceptos que vale la pena definir, la RAE aporta dos acepciones a gestionar que son distintas a administrar, la primera, “llevar adelante una iniciativa o proyecto”, la segunda “manejar o conducir una situación problemática”, siendo su raíz etimológica del latín gestio, gestionis, compuesta de gestus(hecho, concluido), participio del verbo gerere (hacer, gestionar, llevar a cabo) y el sufijo -tio (-ción) = acción y efecto). Es decir, una tarea funcional, no política.

Por otro lado, la RAE da variadas acepciones a administrar que son distintas a gestionar, por ejemplo “Gobernar, ejercer la autoridad o el mando sobre un territorio y sobre las personas que lo habitan” u “ordenar, disponer, organizar, en especial la hacienda o los bienes”, siendo su raíz etimológica administrare que significa servir, siendo sus componentes el prefijo ad- (hacia), minister (sirviente) y ar (usado para crear verbos).

Personalmente espero que este cambio discursivo y práctico se produzca en su maduración política en años venideros, siendo optimista, para su candidatura presidencial en 2029, luego de haber ejercido dos periodos gestionando el Municipio de Maipú, con vistas de administrar la República de Chile. O como señalara Néstor Kirchner, quien fuera gobernador de Santa Cruz y posteriormente Presidente de la Nación Argentina, en su trascendental discurso que anunciaba el pago de la deuda con el Fondo Monetario Internacional en 2005:

Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política sabemos que esta es la oportunidad del cambio, de la transformación profunda. El cambio que puede consolidarse no depende de una persona, ni de un grupo de elegidos o iluminados; es tarea colectiva, diversa, plural.”

La oportunidad de cambio no es solo semántica, es una decisión política, y para estar a la altura del mandato popular y teniendo una buena comprensión histórica hay que superar la gestión y aspirando administrar.

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