Haití en el momento culminante de su crisis

por Mariano Fernández Amunátegui

Haití, el país más pobre de las Américas, lleva años en agudas crisis políticas, económicas, sociales, sanitarias y, particularmente, de seguridad. Estas crisis han significado una contribución al desarrollo de la violencia de pandillas y al desorden, derivado de las precarias condiciones de vida de miles de haitianos. 

Ha quedado atrás un período de relativa calma y seguridad producido entre 2004 y 2010 (gobiernos de Aristide y Preval, a pesar de algunos golpes de estado), con la presencia de la Operación de Paz de la ONU (MINUSTAH), alterado por el feroz terremoto que asoló al país costándole la vida a cerca de 200 mil personas, según todas las versiones. Durante el período de reconstrucción posterior, elegido nuevo presidente, Michel Martelly, y con la presencia de la MINUSTAH, volvió la calma y se logró un funcionamiento más o menos regular de las principales instituciones del Estado: gobierno, poder judicial, legislativo, etc.

Error de la ONU finalizar MINUSTAH

La decisión de la ONU de finalizar la misión de paz, en vista del proceso de recuperación, con un gobierno que había finalizado su período, una evidente mayor calma social y política, y la elección de nuevo presidente, constituyó un error sobre el que se discutirá durante mucho tiempo. 

En realidad, los avances logrados, con los severos matices de la epidemia de cólera producida por las tropas nepalesas de la ONU y la corrupción política, requerían para su consolidación un mayor esfuerzo en temas de seguridad – menos fuerzas armadas y más policías- y también de un estímulo al desarrollo económico, con el objeto de enfrentar mejor el fantasma de la falta de empleo y de trabajo, causa fundamental para la inestabilidad en cualquier lugar.

Sin embargo, la decisión fue finalizar la operación de paz, manteniendo una oficina de enlace, sin las condiciones ni la fuerza de imposición de la paz, según el capítulo VII de la carta de la ONU, atribuciones que sí tenía la MINUSTAH.

Gobierno sin poder y crisis de los poderes públicos 

El nuevo presidente, Jovenel Moïse, elegido el 2016, pudo experimentar rápidamente que volvía la inestabilidad al país. Capítulo que se cerró el 7 de julio 2021, cuando fue asesinado por un grupo de sicarios en su propia residencia, con el agravante de que, según se dice, ni siquiera su guardia personal le prestó auxilio.  

Asumió Ariel Henry, quien era el primer ministro, pero la marea marcaba un fuerte aumento de la violencia y la precariedad, además de que dejaron de funcionar de manera regular los poderes públicos. No hubo elecciones y como el Parlamento finalizaba sus funciones en 2019, no ha funcionado desde esa fecha.  Todo ello ha generado en los hechos, un vacío de poder que ha facilitado y estimulado a las pandillas a tomar cada vez más influencia y poder territorial en el país. De hecho, las pandillas controlan gran parte de la propia capital de Haití

Incluso, según el International Crisis Group, que sigue sistemáticamente el acontecer haitiano, al parecer las pandillas se han unido, con el objeto de ejercer mayor poder y expulsar del cargo a Ariel Henry a quien se opusieron desde el inicio de su asunción al poder. De hecho, ya lograron la renuncia de Alain Henry quien no ha podido regresar a Puerto Príncipe.

Las pandillas dominan

Las pandillas, actualmente, especie de turbas, encabezadas por jacobinos como Jimmy Chérizier, conocido como «Barbecue”, son responsables de la violencia en Haití y en estos días se están enfrentando directamente con la policía como atestiguan informes diversos.

La creación de un gobierno provisorio, con apoyo internacional, podría conducir en los próximos días a una situación algo más calma, entre otras razones, por la demanda de las pandillas citadas por notas periodísticas: «Pedimos a la Policía Nacional de Haití y al ejército que asuman su responsabilidad y arresten a Ariel Henry. Una vez más, la población no es nuestro enemigo; los grupos armados no son sus enemigos”.

La petición de las pandillas, en un cierto sentido, se ha cumplido, pues Henry ha salido del poder y se ha anunciado un gobierno de transición, luego de intensas negociaciones internacionales. Sin embargo, la situación actual es muy negativa, como que, mientras los extranjeros aseguran su evacuación de Haití, los locales llevan a cabo su propio éxodo interno y, en tan solo siete días, 16.947 personas abandonaron la zona metropolitana de la ciudad capital, Puerto Príncipe, para refugiarse en las provincias. Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Adicionalmente, se informa que, en las últimas horas, ha habido más de una decena de muertos en enfrentamientos entre fuerzas policiales, en débil condición, y las pandillas.

Gobierno de transición y elecciones. ¿Viabilidad?

Políticamente, lo más importante es un acuerdo para que el consejo para la transición se instale y convoque elecciones presidenciales. En ese sentido, los próximos días tenderían a una disminución de la violencia, sin descartar enfrentamientos entre la policía y las pandillas. Sin embargo, las agencias de noticias reportan violencia en aumento de parte de las pandillas que han ocupado el puerto de Puerto Príncipe y han robado y destruido contenedores, entre ellos, uno de la UNICEF, destinado a la alimentación y medicamentos para niños.

Futuro de la cooperación internacional

 Más allá de los incidentes y el caos reinante, las interrogantes esenciales serán nuevamente si la cooperación internacional y la participación de elementos de seguridad proporcionados por la ONU o países como EE.UU., Canadá, Francia o Brasil, será acompañada de un Plan Marshall para Haití.

Si ello no ocurre, tendremos poco tiempo de tranquilidad. Si, por el contrario, se avanza en inversiones y proyectos que produzcan avances en la infraestructura, proporcionen empleo y generen nuevas condiciones sanitarias, es muy probable que la tendencia a una cierta estabilización se consolide. 

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