Inteligencia Artificiosa

por Francisco J. Zañartu. G

La titulocracia.

Siempre es bueno partir con un lugar común y eso haré en estas líneas, a saber: “La historia va cambiando y las exigencias de esta deben ser acordes con el momento que se vive” Dicho lo anterior, deseo recordar que hace algunos decenios, un siglo y medio más menos, para tener un espacio en la sociedad se debía tener un origen social determinado. Antes de ser admitido socialmente había que lucir el árbol genealógico y demostrar que tus bisabuelos eran, al menos, descendientes de Amenophis IV o de algún notable que no fuera cura. Hoy son muy pocos los que se preocupan de aquello y, para tener su cupo social, los seres humanos deben demostrar su inteligencia, respaldado empíricamente con una gran cantidad de títulos, postítulos, grados, postgrados, postdoctorados y algún MBA en una universidad con nombre inglés.

Nadie puede negar que vivimos en un mudo titulocrático. 

La inteligencia está sobrevalorada y se puede establecer una relación, directamente proporcional, entre el Coeficiente Intelectual y libertad. Esto quedó demostrado a partir de la muerte de Henry Kissinger. (1923 – 2023) uno de los políticos más brillantes de la guerra fría. Su viveza, corroborada por estudios en Harvard, le permitieron, entre otras cosas, bombardear Camboya y generar golpes de estado en varias partes de Sudamérica de lo que dan cuenta las dictaduras de Uruguay, Argentina y Chile entre otras. Era tal su poder que se hizo acreedor a un Premio Nobel de la Paz. Es importante recordar que cuando se lo dieron, hubo una renuncia masiva de miembros al comité del Premio Nobel.

Respecto del deceso de Mr. Kissinger el destacado periodista del New York Times, David Sangerlo, que lo entrevistó en numerosas ocasiones durante el transcurso de siete años, dijo “no hay cómo escribir acerca de la vida de Henry Kissinger sin enojar a casi todo el mundo”.  Por su parte el escritor chileno Ariel Dorfmann señaló: “No deseo que descanse en paz. Ojalá se le aparezcan sus fantasmas”, mientras el embajador de Chile en Estados Unidos, Juan Gabriel Valdés, aseveraba “ha muerto un hombre cuyo brillo histórico no consiguió jamás esconder su profunda miseria moral”

No cabe duda que lo de Kissinger fue una imposición cultural. Se nos acostumbró a la reiteración de una imagen, en la que cada uno tenía su rol y no se podía alterar el orden de los factores, pues se alteraba el producto y eso, no estaba permitido. Nuestro paradigma era la conocida y reconocida American Way of Life, un modo de vida idealizado que se basaba en el atractivo que representan los Estados Unidos, la capacidad de progreso y las cualidades supuestamente excepcionales de su población.

 Esta cultura estableció un estado de cosas que fue relatado por Charly García el año 1982: “Presiento el fin de un amor en la era del color/ La televisión está en las vidrieras/Toda esa gente parada que tiene grasa en la piel/ No se entera ni que el mundo da vueltas.”

El daño provocado por los inteligentes es transversal y hace que tratemos de evitarlos. Como no recordar a Stalin, un tipo genial que logró sentar las bases para transformar una nación campesina en la segunda potencia del mundo. ¿Valdrá la pena eso, considerando los millones de muertos? El escritor mexicano Carlos Fuentes (1928 – 2012) destacaba que la única vez que la locomoción ha pasado a la hora en Italia fue durante el fascismo. Tal puntualidad, dice el escritor mexicano,¿justifica al Duce?

Milan Kundera (1929 – 2023) destaca en su obra: “La insoportable levedad del ser” que todos los seres humanos tenemos noventa y nueve millones de partículas idénticas con los otros homo-sapiens y que debemos buscar la millonésima gota que distingue a Cervantes de Hitler o a Pol Pot de Gandhi.

Los subproductos

             Si hay algo que caracteriza a los bienes de moda, es la aparición de subproductos que refuerzan su línea productiva. Coca Cola, hoy tiene Coca cero y Coca Light. Los mismo sucede con yogurt, cigarrillos y galletas.

La agudeza, como producto top en la mercadotecnia actual, también ha creado subproductos y es así como hoy nos venden diversos tipos de inteligencia, como las espacial, lingüística o musical.

Dentro de las anteriores, han destacado la emocional, que se refiere a la capacidad de los individuos para reconocer sus propias emociones y las de los demás, la relacional que es la capacidad de establecer relaciones sólidas y de confianza, a pesar de nuestras diferencias y la empresarial que se refiere al uso de datos de una empresa para facilitar la toma de decisiones. 

Durante el último tiempo, uno de los conceptos que se ha puesto en boga es el de la Inteligencia Artificial. Este se refiere a una máquina que imita las funciones «cognitivas» que los humanos asocian como competencias, por ejemplo: «percibir», «razonar», «aprender» y «resolver problemas”. Algunos de sus referentes,  Andreas Kaplan y Michael Haenlein, la definen, coloquialmente, como «la capacidad de un sistema para interpretar correctamente datos externos y así aprender a emplear esos conocimientos para lograr tareas y metas concretas». Uno de sus ideadores Marvin Minsky (1927 -2016) la definió como una palabra maleta, es decir, en ella se puede meter cualquier cosa. 

 En 2019 la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología (COMEST) de la UNESCO la definió como un campo que implica máquinas capaces de imitar determinadas funcionalidades de la inteligencia humana, como la percepción, el aprendizaje, el razonamiento, la resolución de problemas, la interacción lingüística e incluso la producción de trabajos creativos

Este tipo de inteligencia suele relacionarse con los algoritmos, los que se definen como un conjunto de instrucciones o reglas definidas y no-ambiguas, ordenadas y finitas que permiten solucionar un problema, realizar un cómputo, procesar datos y llevar a cabo otras tareas o actividades. ​Dado un estado inicial y una entrada, siguiendo los pasos sucesivos se llega a un estado final y se obtiene una solución. En la vida cotidiana, se emplean algoritmos frecuentemente para resolver problemas determinados En términos de programación, un algoritmo es una secuencia de pasos lógicos que permiten solucionar un problema.

Aunque parezca incorrecto decirlo, grandes avances de la humanidad no han funcionado algorítmicamente y personajes claves en nuestra historia, como Hernando de Magallanes, John Lennon o Roberto Matta no se dedicaron a cumplir instrucciones o reglas definidas ordenadas y finitas. No cabe duda que muchas cosas y avances se han logrado gracias a algoritmos y la inteligencia artificial.

Entre tanta inteligencia, es realmente difícil no tener una, sin embargo, en el actual estado de cosas, parece que todos poseemos la inteligencia artificiosa, cuya definición nos recuerda que somos objetos hechos para deslumbrar y que una vez que lo hagamos, podemos invadir Camboya o matar a millones de personas.

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2 comments

Federico Gana Johnson diciembre 22, 2023 - 3:38 pm

El brillante humor de Pancho Zañartu es lo más serio quen he leído últimamente. Como para comenzar riendo y terminar llorando a mares. La ironía en su más excelsa manifestación, como suele mostrárnosla en su peligrosa realiad que nos rodea (y nos abraza, tan simpática ella),el autor que goza desenvolviendo literariamente su humor de colores varios, sobresaliendo el negro.

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Pncho Zeta. diciembre 24, 2023 - 3:01 am

Gracias Federico. Es un honor recibir tus comentarios.

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