Y diciendo que sí, asintiendo, como hechizada con los ojos de ese poeta combativo, de ese salvadoreño de buen humor, de ese Roque Dalton rebelde, comenzó la historia. Una historia de amor sin posesiones, sin anillos, sin mentiras. Una que no exigía fidelidades ni cartas. Una que se sobrepuso a la muerte. La historia de Isidora y Roque. (extracto de Carta a Roque Dalton, Isidora Aguirre)
Quizás no haya chileno que no asocie a Isidora Aguirre, la más prolífica de las narradoras chilenas (y otra de las mujeres a las que se les quedó debiendo el premio nacional de literatura) con la Pérgola de las Flores, la historia de la muchacha campesina que viaja a Santiago a vivir con una tía y frívolamente presenta el conflicto entre clases.
Pocos, muy pocos saben que ella fue el gran amor chileno de aquel notable poeta salvadoreño que fue Roque Dalton, autor entre otros de Taberna, que obtuvo el premio Casa de las Américas 1969 y que murió asesinado por un error de sus propios compañeros, en 1975.
Menos son los que, además saben de la relación de Dalton con Chile que databa de los inicios de la década del 50 en que a temprana edad pasó una temporada que pretendía ser más larga, pero solo llegó a los diez meses. Tenía entonces diecisiete años, y el propósito de estudiar leyes en la Universidad Católica, pero acabo matriculándose en la Universidad de Chile. Poco se sabe de ese tiempo en estas tierras o de quiénes fueron sus amigos, pero sí que sobrevivieron al menos un par de poemas. A su regreso a El Salvador ingresó a estudiar derecho en la universidad del mismo nombre. Hay algunas referencias a su obra en su paso por Chile y se dice que la más popular de ellas, Las historias prohibidas de Pulgarcito, debe su nombre a las palabras con que Gabriela Mistral apodó a El Salvador cuando lo visitó diciendo que este país era “el Pulgarcito de América”.
Era la época en que yo juraba
que la Coca Cola uruguaya era mejor que la Coca Cola chilena
y que la nacionalidad era una cólera llameante
como cuando una tipa de la calle Bandera
no me quiso vender otra cerveza
porque dijo que estaba ya demasiado borracho
y que la prueba era que yo hablaba harto raro
haciéndome el extranjero
cuando evidentemente era más chileno que los porotos. (““Yo estudiaba en Chile en 1953”, poema de Roque Dalton)
Isidora ya tenía una larga trayectoria cuando el año 1969 fue invitada, por segunda vez, como jurado en el género teatro en el concurso «Casa de las Américas», en La Habana. Roque Dalton competía con su obra Taberna en poesía. Isidora tenía ya 48 años y no sabía prácticamente nada acerca de este poeta que apenas se empinaba en los 33 y del que recordaba el nombre por haberlo leído en la revista de la Casa de las Américas.
Isidora cuenta en su novela autobiográfica Carta a Roque Dalton, que “… lo imaginaba, por el nombre, alto y fornido, pero era delgado y más bien bajo. Roque se parecía mucho a Al Pacino, aunque no tan atractivo, claro. Yo sabía que Roque escribía, pero no en qué género. Él, en cambio, sí sabía de mí, conocía algunas de mis obras.«
Los invitados de la Casa de las Américas hicieron un paseo y ahí lo conoció. Ella conversaba con Alejo Carpentier y de pronto notó que Roque la miraba desde un pasillo, con unos ojos muy brillantes que prácticamente la hipnotizaron…empezó una fiesta y la sacó a bailar un tango que cantaba Pablo Milanés.
«Hasta que esa mirada fija empezó a inquietarme. Diría que me provocó una leve comezón, un ardor en la piel antes de filtrarse poros adentro. En fin, diría cualquier cosa, maestro, pero la verdad es que supe, y con certeza, que respondería ‘sí, afirmativo’, de proponerme usted lo que fuera.»(Carta a Roque Dalton, Isidora Aguirre)
Regresaron al hotel en una micro y él se sentó a su lado y “A esas alturas sus ojos se habían posado sobre los míos con algo de para siempre y no te me escapas (…) “y con su sonrisa característica, le dijo «¿qué le parece, maestra, si nos vemos más seguido?«. Sin más explicaciones ni promesas compartieron una cena en el hotel, mientras el sol alumbraba la pasión de lo que Isidora llamó “hermandad amorosa”, sin que ninguno pensara en posesiones, fidelidades o cartas. Pero que se desarrolló a lo largo del resto de la vida de Dalton.
Isidora se quedó hasta marzo de 1969 en La Habana paseando por el malecón, buscando caracolas en las playas, hablando de la revolución y, también, leyendo poesía con Roque que, ya por cumplir los 34 años destacaba entre sus compañeros de generación por su poesía irónica y descarnada. Luego, Isidora debió regresar a Chile.
«Me estaba usted doliendo por todo el cuerpo. Sólo cuando nuestra relación se convirtió en esta hermandad indestructible (. . .) terminaron los sobresaltos y el mundo recuperó su ritmo.» Isidora Aguirre, Carta a Roque Dalton
A su regreso a Chile, Isidora (Nené) desarrolló un intenso trabajo junto a Patricio Bunster y Víctor Jara para la campaña presidencial de Salvador Allende. Este trabajo absorbió totalmente sus energías porque transformó las prácticas teatrales del período experimentando en las estrategias de escenificación donde incorporó a la actuación a gente que jamás había visto una obra de teatro en un intento por incluir a los marginados por las élites políticas. Este trabajo tuvo un amplio reconocimiento en el exterior y su carrera artística obtuvo numerosos reconocimientos, pero en Chile solo fue nominada al Premio Nacional de Artes Escénicas en el año 2009, galardón que finalmente obtuvo el actor y director Ramón Núñez (sin ánimo de descalificar, indudablemente el trabajo de Isidora Aguirre es incomparable)
Pasaron casi cuatro años para que se reencontraran a fines de 1972 en Chile, cuando Dalton viajó a visitarla. Se quedó un mes en su casa y retomaron su amistad amorosa surgida en La Habana y salieron, bailaron, intercambiaron ideas. «Era una relación de independencia total. Él estaba fascinado de tener esta relación conmigo y yo fascinada de tener esta relación con él. En absoluto era una cosa de que nos íbamos a casar, o que nos íbamos a volver a ver. Si nos veíamos de nuevo, qué bueno«, dice Isidora. Y agrega, «Sencillamente me hipnotizó. Él me miraba fijo y yo sabía que a todo lo que me propusiera yo iba a decir sí». El pacto implícito era no exigir, dejar fluir. Y dar paso a la risa, que era una de las características más marcadas de Dalton. «Tenía un sentido del humor muy fino. Uno lo pasaba muy bien con Roque, siempre se estaba riendo«.
A fines de enero de 1973 partió Roque de regreso a El Salvador, no sin antes regalarle un libro de poemas con una amorosa dedicatoria habitual entre los revolucionarios … hasta siempre. Quizás un presentimiento de que era la despedida, como anticipo de la nostalgia. Con posterioridad, hablaron telefónicamente, él le agradeció su compañía, su amistad. Dos años después fue asesinado. Enrique Lihn le contó a Isidora lo que había pasado, aunque todavía no estaba confirmada la noticia… ella quedó devastada y su duelo fue extenso, hasta escribir Carta a Roque Dalton y traerlo de vuelta a su lado, venciendo la muerte.
«Pero, si no hacía tanto que estaba usted sentado en un escaño de mi cocina, ante una taza de té y un pan tostado, leyéndome sus últimos escritos (. . .) Pasa que no debió ausentarse, dando un paso fuera de este mundo, pasa que me duele pensar que no volveremos a estar juntos. Pasa, que pudimos vernos una vez más, una vez más…» Carta a Roque Dalton, Isidora Aguirre.
Luego de la muerte de Dalton, Isidora Aguirre escribió varias novelas como Doy por vivido todo lo soñado, publicada en 1987, que es la historia novelada de su madre; luego, Carta a Roque Dalton (1990), autobiografía novelada dedicada al poeta salvadoreño; Santiago de diciembre a diciembre, una historia de amor que transcurre en época del gobierno de Salvador Allende y del golpe militar del 11 de septiembre de 1973. También la obra de teatro Retablo de Yumbel, un homenaje a los detenidos desaparecidos bajo la dictadura de Pinochet y que recibió el premio Casa de las Américas en 1987.
“Militante comunista hasta la médula, Isidora Aguirre
nunca dejó de estar, en el momento justo, e hizo lo
justo, aquello que su conciencia le dictó como correcto”
Luis Sepúlveda Calfucura, Gijón 27 febrero 2011.
Dalton fue el fantasma que acompañó a Isidora hasta su muerte. Pero no un fantasma trágico, sino aquel con quien conversa a través de la novela que le dedicó y que la visitaba por las noches para seguir conversando de esto y aquello y volver en sueños a caminar juntos por el Malecón…La Habana y las caracolas.
2 comments
Ahora volví a quedar con hambre. Hambre y «vergüenza ajena». Cómo es posible que no se reconociera a esta mujer tan impresionante?
Por eso? por ser mujer? Qué corazón literario!!!! Quiero leer todo lo que no conozco de ella… que es mucho.
Ahora he quedado con más hambre literaria de la que ya tenía. También con mucha vergüenza, aunque sea ajena.El famoso «pago de Chile «…. porque era mujer? Quiero leerlo todo sobre ella!!!