Julian Assange – Duro de matar Por Fernando Villagrán C

por Fernando Villagrán

Desde el final del planeta no deberíamos sorprendernos de la historia del espionaje y sus tramas vinculadas al gran poder político y económico. Desde mediados del siglo 20 acumulamos episodios, varios de ellos de carácter criminal, algunos nunca resueltos y con cuentas pendientes. La historia adquiere otros ribetes cuando afecta a un patrón del espionaje mundial.


Así está ocurriendo con la ya larguísima serie protagonizada por el australiano Julian Assange durante la última década y que podría – nunca se sabe en las de “suspenso”, hasta el final – estar llegando a su desenlace, pese a la resistencia de un inocultable poder imperial.

Sin abandonar la obsesión de su antecesor, Joe Biden instruyó apelar al fallo de la jueza británica que negó la extradición del fundador de WikiLeaks. Se reitera así la intención de Washington de juzgar a Assange por espionaje y piratería, en razón de los cientos de miles de documentos militares y diplomáticos estadounidenses publicados por el australiano.

La trayectoria de Assange en estas lides se remonta a sus tiempos juveniles y cuando cumpla sus 50 años, si la salud se lo permite, podría estar escribiendo el guion de una serie con récord de seguidores que, como suele ocurrir, desde lo documental supera largamente a la ficción. No parece haber suspenso mayor que cuando el protagonista enfrenta el límite de la condena de muerte.

Aquel riesgo extremo ha estado lejos de la ficción en el caso del aún habitante de la prisión de Belmarsh en Londres que, por los 17 cargos adicionales en virtud de las leyes de anti – espionaje que se le imputan desde USA, podría ser condenado hasta con 175 años de prisión.  En los últimos meses ha recibido ofertas de residencia desde el gobierno de López Obrador en México y aunque el derrotado Trump no pudo disfrutar el placer de su captura y todo pareciera vislumbrar un futuro menos traumático para el pálido Julian Assange, se prolonga la incógnita sobre su vida en libertad. Un sueño más que añorado después de un encierro que, en diferentes residencias, suma ya más de ocho años.

Bradley Morning, entonces.

Valga recordar que por el ‘caso WikiLeaks., Chelsea Manning fue condenada a 35 años de cárcel, por entonces la mayor filtración de documentos secretos de EEUU de la historia. La soldado Manning, entonces Bradley Manningantes de su operación de cambio de sexo, llegó a filtrar al portal del ‘hacker’ Julian Assange más de 700.000 archivos confidenciales. Su acción puso en jaque al Gobierno de Estados Unidos y convirtió en relevantes a Assange y WikiLeaks, que pasó de ser una web minoritaria a convertirse en uno de los mayores temores de la inteligencia estadounidense.

Manning, un analista novato enviado a Irak con apenas 22 años, filtró a WikiLeaks 470.000 registros de las guerras de Irak y Afganistán, 250.000 cables diplomáticos del Departamento de Estado y otros documentos clasificados que dejaron en evidencia a la diplomacia estadounidense y alimentaron un debate sobre el papel de EEUU en el mundo y su oscura guerra contra el terrorismo yihadista.

Su primera filtración a WikiLeaks la realizó en febrero del 2010, tres meses antes de ser detenido y tras contactar supuestamente con Assange. El material filtrado fue el vídeo ‘Collateral Damage’ (Daño Colateral), que muestra una matanza de civiles y de dos empleados de la agencia Reuters en Irak en el 2007. La grabación constató la frialdad con la que pilotos de EEUU decidieron atacar desde sus helicópteros una zona donde había civiles y los supuestos rebeldes armados no eran más que periodistas con cámaras.

Desde entonces se originó la persecución infatigable contra Assange, que pudo contar inicialmente con resguardo diplomático ecuatoriano – llegó a recibir esa nacionalidad – hasta que cayó en desgracia su protector Rafael Correa y con el aval del sucesor Lenin Moreno fue detenido tras un espectacular operativo policial.

Padre de dos hijos menores, nacidos durante su encierro, que se suman al primogénito Daniel que ya cumplió 32 años – entre el abundante morbo de la prensa sensacionalista y las manifestaciones públicas de sus defensores – Assange permanece en la cárcel de Alta Seguridad de Belmarsh en Londres, donde conoció el rechazo de la jueza británica Vanessa Baraitser a la solicitud estadounidense de extradición, atendiendo a “lo opresivo” que resultaría por motivos de “salud mental”. En todo caso, la misma magistrada ha rechazado la libertad condicional de Assange por considerarlo un peligro para la sociedad.

No hubo descanso en los intentos de destrozar la vida personal del prófugo mientras fracasaban los intentos de la ansiada extradición. Para ese guion pendiente será clave el relato de uno de sus abogados, Baltazar Garzón, protagonista habitual de causas más que relevantes – imposible olvidar su rol en la detención de Pinochet en Londres – que acompaña la defensa principal en lo penal conducida por Edward Fitzgerald.

Más allá de del morbo y el sensacionalismo que ha rodeado el caso de Assange lo efectivo y esencial es su aporte sustantivo a la información histórica sobre el poder imperial y sus deplorables consecuencias a lo largo del planeta.

Un poder abundante en recursos que ha dejado huellas acumulando episodios a la trama de espionajes que abunda en la persecución de Assange como ocurrió con la acción encubierta de la empresa Undercover Global S.L que operó para la CIA espiándolo durante su asilo diplomático en Londres. Colaboró en ello un amigo personal de Donald Trump, el millonario Sheldon Adelson.

Así es como se suman secuelas de la trama de un espionaje que rebota en otros países, como España – recinto privilegiado para las antenas de Baltasar Garzón – donde la Audiencia Nacional mantiene como imputado al ex militar David Morales Guillén, propietario de la empresa de seguridad que en la llamada “Operación Tabanco violó la privacidad de Assange y las comunicaciones con sus abogados. Se agrega una acción legal de periodistas internacionales que lo visitaron durante su encierro y cuyos celulares fueron manipulados en la embajada de Ecuador en Londres, al verse obligados a dejarlos en custodia de la empresa contratada para esos servicios.

Puede sorprender como tardía la reacción de la CIA si consideramos que antes de ser director y redactor de WikiLeaks, Julian Assange estudió matemáticas y física en la Universidad de Melbourne. Agregó estudios de neurociencia y filosofía, con otras indagaciones obsesivas de carácter autodidacta. A través de modem accedió a ordenadores pertenecientes a distintas compañías australianas dejando en evidencia sus precariedades de seguridad. Por aquello debutó en tribunales, declarándose culpable de más de veinte cargos. Su buena conducta le permitió la libertad tras pagar una multa de 2100 dólares australianos.

Ya había creado el programa de cifrado Rubberhouse y tenía 24 años cuando escribió Strobe, el primer escáner de puertos gratuito y libre. Entonces sabía lo suficiente para fundar el 2005 WikiLeaks, una entidad sin fines de lucro destinada a publicar documentos Top Secret de organizaciones y gobiernos del mundo, siempre respetando el anonimato de las fuentes.

Al parecer lo miraron en menos…

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1 comment

SocialPhy septiembre 2, 2024 - 12:41 am

Admiro cómo logras desglosar conceptos complejos en explicaciones claras y accesibles, lo cual no solo facilita la comprensión sino que también enriquece el debate con un enfoque didáctico.

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