Mientras el coro oficialista entona melodías optimistas sobre la recuperación de la economía y los empleos, las cifras plantean serias inquietudes para el inicio del próximo gobierno.
¿Recuperación o crecimiento?
La actividad económica mostró contracciones desde marzo a octubre 2020; tuvo un leve incremento de 1% en noviembre y retomó valores negativos entre diciembre y febrero de 2021. De allí en adelante, el IMACEC ha mostrado variaciones positivas en 12 meses: 6,4% en marzo; 14,1% en abril y 18,1% en mayo. Estos elevados valores han desatado el optimismo en el oficialismo, llevándolos prácticamente a decretar el fin del período de emergencia. “Ya empieza a salir el sol en la actividad económica y el empleo” expresó hace un par de días el presidente Piñera.
El salto en el IMACEC responde básicamente a la baja base de comparación de los meses respectivos de 2020, en los peores meses de la pandemia. De hecho, el valor del IMACEC de mayo 2021 que muestra una variación de 18,1% en 12 meses aún es inferior al valor de mayo 2019. Lo mismo acontece con el IMACEC desestacionalizado que sigue bajo los niveles del trimestre inmediatamente anterior al inicio de la pandemia.
El escenario externo sí está colaborando decisivamente a la recuperación de la economía. La economía china, nuestro principal socio comercial, creció 18,3% interanual en el primer trimestre 2021 y se proyecta que crecerá 8,5% en el año. USA crecería 6,5% este año; India lo haría en 12,5% y Asia en desarrollo crecería 9%. La suma de estas locomotoras llevaría a un crecimiento de la economía mundial del 6%, más que compensando la caída de 3,3% en 2020.
El elevado impacto del dinamismo de la economía china en nuestras exportaciones queda en evidencia con un incremento de 31% en los primeros 5 meses de 2021 respecto de igual período 2020. Sin embargo, la estructura de este incremento reitera la urgencia del cambio en el patrón exportador, ya que mientras las exportaciones no mineras crecen apenas en 2,6%, las de cobre lo hacen en 62%. El precio promedio del cobre para esos primeros 5 meses alcanzó 407 centavos de dólar la libra, el mayor valor desde 2011. De esta forma, con un precio del cobre para 2021 que sería 51% superior al de 2020, los términos de intercambio mejorarían en 17%.
En el plano interno, colaboran a la recuperación económica, el alivio en las restricciones de movimiento, el avance en la vacunación y las transferencias fiscales a que se vio presionado el gobierno, así como el tercer retiro de fondos desde las AFPs. Esto explica un importante salto en el consumo privado, variable que podría crecer 15% en 2021. La inversión, por su parte, conseguiría compensar la caída de 2020, volviendo a fines de 2021 al mismo nivel de 2019. Esta recuperación de la actividad económica impulsada por el consumo no es sostenible. En efecto, el BC proyecta crecimiento de 2,5% y 2,25% para 2022 y 2023, respectivamente.
Lo interesante a destacar entonces es que aún estamos en presencia de recuperación de actividad económica que se había perdido; no es posible entonces hablar de “crecimiento”. Estamos experimentando una recuperación parcial de lo que habíamos perdido y las perspectivas de crecimiento para 2022 y 2023 son paupérrima y muy preocupantes para el próximo gobierno.
Mientras tanto, el empleo se contrae.
Las cifras del INE muestran una gravedad en la evolución del empleo que no se condice con las expresiones tan optimistas del gobierno ni tan complacientes como las del BC que, en su último IPOM. señala que “el mercado laboral continúa mejorando de manera heterogénea”. En el Cuadro 1 se puede apreciar que el dinamismo en la recuperación de los empleos perdidos empieza a ralentizarse desde el último trimestre 2020, con sucesivas contracciones en la ocupación desde enero de este año.
Tras haber perdido 2 millones de empleos en el trimestre mayo-julio 2020 respecto del trimestre diciembre 2019-febrero 2020, según el INE, en los cuatro trimestres móviles siguientes se iban recuperando a razón de un promedio de 183 mil empleos mensuales. Este ritmo se debilita fuertemente desde noviembre y desde enero nuevamente se pierden empleos.
Por su parte, la encuesta mensual del Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales del 8 de julio 2021 muestra que, en la última semana de junio, la población ocupada cayó en 209 mil personas respecto de la última semana de mayo. (Cuadro 2) La encuesta UC calcula que en el peor mes de la crisis (julio 2020) se perdieron 2,4 millones de empleos respecto del trimestre previo a la pandemia. De esos 2,4 millones de empleos perdidos, a fin de mayo 2021 se han recuperado 907.000, es decir, el 38%. Resta entonces recuperar 1.493.000 empleos y la cifra se acerca a los 2 millones, si se considera la inactividad forzosa y el incremento vegetativo de la fuerza de trabajo.
De los empleos recuperados, el 26% son asalariados; el 69% son empleos independientes (aquí entran básicamente informales, trabajadores por cuenta propia y empleadores) y 5% son empleos de trabajo doméstico.
La recuperación del empleo es modesta y con una mala noticia: la estructura del empleo resultante de la pandemia trae más empleos vulnerables y precarios que antes (sin contrato, sin protección social. Por tanto, no basta con recuperar empleos (y falta mucho para eso)…también hay que mejorar la calidad del empleo que se va generando.
La mayor desigualdad y pobreza que mostró la CASEN refleja la pérdida de empleos formales y de ingresos en la mayoría de las familias. Esto no se resuelve con bonos. El desafío es reactivar la economía con mejores empleos y no con una “uberización” de la fuerza de trabajo (trabajar en Uber o en delivery en condiciones altamente precarias).
La información del INE (sobre trimestres móviles) confirma los datos de la encuesta de la UC. La recuperación de empleos se frena desde el último trimestre 2020 y empieza a contraerse desde el primer trimestre 2021 (Cuadro 3).
La ventaja de la Encuesta UC es que anticipa en un par de meses los datos y tendencias que mostrará la encuesta de empleos del INE, que es trimestral. Así, por ejemplo, los datos UC están mostrando los datos de la última semana de junio, es decir, con un rezago de casi una semana. La última información INE considera el trimestre marzo-abril-mayo.
En crisis profundas, la tasa de desempleo deja de ser indicador válido
La tasa de desempleo es un mal indicador laboral en momentos de recesiones acentuadas o de eventos catastróficos, como la actual pandemia. Ésta tiene fuertes impactos sobre el empleo, particularmente sobre los sectores menos calificados y de menores ingresos y que no pueden acudir al tele- trabajo. La violenta caída en la población ocupada eleva bruscamente la población inactiva, albergando en ella a miles de personas que estarían dispuestas a trabajar, si las condiciones sanitarias o económicas lo permitiesen.
De allí que el INE ofrezca el indicador SU3[1] que suma a los desempleados tradicionales aquellos que no están buscando empleo – y por eso aparecen en los inactivos- pero que estarían disponibles para trabajar. Al último trimestre disponible, marzo-abril-mayo 2021, con una tasa de desempleo del 10%, la tasa de desempleo más realista es del 20,9% (tasa de subutilización laboral). Los medios recogen una tasa de desempleo del 10% pero en verdad el drama del desempleo es el doble de esa cifra (Cuadro 4). Por lo tanto, si nos quedamos únicamente con la tasa de desempleo para medir la evolución laboral, estaremos subestimando severamente la magnitud del drama ocupacional y de ingresos.
La OECD publicó a inicios de julio el informe “OECD Employment Outlook 2021” y allí se indica que Chile sería una de las economías OECD que más se demorará en recuperar completamente el mercado laboral pre- pandemia (medido como ocupados respecto de la PEA). Chile lo haría recién en el 3er. trimestre de 2024. Es decir, demoraremos 4 ¾ años en retornar al nivel del 4º. trimestre de 2019. Eso es 12 meses más que el promedio de la OECD. Recordemos que cuando el desempleo saltó del 10.3% en 1981 al 19,8% en 1982, tomó 6 años (1988) para llegar a un desempleo inferior al 10%. En la crisis asiática, el desempleo llegó al 10% en 1999 y tomó otros seis años llegar a un dígito de desempleo (9.3%).
Gran conclusión:
El principal desafío de la economía chilena es lidiar con el drama del desempleo en sus diversas variantes. Por cierto, en todos los indicadores laborales, la mujer es la que sale peor parada. Este será el principal desafío del próximo gobierno: recuperar la economía y hacerlo con empleos decentes y con un sesgo que favorezca el empleo femenino. De allí la relevancia de contar con un sólido Programa de Recuperación Sustentable y Solidaria con estas características.
Mientras no se recuperen esos empleos, la ayuda a las familias seguirá siendo fundamental. Sería mala noticia que el BC empezara a elevar las tasas de interés, como se está insinuando.
El apoyo a pymes es fundamental y deberá realizarse con óptica de futuro, es decir, empresas y empleos que sean viables en la postpandemia, considerando las readecuaciones tecnológicas que ésta ha traído. De allí la centralidad de programas macizos de Capacitación (así, con mayúsculas) para que los nuevos empleos sean mejor remunerados.
La violenta asimetría entre una
economía que estaría creciendo a dos dígitos y el empleo que se contrae indica
que, en verdad, habla de un importante rebote estadístico ante la baja base de
comparación de abril y mayo 2020. De hecho, el índice de actividad económica de
mayo aún está por debajo del valor que tenía en diciembre 2019. De aquí en
adelante, el foco de atención en la economía deberá ser qué está pasando con el
empleo y ello dependerá críticamente de la capacidad de dinamizar la inversión
privada. Este será un desafío crucial para el próximo gobierno: cómo
conciliar las necesarias reformas estructurales que la sociedad demanda con el
logro de mayores tasas de crecimiento.
[1] SU3= (Desocupados+ Iniciados disponibles+ Inactivos con deseos de trabajar)/(Fuerza de trabajo+ Iniciados disponibles+ Inactivos con deseos de trabajar) y este cuociente se multiplica por 100.