Vale la pena preguntarse si las letras de Fito Páez, que lo han llevado a la cima de la música argentina y latinoamericana habrían sido igual de metafóricas, sentidas, sinceras, dolorosas y optimistas; si no hubiera perdido a toda su familia antes de cumplir 30 años… Respuestas que se aclaran –en parte- en la serie “El amor después del amor”.
Cuando Fito Paéz vio las primeras escenas de la biopic “El amor despues del amor”, creada por Juan Pablo Kolodziej, y que trata de su primera etapa como músico, afirmó que es sumamente extraño ver “tu vida, en pantalla, pero con otra persona interpretándote”. Y es que esta serie de ocho capítulos, emitida por Netflix, muestra -cuenta, narra, interpreta, siente, late- la vida del intérprete y compositor rosarino desde su infancia sin madre hasta su renacer tras las muertes –físicas y psicológicas- de quienes amaba.
Rompiendo con el esquema biográfico clásico, ya con el solo hecho de contar la historia de un músico que está vivo y vigente se está innovando, la historia no parte ni con el nacimiento de Fito ni tampoco con su orfandad materna, sino que cuando se encuentra minutos antes de entrar a escena en el Estadio de Vélez-Sarsfield, el día 24 de abril de 1993 para presentar su gira “El amor después del amor”, y el huracán de emociones que lo “llamaban” a quedarse siempre tras bambalinas.
Saltando entre un Fito niño, al adolescente, nuevamente al niño y otro salto al adulto, la serie muestra desde el punto de vista de la carencia de amor materno el cómo se forjó su carrera, la importancia de “sus abuelas” (no las de Mayo, sino que la madre y tía de su madre) y el rol del padre, que si bien era severo, fue él quien lo sumergió en la música desde antes que supiera leer.
El periodista y escritor Walter Lazcano afirma que –ya en en la biografía de Páez que escribieron Enrique Symns y Vera Land- el músico se refiere a cuánto lo marcó la temprana muerte de Margarita Zulema Ávalos, una pianista concertista, que falleció de cáncer de hígado cuando Fito tenía solo ocho meses: “Lo único que busqué con la música fue cariño, por no tener madre. A lo mejor suena un poco psicoanalítico, pero funciona de esa manera”.
Los ejes narrativos son tres: las mujeres de Fito Páez (sus abuelas, la madre ausente, Fabiana Cantilo y Cecilia Roth); la música (de niño, como pianista de Charli García, como solista, en España buscando el rumbo); y el ser versus el deber (el padre que se opone a su carrera por temor a que algo le pase en las giras, las drogas, el amor con la mujer de otro). El hilo conductor es la siempre latente muerte. Y a modo de moraleja, como si de una fábula se trata, es que se puede renacer:
El amor, después del amor tal vez/ Se parezca a este rayo de sol/ Y ahora que busqué y ahora que encontré/ El perfume que lleva el dolor
En la esencia de las almas/ En la ausencia del dolor/ Ahora sé que ya no puedo/ Vivir sin tu amor
Me hice fuerte ahí/ Donde nunca vi/ Nadie puede decirme quién soy
Yo lo sé muy bien/ Que aprendí a querer/ El perfume que lleva el dolor
¿Por qué nacen los relatos biográficos?
Si bien la biografía existe casi en conjunto con la invención de la escritura, fue durante el siglo XIX que el género experimentó un auge significativo. Sumado a los avances de la imprenta, la creciente alfabetización de la población y el movimiento romántico (liderado por Johann Wolfgang von Goethe), fomentaron la popularidad del género y entregaron una nueva visión de abordar las vidas individuales con un enfoque subjetivo y emocional.
Ya en el siglo XX, con corrientes como el Confesionalismo, los mismos autores comenzaron a escribir a modo de autobiografía, aun cuando se tratase de poemas o cuentos. Este “vomitar” lo íntimo rompió con las “reglas” que delimitaban qué contar y qué callar, al destapar temas íntimos y tabúes –como la sexualidad femenina, el disconformismo en el matrimonio o la menstruación-. En Chile la principal exponente es Teresa Wilms Montt, mientras que a nivel anglo están Anne Sexton y Sylvia Plath.
Esta nueva forma de relatar el hecho biográfico generó que algunos críticos pusieran en duda la objetividad del texto. ¿Hasta dónde el escritor sigue siendo omnipotente frente al lector? Nace así el poder de quien lee, el poder de cuestionar, de no creer, de juzgar o analizar.
Leonor Arfuch, en su texto El espacio biográfico analiza con las distintas formas de relatar la propia vida —memorias, correspondencias, diarios íntimos— y muestra la irrupción de nuevas formas autobiográficas en el mundo contemporáneo, “la más importante de las cuales —que tiene indudable centralidad en el libro- es la entrevista. El resultado es un análisis fascinante del que surgen ante nuestros ojos tanto tipos y estilos narrativos ligados a los medios de comunicación de masas, como la renegociación y apertura de formas incoadas de relato que ya se insinuaban en los géneros literarios clásicos”.
La estructura clásica del relato biográfico de narrar de manera lineal desde el nacimiento a la muerte se rompe, el relato en la modernidad puede partir con un hecho o un detonante; como ocurre en Cerati, la biografía, del periodista Juan Morris, la cual comienza con el concierto que acababa de terminar en el Campus de la Universidad Simón Bolívar, en Caracas.
“- ¿Dije muchas estupideces?
Sentado en el sillón del camarón, Gustavo Cerati fumaba un jockey suave largo y miraba su teléfono con ansiedad. Todavía tenía puesto el traje blanco que había usado en el show. Era la medianoche del sábado (….) Media hora antes había terminado el tour del show Fuerza Natural (….) Gustavo estaba contento y agotado (…) Gustavo apareció a último momento y se paró atrás de Taverna. (…)Taverna se dio vuelta para decirle algo a Gustavo y lo vio pálido, con los ojos desorbitados.
– ¿Te sentís bien?- Le preguntó.
Gustavo abrió la boca para contestarle, pero no acertó a decirle nada. Fue como si los músculos de su mandíbula no encontraran las palabras. Entonces la cámara disparó su flash y todo el equipo quedó registrado en la última foto de la gira”.
Me atrevo a afirmar que en tiempos donde la lectura ha pasado a segundo –o quizá tercer- plano, son las biopic una nueva forma de dar a conocer la vida de un artista, político, médico, inventor… Sin embargo, esta forma de relato, al ser televisivo o cinematográfico, cuenta con un lenguaje más directo y tiempos acotados, por ello se enfocan en aspectos específicos o períodos cortos de la vida de la persona retratada sin abarcar su vida completa.
Arfuch explica que “el sujeto debe ser pensado a partir de su ‘otredad’, del contexto de diálogo que da sentido a su discurso. Hay entonces una heterogeneidad constitutiva que define toda situación de enunciación. Lo social debe ser pensado a partir dé la ‘alienación’ radical de toda identidad. (…) Las formas que pueden incluirse en el espacio biográfico ofrecen una posibilidad articulatoria no sólo sincrónica sino también diacrónica; se impone una búsqueda genealógica que (…) haga inteligible su devenir actual”.
Es así, como en “El amor después del amor”, finaliza el relato con un Fito Páez que logró salir del agujero que le dejó la repentina muerte de su padre, el cruel asesinato de sus abuelas en manos de delincuentes y el término del romance con Fabiana Cantilo; comenzando una nueva etapa de la mano de Cecilia Roth y afirmando que “por el mundo yo no me dejo desanimar”.