En un año eleccionario donde escasean el tiempo y los recursos, comenzó la lucha encarnizada por el poder. Leemos sobre el aumento de la delincuencia adolescente y la gravedad a veces mortal de sus comportamientos con pulsiones de muerte y deseos placenteros anómicos sin control junto a un aumento importante de las personas en condición de calle. La natalidad cae aceleradamente, y dirigentes feministas reclaman por la no promoción de la mujer que decide ser madre. A la vez se anuncia la ley del “aborto libre” con un presidente que no duda en presentar su futuro primer hijo en las redes.
¿Quién entiende? Tiempo de inestabilidades y turbulencias políticas, sociales y tecno económicas. Llenas de eventos de baja probabilidad y alto impacto (algunos muy oscuros), sorprendentes e incomprensibles. Tiempo de luchas culturales y políticas.
“Los progresismos no pueden ser una lista de reivindicaciones, tienen que ofrecer una mirada de sociedad”, proclama lucidamente la ministra del Interior como potencial candidata. Es decir, tienen que ofrecer una visión de mundo consistente con la libertad y la justicia universalista. De forma implícita reconoce “la traición progresista de la izquierda contemporánea”: El cambio de la clase trabajadora por las minorías”. (Shapiro).

La Izquierda agonizante, es calificada extremosamente por la periodista y filósofa argentina Paola Oloixarac como una “madre monstruo”, ex “gauche divina”, que, abandonando sus valores originales, “asumió la batalla (performativa) contra la normalidad como su épica burguesa” hacia “una masa ansiosa criada entre “likes” y seguidores.” Construcción de una subjetivación identitaria de la autenticidad individualista, del cuerpo propio “como utopía” y del cuidado de sí “como tierra prometida”. Deriva identitaria generacional y renacimiento global de la derecha populista. La arrogancia y la soberbia acríticas, sumados al menosprecio por los pobres y quienes no comparten sus ideas, terminaron por ser insoportables e irresponsables.
“Izquierda de nuevo cuño que “dejó de ocuparse de los trabajadores, para abrazar e imponer, llevando a extremos irracionales y ridículos (…) esta peligrosa doctrina nacida en Harvard y la Universidad de Carolina, con su inclinación a penalizar la libertad individual en favor de la sumisión grupal, retorciendo hasta la más grotesca exageración conceptos útiles nobles y necesarios”. (Cita de Pérez Reverte por Ascanio Cavallo en artículo de La Tercera).

Según el filósofo Omri Boehm, el problema es más profundo. “La democracia liberal está en crisis hace años (…) Los ataques intelectuales a sus fundamentos espirituales y morales (la Ilustración, el universalismo, la razón), surten cada vez más efectos en la política”, encarnados en un posmodernismo reimportado de Europa con su “teoría crítica de la raza”, “la teoría poscolonial o decolonial”, y “la política de identidad”. Izquierdas y derechas, hoy competirían por reemplazar la base de un universalismo abstracto fundante (sueño siempre inacabado de la Ilustración) por una “identidad concreta”. Las derechas en defensa de los valores tradicionales y la Izquierdas “en defensa del género y la raza”, enmascarados en las “exigencias de derechos fundamentales”.
El autor no ve en estas luchas a algún bando que “se apoye en un humanismo universal para criticar y cambiar las leyes injustas y las estructuras de poder discriminatorias”. Aboga por un humanismo necesariamente universalista autentico y radical que se sostenga en un fundamento de dignidad absoluta (menciona lo sagrado y a Kant), anterior a la misma justicia que muchas veces no es justa y obedece a los consensos y acuerdos regidos por “nuestro insaciable deseo” con una “despiadada voluntad de poder y su celebración nihilista”.
Salgamos de este abismo cultural y espiritual.
Citas e ideas de Omri Boehm en “Universalismo radical”, y de Alejo Shapire en “La traición progresista”.