Tras leer un antiguo aviso en un diario parisino, el autor comenzó una investigación para conocer qué pasó con una muchacha desaparecida durante la II Guerra Mundial y cuya respuesta lo llevó a escribir su novela autobiográfica.
París
Se busca a una joven, Dora Bruder, de 15 años, 1.55 m, rostro ovalado, ojos gris-marrón, abrigo sport gris, pullover burdeos, falda y sombrero azul marino, zapatos sport marrón. Ponerse en contacto con el señor y la señora Bruder, Bulevar Ornano, 41, París.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en la calle una carta, un recorte de diario o un papelito que remonte al pasado y nos hemos obsesionado con encontrar al dueño, conocer su historia y saber qué pasó en su vida en el momento de perder el documento?
Con una obsesión similar comienza la novela “Dora Bruder”, cuando el narrador lee por azar, en 1988, un aviso publicado en el Paris-Soir (diario con mayor circulación de la prensa francesa hasta su desaparición en 1944) en el cual se busca a una muchacha desaparecida durante la II Guerra Mundial. El inserto corresponde al 31 de diciembre de 1941 y da paso a una investigación que, por un lado, rememora el rol de Francia durante el conflicto bélico, y por otro, se desarrolla la historia de personajes cuya “trama” protagonizaron hace más de cuarenta años.
Esta novela autobiográfica de Patrick Modiano es el reflejo del trabajo que el autor realizó durante ocho años, buscando informes policiales, archivos o cartas que lo llevaran a dar con Dora Bruder, quien nació en París el 25 de febrero de 1926 y fue enviada al campo de concentración de Auschwitz.
Sobre la investigación, Patrick Modiano le contó en 2009 a Xavi Ayén -periodista español que ha entrevistado a 28 ganadores del Premio Nobel de Literatura- que “lo raro es que no había testimonios, apenas algún apunte en los registros de policía. Es terrible ver cómo todo se pierde: incluso si usted pregunta a alguien sobre su propia vida él mismo habrá olvidado muchas cosas, o deformará otras inconscientemente, hay una incertidumbre total” (La Vanguardia).
De ayer a hoy. Con el paso de los años las perspectivas se vuelven borrosas, los inviernos se mezclan unos con otros. El de 1965 y el de 1942. En 1965 no sabía nada de Dora Bruder. Pero hoy, treinta años después, mis largas esperas en los cafés del cruce Ornano, mis itinerarios, siempre los mismos —recorría la calle Mont-Cenis hasta alcanzar los hoteles de Butte-Montmartre: el hotel Roma, el Alsina o el Terrass, en la calle Caulaincourt—, y todas las impresiones fugaces que conservo: una noche de primavera en que se oía hablar en voz alta bajo los árboles del parque Clignancourt, y de nuevo el invierno, a medida que bajaba hacia Simplon y el bulevar Ornano, nada de eso me parecía debido simplemente al azar. Quizá, sin tener todavía una conciencia clara, andaba tras la pista de Dora Bruder y de sus padres. Estaban ya allí, en filigrana.
Pluma y café
Fue en 2014 cuando la Academia le entregó el Nobel de Literatura a Modiano, quien ha hecho de la ocupación alemana en Francia parte de su narrativa, momento histórico que lo marca de manera personal.
Su padre, Albert Modiano, fue un judío-italiano que sobrevivió a la II Guerra Mundial huyendo y contrabandeando en el mercado negro. Bajo la “chapa” de Henri Lagroua conoció a la actriz belga Louisa Colpijn. El amor fue inmediato y en medio de los bombardeos que azotaban Europa se casaron y viviendo en la clandestinidad ella vivió su embarazo.
A meses de que terminara la Guerra nació Patrick Modiano, el 30 de julio de 1945 en la ciudad de Boulogne. Su infancia y adolescencia la pasó en internados, alejado de sus padres, con la semilla germinante sobre su identidad lo que derivó en una obsesión por reconstruir su historia familiar y que termina de estampar en novelas como La calle de las bodegas oscuras (1979), Reducción de condena(1988) y Dora Bruder (1997).
Fue tras conocer a Raymond Queneau que decidió dedicarse a la literatura y como todo escritor partió redactando en los cafés tras pasar la noche en vela. Se reconoce como perteneciente a la última generación de autores que escribe a mano, “porque el hecho de escribir es ya algo tan abstracto que tengo la necesidad de un objeto sólido que me ancle a la materia; si no, todo es muy virtual”.
El hecho de que Modiano tome uno de los momentos más devastadores de la historia del mundo y lo haga parte de su narrativa, se puede comprender bajo la premisa que planteó Stéphane Mallarmé: “el mundo existe para llegar a un libro”. Así lo plantea Jorge Gaitán Bayona en su texto “Metaficción historiográfica en Dora Bruder, de Patrick Modiano: holocausto y ocupación de Francia”, quien afirma que “la contracara del horror es la belleza (…). Se necesitó, por ejemplo, la peste negra y veinticinco millones de muertos para inventar El Decamerón, de Giovanni Boccaccio”.
Dora Bruder fue un caso real, sin embargo, para Modiano no hay diferencia si hubiese ficcionado una historia. “Ha existido, todo es real, pero lo extraño es que, tras haber escrito su libro, no tuve la impresión de que me desviaba de mi línea. No hay ninguna diferencia, finalmente, entre este libro y mis novelas”.
Se les habían puesto estrellas amarillas a niños de nombre polaco, ruso, rumano, pero tan parisinos que se confundían con las fachadas de las casas, las aceras, los infinitos matices del gris que existen en París. Al igual que Dora Bruder, hablaban todos ellos con acento de París, empleando palabras de aquel argot cuya ternura entristecida había percibido Jean Genet.
Dora y Patrick-Patrick y Dora
Para Patrick Modiano la historia de Dora Bruder tiene un tinte de deja vu, Por un lado, al igual que él, la joven parisina vivió parte de su vida en un internado; y por otro, recorriendo las calles de la capital francesa el autor compara la historia de su padre con lo que padecieron miles de judíos anónimos, ligando una historia colectiva con la familiar.
Para Jorge Gaitán, “en esta creación narrativa tiene validez el planteamiento de Maurice Halbwachs, el sociólogo francés fallecido en 1945 en el campo de concentración de Buchenwald (quien plantea que) ‘Cada memoria individual es un punto de vista sobre la memoria colectiva’”.
En la novela, se registra la recuperación de los siguientes documentos:
- El acta de nacimiento del 25 de febrero de 1926.
- El registro del internado en el cual se informa su ingreso un 9 de mayo de 1940 y su fuga el 14 de diciembre de 1941.
- “El registro de incidencias de la comisaría del barrio de Clignancourt” y su anotación del 27 de diciembre de 1941 donde Ernest Bruder, el padre de 42 años, reporta la desaparición de su hija.
- El fichero familiar de una prefectura de policía y una anotación de cómo Ernest Bruder fue detenido el 19 de marzo de 1941 y llevado al Campo de Drancy.
- Un registro de la comisaría de Clignancourt del 17 de abril de 1942. Indica que la desaparecida regresó al domicilio materno.
- Un documento de la Unión General de Israelitas de Francia del 17 de junio de 1942. Recomienda el traslado de Dora Bruder a una casa de reeducación infantil, en tanto, tras ser encontrada luego del reporte de desaparición, ha abandonado reiteradamente su domicilio.
- Un registro de Tourelles (centro de detención en París), fechado el 19 de junio de 1942. Aparece allí el nombre de Dora Bruder junto a los de otras mujeres.
Algunos años después de la guerra otros archivos habían sido destruidos, como los registros especiales abiertos en junio de 1942, la semana en que los judíos recibieron tres estrellas amarillas por persona, a partir de los seis años.
Ya con el mapa completo, Modiano presenta a Dora Bruder como una joven que vivió en un constante peregrinar y que su rebeldía la llevó a huir del orfanato; pues si bien sus padres estaban vivos, jamás le dieron un domicilio estable. La existencia de Dora se resume en vivir en hoteles de mala muerte, un internado, un centro de reclusión y un campo de exterminio.
Dora y Modiano comparten la rebeldía. Ambos se fugaron del encierro. El autor y el personaje comparten la soledad. “Se construye, dentro del texto, un yo ficcional de naturaleza especular que, cuando dice “yo”, dice “otro”. Ello supone una experiencia compartida de dolor y sufrimiento que hace aflorar, en el autor-narrador, sentimientos de abandono y angustia que dan un tono melancólico a la novela”, explica Roxana Pinto en “La autoficción de Patrick Modiano”.
Con Dora Bruder Patrick Modiano cumple con el objetivo que se autoimpuso cuando comenzó a escribir, y es reconstruir su historia familiar. Es a través de lo colectivo que llega a lo particular y comprende que lo suyo es parte del engranaje que movió al mundo a mediados del siglo XX.
Nunca sabré cómo pasaba los días, dónde se escondía, en compañía de quién estuvo durante los primeros meses de su primera fuga y durante las semanas de primavera en que se escapó de nuevo. Es su secreto. Un modesto y precioso secreto que los verdugos, las ordenanzas, las autoridades llamadas de ocupación, la prisión preventiva, la Historia, el tiempo -todo lo que nos ensucia y destruye- no pudieron robarle.