La reina de las batallas próximas: La lucha por las ideas

por Juan. G. Solís de Ovando

Segunda Parte

Aunque después de la caída del muro de Berlín la izquierda parecía herida de muerte en las ideas que la sustentaban, como tantas veces en la historia, renacía y como el ave Fénix retomaba su camino. No lo hacía con los mismos, pero eran bastantes, algo distintos y quizás mejores. Porque después de todo cuando los más dogmáticos habían desertado y muchos de ellos se habían pasado al carro del neoliberalismo, -a veces por negocios como diría un personaje de la película El Padrino-, constituían una rémora para la reconstrucción del arsenal de las ideas de la izquierda.

Por otra parte, sin el marxismo-leninismo asfixiante, un joven Marx, liviano y recuperado en su originalidad, recuperándose de la cirugías Althusserianas que lo habían partido en dos, podía desplegar sus posibilidades teóricas para constituir lo que siempre quiso ser: un lugar desde donde observar los fenómenos. Y, en esto, hasta hoy, -también hay que reconocerlo- sigue siendo, muchas veces, imbatible: mirar las instituciones más sagradas como son el estado la familia y la propiedad como productos históricos; observar que los dieciocho brumarios son empujados por clases sociales con sus intereses contrapuestos ; no olvidar que la antípoda de la libertad no es la opresión sino la necesidad; examinar todas las formas que adquiere la explotación del hombre por el hombre como condición del desarrollo capitalista; y reconocer que en la relación trabajo-capital, hay una contradicción insalvable y fatal, entre otros poderosos presupuestos teóricos.

Asimismo, al desprenderse de la carga de soslayar y en el fondo tener una cierta complicidad con las facturas del campo socialista en materia de violación a los Derechos Humanos, la izquierda mundial pudo desplegar, profundizar y articular un pensamiento pro-defensa de los Derechos Humanos. Un pensamiento poderoso, que nunca debió haber abandonado, y que le permitió, además, reconciliarse con los valores que la habían engendrado: la democracia como sistema de gobierno, y los derechos humanoscomo condición de convivencia.

Sin embargo, nada provocó un quiebre tan grande como la emergencia de los movimientos de las mujeres y nada agregó tanto valor al ideario de la izquierda como el feminismo -otrora bastante subestimado por la izquierda marxista, hay que decirlo, que lo consideraba una desviación pequeñoburguesa– como un pensamiento que llegó para quedarse. Porque en su poderoso cuestionamiento, pasó de afirmar el derecho de las mujeres a tener las mismas posibilidades que los hombres a cuestionar el fundamento de las diferencias, o sea la concepción patriarcal en que se sustentaban esas diferencias. Para reconocer el valor de las críticas al modelo patriarcal basta con observar, las reacciones de algunas instituciones como las iglesias, los partidos de la ultraderecha, o los integristas musulmanes. Todos ellos son, al final, defensores de tradiciones convertidas en dogmas para que la mujer como espacio ontológico se confunda con los roles que históricamente se le habían asignado.

El feminismo es, además, un pensamiento que, se junta con las preocupaciones de la mitad de la humanidad y representan las ideas que movilizan a las mujeres en amplios espacios del mundo donde son discriminadas y brutalmente apartadas del poder económico, político, y cultural. Y, por eso, movió, contra todo pronóstico, la aguja de las elecciones, impidiendo, la derechización de amplios sectores, especialmente de las mujeres jóvenes, que se resisten a regresar a un pasado de relegación, discriminación, y subordinación a una cultura machista y patriarcal.

El feminismo cavó una fosa profunda en la interpretación colectiva de que las mujeres eran conservadoras per se. Mas bien, habrá que admitir que han salvado a la izquierda del desastre, más de alguna vez. Ejemplos hay.

El otro movimiento de ideas -también considerado desviación pequeño burguesa en su momento- es el de las interpretaciones ecológicas. Pero también hay que mirarlas en su verdadera profundidad, en su capacidad de generar quiebres en los sistemas de ideas hasta ahora dominantes. Porque más allá de la crítica a la destrucción sistemática de nuestro entorno natural -que ya es bastante- los movimientos ecologistas más profundos han advertido que el capitalismo en su modelo de desarrollo y en la búsqueda de la maximización del beneficio a corto plazo es completamente contradictorio a la preservación del medio ambiente.  Además, y en la medida en que lo que era considerado, hasta hace muy poco, delirios del ecoterrorismo, como el del efecto invernadero por la contaminación de la atmósfera con gases producidos por la quema de combustibles, se puede percibir como la causa directa del calentamiento global, permitiendo movilizar a millones de personas en todo el mundo. Y, ha permitido, la articulación de acuerdos, que se han convertido en tratados internacionales. No es poco.

Pero, toca, y provoca reacciones, en muchos sectores rurales e industriales que ven que esas legislaciones ponen en peligro el futuro de sus proyectos por sus efectos contaminantes.

Este cuerpo de ideas poderoso y bien asociado a preocupaciones urgentes cuestiona, además, interpretaciones más profundas, en la medida en que se atreve a problematizar las concepciones antropocéntricas de las religiones del libro: Para judíos, cristianos y musulmanes, depositarios todos ellos, del mensaje de Dios a través de un mesíasMoisés, Jesús o Mahoma, el hombre (seres humanos) es el amo de la tierra. Incomparablemente superior a los demás seres vivos, incluso hecho a imagen y semejanza del Creador. Obviamente, estas creencias, tan internalizadas a los valores más profundos de la religiosidad monoteísta, choca con una concepción que empieza a pensar en los seres humanos como invitados a un planeta que existía mucho antes de su aparición y que seguirá existiendo cuando nosotros ya no estemos. De allí la reacción de una derecha religiosa integrista a los pensamientos ecologistas.

Y hay un grupo de actores tan gravitantes como desconocidos en sus derechos e identidad: los inmigrantes. Pero estos, al modo de los ilotas de la sociedad griega no tienen lugar en ningún lugar. Normalmente no están organizados y casi siempre se encuentran dispersos por el planeta y confundidos con las capas sociales más excluidas.

Si asociamos los movimientos de las ideas con la emergencia de los actores descubriremos que, en realidad, en occidente, hacía tiempo que se habían librado luchas en dos direcciones y todas relacionadas con los derechos humanos.  Horizontalmente, porque a los derechos de los hombres y el ciudadano, se iban agregando actores, o sea sujetos de esos derechos: Las mujeres, en primer lugar, y también los que pertenecían a las comunidades LBTGI. Ambos agregaron los temas de género al pensamiento de izquierda, cuando las preocupaciones de las mal llamadas minorías sexuales permitieron comprender que, los seres humanos, en su capacidad declarativa, pueden decidir vivir e identificarse con un género diferente que el circunscrito por el órgano sexual con el que nacieron. Este tema cuestionaba y sigue cuestionando dogmas de los sectores más conservadores de la derecha, pero también del machismo instalado en la izquierda marxista durante décadas. Todos sabemos como se trató a los homosexuales en los sistemas del campo socialista y todos podemos ver actualmente las coincidencias que tienen Meloni, la Iglesia Católica más conservadora, muchos representantes de las iglesias protestantes, con la homofobia de PutínOrban, y los ayatolas y mulás, entre otros muchos reaccionarios a las ideologías de género.

Y del mismo modo se fueron agregando los pueblos indígenas cuyo pensamiento cuestionaba una cuestión central de las ideas occidentales: la inexistencia del derecho de unos países a civilizar a otros mediante la invasión y la agresión imperialista. Esto es lo que hay debajo del reconocimiento y valoración de los pueblos indígenas y, por eso, enriqueció el pensamiento de la izquierda.

Y, así como, los derechos humanos se extendían de modo horizontal, agregando actores también se fueron profundizando, ese es el movimiento vertical: primero fueron los derechos políticos, después los derechos sociales, luego los derechos de los pueblos, más tarde los derechos culturales, los derechos de la naturaleza y ahora último, incluso, se habla de los derechos de los animales como sujetos sintientes de nuestro entorno.

De este modo, si bien ya no hay una mega ideología que se pretenda una forma de vida y que como tal comprenda todos los aspectos del quehacer humano, existen pensamientos que emanan de las preocupaciones de la humanidad por vivir en un mundo más justo, solidario y pacífico.

Lo que se ha creado es cuerpos ideológicos que representando a diferentes preocupaciones de distintos actores configuran una fuente poderosa para movilizar a los millones de habitantes de este planeta para protegerlo y mejorarlo. 

Y la cosecha no es precaria. Podemos ver y valorar ya sus resultados que examinados como cuerpos de ideas se muestran en un relato como este: Valoramos un mundo que no nos pertenece, pero al que pertenecemos. Debemos respetarlo, cuidarlo y preservarlo para el futuro. Solo somos unos mamíferos más, pero tampoco menos que eso: debemos comportarnos como tal y por ello protegernos como especie. Ningún país, nación o estado puede impedir por guerras, hambre, o esclavitud la vida de las comunidades humanas que dieron origen a la humanidad en cualquiera de las formas que se presente en la actualidad. Somos iguales en dignidad y derechos porque así nacemos. Nada ni nadie puede discriminar a seres humanos en parte alguna. Ese derecho es superior a cualquier estado y no tiene fronteras. La democracia como sistema de gobierno que asegura la participación de los pueblos en las decisiones de los gobiernos no es solo parte de los derechos políticos: es un derecho humano. Y como tal debe respetarse y profundizarse. Los seres humanos somos mujeres y hombres y toda otra forma de identidad que conforme a nuestra capacidad declarativa intrínseca nos permita desarrollar identidades en las que nos sintamos plenos sin que éstas se reduzcan a la impuesta por nuestros aparatos reproductivos; somos por eso un rico paisaje humano, al que pertenecemos como especie. Y así como en ese paisaje humano hay diferentes identidades construimos permanentemente distintas interpretaciones de lo que somos, de lo que hemos sido y de lo que queremos ser. Nadie puede prohibir y menos castigar a persona o grupo alguno por adherir a un pensamiento, como no sea los que propalan el odio, la discriminación y el exterminio de otros seres humanos. Somos como animales humanos únicos e insustituibles, por consiguiente, todos y cada uno de nosotros tiene el mismo derecho de existir y trasladarse a otras partes de nuestra casa, la madre tierra. Nadie ni nada debe impedirlo como no sea por razones de salud u otros motivos admitidos en tratados internacionales.

Si esta es la cosecha, no es mala, ni pequeña. Pero estas son las armas y no el combate ni la estrategia. Pero es bueno recordarnos que las tenemos.

Queda, todavía, un problema difícil y complicado de explicar. Pero ya que estamos en ello más vale que salgamos del lío lo mejor que podamos. A ver qué pasa.

Cuando gravitaban las mega ideologíasmarxistas, cristianos, liberales, conservadores, laicos, etc. y todas las formas de combinación entre ellas, suponíamos que existía una especie de competencia universal de pensamientos y podíamos elegir entre ellas. Esto suponía, como es lógico, que estaban disponibles todos los pensamientos y que éramos libres para elegir. Lamentablemente, ambos presupuestos no son más que quimeras: solo tenemos los pensamientos históricamente disponibles lo que nos limita a pensar en una época con los pensamientos de la época anterior y, además, y replicando al querido tata alemán podríamos decir: los seres humanos piensan, pero no como ellos quieren. Y, claro, tenemos que admitir que no vamos a una feria de pensamientos y decimos: deme este, con un poquito de este otro. Porque cuando nacemos, nacemos en un paisaje de ideas y cuando pensamos lo hacemos, nos guste o no, contaminados de pensamientos históricos.

Sin embargo, los pensamientos cambian, pero no cambian porque los superiores dobleguen a los inferiores, como rezan las teologías de cualquier clase: cambian porque un quiebre cognitivo los convierte en caducos: ¿alguien ha vuelto a escuchar algún debate sobre la virginidad de las mujeres en la iglesia? No. Claro que no. Y no porque haya vencido un pensamiento liberal sobre el punto, que también, sino principalmente porque con la invención de los anticonceptivos las mujeres pudieron tener relaciones sexuales en igualdad de condiciones que los hombres y por eso el tema de casarse o no con una mujer virgen, es algo que, por pudor, hoy, pocos querrían conversar.

Y aquí viene lo más complicado: los seres humanos somos hermenéuticos, o sea somos, interpretativos. Interpretamos todo el día, a cada momento, siempre y no necesitamos ir a ninguna escuela ni universidad para interpretar. Mas bien, debemos hacer un gran esfuerzo para detener las interpretaciones que se nos gatillan espontáneamente. De algunas interpretaciones bebemos y de otras no. Con algunas incluso, nos emborrachamos o nos intoxicamos. Pero algunas interpretaciones son tan dominantes en el sistema cultural al que pertenecemos que acaban por constituirse en los sentidos comunes de una comunidad, sociedad, país, e incluso cultura de toda una época. Por eso, con el tiempo dejan de cuestionarse y se convierten en cegueras. Algunas duran mucho tiempo, incluso siglos: la mujer es inferior al hombre y debe obedecerle; el rey lo es por voluntad divina; el sol gira alrededor de la tierra; los pobres son pobres porque son flojos, los locos sufren alguna clase de influencia satánica, y un largo etcétera, que se encadena a una larga lista de prejuicios de toda clase.

Los revolucionarios en todos los campos lo son, principalmente, porque cuestionan los sentidos comunes, es decir, reman contra la corriente de los pensamientos dominantes: la tierra se mueve y gira alrededor del sollas leyes físicas son relativas al espacio y tiempo en que se encuentranel poder (soberanía) radica en el pueblonuestras conductas no son arbitrarias sino motivadas y esas motivaciones generalmente no las percibimos porque actúan en nuestro inconscientela homosexualidad no constituye una enfermedad, etc.

Y volvamos al comienzo: a los reaccionarios (derecha) no les gusta que se cambien los sentidos comunes porque eso compromete la seguridad de sus cegueras y, también, sus intereses. A los revolucionarios (izquierda), cuando verdaderamente lo son, les apasiona, en cambio, sustituir los sentidos comunes, pero no para mejorar las visiones que los amparan, sino porque normalmente sufren una enfermedad incurable: no son indiferentes a los que sufren. Por eso son expertos en meter el dedo en el ventilador.

No se es de izquierda porque se cree en una ideología que siempre pasa. Se es de izquierda porque como decía el Cheno creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros que es más importante. 

Termino, depurado yo también de sectarismos tóxicos enviando un abrazo grande a las compañeras y compañeros que me quieren y uno igual de grande a los que aun sin yo quererlo, me odian.

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2 comments

Lautaro Videla julio 12, 2024 - 8:55 pm

Este artículo tuyo Juan lo considero francamente brillante, por la profundidad con que explica y educa los grandes cambios que se están dando en nuestras formas de pensar, que debemos entender. Me permitiré divulgarlo obvio con referencia a tu autoría. Un abrazo

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Galileo julio 13, 2024 - 2:35 am

Te queremos Juancho. Excelente análisis epistemológico y hermenéutico de la realidad política contemporánea. «Y sin embargo se mueve».

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