La verdad, la mentira y la guerra. Por Luis Breull

por Luis Breull

La invasión del ejército ruso a territorios ucranianos -y la consiguiente confrontación bélica desatada-, está mediatizando mundialmente un descarnado escenario de muerte y ansiedad, luchas por el poder y exaltación de sentimientos nacionalistas, donde desaparece la frontera entre mentira y verdad, entre realidad factual verificable y testimonios o narraciones intencionadas verosímiles. Todo escenificado mediante una confrontación periodística entre medios de comunicación occidentales proclives a la OTAN, testigos interesados en difundir información proveniente del gobierno del presidente Volodimir Zelenski, versus los medios de la Federación Rusa y de la administración de Vladimir Putin, justificando su accionar expansivo.

Los buenos muchachos… y los malos

Las guerras, cualquiera sea su origen, alcance y naturaleza, siempre tienen dos grandes víctimas indirectas: la verdad de lo que sucede y la sensatez en las percepciones y puntos de vista sobre ello que se plasman en la opinión pública. Particularmente en lo que refiere a lógicas binarias de agresor-agredido, invasor-defensor, liberador-abusador, buenos-malos, que suelen instalarse por las partes para ganar adhesiones mediante la comunicación de estos episodios bélicos.

Semanas antes de desatarse este conflicto, Alemania resolvió censurar y sacar del aire la emisión del canal de televisión Rusia Today (RT), como respuesta a la acción de la administración de Putin que bloqueó las emisiones de Deustche Welle en su territorio, acusándola de sesgo. Una disputa premonitoria de lo que se vendría: la guerra informativa, que prosiguió con la censura y bloqueo en YouTube en todos los países de la Unión Europea de las señales oficiales televisivas rusas RT y Sputnik.

Estas acciones llevan a delimitar un campo de cobertura que queda en manos de grandes agencias informativas –la mayoría alineadas con los países de la OTAN y con Ucrania-, más las cadenas televisivas y corresponsalías internacionales capaces de llegar a Kiev u otras ciudades invadidas para narrar los hechos que presencian directamente. Una opción informativa testimonial donde acceder a datos contrastables o verificables en términos generales sobre el devenir del conflicto en cifras reales queda a merced de las fuentes de corte oficial, generalmente interesadas en usar las comunicaciones como un arma adicional en combate. Y al que se suman también voces expertas para comentar el conflicto, con el riesgo de caer en sesgos cuando no se toma distancia en el análisis respecto de las simpatías propias en torno a los países, los líderes, las ideologías y la historia de Guerra Fría en resurgimiento y disputa.

¿Adiós a la verdad… Bienvenida la propaganda?

Un clásico de manipulación propagandística de guerra fueron los noticieros UFA, difundidos semanalmente en los cines en la Alemania Nazi en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, en donde nunca se mostró a su ejército derrotado o perdiendo posiciones.  En cambio, se solía exaltar el sentimiento de una sociedad alemana pujante y virtuosa, fuera en su condición de habitantes rurales o de sus ciudades, donde las cualidades de pueblo superior destinado a consagrar el imperio milenario era el telón de fondo de sus narraciones. Una dolorosa mentira y manipulación intencionada para ocultar la verdad.

Desde la antigua Grecia que el debate sobre la verdad y la mentira se ha manifestado como un aspecto relevante de la condición humana. Platón y Sócrates consideraban importante distinguir entre las verdades filosófica y política (la primera vinculada con una verdad teórica, y la segunda con aceptar la mentira política).

Llegado el Renacimiento, el filósofo Nicolás Maquiavelo propuso la aplicación de un criterio de verdad efectiva en su concepción estratégica de conservación de poder. En una dimensión más pragmática que moral, la mentira no es un tema trascendente, sino que se justifica políticamente en tanto el hombre tiene una natural compulsión hacia la maldad y es deber del gobernante saber ejercer su potestad en forma oportuna y eficaz.

Otra manera de encarnar la controversia verdad-mentira, devino del sociólogo alemán Max Weber al describir la ética de la responsabilidad, donde sostuvo la posibilidad de mentir en política si resultaba necesario respecto de las consecuencias, apartándose de preceptos morales en torno a la verdad como un absoluto (separa la responsabilidad y la convicción). Marx y Engels también sostuvieron que la mentira podía asimilarse a los conceptos de alienación provenientes de las verdades religiosas que asentaban un orden y un derecho natural que asegurara la mantención de una sociedad de dominación del capital.

Desde el siglo XX y hasta hoy, el dilema mentira-verdad se asocia a los fenómenos de publicidad a gran escala y su relación condicionante respecto de los medios de comunicación masiva y los nuevos medios. Lo que está en juego es la posibilidad de plasmar en fenómenos mediáticos la conformación de las identidades de los individuos y sus sistemas de creencias, opiniones y concepciones. Procesos que involucran tanto la selección de los temas a difundir, la oportunidad de comunicarlos sincrónicamente y de pretender observarlos o situarlos en la realidad social inherente a cada grupo o asentamiento humano.

En tiempos de guerra en precisamente donde la publicidad y la propaganda suelen cargar a la realidad factual de imágenes, deseos, necesidades, valores y convicciones acerca de las partes en conflicto y sus posibles soluciones justas. Aquí es donde la mentira política emerge arquitectónicamente diseñando futuros anhelados, distintos de los criterios morales de bien o mal.

Quizá uno de los aportes más relevantes a tener en cuenta en estos momentos de plena presencia mediática de la guerra entre Rusia y Ucrania provenga de la filósofa Hannah Arendt y sus escritos sobre verdad y la mentira. Las lógicas de los totalitarismos del siglo XX dejaron sus huellas mediante dispositivos que destruyeron y relegaron la verdad: la manipulación y la propaganda falsificaron, destruyeron y silenciaron evidencias criminales; se instalaron lógicas multiplicadoras de negacionismo y mentiras; y grupos humanos fueron seducidos por autoengaños organizados para falsificar la verdad y sostenerlos colectivamente.

Es de esperar que la saturación informativa del conflicto ruso-ucraniano no devenga en escaladas mayores que nos retrotraigan a las más horrorosas décadas de conflictos y guerras de hace 80 años. No obstante, es necesario también exponerse a la mayor variedad de medios de comunicación para despejar entre sus contenidos los hechos que realmente están sucediendo y no los que cada gobernante en disputa quiere divulgar y para los que utilizará todos los medios de comunicación a su alcance.

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1 comment

Jose Diaz marzo 5, 2022 - 8:08 pm

Si gran parte del buen comentario de L. Breull es valido para la prensa «occidental», a lo que abria que sumar cierta tendencia al espectáculo de nuestra TV local ¿que se debería esperar de una prensa ya controlada por el gobierno, en el caso de los medios en la Rusia de W. Putin?

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