Para qué esforzarse en hacer un recuento de los acontecimientos del año recién pasado. Poco hay que rescatar. Y si hay algo que me queda más o menos claro, es que todo indica que, otra vez, podrían ganar los malos. Y también, como en otras épocas fatalistas de la historia, los malos pueden ganar no porque fueran mejores, sino porque como en aquellos tiempos los que estaban dotados de razón y de conciencia no defendieron a tiempo con valor y sabiduría la causa de los justos.
Es verdad que no corren buenos momentos para la solidaridad, la compasión, y la amistad entre los pueblos. Más bien, un alienado poder global, sin límites ni control, se impone, en un mundo que parecía haber encontrado el camino hacia el cuidado de su casa, o sea la tierra; de sus moradores, los animales y personas, y conseguido que la paz fuera un objetivo deseado y compartido.
Ahora como un puma extraviado, la humanidad se debate entre los qué ayer enarbolando la bandera de un estado a cualquier costo, con el tiempo remasterizaron esa película hasta devolverla a los cines convertida de en una siniestra cinta sobre limpiezas étnicas en Gaza y las destrucciones de poblaciones ucranianas junto a montañas de cadáveres de jóvenes rusos, chechenos y ucranianos, descomponiéndose en lodazales abandonados, como tumbas silenciosas y perdidas.
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Otra vez los señores de la guerra se frotan las manos. Por fin la muerte llama a sus puertas pregonando la gran oportunidad de vender sus letales invenciones para descargarse entre las poblaciones hambrientas del Yemen. Y de la martirizada Siria.
También se frotan las manos los negocios Uber que han conseguido construir a nivel global una nueva forma de explotación y acumulación capitalista en perjuicio de los trabajadores.
Y como si fuera poco, los resentidos imperios en decadencia llaman a recuperarse y recuperar el terreno perdido y revertir porfiadamente la historia: Donald Trump advierte de la posibilidad de recuperar el dominio del canal de Panamá y Putin amenaza con usar el arsenal nuclear ruso si la Unión Europea frustra sus planes de reeditar la hegemonía del imperio soviético, en el este del viejo continente.
Todos los grandes esfuerzos por mitigar los efectos del cambio climático hoy se encuentran detenidos y ello por falta de cooperación de los países industrializados.
Malos tiempos para el cuidado del Planeta.
En síntesis, no parece que en los próximos tiempos se vayan a respetar los Derechos Humanos; el cuidado del medioambiente; ni el Derecho a la Auto determinación de los Pueblos.
¿Puede visualizarse un panorama peor?
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Es difícil imaginar. Entre otros motivos porque los pueblos no son inocentes de lo que ocurre: Donald Trump, procesado en varias causas, -en uno de ellos por alentar el asalto al capitolio e intentar revertir con fraude el proceso electoral norteamericano-, es elegido nuevamente presidente y con una mayoría significativa de latinos y otras minorías.
Ya se ha dicho demasiadas veces que lo que hoy se encuentra en peligro es el propio sistema democrático. Pero lo que no se dice, es que las nuevas generaciones, de cuya actitud depende el futuro del mundo, aun siendo cada vez más conscientes de que probablemente no conseguirán la prosperidad de sus padres, están disponibles para vivir cada vez más desprotegidos en su mundo individualista, antes que ser marginados de los engranajes de la máquina: el sistema de negocios globales.
Y esa es, a mi juicio, la verdadera victoria cultural del capitalismo en su última fase, global, digital y financiero especulativo.
Sin embargo, la realidad se resiste a ser simplificada para hacerse comprensible. Ni en clave de izquierdas y derechas ni menos aun recurriendo a las maniqueas interpretaciones de buenos y malos nos acercaremos siquiera a la comprensión de este mundo que es cada vez más ancho y más ajeno.
Porque hay muchas y entreveradas contradicciones en este mundo nuevo cuya lógica de funcionamiento y procesos se nos escapan.
Ello nos obliga a no olvidar, por ejemplo, que el uso de la tecnología nunca es social ni políticamente neutral lo que explica que de sus posibilidades se beneficien no solo el avance y los nuevos descubrimientos científicos, los mejoramientos de la productividad de las empresas y la liberación de las personas de las tareas rutinarias y otros desperdicios sino también genera oportunidades para el desarrollo de la ingeniería financiera especulativa -partera de muchas crisis financieras y la ciberdelincuencia organizada internacionalmente-, y el ocultamiento eficiente de las redes de narcotraficantes, traficantes de personas, y armas. A esas lacras se suma la de la manipulación dolosa de la información para abastecer la industria de las mentiras e intoxicar la política y la sociedad allí donde se hallen proyectos progresistas.
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Nos enfrentamos a un proceso de globalización que ha provocado el más amplio proceso de internacionalización que hayamos experimentado los seres humanos en toda la historia y que a partir de la extensión y desarrollo de una infraestructura informacional compuesta de redes de fibra óptica, conexiones satelitales, cableados submarinos, y toda clase de redes públicas y privadas, junto a cadenas productivas trasnacionales y toda clase de conexiones con toda clase de personas en todas partes del mundo, pero nos olvidamos que esos procesos han reconfigurado la realidad de nuestro entorno, alterando profundamente las relaciones laborales, sociales y culturales.
Creemos que somos los mismos, pero somos ciegos a percatarnos que hacemos las cosas de otro modo, las miramos diferente y desde espacios desconocidos.
Y, en este nuevo juego, no solo se barajaron las cartas de otro modo sino también los actores han cambiado sustancialmente porque en esta nueva etapa histórica del desarrollo del capitalismo de los países tradicionalmente industrializados también se experimenta la mayor y más acelerada industrialización de los países ayer llamados atrasados creando una nueva conformación espacial del mundo que ha permitido la entrada de algunos afuerinos, y no precisamente pequeños, como China, India, y Brasil.
Así, el mundo se encuentra actualmente ante nuevas encrucijadas que se extienden más allá de los ejes izquierda y derecha a nivel mundial y cada uno con sus propias y específicas contradicciones: Por un lado, están los países que enarbolan el neoliberalismo global y que van desregulando el mundo para penetrar con sus uber, amazon, y Google, a todos los confines de la tierra sin control ni contrapeso, y por otro, se mueven los países emergentes que con sus economías poderosas desafían el poder de los primeros y compiten en esta misma ola de negocios globales pero desde economías que aun siendo de mercado obedecen a la dirección de los objetivos nacionales dirigidos por el estado. Y no solo eso, con su nuevo poder, han traspasado los límites de los antiguos repartidores del mundo creando sus nuevas alianzas, y bloques de poder. El BRIC (China, India, Rusia, Brasil, Sudáfrica), como oposición al G7 es el mejor ejemplo de ello.
En este contexto, es de esperar que, en los tiempos que vienen, se mostrará una fuerte agudización de las contradicciones en cada uno de los bloques en pugna: el que lidera Estados Unidos en occidente, tendrá que vérselas con la ola de desempleo provocada por los procesos de robotización; el incremento de las personas sin hogar a causa del aumento del precio de la vivienda; la precarización de la fuerza de trabajo, y la extensión de los espacios de pobreza y marginalidad.
Asimismo, en el bloque alternativo con fuerte presencia de modos autoritarios (China) y de formas atrasados de patriarcado (países musulmanes), se producirán seguramente movimientos de ajuste al interior de sus formaciones sociales porque en la medida en que el progreso se extienda querrán que se extienda también la democracia y la participación.
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Como es lógico, podemos vaticinar que en la medida en que estas contradicciones se vayan manifestando con fuerza en la vida de las personas comunes y corrientes, por el incremento de la pobreza y la miseria en el bloque del neoliberalismo global; el derramamiento inagotable de sangre inocente en Gaza; el temor a una guerra nuclear, y el aceleramiento de las consecuencias desastrosas del cambio climático se impulsarán movilizaciones ciudadanas para parar esos procesos fatales y demenciales. De igual modo, en el bloque opositor, las mujeres se movilizarán contra todas las formas de opresión patriarcal y los ciudadanos exigirán libertad y derechos de participación política.
La forma y dimensión en que se expresen esas formas concretas de respuestas sociales y políticas es algo que Dios no ha revelado a los hombres todavía, pero falta a mi juicio un paso intermedio: En la medida en que la globalización muestre crudamente sus aspectos más crueles se irá despertando, gradual pero crecientemente un tipo de conciencia nueva: la conciencia de la pertenencia a una ciudadanía mundial. Solo ahí, es decir cuando se construya una interpretación cada vez más universal y compartida que tenga como componente fundamental la identificación de ciudadanos del mundo como pertenencia a algo más grande que los estrechos espacios nacionales, asaz obsoletos, se irán configurando organizaciones y partidos que tengan programas y objetivos igualmente universales. Dicho de otro modo, cuando el sentido y la interpretación de pertenencia a una nación vaya siendo sustituida por la de pertenencia al mundo, la movilización social y política cambiará sustancialmente. Y también la creación de instrumentos como partidos, organizaciones, movimientos, etc. cuyos militantes sean millones y formen parte de alternativas para hacer frente a los poderes globales que nos afectan.
¿Una utopía? Si. Una utopía universal y democrática. Tan necesaria como el agua que desperdiciamos, como el aire que contaminamos, y como el pan nuestro que no alcanza para todos, hasta que llegue el día en que surjan los que tengan el valor de multiplicarlo.