Nominando y representando la realidad.
Hace unos días, un locutor radial comentaba, respecto de los decires de un árbitro en la Copa América, que nunca se debe olvidar que el lenguaje crea realidades. (¿Qué habrá dicho tal árbitro?) Aquella reflexión me pareció contradictoria – no por el arbitraje – sino por el convencimiento que no es el lenguaje el que crea realidades, sino la realidad la que crea lenguajes. Enfrentados a una nueva situación, los seres humanos necesitamos nominarla, representarla. Es cierto, de pronto, no se encuentran palabras o símbolos para señalarla y debemos inventar una nueva forma, crear un signo que la describa. Un ejemplo de lo anterior es lo ocurrido en nuestros países con los asesinatos de mujeres por parte de sus parejas. Ante la continuidad de esos hechos, la comunidad hablante se percató de que no bastaba con llamarlos homicidios, puesto que tenían una connotación especial, una especificidad, de ahí nace el concepto de femicidio. No era solo un homicidio.
El lenguaje nos vuelve humanos y es lo que nos diferencia del resto de los seres vivos. Lo primero que habrá que aclarar es que no hay un solo lenguaje, sino que existen diversas expresiones lingüísticas para comunicarnos.
Hay situaciones que superan a la especie humana y aún no somos capaces de nominarlas. Un ejemplo de ello es lo ocurrido hace más de 20 años, cuando, en el funeral de un grupo de adolescentes muertos en un accidente de tránsito, el cura dice en su homilía: “cuando mueren los padres uno es huérfano, cuando mueren las parejas uno es viudo, sin embargo, el ser humano no ha sido capaz de inventar una palabra para nombrar la muerte de los hijos”
No hemos tenido el coraje para nominar dicha realidad.
En un país como el nuestro, con un tremendo miedo a la memoria, hemos optado por cambiar la nominación de ciertos hechos. No nombrar a las cosas por su nombre sino apodarlas de tal manera que no parezcan tan graves. La derrota pasa a llamarse “triunfo moral”, la dictadura, “gobierno militar” y la extrema derecha “republicano”
El lenguaje no es para solucionar problemas sino para constatarlos.
El filósofo francés Francois Lyotard (1924-1998) dice en su texto “La condición postmoderna” (1979) que hoy, para las grandes potencias, es más eficiente someter a sus colonias por el lenguaje y la información que dominarlas militarmente Es más eficiente la CNN que la U.S. Army.
La manipulación del lenguaje es también un deporte nacional. El caso más evidente es el de la interrupción del embarazo. Se nos trata de convencer que la discusión tiene que centrarse en el aborto y no en la libertad sexual y reproductiva de las mujeres.
La escritura
Históricamente las artes han comunicado a través de distintos lenguajes las vicisitudes que un hombre o un grupo humano ha debido vivir. La segunda guerra mundial, fue contada por distintos artistas en diversas formas. Picasso narra lo sucedido en el pueblo de “Guernica”, Chaplin parodia a Hitler con su cinta “El gran dictador” y Ana Frank, nos muestra los avatares que debió vivir escondiéndose de sus captores. Cada época recibe dichas obras de acuerdo a su realidad y contexto. Se recuerda la década de los 80 cuando, en plena dictadura, se exhibió la película de Chaplin en el cine Normandie y los espectadores se miraban con una complicidad que no requería palabras.
El narrador y dramaturgo ruso Antón Pávlovich Chéjov; (1860 – 1904), considerado el representante más destacado de la escuela realista en Rusia decía que: “la función del artista no es entregar soluciones, sino ser un observador de las debilidades humanas con métodos complejos e intenciones definidas. Una obra de arte es como el vuelo de un pájaro, se admira, pero no se imita ni se aprende”
La dramaturga y guionista de cine Lillian Hellman (1905 – 1984) decía de Chejov “que tomaba lo bueno con lo malo y tenía una sensibilidad despiadada, dura y escéptica, que no suprimía ni la profundidad ni la estupidez humana”
Chéjov fue un maestro del relato corto y es considerado uno de los más importantes autores del género en la historia de la literatura. Sus piezas teatrales más conocidas son La gaviota (1896), Tío Vania (1897), Las tres hermanas (1901) y El jardín de los cerezos (1904). En ellas ideó una nueva técnica dramática que llamó «de acción indirecta», fundada en la insistencia en los detalles de caracterización e interacción entre los personajes. La dramaturgia de Chejov, que pasó por momentos de baja aceptación, fue recibida por el Teatro del Arte de Moscú, dirigido por Konstantín Stanislavski(1863-1938), considerado el padre de la actuación contemporánea.
Memoria emotiva
Stanislavski creo un método de actuación que cambio la forma de interpretar una escena. Este cuenta con 8 pilares (Concentración del personaje, Sentido de verdad, Actuar según circunstancias dadas, Método físico, Esferas de atención, Comunicación y contacto, roles segmentados, creatividad en actuación y pensamiento) Como se observará este método es aplicable no sólo a la actuación, sino incide en la forma como debemos desempeñarnos en nuestro día a día.
Dentro de los elementos que el director ruso utiliza para llevar a cabo su método está la memoria emotiva o afectiva. Con esto quiere decir que los recuerdos no se centran sólo en los hechos acontecidos, sino en las respuestas que estos actos produjeron. La relevancia emocional de una situación parece ser uno de los factores claves que explican que su huella se mantenga a largo plazo. A diario nos pasa que, al caminar por una calle, recordamos que ahí vivimos un hecho que nos provocó una gran alegría o dolor. Algunas veces no podemos nominarlo y sólo tenemos imágenes inconexas de él, sin embargo, nos vuelve el dolor de cabeza, la risa u otra sensación física.
En algunas ocasiones puede incluso que la memoria emocional de un evento siga existiendo después de que se hayan olvidado los hechos; esto sucede de forma habitual en los casos de fobia, en que no siempre se recuerda cuál fue la experiencia traumática que provocó la aparición del miedo.
Muchas veces hemos escuchado la historia del viejo que vivía a cuadras de La Moneda y vio desde su ventana el bombardeo al palacio de gobierno. En ese instante cerró las persianas de su departamento y nunca más las volvió a abrir. Murió años después y recién ahí sus herederos la abrieron. Las preguntas que corresponde hacerse son ¿cómo habrá llamado ese hombre la situación que vivió desde aquella ventana?, ¿será necesario saber cómo las llamó? A lo mejor guardó en su memoria afectiva tal nombre.
Todo lo anterior nos lleva a preguntarnos qué habrá ocurrido en aquel partido de la copa América que influyó de tal manera al comentarista radial. ¿Cómo la habrá llamado?
3 comments
Excelente reflexión!
Impacta aquello que duele tan profundamente, que queda en la memoria afectiva, innominado, porque no hay palabras para tanto dolor y estupefaccion. Y que los artistas logran solo expresar en imagenes.
Un pedazo de opinión. Gracias por tu mirada.