Trece autores de ficción contemporánea se reúnen en un libro de cuentos con historias disímiles, donde el eje común es la soledad humana, la desolación intensa que invita a una pausa, a detenerse y leer.
Para nadie es un enigma que las libélulas son insectos mágicos y bellos que atraen la buena suerte y que limpian el medio ambiente. Bajo esta premisa y tomando en cuenta el nombre “Matapiojos”, Aurea Ediciones y el editor Aldo Berríos publicaron en 2021 un libro que juntó a trece autores chilenos de ficción contemporánea que se atrevieron con disímiles cuentos centrados en la soledad y el humanismo. Al igual que las libélulas, los textos vuelan y revolotean por las páginas del libro y aterrizan sobre distintos temas como cementerios digitales, secretos de familias, disfraces, un submarino, cartas falsificadas, un adicto al sexo y muchos otros tópicos. Los autores, en su mayoría bastante experimentados son: Sara Bertrand, Patricio Jara, Felipe Reyes, Carolina Brown, Ernesto Garratt, Aldo Berríos, Marcelo Simonetti, Lilian Flores, Nicolás Meneses, M. M. Kaiser, Roberto Fuentes, Carlos Basso y Alberto Rojas. En cada uno de los relatos se respiran fuertes bríos literarios. Personalmente, destaco los títulos de Simonetti, Berríos, Fuentes, Kaiser y Basso. Sin embargo, me llamó mucho la atención el cuento de Carolina Brown, “La otra orilla”, que muestra de una manera muy sutil la historia de un abuso y como la protagonista, que se encuentra de vacaciones en un balneario, lo enfrenta con espacios de reflexión en medio del agua cuando se ve abandonada en un bote, a la deriva, en medio del océano como la matriz que le otorga incomodidad y también miedo.
“Le duele la cabeza y tiene la boca seca. Gotas de sudor descansan por un instante sobre la frente amplia antes de resbalar hacia los costados. Recorre con la lengua el filo de sus dientes y los siente ásperos, cubiertos por una textura de película irregular. Está incómoda sobre el tablón. Le pican las orejas, las mismas que ella esconde bajo su pelo lacio y oscuro. Orejas de china, piensa con las manos cruzadas sobre el estómago. Bajo su cuerpo siente el continuo balanceo de la embarcación y no escucha las olas romper en la playa“.
Este segmento del cuento, que en 2014 ganó el Concurso Nacional de Cuento Joven Nicomedes Guzmán de la Sociedad de Escritores de Chile, es decidor sobre lo que le sucede a Aimé Liu, la protagonista de un relato que se va construyendo a través de extractos conectados de manera alternada, manteniendo siempre el suspenso con personajes claves como la madre de Aimé que trata de manifestar cierta falsa tranquilidad cuando se da cuenta que su hija está en peligro, abandonada en el mar, en una embarcación sin remos.
Para mí el cuento de Carolina Brown (1984) es el emblema de “Matapiojos”, una obra bien pensada y realizada con dedicación. El libro reúne situaciones y autores distintos, una pincelada a la ficción contemporánea chilena, tal como lo dice Berríos en el prólogo del libro:
(…) me parece que estamos frente a una corriente que persiste frente al cierre de librerías, la reclusión, la incertidumbre, buscando su propia satisfacción en los estanques del espíritu; del cuento, la narrativa corta, ese recuerdo que desgarra y emerge otra vez desde la pluma con sus contrastes. Es que no podemos olvidar que las libélulas –mejor conocidas como matapiojos en Chile- son señal de agua fresca y dulce”.
Ahora solo queda esperar que aparezca un “Matapiojos 2” o algo parecido con otros cuentos, los mismos autores u otros nuevos. Se me ocurren varias ideas de títulos para el posible nuevo libro, pero no las revelaré aquí porque no corresponde. Bienvenido el relato chileno con los consagrados y los no tanto. Las compilaciones engendran vida nueva, purificación, ganas de creer que se puede, de pensar que el zumbido de las libélulas es siempre señal de un buen augurio.