¿Mejora la economía?

por Gonzalo Martner

El dato de coyuntura económica más frecuentemente citado por la prensa y los comentaristas resulta de comparar el Índice Mensual de Actividad Económica con el del mismo mes del año pasado, lo que no siempre dice mucho sobre los procesos más recientes. Doce meses atrás es lejano en el tiempo, mientras los dos puntos de comparación pueden estar, o no, fuera de tendencia. Tiene más sentido para la apreciación de la coyuntura a) utilizar el dato desestacionalizado; b) compararlo con el del mes inmediatamente anterior; c) calcular el promedio trimestral móvil, dato que promedia las fluctuaciones mensuales eventualmente volátiles y compararlo con el inmediatamente anterior; d) comparar el promedio del índice en lo que va de año con el mismo periodo del año anterior y e) calcular el promedio mensual de crecimiento del año en curso y llevarlo a cifras anualizadas (ver https://mgpp-usach.blogspot.com/…/el-desempeno-de-la…).

El Índice Mensual de Actividad Económica, corregido de efectos estacionales y comparado con el mes anterior, cayó en -0,3% en abril. Ya lo había hecho en -0,7% en marzo, después de haber crecido en 2,0% en enero y en 0,7% en febrero. 

En términos trimestrales desestacionalizados móviles, la actividad registrada en febrero-abril fue un -0,1% inferior a la de enero-marzo. A su vez, el crecimiento de la actividad en los cuatro primeros meses del año es de 2,0% en comparación con el mismo período del año pasado (un 1,6% sin considerar la minería). El crecimiento promedio mensual de la actividad en los primeros cuatro meses es de 0,36% (un 0,24% sin considerar la minería), es decir un 4,2% anualizado, una buena cifra.

Sin embargo, las dos caídas consecutivas de la actividad económica de marzo y abril son preocupantes. La variación trimestral febrero-abril fue empujada a la baja en parte por la producción de bienes, que cayó en -0,1% respecto al primer trimestre del año, y sobre todo por la caída del comercio en -1,4%, mientras se produjo una expansión de 0,2% en los servicios. Esto podría reflejar una desaceleración del consumo de los hogares, que tiene un gran impacto en la coyuntura económica. 

Uno de sus principales determinantes, las remuneraciones reales, ha aumentado en un 2,3% en doce meses, pero ha caído en -0,5% entre enero y abril (-0,2% en el trimestre móvil febrero-abril), mientras los asalariados han aumentado en 0,4%, por lo que la masa salarial ha experimentado una caída de -0,1% en enero-abril, debilitando el consumo de los hogares.

No está resultando fácil salir de la secuencia de «desborde de la demanda» de 2020-21, que empujó el crecimiento, y luego de «ajuste ultra- ortodoxo«, con resultados bajos en 2022, de estancamiento en 2023 y aún inciertos en 2024. 

La ortodoxia argumenta que este tipo de ajuste monetario y fiscal extremo era necesario para corregir los desequilibrios inflacionarios y de la cuenta corriente de la etapa previa, y preparar una nueva etapa expansiva. Esto es bastante discutible, dado el origen básicamente externo del brote inflacionario y el carácter no permanente de los mecanismos que propulsaron por una vez el aumento de la demanda interna y de las importaciones en 2021. Luego de un empuje inicial por exceso de demanda, la inflación subió y cayó básicamente al ritmo de los precios externos de alimentos y combustibles, dada la fuerte integración de la economía chilena a la economía internacional.

El nuevo IPC, que rige desde enero, se incrementó en mayo en 0,3% respecto al mes previo. Esto es menos que en abril (0,5%), marzo (0,4%) y febrero (0,6%). El promedio del IPC en el trimestre marzo- mayo alcanzó un 0,39% mensual. Para alcanzar la meta de 3% anual de inflación, se requiere llegar a un aumento del IPC de no más de 0,25% promedio mensual, por lo que el resultado del trimestre móvil más reciente nos mantiene por encima de esa meta, pero ya en un nivel más cercano que en febrero-abril, cuando el promedio mensual del IPC alcanzó un 0,50%. Cabe tener en cuenta que el 3% anual es una meta a alcanzar en un horizonte de 24 meses. 

El IPC sin alimentos y energía (SAE) es una medida adicional a observar para evaluar la inflación subyacente y orientar la política monetaria doméstica más allá de los precios más fluctuantes de origen externo que inevitablemente impactan en el IPC. El IPC-SAE también va a la baja y aumentó en mayo en 0,3%. Los precios de los alimentos aumentaron en 0,1% y los de la energía en 0,4%. El promedio del IPC-SAE en marzo-mayo marcó un 0,38%, a comparar con el 0,49% en febrero-abril.

También cabe observar el IPC de los bienes y servicios que no son objeto de comercio internacional, cuya evolución es sensible a la demanda interna. Este subconjunto varió en el mes de mayo en solo un 0,1%. Incidió el IPC de la vivienda, que aumentó en 0,3%, mientras el de los servicios no varió. El promedio del IPC de bienes y servicios no transables internacionalmente en marzo-mayo marcó un 0,36%, a comparar con el 0,66% de febrero-abril. No se están manifestando presiones inflacionarias por el lado de la demanda, lo que justifica rebajas rápidas de la tasa de interés de la política monetaria para estimular la economía, habida cuenta que demoran meses en surtir efecto.

Por su parte, se necesitó menos pesos (-4,4% en mayo y -0,8% en abril) para comprar dólares, suavizando en parte el impacto al alza del tipo de cambio en los precios de los bienes importados y en el IPC general en el primer trimestre del año, cuando se había devaluado en un 10,7% y encarecido las compras en el exterior.

El Banco Central debiera, en este contexto, acelerar la baja de la tasa de interés de política monetaria. Alcanzó a 11,25% en 2022 y parte de 2023 y desde el 23 de mayo de 2024, luego de rebajas sucesivas, se sitúa en 6,0%. Esto es especialmente relevante para las constructoras y para las pymes, afectadas por la política monetaria restrictiva vigente. Junto a la baja ejecución de la inversión pública, esto llevó a la economía chilena al estancamiento y a un mal desempeño comparativo en 2023.

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