«Es un fuego vivo, como jamás he visto, pero a la vez es delicadísima, graciosa y todo lo arroja en el sacrificio, todo lo ha adquirido por medio del sacrificio», escribiría Kafka a su amigo Max Brod a propósito de Milena Jesenská.
Una de las frases más perversas sobre la condición femenina es que “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer” justificando de una plumada la invisibilización basada en la abnegación y la renuncia a ser reconocida como sujeto capaz de sus propios logros y validarse a través del éxito del otro, generalmente masculino.
Es así como Milena Jesenská, una tremenda mujer, fue hasta hace poco conocida y reconocida tan solo como la “amiga” o “la novia” de Franz Kafka, una de las tantas destinatarias de las cartas del magnífico escritor. Es decir, como objeto y no como sujeto de la historia.
Milena Jesenská nació en Praga en 1896 en una familia aristocrática de buena situación con un padre, Jan Jasenky, médico, y una madre con fama de artista porque tallaba madera. A pesar de la desahogada posición económica, su infancia fue dura por el carácter fuerte y arbitrario del padre a quien, según los biógrafos, Milena «amaba, tanto como odiaba». Entre las muchas imposiciones obligaba a su hija a saludarlo besándole la mano y a emplear el “usted” en las conversaciones para mantener la distancia.
Cuando Milena tenía apenas tres años nació su hermano, pero este murió siendo muy niño y su padre, quizás por el dolor de la pérdida, empezó a maltratarla, a pegarle y a castigarla de diversos modos, entre ellos, introduciéndola en el canasto de la ropa sucia para luego cerrar la tapa, lo que a ella le provocaba pavor y la sensación de estarse ahogando
Su madre murió cuando apenas tenía 13 años, tras una larga enfermedad durante la que Milena fue obligada por su padre a oficiar de enfermera y a cuidarla durante todo el día. Quizás estas experiencias tempranas fueron las que templaron su carácter, despertando la rebeldía y la originalidad que marcaron el resto de su vida.
Milena terminó el bachillerato, con excelentes, calificaciones en la prestigiosa escuela femenina Minerva de Praga y entró a estudiar medicina obligada por su padre, pero abandonó a poco andar la carrera porque sus intereses iban por los caminos de la escritura, la traducción y el periodismo político.…
“hay que escribir los artículos políticos como una carta de amor”, Milena Jesenská
Se casó muy enamorada con el escritor judío austríaco Ernst Pollak, a pesar de la oposición de su padre que era un furioso antisemita. El amor entre ambos nació en el mítico café literario Arco de Praga donde se daban cita los intelectuales judíos que, habiendo nacido en Bohemia, hablaban y escribían en alemán (entre otros, Franz Werfel, Max Brod y Franz Kafka), pero al poco tiempo de vivir con Milena, Pollak que era un declarado casanova, invitó a su amante Mici a vivir con ellos en su departamento. Milena, enemiga de las convenciones sociales, aceptó la convivencia entre los tres, pero esto marcó el camino de partida de una relación que se mantuvo por muchos años con altibajos, con la constante del amor de Milena a Pollak y el interludio que significaron los tres años de intercambio epistolar con Kafka.
Fue en 1919 cuando Milena leyó por primera vez los cuentos de Kafka e inmediatamente le escribió pidiéndole permiso para traducirlos al checo. La respuesta llegó rápida de mano del escritor y fue el comienzo de una apasionada correspondencia entre 1920 y 1922 de la que solo se conservan las cartas de Kafka a Milena, vendidas a un editor por Ernst Pollak, años después. Todas las de Milena se han perdido, quizás eliminadas por Max Brod, el amigo de Franz al que éste le solicitó quemara sus papeles, aunque solo lo hizo en parte, por suerte para la posteridad. La relación entre Franz Kafka y Milena Jesenská contará con tan solo dos encuentros personales a lo largo de ella: cuatro días en Viena y un día en Gmünd, aunque hay rumores que Milena lo habría visitado una vez más, poco antes de morir en el sanatorio de Viena donde agonizaba, pero esto no ha podido ser comprobado y se basa solamente en una carta que ella le escribió a Stasá, su mejor amiga.
Milena Jessenská tradujo desde el alemán al checo el relato El fogonero (“Der Haizer), la novela El Proceso y las obras Meditaciones y La condena.
A partir de la década del ’20, Milena comenzó a ser reconocida como periodista y colaboró en Viena con los periódicos checos Tribuna y Národni Listy,como también con las revistas Pestrý týden y Lidové Noviny. En esta década también se publican los tres únicos libros que escribió en vida: Milenovy recepty (Las recetas de Milena), Cesta k jednoduchosti (El camino a la simplicidad) y Člověk dělá šaty (El monje hace el hábito). Posteriormente, durante 1938 y 1939, en la preguerra, editó el importante semanario cultural y político Presencia (Přítomnost), publicado en Praga por Ferdinand Peroutka. Sus reportajes, artículos y reflexiones certifican una mirada original y del espíritu feminista que están entre las mejores páginas del periodismo checoslovaco de preguerra.
Ya divorciada de Pollack, y muerto Kafka, Milena vive en Praga, donde se casa con el arquitecto checo Jaromír Krejcar y en 1928 nace su única hija Jana. Ambos fueron miembros del Partido Comunista de Checoslovaquia.
Para Milena esta es una década trágica e intensa de creatividad profesional. Por un lado, se había hecho adicta a la morfina y su éxito profesional era cada vez mayor. Colaboraba en la prensa comunista, pero pronto comenzó su desencanto con el comunismo soviético, y denunció tanto las purgas como la traición que sufrieron muchos militantes comunistas judíos. En los treinta apoya a los refugiados alemanes que llegaban huyendo del régimen nazi.
“…Era tímido, angustiado, sereno y bueno, pero escribió libros terribles y dolorosos. Veía el mundo poblado de demonios invisibles que aniquilaban a las personas indefensas. Era demasiado clarividente, demasiado sabio para vivir, y demasiado débil para luchar, pero su debilidad era la de las almas nobles y bellas que evitan luchar contra el miedo, los malentendidos, el desamor y la mentira intelectual porque saben de antemano que son impotentes y se someten a la derrota para avergonzar a los vencedores” final del bello obituario a Kafka escrito por Milena Jesenská en el diario checo de Praga, “Národní …
Cuando Hitler ocupó Checoslovaquia, Milena trabajó con la clandestinidad y empezó a salvar, arriesgando su propia vida, a los más amenazados, escondiéndolos antes de entregárselos al médico Joachim Von Zadwitzowi que los trasladaba a la frontera polaca. Sin ser judía, provocadoramente andaba por las calles con una estrella amarilla cosida a la ropa. Ayudó a judíos y a compatriotas checos a huir al extranjero. Editó una revista clandestina y exhortó a ejercer la oposición contra los opresores.
Al cabo de poco tiempo la detuvo la Gestapo, en noviembre de 1939, y fue recluida en el campo de concentración de Ravensbrück, donde se convirtió en enfermera.
Los testimonios de las sobrevivientes relatan su conducta siempre animosa, solidaria y valiente que las ayudaba a enfrentar el día a día y ante la cual se aterraban por su actitud siempre contestataria y provocadora con los guardias. En ese lugar conoció y mantuvo amistad con Margarete Buber-Neumann -según algunos biógrafos, su amante y quien sobreviviría a la prisión para escribir sus memorias con Milena- en la que la literatura era el centro de la conversación entre ambas debido a que pensaban que “el espíritu constituye una isla, pequeña, pero segura, en el centro mismo de un mar de miseria y desolación”.
“Además, me parece curioso de Milena que, si bien se relacionó con tantos hombres, algunas relaciones más largas, otras más cortas; pero su pareja de verdad y con quien realmente estuvo mejor fue una mujer y con la que se encontró en el peor sitio posible: en un campo de concentración, y esa fue la pareja con la que Milena llegó a ser más feliz”. Mónica Zgustová
Durante su reclusión escribió unas cuarenta cartas a su hija y a su segundo marido. Son las única que se han conservado y nos permiten una aproximación a su personalidad única y libre.
El 17 de mayo de 1944 murió en el campo de concentración de Ravensbrük., producto de una infección renal que fue tratada y mal tratada por los médicos de la prisión.
Poco antes de morir le dijo a Margarette: “Sé que al menos tú no me olvidarás, que podré seguir viviendo en ti. Tú les dices a los demás quién fui, serás mi juez clemente”.
Póstumamente ha recibido varios reconocimientos, entre ellos, en 1995, el título israelí de Justa entre Naciones, y en 1996 la Orden de Tomáš Garrigue Masaryk. Hoy, el asteroide 6441, fue nombrado como Milenajesenska en su memoria y una calle en Sabadell lleva su nombre. Como dato curioso, Roser Bru, Premio Nacional de Artes Plásticas 2015 en Chile, realizó una hermosa litografía a color, firmada y numerada que lleva por nombre Milena Jesenská y que fue editada por la editorial Polígrafa en Barcelona, España.
2 comments
Muy interesante la vida (e incluso la muerte) de Milena. ¡Qué manera de sufrir, desde la infancia!
Pero, bueno, tuvo sin duda sus momentos de alegría e incluso, quizás, sus periodos de felicidad, imagino que cuando escribía y volcaba en ello su alma.
Gracias, Cristina, por presentárnosla.
Ha sido un gusto.
Querida Cristina. Gracias por tu crónica sobre Milena, su vida y su obra. Es un relato atrayente que nos transporta y nos hace amigas en su época.