¡Moderados del mundo uníos!

por Juan. G. Solís de Ovando

Me despierto en esta playa mediterránea invadida de ruidosos días vacacionales, con dos noticias que la radio escupe como presagios de un futuro lleno de incertidumbres y fantasmas de un futuro complejo: la primera de ellas son las primeras víctimas de la ola de calor en el Sur de Europa con su reguero de muertes silenciosas e innominadas de indocumentados que mueren entre la soledad y el cemento en estas calles históricas. La segunda, son las protestas inútiles de las decenas de miles de pasajeros que, mal durmiendo en los aeropuertos de MadridBarcelonaSevilla, han sido abandonados a su suerte hasta que los listillos de turno reparen los destrozos de un software que operando en el sistema operativo Microsoft permitan a las agencias de viajes cumplimentar los equipajes con los billetes de los pasajeros. Un día más tarde me fui a dormir con la noticia de que J. Biden había renunciado a postularse nuevamente para ser elegido presidente de los Estados Unidos y lo hacía en favor de su vicepresidenta Kamala Harris.

No sé por qué, pienso que esas noticias más que acontecimientos sueltos constituirán en el futuro más próximo, las tramas del complejo tejido del vestido de Europa.

En ese contexto, tengo que reconocer que inevitablemente, me alegro de la victoria de Ursula Van der Leyen en la votación de la asamblea del 18 de julio, de este año para ser otra vez elegida la presidenta de la Unión Europea, porque, aunque haya sido un parto mucho más difícil de lo que los partidos democráticos esperaban, lo cierto es que esa elección confirma una derrota sin paliativos de la ultraderecha europea en su intento por cruzar el Rubicón para utilizar una metáfora de un artículo anterior.

Paradojalmente, la derrota de los ultras en el parlamento europeo coincide con el momento en que le corresponde a Viktor Orban, presidirla. Y el presidente húngaro, aprovechó inmediatamente la oportunidad para intentar reafirmar su liderazgo, visitando al presidente V. Selenski, de Ucrania, y proponerle -según él- iniciar un proceso que conduzca a firmar la paz con Putín. La acción inconsulta y oportunista ha tenido indignadas reacciones por parte de varios ministros de relaciones exteriores europeos.

Las derrotas ultras en Europa venían presididas por dos fracasos inmediatamente anteriores: la pérdida del gobierno por parte de los conservadores del Reino Unido después de detentar el poder por más de una década y las elecciones en Francia que contra todos los pronósticos vaticinaban la victoria de la ultra francesa Marie Le Pen, y, sin embargo, fue relegada a un triste tercer puesto en la asamblea legislativa de ese país.

Si bien y como veremos ambas derrotas de la ultraderecha europea no pueden leerse en las misma claves políticas, hay que reconocer que la estrategia de arrinconar políticamente a los ultras (cordón sanitario) ha dado resultado.

Por eso conviene entender bien lo que significa efectivamente cada una de estas nuevas circunstancias y cómo van a gravitar en los próximos tiempos.

Y si empezamos por la última, es decir, la elección de en el parlamento europeo lo primero que hay que destacar es que Ursula Van Der Layen, representa, sin duda, la búsqueda de la estabilidad política. Los apoyos que obtuvo Ursula, (401), superan no solos los del rechazo, (284), sino los que obtuvo hace cinco años cuando fue elegida por primera vez presidenta de la Unión. Y, un detalle importante, fueron los verdes quienes operaron como freno de asistencia. Y no tan detalle que después de observar ambas esquinas -la de unos ansiosos Hermanos de Italia (Fratelii) y la de la izquierda europeísta-, Ursula optara por estos últimos. Todo un mensaje de los últimos tiempos.

La política de nacionalidad alemana que sigue al frente de la Unión, en un discurso brillante dejó palabras para el bronce, de esas que traspasan las coyunturas y los tiempos convulsos para quedarse flotando en los recuerdos eidéticos: Las elecciones son las bisagras del destino, señaló. Una sentencia que envidiaría Churchill.

La presidenta que contará en su equipo con el socialdemócrata portugués Antonio Costa que presidirá el Consejo Europeo y la liberal Kaja Kallasbrillante política y diplomática de Estonia que será la próxima encargada de las relaciones exteriores de Europa, en reemplazo del español J. Borrell, no solo tiene retos muy importantes en esta próxima legislatura, sino el modo de enfrentarlos será una parte de la configuración del mundo en los tiempos que vienen y cuyos sonidos a veces malsonantes ya están aquí y que prefiero expresarlos en forma de preguntas: ¿cómo se articularán las políticas europeas para mantenerse equidistante pero competitiva respecto a los procesos de globalización y modernización frente a China y Estados unidos?; ¿ De qué manera la Europa comunitaria desplegará sus políticas de defensa para que manteniendo la autonomía con respecto a Estados Unidos, no se separe de las estrategias de defensa Atlantistas; ¿ Seguirá Europa ampliándose hacia el Este y, especialmente, incorporará entre sus miembros a Ucrania durante esta legislatura?; ¿Será capaz de enfrentar las grandes reformas políticas comunitarias, como aquella que permitiría que el parlamento europeo, gozar de iniciativas de ley como en todo sistema parlamentario?; ¿ Enfrentarán los europeos con decisión y audacia los graves problemas de vivienda, aunque esto implique la intervención de precios y mercados?  ¿conseguirán los europeos conciliar el cumplimiento de las metas establecidas en la agenda verde comunitaria con los intereses de sus agricultores? ¿Podrán finalmente, los comunitarios, establecer estrategias de trato humanitario, decente y sobre todo coherente con el respeto a los derechos humanos, con los inmigrantes africanos, latinoamericanos y europeos?

No es poco, ni fácil.

Y las dificultades de superar estos desafíos no solo lo son porque son complejos en si mismos. Lo son, principalmente, porque en gran parte su resolución requiere el concurso de factores exógenos.

Y en este ejercicio de acercamiento, empecemos, por lo que está mas cerca: El Reino Unido. 

Y el Albión recientemente liberado de las sogas asfixiantes de los Tories llega a las manos laboristas herido. Y los súbditos de un aburrido soberano, casado con una aburrida reina de papel maché, y con un hijo predestinado al trono, pero desgraciado por la enfermedad de su esposa, empiezan a despertarse de las insensatas volteretas de unos líderes inescrupulosos y simplistas como después de una pesadilla. Primero fue el Brexit – del que nadie en la isla y sus confines quiere si quiera acordarse-. De ese desgraciado plebiscito plagado de mentiras, prejuicios y promesas falsas, no se divisa todavía los beneficios económicos, sociales, y políticos que se pretendían. Y son varios. Para empezar los problemas de la sanidad pública, otrora el orgullo de los británicos y hoy bajos los estándares mínimos. Y también, la situación de la inmigración ilegal. Como la mentira tiene patas cortas, y gracias a las falsedades del ultra Farage, se pretendía que ambas tenían por causa la Unión Europea, el Brexit no trajo la solución. Mas bien la empeoró.

Starmer promete estabilidad y sobre todo retomar el controlfrase esta última que dice poco pero que en términos futbolísticos viene a ser poner la pelota en el piso, salir jugando, y reordenar el equipo para enfrentar un momento complicado. Dice poco, pero a los ciudadanos hartos de apotegmas liberales y que asisten a una inflación que no cede, a servicios públicos que hacen agua, a la falta de mano de obra calificada, a la pérdida creciente de productividad, y a la falta de expectativa de los jóvenes les dice que algo no anda bien.

Por eso el programa del líder laborista es frío, parco, y sencillo: impulsar la inversión en vivienda e infraestructura para catapultar desde allí el crecimiento económico. Austeridad en el gasto para equilibrar las finanzas y conseguir la meta de reducir a la mitad la inflación y a partir de allí generar los recursos para contratar los sanitarios, profesores, y profesionales para los servicios públicos: Fórmula tan vieja como la corona y tan leve como una promesa de verano.

¿Y si esto no resulta? le preguntan al flamante nuevo primer ministro y él responde ufano: me eligieron como primer ministro no como mago.

El Albión, esta herido. Pero necesita de un período de aburrimiento y moderación compartida. Algo que para los británicos no es difícil ya que como enseña el Ulysses de del irlandés James Joyce, cuando el aburrimiento no es un problema, toda la vida cabe en un día cualquiera de cualquier persona.

Es probable, sin embargo, que hasta que los líderes del Reino Unido no den con la tecla europea o los europeos no atinen recíprocamente con éste, el Albión no saldrá de su estancamiento.

Pero hay un factor que los une inexorablemente: La Alianza Atlántica y el peso indiscutible del Reino Unido allí. Y mientras siga la guerra en Ucrania la dependencia de los europeos y de Ucrania será cada vez más importante.

En la Francia de Macron, en tanto, el resultado electoral de las elecciones legislativas constituyó una relativa sorpresa que puso a la arrogante Marie Le Pen y su arrogante Reagrupamiento Nacional en un agraviante tercer lugar y el más agraviante todavía primer puesto del Nuevo Frente Popular de la izquierda gala. 

Es una victoria de los moderados y no de la izquierda, pero es una victoria contra la ultraderecha. Pero esto no lo entiende igual Macron, y Melenchón. Y hasta que no concurran a una interpretación común sobre el signo de los tiempos, les costará formar gobierno. Necesitarán, para ello, un facilitador. Y todo parece indicar que este podría ser Glucksmann, el socialista que encabezó, en las elecciones europeas la lista de independientes.

Si esto se consigue, Francia habrá contribuido a la moderación y estabilidad del proyecto europeísta.

Europa sale de momento del peligro mayor es cierto, pero no es menos cierto que falta por considerar los factores externos que harán posible la autonomía, el progreso e influencia del proyecto europeísta. Factores externos que pueden expresarse en tres países: China, Rusia y Estados Unidos.  

China: Para Europa la República Popular China, es probablemente el dato más estable. Porque el país asiático cambiará poco sus políticas económicas de expansión hacia Europa y esta última no se liberará a corto plazo de la dependencia tecnológica con el país asiático. De hecho, seguirá operando la paradoja de su reciente relación histórica: Europa para incrementar la productividad de su industria, especialmente Alemania, necesita del concurso de las importaciones chinas, y ello, refuerza la balanza comercial en favor del gigante asiático, lo que terminará diluyendo la subida de aranceles europeos como medida proteccionista de la industria europea.

Pero en el campo internacional la situación será más compleja por dos razones: Por la influencia creciente que los chinos tienen en la zona del Sahel contigua del África subsahariana y en el Africa en general, como importadores de sus materias primas y grandes proveedores de infraestructura estratégica; puertos, carreteras, aeropuertos, hospitales, etc. situación en que los europeos han sido drásticamente sustituidos, probablemente para siempre. Y por la importancia que tiene la alianza con Rusia que no tiene límites según los propios términos del tratado de amistad y cooperación suscrito por ambos países. 

Rusia, en cambio es un factor esencial al futuro inmediato de Europa y, quizás, lo más importante, es ya un factor interno: La guerra, que empezó con la invasión de Ucrania y la decisión de su gobierno de resistir militarmente a ella, fue apoyado por la mayoría de los países europeos, pero no por todos. Putín tiene todavía sonados apoyos en Europa, además del ya mencionado presidente de Hungría, como el del primer ministro de Eslovaquia Robert Fico que afirma que el líder ruso ha sido demonizado erróneamente y que las sanciones a Rusia son completamente inútiles, oponiéndose sistemáticamente a prestar apoyo militar a los ucranios.

La primera ministra italiana Giorgia Meloni viene de una larga historia de relaciones amistosas con Vladimir Putín, pero en la actualidad ha mostrado que apoya abiertamente a Ucrania en su defensa de su territorio frente a las agresiones de la Federación Rusa, al punto de declarar al presidente ucranio Volodimir ZelenskiEstoy aquí para decirte que puedes seguir contando con nosotros todo el tiempo que sea necesario. 

Rusia ha cultivado durante mucho tiempo relaciones de amistad con exmandatarios europeos como el alemán Gerhard Schôder o el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Pero, el apoyo, a veces oscuro, de los partidos y grupos de ultraderecha europeos que actúan en clave del euroescepticismo y antiinmigrantes están cada vez más presentes en los espacios políticos nacionales: La Alternativa por Alemania (AFD) por sus siglas en alemán, así como el Reagrupamiento Nacional (RN, antiguo Frente nacional) de Marine Le Pen, que si bien desde el recrudecimiento de la guerra de Ucrania y las posibilidades de ganar las elecciones en Francia se ha vuelto más cauta no puede borrar los hechos del pasado.

En síntesis, los ultras europeos están transitoriamente derrotados, pero no muertos y la guerra de Ucrania gravitará en la presencia de unos y otros.

Queda finalmente hablar de EEUU que es igual a hablar de las elecciones que en noviembre decidirán si su presidente es Trump Kamala Harris. Pero la diferencia en este contexto no es menor. Porque si gana Trump los ultras y euroescépticos europeos ganarán un aliado importante para desacreditar el apoyo a los ucranianos e impulsar juntos la guerra comercial con China.

Kamala Harris, como se sabe, nunca ha creído en la guerra comercial con el gigante asiático, entre otras cosas, porque sostiene que es el consumidor de la clase media norteamericana la principal perjudicada. 

Si Kamala es presidenta de EEUU habrá una Norteamérica más europeísta, más atlantista que buscará reforzar los lazos de cooperación con el viejo continente.

Pero eso es noticia en desarrollo.

De momento la consigna dominante parece ser: ¡Moderados del mundo uníos!  

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1 comment

Galileo agosto 13, 2024 - 7:36 pm

Gran análisis y diagnóstico de la Europa de hoy y sus correlaciones con el mundo que políticamente resiste a la derecha con la «moderación», pero ¿es moderación aprobar y dejar pasar el genocidio de Gaza?, o ¿crear escenarios de confrontación y «mediafare», «lawfare» en Venezuela?
No creo que un mundo OTANista vaya por la «moderación», dudo mucha que esa Urzula sea «moderada», con su discurso belicista y manipulador en pro de la confrontación con Rusia.
Seguramente todo podría ser peor que ahora, pero ahora, con estos estadistas que llevan las riendas de la política internacional puede haber de todo, pero lo que más abunda en el «colectivo occidental» es la «moderación» a la verdad con la que han venido machacando las conciencias.

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