Muerte de la Estrategia

por Mario Valdivia

El COVID y sus consecuencias, la guerra en Ucrania y los mercados de alimentos esenciales, la crisis del estado democrático norteamericano, el surgimiento de China como EL poder competidor geopolítico, los desacomodos de la globalización, el ´estallido social´ en casa, el proceso de nueva constitución, el rechazo del proyecto constitucional, el clima enloquecido en todas partes, el inesperado poder de la delincuencia organizada que pone en jaque a los estados. 

Se habla de incertidumbre radical, una que no obedece a frecuencias estadísticas, que no se deja atrapar en la camisa de fuerza de lo probable e improbable. Sin estabilidad no hay estrategia. ¿Qué probabilidad había de que ocurrieran los eventos señalados? Cero, si nos guiamos por las predicciones que había sobre ellos, salvo algunas consecuencias del cambio climático. No figuraban en las estrategias de nadie. Sugiere que estamos ante el fin de la acción basada en información predictiva. La muerte de la estrategia.

El mundo confunde a los necesitados de teorías correctas para actuar competentemente, a quienes le exigen estabilidad. Seguramente las que se acostumbraron al poder de estabilizarlo. Monopolistas, inquilinas del estado, popes de religiones e ideologías establecidas, santones woke, roles y funciones en riesgo hoy día. Hay demasiada gente haciendo ofertas, compitiendo e innovando, opinando, exigiendo y votando, muchas rebeldes con la autoridad y creyentes fervorosas de sus verdades personales. Incontrolables, impredecibles. Basta contemplar un rostro cualquiera hoy día para confrontar un hoyo negro del que no sale información.

Pero el mundo no confunde a quienes saben moverse en él como una creación de seres humanos relacionándose entre sí afanados por sus afanes. Es un saber práctico que no puede ser reducido a teorías ni información, como le consta a cualquiera que crea relaciones con otras personas y sabe que no es porque las “conoce de memoria”. Está pasando la hora de tomar en serio la creación de hábitos de acción y conversación cotidianas, esos hermanos menores de una educación obsesionada con el conocimiento. Habilidades que, sin pretender conocer correctamente a los seres humanos ni predecir su comportamiento, saben cómo navegar con ellos y participar activamente en la creación del mundo compartido.

Seguir necesitados de estrategias confunde y resiente con la inestabilidad del mundo.

Se oye el perifoneo de quejas de los incumbentes (¡qué palabra chueca!), y se adivinan sus maniobras protectoras. O sea, a las que incumbe proteger un poder acumulado, económico, político, ideático, moral, están asustadas y enojadas. Al final, sin embargo, la incertidumbre puede incubar una buena noticia. La de unos tiempos en los cuales quienes saben y pueden hacer se ven forzados a dejar, a permitir, que las cosas ocurran a pesar de sus estrategias. A no poder controlar, como le pasa a la infantería, que no le lleva incumbencia.

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