El escritor norteamericano Christopher McDougall se introduce con esta novela en el mundo del trail running, experimentando en primera persona una aventura épica con súper atletas y una misteriosa tribu de indios que cultiva una disciplina perdida que termina en una gran e inolvidable carrera.
¿Por qué corres?” “Porque cuando lo hago me siento invisible”, es parte del diálogo final del cuento “Devour”, de mi libro “Apocalipsis y otros relatos breves” (2017). Nada más ejemplificador del arte de correr que lo que señala esta conversación que sostiene un estudiante chileno de una secundaria de Baltimore con su compañero norteamericano, Ron Devour. Ambos se despiden porque tienen destinos distintos: uno sigue con su vida en las pistas atléticas del colegio, mientras que el chileno viaja con su familia a otro estado dentro del país del norte a emprender otras experiencias.
Algo similar le sucedió al periodista Christopher McDougall con el running. Esa invisibilidad del arte de correr empezó con un dolor de pie que luego se convirtió en una experiencia real que lo llevó a investigar sobre los beneficios del trote hasta terminar conociendo a los indios Tarahumara, una tribu acostumbrada a correr largas distancias a pies descalzos o con sandalias como medio de transporte por las Barrancas del Cobre en Chihuahua, México. Así lo demuestra en su libro “Nacidos para correr” (2010) que relata estas aventuras, cuestionando también lo que ofrecen las marcas de zapatillas y mostrando las investigaciones en los laboratorios sobre el tema para llegar a lo que más le gusta al autor: las carreras a campo traviesa. McDougall se adentra en la vida de los Tarahumara, que parecen incansables corredores, cultivan y se alimentan de chia como la semilla sagrada que les da la fuerza para trasladarse y viajar por largos kilómetros. En este panorama aparecen distintos deportistas estadounidenses que, entusiasmados con esta tribu, crean una singular carrera de trail running en la zona.
Debo reconocer que en un principio pensé que la trama del libro era netamente ficción, pero a medida que las páginas fueron avanzando y fui conociendo a sus protagonistas, me di cuenta que todo era real y que el autor se metió tanto en el running que incluso él mismo experimentó positivamente el arte de correr sin zapatillas normales. Hace varios años traté de hacer lo mismo y me compré unas zapatillas Fivefingers, muy cómodas con una suela extremadamente delgada que hace sentir los pies a ras de suelo. Practiqué distancias cortas con ellas y todo resultó bastante bien hasta que participé en los 21k de La Maratón de Santiago. Ya más o menos en el kilómetro 15 mis pies se resintieron demasiado, los talones me dolían, de la cintura hacia abajo el dolor era intenso. Igual llegué a la meta, pero con muchas molestias en los pies, sin ganas de repetir la hazaña, al menos en una media maratón. En ese entonces percibí que estaba lejos de ser un Tarahumara, pero igual me habría encantado haber estado o participado en la carrera de 80 kilómetros que los protagonistas del libro organizaron en las Barrancas del Cobre.
Hay que reconocer que el libro es inspirador y que personajes como Caballo Blanco, un exboxeador estadounidense que deja todo para irse a vivir con los Tarahumara para dedicarse al running, convencen plenamente. Para McDougall nuestro cuerpo y alma están hechos por naturaleza para correr, desde un mundo primitivo hacia otro más sofisticado. Las metas se establecen en la mente y como en el cuento “Devour”, a veces el placer de una carrera se encuentra en desaparecer por instantes, volverse invisible.