¿Negacionismo, justificación o ceguera? Las declaraciones de Fernández

por Antonio Ostornol

Se acaba de conocer la noticia de la renuncia de Patricio Fernández a su cargo de asesor presidencial para la conmemoración de los 50 años del golpe de estado. Esto fue, qué duda cabe, el efecto de una campaña que se montó a partir de una severa tergiversación de sus declaraciones en torno a la propuesta para reflexionar sobre el significado del 11 de septiembre. Lo acusaron de “justificar el golpe de estado” y de “negacionismo”. En esta acusación hubo ignorancia (no escucharon toda una larga conversación de 50 minutos), mala fe o intereses por imponer una lectura única respecto a un episodio histórico que nos compromete a todos los chilenos y sobre el cual hay legitimas interpretaciones y mínimos acuerdos (entre ellos, que nada justifica la violación sistemática de los derechos humanos por parte del estado).  La renuncia de Fernández es una derrota del futuro y un triunfo de la ceguera y el dogmatismo. Ha sido una derrota para quienes compartimos que la tragedia histórica que vivimos debe servir para mirar el futuro, centrando nuestra reflexión en la memoria para que nunca más se vulneren los derechos humanos, para que nunca más pongamos en juego la democracia y para que miremos el futuro con esperanza.

Cuando, en una conversación con Manuel Antonio Garretón (que recomiendo revisar in extenso: https://radio.uchile.cl/2023/06/30/la-historia-podra-seguir-discutiendo-por-que-sucedio-las-declaraciones-de-patricio-fernandez-sobre-el-golpe-que-provocaron-molestia-en-el-pc/), le preguntan a Patricio Fernández qué es lo que realmente conmemoramos en esta fecha, responde: “O sea, ¿cuál creo que es el empeño central al que estamos retados a estas alturas? La historia podrá seguir discutiendo por qué sucedió o cuáles fueron las razones o motivaciones para el Golpe de Estado. Eso lo vemos y lo vamos a seguir viendo. Lo que uno podría empujar, con todo el ímpetu y con toda la voluntad, es decir: ‘Okey, los historiadores y los politólogos podrán discutir por qué y cómo se llegó a eso, pero lo que podríamos intentar acordar es que sucesos posteriores a ese golpe son inaceptables en cualquier pacto civilizatorio´”. Una lectura rigurosa y bien intencionada de esta cita, debiera permitirnos ver en ella dos proposiciones: la primera, respecto a qué y en cuáles circunstancias sociales y políticas se produjo el golpe de estado, y de donde podría derivarse la necesidad o no del mismo, discusión donde podríamos encontrar posiciones confrontadas. La segunda es más conclusiva y dice relación con dos ámbitos muy exactos y precisos: la interrupción de la vida democrática a través de una violencia como no teníamos recuerdo en el Chile moderno es algo que excede cualquier estándar civilizatorio mínimo, como dice el propio Fernández.

Sobre estas dos ideas no ha habido pronunciamiento por parte de sus críticos. Más aún, sin mediar argumentación alguna ni referencias exactas al contexto de las declaraciones, una parlamentaria señaló que es «Inconcebible y vergonzosa la brutalidad histórica de pretender que el Golpe de Estado en Chile es un acontecimiento sujeto a ‘perspectivas históricas’ y otra diferente son los crímenes cometidos«. Una lectura completa y atenta de la entrevista a Fernández, deja en claro que en ningún momento afirma que el golpe de estado se justificaba. Incluso, ha sido tajante y enfático en afirmar que él jamás ha “justificado el golpe. Muy, muy por el contrario”. Y agrega que es “un convencido de que cuidar y defender la democracia es una tarea inclaudicable”. Respecto de la primera crítica, que lo acusa de separar por un lado el golpe propiamente tal, que estaría sujeto a “perspectivas históricas” y las consecuencias del mismo, es evidente que se tergiversan las palabras de Fernández.

Pero hay algo más. ¿Acaso suena realista suponer que, sobre un hecho tan fundamental en la historia de nuestro país, como fue el golpe de estado, que ha dividido a los chilenos desde hace décadas, no haya perspectivas históricas diferentes? ¿O se supone que los acontecimientos y el desarrollo de la situación política anterior al 11 de septiembre fue inocua? Este enfoque -que se levanta como un gesto básicamente ético frente al tema- es un camino peligroso, ya que puede conducirnos a consolidar cegueras que ocultan la realidad. Y dejar de mirar la realidad lleva a cometer los mismos errores –cualesquiera estos sean- del pasado.

Dicho esto, y para anticiparme a cualquier tergiversación de mis propias palabras, debo decir que estoy convencido de que el golpe de estado en Chile se fraguó desde antes de la elección de Allende, que fue parte de una estrategia global diseñada desde los Estados Unidos tendiente a derrotar a las fuerzas revolucionarias que se adscribían a algunos de los modelos de cambios sociales que imperaban en esa época y cuyas sociedades de referencia eran aquellas llamadas del socialismo real (desde la Unión Soviética a Cuba, pasando por China). Esta estrategia era la contraparte de aquellas políticas –alentadas y financiadas desde el mundo socialista- que proponían la toma del poder por cualquier vía, preferentemente a través de la lucha armada, la eliminación del estado burgués y la instalación de democracias populares (el estilo soviético o cubano) en oposición a las democracias burguesas y liberales, caracterizadas por la separación de los poderes, el multipartidismo, las elecciones regulares, la alternancia en el poder, etc. En un escenario como este, el proyecto discursivo de la Unidad Popular era una anomalía de la izquierda (aunque había alguna consonancia con la izquierda en Italia y España), ya que buscaba el mismo horizonte, pero a través de las elecciones libres y competitivas, con resguardo y mantención de la democracia liberal. Es decir, el imperialismo norteamericano en alianza con los sectores de la burguesía nacional de la época, diseñaron una estrategia golpista desde antes de la elección de Allende. Debemos recordar, a lo menos, la sublevación en el regimiento Tacna del año 69 y el asesinato del comandante en jefe del Ejército a días de la asunción del mando de Allende. ¿Toda la derecha, toda la burguesía, todos los pequeños burgueses de este país apoyaban y empujaban un golpe de estado? No, ciertamente no. Hubo políticos de profunda convicción democrática que no estuvieron por alentar un golpe de estado, ni antes ni lo avalaron después. Hubo otros que fueron migrando hasta sentir que no tenían opción. Incluso es posible que haya habido políticos que imaginaron que un golpe de estado podría haber sido algo de quita y ponga, es decir, los militares ponían orden y a corto plazo se restituía la vida democrática, sin gran daño ni dolor. Si no miramos con perspectiva histórica estos fenómenos, ¿cómo podemos entender lo sucedido y aprender de ello?

Desde esta misma lógica, es razonable preguntarse si dentro de la Unidad Popular todos los partidos tenían una conducta democrática impecable y si el modelo de sociedad que buscaban era la forma de democracia que hoy nos parece deseable. Había partidos que idealizaban a la Unión Soviética, cuyos métodos para ejercer el poder no distaban demasiado de los ejercidos por la dictadura chilena en sus peores momentos. Otros veían en Cuba el paraíso democrático, cuando todo hablaba de una sociedad fuertemente controlada y reprimida. Allende, los comunistas de la época, algunos mapucistas, radicales y socialistas, defendían a rajatabla la estrategia electoral, pero había muchos otros que se preparaban para el asalto al poder a través de la lucha armada, preparaban grupos armados, soñaban con focos guerrilleros. ¿Cómo entender esa realidad diversa y plural al interior de la izquierda, sin “tener una perspectiva histórica” y colocar todos estos elementos en la balanza?

Desde esta misma lógica, es razonable preguntarse si dentro de la Unidad Popular todos los partidos tenían una conducta democrática impecable y si el modelo de sociedad que buscaban era la forma de democracia que hoy nos parece deseable.

Pensar críticamente el golpe de estado no es, bajo ningún concepto, una forma de negacionismo y, ni mucho menos, de justificarlo. Todos, muchos, quizás una mayoría de chilenos podríamos estar de acuerdo en que nada justifica el uso de la violencia como método para alcanzar el poder. La instalación de un estado represor que diseña una política de extermino de sus opositores políticos, colocando todos los recursos del estado para cumplir esa tarea ignominiosa, es injustificable. Entender cuál o cuáles son las condiciones que en una sociedad democrática posibilitan que quienes buscan la salida violenta se impongan, es una obligación para los actuales dirigentes políticos, desde la derecha hasta la izquierda. Si de verdad queremos que “nunca más” en Chile vivamos tiempos como los de la dictadura, hay que estudiar, discutir, aprender de la historia que vivimos. Y la historia nunca es un puro momento, por muy terrible o inhumano que este sea. Han pasado 50 años desde la peor tragedia que ha vivido el Chile moderno. En ella se han producido muchos dolores que todavía nos acompañan y que no nos dejarán hasta que podamos mirar la historia con más perspectiva y sin intransigencias. Es doloroso decirlo y bastante inexplicable: necesitamos entender cosas tales como por qué el año 1988 casi el 43% de los chilenos quería que Pinochet siguiera gobernando. Miedo, estupidez, conformidad… Pongámosle adjetivos, conversemos, discutamos, estudiemos, veamos que dicen nuestros historiadores, nuestros sociólogos o filósofos. Abramos las anchas alamedas de la tolerancia y la comprensión. Y cuando todos estemos dispuestos a poner nuestra firma para que en Chile no sea aceptable la violencia como método de lucha política, habremos dado un importante paso para honrar el sueño de Allende y de todos quienes genuinamente pensamos que podíamos hacer una revolución sin recurrir a la violencia.

Han pasado 50 años desde la peor tragedia que ha vivido el Chile moderno. En ella se han producido muchos dolores que todavía nos acompañan y que no nos dejarán hasta que podamos mirar la historia con más perspectiva y sin intransigencias

Mientras, aquellos a quienes no les preocupa la comprensión global de la historia para aprender de ella y no están dispuestos a aceptar las diferencias de miradas en un mundo plural, con la campaña lanzada contra Fernández, han triunfado. En la medida que en esta perspectiva no haya un avance, me sigue quedando la sensación de que tanto dolor acumulado parece haber sido en vano.

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3 comments

Paul Traeger julio 6, 2023 - 1:01 pm

Creo que el gran error de Patricio Fernández fue que durante su gestión no se avanzó en la elaboración de un marco de actividades conocidas, consensuadas, inclusivas, abiertas socialmente, coherentes y que sirvieran para el debate, hacer el duelo necesario y sumar a toda la nación en respeto a los vulnerados.
Esta es la nueva oportunidad perdida que se suma, lamentablemente, al rechazo de la NC.

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Jose luis lobato julio 12, 2023 - 1:28 pm

Toño como siempre entregando una mirada reflexiva y oportuna Felicitaciones.

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Soledad Pino M julio 15, 2023 - 3:10 pm

Tu punto de vista siempre profundo y certero .Hay tanto q pudo ser y no fue…

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