Novelas prohibidas que escandalizaron por su erotismo

por Karen Punaro Majluf

El rol de Juan Tenorio está permitido en la literatura por tratarse de un hombre pícaro y mal portado, pero ¿qué pasa si nos encontramos ante una “Juana Tenorio”? Los deseos de la mujer no se expresaban en la literatura hasta avanzado el siglo XX, sin embargo, tres autores se atrevieron a desafiar lo establecido: Halit Ziya Uşaklıgil, D. H. Lawrence y Georges Bataille.

El deseo tiene exclusividad masculina en la mayoría de la literatura de hasta mediados del siglo XX, en donde el rol de la mujer era servir al esposo, ser madre, devota de Dios y alejada de toda intelectualidad. En este panorama, autores se atrevieron a crear personajes protagónicos femeninos que se dejaron llevar por la pasión sexual y el amor rompiendo con toda conducta moral establecida, creando un nuevo prototipo “heroína” que escandalizó a la sociedad, pero que no por ello en el mundo literario fue castigada. 

Son muchos los ejemplos a citar, pero –en esta ocasión- destacaré a tres autores que fueron censurados y que al mismo tiempo trascendieron las décadas con sus historias: el turco Halit Ziya Uşaklıgil, el escritor inglés D. H. Lawrence y el francés Georges Bataille.

Amor prohibido entre Bither y Behlul

La obra de Halit Ziya Uşaklıgil se enmarca en el Romanticismo francés y la censura del régimen otomano de Abdul Hamid II lo alejó de la literatura hasta 1923 cuando se estableció lo que conocemos como Turquía moderna. ¿Qué lo llevó a ser censurado? En 1900 publicó Aşk-ı Memnu, Amor prohibido, novela que cuenta la historia de la joven Bither quien se casa, para molestar a su ambiciosa madre (Firdevs), con Adnan, un viudo millonario que la llevaba por décadas.


Casarse con el Sr. Adnan significa una de las mansiones más grandes del Bósforo; al pasar, se pueden ver los candelabros, las pesadas cortinas y las sillas talladas de nogal Luis XV desde las ventanas. Era una extraordinaria casa blanca, con sus grandes lámparas, sus sillas y mesas doradas y su bote de caoba con sus limpias mantas cubiertas en el cobertizo para botes.

Viviendo en la mansión de su marido, junto a los dos hijos de él –Nihal y Bülent-; la servidumbre; y la presencia constante de Firdevs, Bihter se enamora perdidamente del sobrino de Adnan, Behlul, un mujeriego que logra seducirla hasta hacerla caer en sus brazos. Entre ellos comienza un amor prohibido, que lleva a la protagonista al borde de la locura, mientras que el joven amante pierde el interés y se ennovia con su prima.


Miren cómo son los hombres. Nunca están satisfechos. Si ya no quieren amar, buscan una excusa para cargar a las mujeres con todas las culpas de su caída y su banalidad, y luego buscan maneras de degradar a las pobres desgraciadas acusándolas también de no amar.

Bihter no puede soportar que Behlul la abandone, por lo que se suicida el mismo día de la boda de su amante con Nihal. La escena es trágica, doliente, la novia se entera de todo, minutos antes de pisar el altar, aún cuando los rumores ya indicaban lo que nadie se atrevía a aceptar. 

Es interesante ver qué pasa con el personaje de la mujer infiel, quien no es dilapidada, sino que es ella quien opta por el suicidio: se trata de un acto de amor, de desesperación, donde la única forma de controlar la propia existencia es a través de la muerte. 

Amor prohibido es una novela que también se le enmarca en el realismo, y ello lo encontramos en los detalles de la narración de la alta sociedad otomana, que se contraponen con las costumbres de la servidumbre. Un aspecto clave en cuanto al conservadurismo lo encontramos en Behlul, quien se enamora de su prima por encontrarla pura e inocente, lo que se contrapone al arrojo de Bihter quien no le teme al escarnio ni a las normas. 


Se asustaría cuando tuviera que estar a solas con ella y mirarla no sólo como una amiga, sino como un marido con quien se leería juntos todo el libro de amor de su vida. Él era su amigo. Sí, había un profundo respeto por este hombre, e incluso amor; pero ella no podía ser su esposa con toda su sumisión.

Aşk-ı Memnu es considerada la obra maestra de Halit Ziya Uşaklıgil, y estudiosos de la obra del autor afirman que sus personajes y tramas forman parte de su experiencia personal. Una vez que pudo volver a la literatura de manera pública, el autor –después de la Primera Guerra Mundial- continuó escribiendo dramas y artículos en prensa; sin embargo, es esta obra la que trascendió los siglos, los continentes y las plataformas pues ha sido llevada a la televisión turca en 1975 y en 2008; y replicada en Estados Unidos, India y Rumania. 

La lucha de clases en El amante de lady Chatterley

Publicada en 1928, El amante de lady Chatterley fue prohibida por más de treinta años por considerarse una novela obscena. Si bien el erotismo es una constante en la obra de D. H. Lawrence, es en esta obra donde alcanza su punto más álgido lo que la llevó a ser retirada de los escaparates. 

Si lo vemos de manera superficial, se puede afirmar que la censura se debe al amor infiel entre la protagonista y un peón, dejando al marido inválido en casa; sin embargo, la crítica social a la explotación de los aristócratas a la clase obrera, el avance de la industrialización, el enorme valor a lo material, la liberación femenina y el acceso de ellas a áreas masculinas, y una “predicción” de lo que se le viene a la humanidad, son verdades que golpearon como un huracán a la sociedad post victoriana ilustrada. 

Respecto a lo anterior, Flavio Crescenzi afirma en “Eros y naturaleza. Una lectura de El amante de lady Chatterley”, que afortunadamente para Lawrence, la década del veinte en Europa se caracterizó por una paulatina liberación de las prácticas sexuales y, con este cambio, el escritor se ganó la indulgencia de otros intelectuales liberales de la época, como Aldous Huxley y Bertrand Russell.


De nuevo se sintió atemorizado por el encendido color azul de sus ojos y su callada tranquilidad sentada allí. Nunca había sido tan dulce y tan callada. Le fascinaba sin poderlo remediar, como si algún perfume que emanara de ella le hubiera intoxicado. Así continuó inútilmente su lectura, y para ella el sonido gutural del francés era como el viento azotando las chimeneas.

Los dos personajes masculinos se contraponen en todo aspecto. Por un lado, está Clifford Chatterley, representante del pensamiento de la aristocracia post victoriana, ambicioso, en búsqueda constante de reconocimiento, admiración y obediencia. Su invalidez –por heridas sufridas en la Gran Guerra- lo llevan a reafirmar su virilidad perdida en su intelectualidad y constante humillación a sus pares. A él se le “enfrenta” la simpleza de Oliver Mellors, para quien el instinto y la pasión se imponen a la razón e intelecto.

Lady Chatterley, Constance, se enfrenta a mantener un matrimonio platónico que se nutre del intelecto o vivir una pasión desenfrenada con un peón de su esposo. Ella, quien fue criada en la libertad de estudiar y conocer el amor antes del matrimonio, no duda a quién elegir. 


Pero la voz de Clifford continuaba chasqueando y paladeando extraños sonidos. ¡Tan fuera de lo corriente! ¡Y algo tan fuera de lo corriente parecía también él mismo, inclinado sobre el libro, raro, rapaz y civilizado, ancho de hombros y falto de piernas! ¡Qué criatura tan extraña, con la voluntad cortante, fría e inflexible de un ave, pero sin calor, falto-‘de calor en absoluto! Una de esas criaturas del futuro, sin alma, pero con una voluntad fría y extraordinariamente alerta. Se estremeció ligeramente, asustada de él. Pero luego la llama cálida y suave de la vida fue más fuerte que él y le ocultaba las cosas reales.

Lawrence debió enfrentar no solo la crítica social sino también la de sus pares. Virgina Woolf fue una férrea opositora a la imagen de la mujer que describe el autor, afirmando que “El amante de lady Chatterley es un ejemplo de la faceta negativa del sexo femenino en el que se presenta a una mujer especuladora, frívola e infiel a sus votos matrimoniales”. Es interesante como Woolf, una autora feminista que fue fundadora del miembro del grupo de Bloomsbury, se opuso a la figura de Constance interpretándola no como representante de la emancipación femenina, sino como un personaje dañino a la imagen de la mujer.

Pero no todo fue críticas para Lawrence, encontrando apoyo –en la década del ‘20 cuando Europa comienza a liberarse en las prácticas sexuales- en autores como Aldous Huxley y Bertrand Russell quienes lo hicieron de manera pública desde que editó su primer libro, El arcoíris (1915), (que también fue censurado).

Historia del ojo, no apto para cardíacos

Cuando Georges Bataille lanzó Historia del ojo (1928) lo hizo bajo el seudónimo de Lord Auch (“Lord a la mierda”), siendo para muchos esta la mejor novela del escritor francés. Considerada una novela erótica, desde el principio rompe con lo establecido por el género, pues no solo trata de erotismo, sino además el lector encontrará fetichismo, violencia, muerte y tramas brutales. 

Adrián Meraz Rodríguez afirma en “El atisbo sin retorno: el ojo y la mirada en la obra de Georges Bataille”, que “los argumentos expuestos por Bataille acerca de la relación entre la mirada y los objetos, su función para la constitución del sujeto, y la consideración de la mirada como un objeto, encuentran eco en una explicación psicoanalítica”. Basta recordar lo que expresó Sigmund Freud sobre el fetichismo para comprender que Bataille busca un sustituto de algo que se debe evitar mirar, quedando la vista fija en el objeto que limita la imagen amenazante. Esto lo encontramos en la angustia y la reacción de los personajes al enfrentar lo que no debían o querían.


A muchos el universo les parece honrado; las gentes honestas tienen los ojos castrados. Por eso temen la obscenidad. No sienten ninguna angustia cuando oyen el grito del gallo ni cuando se pasean bajo un cielo estrellado. Cuando se entregan ‘a los placeres de la carne’ lo hacen a condición de que sean insípidos.

Los personajes que llevan la trama son el narrador y Simona, quienes viven una relación intensa, desenfrenada y fetichista. Un día, mientras tienen sexo en el campo, conocen a Marcela, una joven que vive un brote psicótico y que se les une en la orgía. 

El trío se vuelve más salvaje, lo que perturba aún más a Marcela, quien se suicida. La muerte, al contario de lo esperado, no altera a la pareja, sino que los lleva al límite de la violencia y a interactuar con un nuevo personaje; un extranjero que les pide sumarse como observador. 

Los tres se van a España, lugar donde suceden dos hechos fundamentales: Simona se come los testículos de un toro y luego, dentro de una iglesia, mantienen relaciones con un sacerdote al que luego asesinan.


La lluvia caliente finalmente caía a cántaros sobre nuestros cuerpos completamente expuestos. Enormes truenos nos sacudieron, intensificando nuestra furia, arrancando nuestros gritos de rabia, que cada destello acompañaba con un vistazo a nuestras partes sexuales.

Bataille tiene como referentes a Freud y a Friedrich Nietzsche, además se adhiere al dadaísmo y nihilismo. En este contexto es que quiso experimentar hasta qué límite podía llevarse la novela erótica, siendo publicada en su primera edición de manera clandestina. 

Simone había encontrado un charco de lodo y se estaba untando salvajemente: se masturbaba con la tierra y se corría violentamente, azotada por el aguacero, mi cabeza atrapada en sus piernas cubiertas de tierra, su cara hundida en el charco, donde revolvía brutalmente el coño de Marcelle, con un brazo alrededor de las caderas de Marcelle, la mano tirando del muslo, abriéndolo a la fuerza.

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